Capítulo 15: Atrapar al criminal.
«Debería haberlo sabido…».
Austin se reprochaba una y otra vez haber contado con la inútil de Cassidy para poner en marcha su plan. Ahora todo se había acabado, él ya no podría contar con los millones de rescate que había pedido. Todo por culpa de esa estúpida de Cassidy. Los negocios con mujeres nunca son buenos. Pero estaba preparado para ajustar cuentas con ella. Había matado a la niña, porque si se salvaba era puro milagro.
A medida que el sol se ponía en la distancia, Austin se acercaba a la casa de los Cook, donde Cassidy descansaba en el sofá sin ningún tipo de remordimiento. El pelo de la nuca se le eriza y traga saliva. Aun sigue sin poder creer lo estúpido que fue al creer en esa mujer. Aparca el coche robado en la cera enfrente de la mansión, mira por el espejo retrovisor y observa a Oliver saliendo de la propiedad, cerrando la reja y con una maleta naranja en una mano.
—Es el momento —masculló para sí, mientras veía como Oliver Cook se subía en su coche y se iba en dirección contraria.
La gran mansión Cook se extendía por delante de él en lo que parecía cientos de metros cuadrados de puro glamour. El sol apenas se levantaba sobre el horizonte, y las nubes de la madrugada se mantenían bajas. Austin había estado conduciendo en silencio durante horas, las suficientes desde que abandonó a aquella niña media moribunda en su mansión de Black Rock Forest. A estas alturas, la policía ya debía de haber encontrado el cuerpo de la niña.
Entró en la mansión de forma sigilosa, aunque le valía madre hacer todo el ruido del mundo, al fin y al cabo el lugar solo contaba con una entrada y una salida. Se acercó cauteloso hasta el recibidor, pero no encontró nada allí, ni siquiera estaba seguro de que Cassidy se encontrara en la casa, cabía la posibilidad de que estuviera en el hospital o la funeraria.
Dando un paso adelante, mira hacia la sala de estar y notó la televisión prendida. Debía de ser ella. Miró su reloj en la muñeca derecha y se adentró en la sala de estar.
—Qué bonito —comenzó a aplaudir.
Cassidy se sobresaltó, giró su cabeza hacia atrás para ver quién era. Se quedó de piedra al ver de quien se trataba.
—Austin, ¿qué haces aquí? La policía puede encontrarte.
Ella se levantó del sofá donde descansaba y él se acercó lentamente hacia ella.
—Vengo a hacer justicia. Por tu culpa me busca la policía —se acercó todavía más a ella mientras se tocaba la parte trasera del pantalón, justo donde tenía su arma.
—No te equivoques, fue también tu elección. No te acerques más a mí.
—No, Cassidy, tú mataste a la niña y yo voy a pagar por ese crimen que no cometí.
—No está muerta —le dijo rápidamente.
—Me vale madre. Vas a pagar igual —le apunto con la pisto de 9mm que llevaba siempre en la guantera de su coche, después de todo lo que habían vivido él y su hermano Pierce no era una opción salir sin ella.
—Austin, no cometas una locura. Podemos solucionarlo. ¿Qué quieres, dinero? Te doy el que quieras —imploró Cassidy.
—De ti no quiero nada.
Iba a dispararle, pero un ruido de una puerta abriéndose hizo que se detuviera. Oliver había entrado en la casa, ajeno a todo lo que en su interior estaba pasando.
— ¿Qué es esto? ¿Austin? —preguntó Oliver, estupefacto.
—Oh, mira quien llegó, el señor Cook. —dijo Austin con ironía. El arma la desvió hacia él.
—Austin, ¿por qué haces esto? —lo interrogó Oliver.
—Pregúntale a tu mujercita —espetó furioso.
—Cassidy…
—Yo… —ella se quedó callada, incapaz de decirle algo a su ex esposo —. Yo fui…
—Deja, ya lo cuento yo. Resulta que la señora aquí presente planeó todo el secuestro de su nieta. Y no solo eso, también le disparó —explicó Austin sin dejar de apuntarle a Oliver.
Era demasiado escuchar eso. Oliver se derrumbó en el suelo. Hasta que tuvo la valentía de levantar su mirada y enfrentarse a Cassidy.
— ¿Cómo pudiste hacer algo así? —le dijo con voz quebradiza.
—Yo… solo quería tener a la niña cerca de mí.
Oliver no siguió hablando con ella, desde hacía mucho tiempo ya no quería tenerla cerca ni estar en la misma habitación que ella. Austin aprovechó aquel minuto de debilidad de ambos y trato de escabullirse de la propiedad. Ahora que Oliver sabía la verdad, él ya no era parte de la ecuación.
Camino a pasos lentos hasta el recibidor, pero sus pasos fueron detenidos cuando una bala calibre 9mm impactó en su cadera derecha y otra en su pulmón izquierdo. La caída fue inmediata. Austin abrió mucho los ojos y se llevó las manos al cuello, como si no pudiera estirarlo lo suficiente para que entrara el aire en sus pulmones. Oliver observó lloroso como se desvanecía poco a poco, como tropezaba y caía sobre la mesa del recibidor, y luego al suelo. Ya tenía el teléfono en la mano, listo para llamar al 911.
—911, he encontrado al secuestrador de Hazel Rice —dijo Oliver al teléfono.
Cassidy no se movió. Solo observaba la escena mientras su rostro cambiaba entre diferentes tonalidades. No estaba segura de lo que le pasaba por la cabeza, solo sollozaba.
—Lo has matado… —Abrió mucho los ojos y dio un paso atrás —. ¿Cómo… cómo pudiste?
—Se iba a escapar, era necesario. Tú también mereces lo mismo, pero es mejor que te pudras en la cárcel y las reclusas se ocupen de ti. La policía ya viene de camino.
Media hora, eso fue lo que tardó en llegar la policía a la mansión Cook. Cassidy Cook se sentía humillada frente a todos. Un oficial de la policía llegó hasta su lado y le puso las esposas, ella jimiqueaba. El resto de los oficiales levantaron a Austin del suelo, que, aunque estaba muerto, era necesario llevarlo ante un médico forense. Oliver se acercó hasta el teniente Zavala para hablarle.
—Fueron los dos, en conjunto —dijo Oliver —. Todavía no lo puedo creer.
El teniente Zavala coloco su mano derecha en el hombro izquierdo de Oliver, como muestra de apoyo.
—Señor Cook, también hemos descubierto otro dato importante —explicó el teniente —. La propiedad de Black Rock Forest está a nombre de un tal Carlos Pierce.
Oliver abrió los ojos con la poca fuerza que le quedaba. Eso no se lo esperaba.
— ¿Le suena ese nombre? —interrogó el teniente a Oliver.
—Sí, es el médico que atiende a mi nieta —respondió angustiado.
Ese mismo día, pero dos horas más tarde, el pelotón que presidía el teniente Zavala se encaminaba hacia el Children Center. Su objetivo: arrestar a Carlos Pierce.
Llegados al lugar, evacuaron gran parte de la recepción y el salón de espera, sacaron a todos los pacientes y personal de esa ala del hospital. La directora del hospital les había informado donde podían encontrar al médico, incluso, les dijo que podían contar con su colaboración. Carlos Pierce iba de camino a la cafetería para su desayuno habitual, se había pasado toda la noche vigilando a la pequeña Hazel, estaba muy preocupado por ella.
El pelotón militar se detiene en seco cuando divisan al médico camino a la cafetería, el teniente dio varias órdenes a sus sargentos y se dirigieron hasta él. Rápidamente lo rodearon, Carlos se había quedado parado, sin entender la situación.
—¡¡Carlos Pierce, queda bajo arresto!! —gritó el teniente a través de la careta de protección.
— ¿Qué? —preguntó Carlos, atónico, mientras le colocaban las esposas —. ¿Por qué?
—Está acusado del secuestro de la menor Hazel Rice.
—Pero… pero, yo… ¡por dios! Yo sería incapaz de hacerle esa a la niña —se justificó.
—Tiene derecho a guardar silencio, o de lo contrario todo lo que diga será usado en su contra.
El poco personal todavía presente en la cafetería comenzó a murmurar. Algunos decían elogios del médico, otros no hablaban tan bien que digamos. Oraciones como: «es un poco raro», «no habla con casi nadie», «nadie conoce a alguien de su familia», salían de la boca de los allí presentes.
El teniente Zavala entorno sus ojos hacia esas personas antes de salir junto a su pelotón camino a la delegación. Ahora tenían que interrogar a los sospechosos. No iba a ser una tarea fácil, de eso estaba convencido.
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