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72. Extra 2. Pau y Verona

Aquel verano de sus 18 años

Pau levantó su cabeza. Miró a Verona por encima de sus gafas de sol y apretó sus labios. Si seguía mordiéndoselos de ésta manera, acabaría haciéndose sangre. 

Estaban en la piscina de su casa que sus padres se habían comprado hace poco, a las afueras de Villarreal. Su amiga se pasaba casi todas las tardes aquí con él, aprovechando que había terminado el primer año de carrera. Durante todo el curso universitario, apenas se habían visto y por eso estaban usando las vacaciones de verano para poder pasar tiempo juntos. 

- ¿Qué te pasa? - le preguntó ella girando un poco su cabeza.

- ¿Por qué iba a pasarme algo? -le contestó él desviando la mirada hacia la piscina.

- Te escucho pensar desde aquí, Pau.

Verona se puso de lado. Apoyó uno de sus codos en la toalla y puso su mejilla en la palma de su mano mientras miraba a su amigo. Sin quitarse las gafas de sol, sus ojos recorrieron el cuerpo de Pau, deteniéndose en su pecho desnudo. Tenía las abdominales muy marcadas. Los entrenamientos le estaban sentando cada vez mejor. Bueno, es que él cada vez estaba mucho mejor, pero mucho. Pau siempre había sido muy atractivo, no podía negar que su mejor amigo era muy guapo. Pero es que ahora lo estaba más, y ella estaba empezando a verlo de otra manera. De maneras en las que nunca había pensado que podría hacerlo. Y eso era algo que la desconcertaba a la vez que la preocupaba. Pau era su amigo, su mejor amigo, y nunca se había planteado con él algo que fuera más allá de la amistad tan grande que se tenían.

- Me conoces demasiado bien, Roni -le contestó él girando levemente su cabeza hasta esbozar una sonrisa mientras la miraba.

- Te conozco de toda la vida. Como yo no te conoce nadie. Ni tu madre.

- Tampoco me conoces tanto -le contestó él chasqueando su lengua.

- Sabes que si -Verona se quitó las gafas de sol y las dejó a un lado.

- Todo no, ¿Cuántas veces me masturbo al día? -Verona rodó sus ojos y se incorporó para estrellar su puño con suavidad en su pecho. Trago saliva porque acababa de dar con un bloque de hormigón. Joder, Pau estaba más fuerte de lo que pensaba.

- Conociéndote, seguro que por la noche antes de acostarte.

- Oye, pues me has dado una idea. ¿Y tú? ¿Cuándo fue la última vez que te tocaste?

- No te importa, Pau -le contestó algo azorada. 

- Eso es porque estabas pensando en mi.

- Más quisieras -Verona desvió su mirada porque sintió sus mejillas arder, sobre todo por la forma como él la miraba ahora mismo.

Pau le dio una media sonrisa a Verona, a su amiga. Como decía ella, se conocían de toda la vida. Eran vecinos y los mejores amigos del mundo desde que eran pequeños. Habían compartido muchas cosas buenas y también malas. Cuando el padre de la castaña murió, él fue el primero en estar allí con ella y no separarse de su lado durante los infernales días que tuvo que sufrir. Fue su gran apoyo, y sin él, estaba segura de que no habría podido salir adelante.

Y ella, había sido su gran apoyo en cada paso que daba en las categorías inferiores del Villarreal. La de partidos que se había visto su Roni, muerta de frío en las gradas de la Ciudad Deportiva, animándolo sin descanso. 

Aunque desde hacía un tiempo, Pau la veía de otra manera. Y no ayudaba nada que llevara ese bikini rojo para seguir pensando en ella como lo que era, su mejor amiga.

- Estoy nervioso, Roni.

Roni. Ese era el apelativo cariñoso como él la llamaba. Solamente Pau la llamaba así. Sólo a él se lo permitía. Y eso a ella le encantaba.

- Lo harás bien, Pau. Si te han subido al primer equipo es por algo -le dijo ella cogiendo una de sus manos para que pudiera tranquilizarse. Los dedos de ambos se entrelazaron como tantas y tantas veces que se cogían de la mano.

- Lo sé. Y por eso estoy nervioso. Quiero hacerlo bien, quiero triunfar en el equipo de mi pueblo.

- Lo harás, ya lo verás. Y acabarás jugando en el Madrid, te lo digo yo.

Verona se acercó a Pau. Sus brazos lo envolvieron en un cariñoso abrazo. Él se dejó abrazar por ella, por su olor, por la dulzura de sus manos, por la tibieza de su cuerpo. Sintió un escalofrío y su piel ponerse de gallina. El corazón empezó a latirle con fuerza y temía que ella pudiera escucharlo. Tener a Verona entre sus brazos era rozar el cielo con la yema de sus dedos y a la vez desatarse un infierno en su interior. Infierno que ella le provocaba inconscientemente. 

La abrazó rozando su cuello con sus labios. No lo pudo evitar. Necesitaba probar su piel. Solo fue un breve roce, pero lo suficiente para que a los dos les latiera el corazón, loco perdido.

Estuvieron así unos segundos abrazados sin querer moverse. Pau se tumbó de nuevo en su toalla con ella encima de él. Verona puso su cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón. El rubio acarició su espalda desnuda haciendo que su piel se pusiera de gallina. Sentir sus dedos en su piel, como subían y bajaban lentamente, estaban resultando ser una verdadera tortura para Verona, porque por primera vez, deseó los dedos de Pau en otras partes de su cuerpo que su traje de baño no tapaba. Dejó escapar un lento suspiro y cerró los ojos disfrutando de la sensación de sus caricias en su piel. 

- ¿Vendrás a verme? - le preguntó él aún nervioso. Quería que ella estuviera allí, en la grada, cuando él debutara en primera. Necesitaba tenerla cerca.

- No me lo perdería por nada del mundo -le dijo ella abrazada  a su cintura. 

Los dedos de Pau, seguían subiendo y bajando muy lentamente, produciéndole un agradable cosquilleo. Podría pasarse así toda la vida. Querría estar así toda la vida. 

Pau tuvo que admitir que tener el cuerpo de Verona tan cerca del suyo se sentía demasiado bien. Imágenes de ellos dos, desnudos, en esta toalla, pasaron por su mente. Pau se vio a sí mismo entre las piernas de Verona mientras ella le rogaba que no parara. Su pene cobró vida al instante y se puso muy duro, haciendo que él se sintiera muy avergonzado. Tenía a su amiga, a su mejor amiga abrazada a él y únicamente pensaba en acostarse con ella.

Pau sacudió los hombros de Verona para que ella se quitara de encima. Un pequeño gemido de protesta salió de sus labios haciendo que su pene se revolviera inquieto en su bañador. Tenía que irse de su lado cuanto antes o temía que hiciera alguna locura de la que más tarde se arrepentiría. 

- Roni, voy a darme un baño.

Pau apartó a Verona con suavidad y se levantó de la toalla para ir a bañarse. Necesitaba un buen remojón que le quitara la enorme erección que tenía por culpa de la castaña. Y esto no había hecho más que confirmar algo que Pau sospechaba desde hace tiempo, que Verona le gustaba.

Se metió de golpe en la piscina y nadó un rato para alejar los pensamientos que tenía sobre ella. Pensamientos en donde no había nada de ropa.

Minutos después, escuchó un chapoteo a su lado. Dejó de nadar y esperó hasta que Verona estuvo cerca de él. La castaña nadó hasta Pau y en cuanto estuvo cerca, sus manos se agarraron a su cuello, pues no hacía pie. Su amigo la agarró de la cintura y la miró perdido ya en ella y en su mirada.

- ¿Por qué te has ido Pau?

- Ya te lo he dicho. Quería darme un baño.

- Por eso no ha sido. Me he dado cuenta.

Verona lo miró con una pícara sonrisa y le guiñó un ojo. Pau pensó que sería muy fácil besarla, perderse en esos labios, morderlos y apagar la sed que tenía de ella. Pero, si lo hacía, sabía que, en ese mismo instante, la perdería. Perdería a su mejor amiga y eso era algo a lo que no estaba dispuesto a renunciar. Quería, no, necesitaba a Verona en su vida. Y perderla era algo innegociable.

- Si, me he empalmado. ¡Qué quieres que te diga! Si no fueras por ahí provocando con ese bikini... -le dijo él haciendo aspavientos con sus manos.

- ¡Serás capullo! - Verona le dio un puñetazo en el hombro toda indignada.

- Seguro que a ti también se te han mojado las bragas...

- Si claro, chorreando las tengo.

- No lo niegues nena, este cuerpazo te tiene tonta perdida.

Pau le guiñó un ojo haciéndola reír. Ambos se miraron unos segundos. Esos segundos en los cuales el mundo empieza a cambiar y tú, también empiezas a cambiar. Podían sentir las respiraciones del otro agitarse, y como no podían quitarse la vista de encima. Verona lo abrazó de nuevo. Su cabeza reposó en el hueco de sus hombros mientras él se movía con ella por el agua.

- Te quiero mucho, Pau.

El rubio tragó saliva y sintió temblar todo su cuerpo. Sus manos la abrazaron con más fuerza, deseando que algún día ese te quiero, fuera un te quiero de amor, del que dices a la persona de la cual estás enamorada.

- Normal que me quieras, te tengo to loca.

- Idiota, lo digo en serio.

- Y yo también. Que aún tengo guardado lo que tú y yo sabemos...

Verona esbozó una pequeña y escondida sonrisa. Sentía que su corazón se le iba a salir del pecho. Últimamente, era lo que le pasaba cuando estaba con él. Se sentía torpe, nerviosa y no podía apartar su mirada de la suya. Estaba empezando a sentir algo por Pau. Algo que la tenía muy confundida, pero que, a la vez, era muy bonito.
Y tenía tanto miedo de que fuera a más, sobre todo, porque no quería perder a Pau como amigo. Así tuviera que sufrir en silencio lo que mucho que Pau le gustaba.

- Yo también te quiero, Roni.


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