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Capítulo 3: Adiós, queridas esperanzas.

Alan se había pasado casi todo el fin de semana pegado a la computadora, las palabras de Serena no salían de su cabeza "Hazel padece Aplasia Medular". Que ironía de la vida, ¿cómo alguien tan parecido a él podría tener algo tan malo? Porque sí, indagó en internet acerca de la dichosa enfermedad.

"La Aplasia Medular es la desaparición de las células encargadas en la médula ósea de la producción de la sangre".

"Afecta aproximadamente de 5 a 30 personas por cada millón de habitantes y año".

¿Significaba aquello que su supuesta hija podría quedarse sin sangre en sus venas? Y que casualidad de que de tan poca probabilidad de aparición de la enfermedad, justo le vino a tocar a ella.

El timbre de su apartamento lo hizo salir de sus conclusiones. Debía ser algo urgente porque lo hacían sonar con mucha desesperación. Alan se quedó helado al ver a Serena parada en el umbral de su puerta, habían pasado dos días desde aquella confesión.

—¿Podemos hablar? —preguntó Serena con la mirada perdida en algún punto que Alan desconocía.

—Pasa —lo dijo por cortesía, pero no le hacía ni gota de gracia que ella estuviera ahí.

Serena no se sentó, había ido allí para saber la decisión que había tomado Alan. Acabaría con ese asunto en unos minutos y seguiría con su vida, ella y Hazel.

—Bien, como tengo bastante prisa, y tampoco quiero hacerte perder tu valioso tiempo, será mejor que vaya al grano. —Le dijo indicándole la dirección que debía tomar aquella conversación —. ¿Podemos contar con tu apoyo?

—No, no estoy convencido de que esa niña sea mi hija —le respondió Alan indiferente.

—Lo sabía. Sabía que en el fondo no tienes sentimientos por nadie. ¡Eres un inmaduro y un cobarde, Alan Cook! —y salió llorando por la puerta, dejando a Alan allí parado con la palabra en la boca.

Cuarenta minutos después Alan había llamado a su madre, necesitaba desahogarse con alguien. Ya no podía contar con la amistad de Austin, ya que habían roto relaciones cuando Alan lo descubrió robando en su bar.

—Hola, cariño. ¿Qué pasa? Nunca me llamas a esta hora —dijo Cassidy Cook, su madre.

—Mamá, tengo una hija —confesó Alan de repente.

—¿Qué? —su madre se quedó congelada al escuchar aquellas palabras, que resonaron en su cabeza una y otra vez hasta que Alan la sacó de su ensimismamiento.

—Bueno, realmente no sé si es cierto, pero no estoy dispuesto a hacerme cargo. Estoy seguro que esa niña no es mía.

—¿Cómo dices? —preguntó su madre todavía perpleja.

—¡Te digo que esa niña no puede ser mía! —respondió Alan alterado.

—Pero hijo, ¿mantuviste relaciones con esa chica en ese tiempo?

Alan empezó a sentir que la habitación le daba vueltas.

—Sí, las mantuve por aquella época pero una sola vez.

—Alan, eres un hombre fértil, por tanto existe la posibilidad, siempre puedes someterte a una prueba de paternidad.

—¡No, de eso nada! —espetó molesto.

Una hora después de hablar con su madre, Alan había bajado al bar para abrir al público. Se encontraba sentado en su sillón del despacho cuando escuchó un gran alboroto afuera del mismo. Molesto por la interrupción salió, encontrándose una bronca descomunal entre su guardia de seguridad y un hombre que reconoció de inmediato: era Jonah, su antiguo camarero y la razón por la que él no conocía a su hija. Ambos luchaban, uno para que lo dejaran pasar, y el otro para evitar que pasara.

—¡Te advertí que te alejaras de ella! —le gritó Jonah al verlo parado allí.

—Déjalo pasar, Carlos —le indicó al gorila de metro ochenta.

Carlos lo soltó y Jonah caminó de prisa hasta él y lo golpeó, rompiéndole el pómulo izquierdo.

—¡Eres un imbécil! ¡No eres siquiera capaz de ayudar a tu propia hija! —Jonah le escupió la cara.

Alan no intentó defenderse, no tenía motivos para hacerlo, ni siquiera el puñetazo que Jonah le había dado.

—¿De qué me acusas? ¡Por tu causa desconocía que tenía una hija! ¿Y ahora vienes con esas? —le gritó Alan sin moverse de su lugar.

—¡Idiota, Hazel se muere y a ti no te importa! ¡Ojalá fuera mi hija y no tuya! —lo miró con asco para luego salir por la puerta del Tonic Bar.

Alan agachó su cabeza ante las últimas palabras de Jonah. Eso se sentía cuando te haces adulto de verdad y te das cuenta de que tus padres no son los héroes que creías que eran cuando eras niño. ¿Cómo se sentirá Serena? ¿Qué pensará su hija cuando crezca y no tenga un padre en su vida? De seguro que es un cobarde. Todo aquello pasaba por la cabeza de Alan, no, él es el padre de Hazel y pensaba actuar como tal.

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