Capítulo 13: ¿Qué le pasa?
Dos semanas después…
Alan mira la lámpara de la mesita de noche de la habitación de la casa de Serena, lo hace para después desviar su mirada hacia Serena, aquella chica impulsiva que se había colado en su mente desde el primer día que la vio. Durante varios segundos, ninguna de los dos hace ningún movimiento. Ninguna de los dos dice ninguna palabra.
—Aún no creo que estemos aquí ahora mismo. —La mira con los ojos entrecerrados —. Aunque bueno, era algo inevitable.
Serena lo mira frunciendo el ceño, ¿Cómo que inevitable? ¿A qué se debía esas palabras?
— ¿Qué dices, Alan? —preguntó ella, atontada—. ¿Sabías quién era yo antes de conocernos?
Alan traga saliva, para luego echarse hacia atrás en el cabecero de la cama. Frustrado, lanza un suspiro al aire.
—Será mejor que no responda a esa pregunta.
— ¿Me habías visto antes de conocernos? ¿En el bar quizás?
Él la observa fijamente, con una expresión que indica que está dividido entre responder o ignorar. Se levanta de la cama y camina hacia la puerta, haciéndole saber a Serena que la conversación ha terminado.
—Sí —dice mientras la mira por encima del hombro —. Te vi varias veces antes de conocernos…
Al escuchar esas palabras, todo lo que Serena tenía en su mente había pasado a segundo plano. Se sentía aturdida, desorientada. Alan se había marchado de la habitación, pero aún seguía en el apartamento. Y es que, no se iría de allí hasta tener noticias de su pequeña pelirroja. Cuando Serena volvió en sí, salió corriendo de la cama dispuesta a encarar a ese estúpido pelirrojo. Porque ella no tenía la más mínima idea de dónde podía haberla visto.
Cuando llegó a la sala de estar, se encontró a un Alan ensimismado con las noticias de la televisión, muy calmado, como si no hubiera soltado la bomba de tiempo que soltó. Iba a protestar, pero Alan la hizo callar con un rotundo chss. Algo había en la tele que era muy importante escuchar.
«Veinte razones por las que Hazel Rice probablemente siga viva»
«Si Hazel Rice fuera una niña pobre y no una futura heredera del clan Cook, a nadie le importaría…»
«La policía vuelve a interrogar al reciente y flamante padre de la pequeña: lo declaran oficialmente sospechoso»
«Las autoridades encuentran la ropa que llevaba la pequeña el día que desapareció; la policía analiza la sangre encontrada en ella.»
Los medios de comunicación eran demasiado predecibles. Dirigían todas las historias importantes con el mismo criterio: noticias de última hora. Exprimen una gran historia tanto como pueden, y justo cuando comience a perder fuerza, se dedican a la siguiente noticia de última hora. Alan ya estaba cansado de aquello. Y para colmo, ahora también era sospechoso del secuestro de su propia hija.
La policía tenía una gran historia para culparlo a él: según ellos, Alan había preparado todo aquello porque perdió el juicio sobre la custodia de Hazel. Qué manera de decir estupideces. Han pasado dos semanas desde que Hazel fue dada por perdida, y su desaparición estaba evaporándose poco a poco de este círculo vicioso, y solo estaba siendo mencionada por las cadenas de noticias cuando se hallan desesperadas por ganar audiencia y quieren exponer un nuevo enfoque para la historia. De vez en cuando, el nombre de Hazel reaparecía en los periódicos junto a su foto.
Serena miraba todo aquel círculo vicioso con las lágrimas casi derramándose. Dos emanas sin saber nada de su pequeña pelirroja. Era desesperante. Nada, ni una llamada, ni un mensaje, nada. Pero como si el destino le hubiera leído la mente, el teléfono de línea fija comenzó a sonar de manera abrupta.
Alan lo miró confuso, en la primera semana de la tragedia ese maldito teléfono no había parado de sonar, pero todos eran impostores que decían haber visto a Hazel. Y ahora, justo ahora sonaba. Serena se apresuró a contestar la llamada, porque aún existía la llama de la esperanza en ella.
— ¿Hola?
Podía sentir el aliento de alguien detrás de la línea.
—Por su propio bien, procure no llamar a la policía. Tenemos a su hija. Si quiere verla con vida debe llevar dos millones al ala este de la línea de ferri abandonada. En dos días —dijo Austin con voz amortiguada por una grabadora.
Serena comenzó a llorar. Alan al darse cuenta de la situación enseguida le arrebató el teléfono y se puso él en la línea.
— ¡Pedazo de mierda! ¡Procura que a mi hija no le pase nada! —le gritó Alan enojado.
—Dos millones o la niña muere.
Fueron las últimas palabras de Austin. No colgó porque estaba disfrutando escuchar la desesperación de Alan.
— ¿Eso es lo que vale la vida de una niña de un año? Pedazo de mierda. Voy a acabar contigo cuando te tenga cerca, cabrón —y colgó.
Serena no tenía consuelo, lo único que quería era volver a tener a su pequeña entre sus brazos. Además, Hazel estaba recién operada, todavía se estaba recuperando. ¿Cómo estaría? ¿Habría sufrido alguna recaída? Todas aquellas preguntas resonaron en la cabeza de Serena.
La calle enfrente de la delegación estaba vacía, Cassidy lo agradeció, porque cada vez que se bajaba del coche se encontraba con algún periodista atosigándola a preguntas acerca de Hazel, y ella no tenía nada que decir.
— ¿Señora Cook? —Una voz masculina interrumpió sus pensamientos —. ¿Señora Cook?
Apagó el auto y bajó la ventanilla del coche.
— ¿Sí?
— ¿Planea entrar en la delegación para hablar con el teniente o quiere que lo traiga aquí?
—Deme unos minutos. —Subió la ventanilla, esperando que el joven oficial mulato se aleje, pero él se queda ahí. Se ruboriza y la mira como si estuvieran en el instituto y ella fuera la chica más popular.
El teléfono de Cassidy comenzó a sonar justo en el preciso momento en que abrió la puerta del coche para salir. El oficial la miró con mala cara, impacientándose con ella. Cassidy se alejó un poco de él para contestar la llamada, era su hijo Alan.
— ¿Si, cariño, qué pasa? Estoy entrando a la delegación justo ahora.
—Mamá, el secuestrador llamó pidiendo rescate. Dos millones —le dijo Alan con voz entrecortada por el llanto.
Ella no pudo seguir hablando, por lo que terminó colgándole la llamada a su hijo. Iba a matar a Austin, porque ese no había sido el plan. Lo más rápido que pudo entró en la delegación y rindió su declaración. Tenía toda la prisa del mundo, necesitaba resolver el asunto Austin. Era algo que no se resolvía llamando por teléfono.
Quince minutos más tarde, Cassidy ya estaba de camino hacia la casa del bosque de Austin. Aquello no tenía precedente, con qué derecho Austin había hecho aquello. Ella solo quería irse lejos con la niña y ahora ese estúpido lo había echado todo a perder. Porque de algo estaba convencida, Alan y Serena hablarían con la policía acerca de la dichosa llamada de rescate.
— ¡¿Con qué derecho hiciste eso?! —le grita ella apenas entrar por la puerta de la mansión.
—Eso no te incumbe —respondió él indiferente.
— ¡Claro que me incumbe, idiota, haz echado a perder todo el plan!
Hazel se encontraba en medio de aquella discusión. Agarrada a los barrotes del corral para bebés que Cassidy le había comprado. Por suerte para ellos, la niña no había mostrado algún signo de recaída o algo parecido. La niña los miraba expectante, Austin sabía que al mínimo movimiento se asustaría. Justo en el momento en que fue hasta el corral y la sacó de allí para cargarla, Cassidy sacó el arma que guardaba se ex esposo en la mesilla del despacho y le apuntó a Austin.
—Suelta a la niña —le dijo ella mientras le apuntaba con el arma.
—Cass, ¿qué haces? No somos enemigos, ¿recuerdas?
—Ahora sí que lo somos, has arruinado mi plan de quedarme con Hazel —dicho estas palabras disparó, pero la bala no rozó ni un pelo de Austin, más bien se incrusto en la puerta de madera de entrada a la cocina.
Austin estaba paralizado, ¿acaso aquella mujer se había vuelto loca?
Hazel comenzó a llorar y a gritar. Sus gritos retumbaban en toda la propiedad. Era imposible calmarla. De pronto una puntada de dolor le impidió a la niña seguir gritando, ahora solo se estaba poniendo morada, al punto de perder el conocimiento.
—¡¡Hazeeeeeeel!! —gritó Cassidy corriendo hacia ellos.
Austin bajó su mirada hacia las piernas de la niña: había sangre, mucha sangre, y cuando Austin se dio cuenta de ello y Cassidy llegó hasta la niña, ya esta había perdido el conocimiento por completo.
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