33. Tú ahora eres mi familia
MÁS TARDE
Hace media hora que llegamos de casa de mi hermana. Pensaba quedarme allí a dormir con ellos, pero Dolores no me ha dejado. Ha insistido tanto que no he podido negarme. Es que no tengo ni fuerzas. Mi madre me roba la energía.
Al final se quedó un rato más y se fue. Pero, ya nos había estropeado el día. Porque aunque Dani y Ferrán lo intentaron con sus bromas y sus tonterías, ni yo ni Noemi teníamos ganas de nada. Mi madre siempre hace lo mismo, cuando mejor estamos viene, suelta su veneno y se va.
Estoy sentada en los escalones del jardín. A Ferrán le han llamado para hacerle una entrevista por internet y está arriba en uno de los dormitorios. Sinceramente, no sé que haría sin él ahora mismo. Seguramente estaría llorando hasta quedarme sin lágrimas. Me giro al sentir unos pasos en el porche. Es Dolores que viene con dos tazas en la mano. Me da una y se sienta a mi lado.
- Es té con limón. Tómatelo, te sentará bien -me dice ella tendiéndomela. Le sonrío agradecida y tomo la taza de sus manos- ¿Cómo estás Rebeca?
- Bueno, estoy acostumbrada Dolores, lo único que me molesta es que haya pasado delante de vosotros. Me da mucha vergüenza todo lo que ha ocurrido.
- ¿Por eso no querías quedarte a dormir?
- Si -Dolores deja su taza a su lado y hace algo que me sorprende. Pasa sus brazos alrededor de mis hombros y me atrae hacia ella hasta que pongo mi cabeza en su hombro.
- Siento mucho que tu madre os trate así, no os lo merecéis, ni tú ni tu hermana.
- Yo es que creo que no nos quiere y que no soporta que nos llevemos tan bien.
- Yo si creo que os quiere... a su manera, pero os quiere.
- Eso no es querer Dolores. Te lo digo yo que llevo toda mi vida escuchando que fui un error. Que ella quería separarse de mi padre mucho antes, pero que por mi culpa no pudo hacerlo.
Siento un escalofrío que me recorre el cuerpo y Dolores me abraza con más fuerza hasta el punto que ya no puedo más y me pongo a llorar desconsolada. Ella pasa sus manos por mi pelo intentando calmarme.
- Ay, mi niña, mi pequeña niña. No llores Rebeca.
- Es que es muy duro que te digan eso con sólo 7 años Dolores. Por eso te digo que mi madre no nos quiere...
- Lo sé cariño, lo sé. No llores más porque desde luego que tu madre no se merece tus lágrimas.
Dolores me quita de su pecho y hace que la mire. Sus dedos acarician mi mejilla con mucho cuidado y me mira de la manera que me tenía que estar mirando mi madre, con cariño y con ternura.
- Tú eres luz Rebeca. Desde el primer momento en que te conocí me di cuenta de lo mucho que le gustabas a mi hijo y cuando vino a casa en Navidad me di cuenta de que estaba enamorado de ti. Tú lo has hecho recuperar la ilusión, y te digo que está loquito por ti. Pero es que, es muy fácil quererte cariño, si sólo hay que ver lo maravillosa e increíble que eres...
- Yo también estoy enamorada de Ferrán.
- Lo sé mi niña, lo sé. Si se os nota en la cara a los dos. Rebeca, nunca dejes que nadie te haga de menos, que te haga creer que tú no vales porque cariño tú eres increíble, tu sola sonrisa hace que todo se ilumine. No lo olvides, eres preciosa por dentro y por fuera.
Miro a Dolores emocionada por sus palabras y la abrazo muy fuerte intentando controlar de nuevo las lágrimas.
- Y cariño, tú aquí me tienes para lo que sea y cuando sea. Que yo no voy a permitir nunca que estés sola. En Valencia tienes tu casa Rebeca y espero que te lo tomes en serio porque te lo digo con todo mi corazón. Tú ahora eres parte de mi familia, y a la familia hay que cuidarla.
Me separo de Dolores mirándola con una ternura y un cariño infinito. Ella me da un beso en la mejilla. Le sonrío bastante emocionada.
- Gracias Dolores, gracias por hacerme sentir que soy parte de vosotros
- Es que lo eres cariño. Además, que la que tiene que darte las gracias soy yo, porque entre nosotras, rezaba porque Ferrán no saliera con Carolina, es la hija de mi prima, pero es que no la soporto...de menuda nos has librado.
No puedo evitar reírme con Dolores. Esta mujer es increíble. Me está tratando con un cariño y una dulzura que necesitaba muchísimo. Nos levantamos para volver al comedor cuando ella me coge de la mano.
- Y por cierto Rebeca -me dice ella- Ferrán jamás miró a Kira como te mira a ti...cuando él te mira lo hace como sino existiera nadie más en el mundo que tú.
Vale, si, la sonrisa que tengo ahora es la más grande que creo que he tenido en mi vida. Entramos en el comedor y veo a Ferrán sentado con su hermana. Se gira para mirarnos y si, es cierto, cuando él me mira yo también me olvido de todo y de todos, y lo veo a él y sólo a él. Cruzamos nuestras miradas y ambos nos damos una sonrisa cómplice.
- ¿Qué hacíais? -nos pregunta mientras yo me acerco a él y le cojo de la mano.
- Nada -contesto yo- estaba hablando con mi suegra.
Salgo del cuarto de baño y Ferrán está esperándome metido en la cama. Está apoyado en el cabecero y me hace un repaso de arriba a abajo esbozando una lenta sonrisa. El corazón me da un vuelco de lo nerviosa que su mirada me pone. Parece un puto dios griego ahí recostado barriendo mi cuerpo con su mirada. Esa intensidad cosquillea en mi vientre haciendo que la temperatura de mi cuerpo suba varios grados.
Camino hacia la cama dejando las zapatillas en el suelo. Aparto el nórdico y las sábanas y me meto dentro tapándome a continuación. Me pongo de lado mirando a Ferrán. Lentamente él sube una de sus manos hasta acariciar mi mejilla sin quitar en ningún momento sus ojos de los míos.
- ¿Estás más tranquila? -me pregunta Ferrán bajando su mano hasta acariciar mi cuello.
- Si, lo estoy. Tu madre, tu padre...Noe, Leo, Dani...bueno, gracias a vosotros estoy bien. Pero sobre todo a ti Ferrán. Gracias por estar conmigo y por cuidarme tanto, y sobre todo gracias por no dejarme sola.
- ¿Cómo voy a dejarte sola mi niña? Te quiero Rebeca. Te quiero tanto.
Los labios de Ferrán rozan los míos muy despacio. Es un beso pequeño, dulce y pausado. Nos besamos con mucha calma, dejando que nuestros labios se busquen una y otra vez. Su mano baja muy despacio por mis hombros abrasándome la piel cuando se desliza hasta mi vientre. Nuestras manos acarician el cuerpo del otro con caricias lentas y suaves. Mi mano busca la cinturilla de su pantalón y se lo bajo buscándole el pene para poder rozarlo con mis dedos. Abarco todo su contorno y la voy subiendo y bajando, mientras mi boca calla los gemidos que salen de su garganta.
Ferrán se quita la ropa y me ayuda a deshacerme de la mía. Sus dedos trazan caricias en mis pechos desnudos haciendo que mis pezones se tensen. Su boca desciende hasta meterse uno de ellos en su boca haciendo que un estremecimiento recorra todo mi cuerpo. Mis dedos se enredan en su pelo y me retuerzo cada vez que su lengua lame mis pechos. Ferrán se pone entre mis piernas y alza su cabeza para que nuestros ojos se encuentren.
- Et vull xiqueta mia. Mentres estigues amb mi mai estaràs sola (te quiero niña mía. Mientras estés conmigo nunca estarás sola)
Aprieto mis labios intentando no llorar porque me habla de una manera tan dulce que me tiene derretida de amor. Ferrán baja su boca hasta atrapar de nuevo la mía y mientras nos besamos va deslizándose muy lentamente dentro de mí haciendo que un pequeño gemido salga de mi garganta. Los dos nos miramos y nos reímos. Mis manos van acariciando su espalda hasta subir despacio por sus costados clavando mis dedos en sus hombros.
Los movimientos de Ferrán son sumamente lentos. Entra y sale de mi muy, muy despacio haciendo que tenga que contener mis gemidos. Mis labios se posan en su cuello dejando un pequeño beso en su piel.
- Ferrán.
Gimoteo y suplico porque sus embestidas son deliciosas, porque me tiene el cuerpo ardiendo en llamas. Porque él es mi infierno. Ferrán sigue moviéndose, sigue haciendo que todo mi cuerpo lo reclame de nuevo dentro cada vez que sale de mi para entrar de nuevo. Sus labios van al encuentro de los míos y la punta de su lengua acaricia mis labios. Siento como mi cuerpo responde a sus embestidas, como cada vez deseo más y más de él.
- Eres tan jodidamente preciosa, Rebeca.
Le doy una sonrisa, y él acelera un poco más el ritmo. Siento que en cualquier momento voy a estallar, a romperme en mil pedazos. Mis manos bajan por su espalda hasta alcanzar su trasero y aprieto sus nalgas sintiendo ese maravilloso cosquilleo que nace en mi vientre y que invade todo mi cuerpo.
- Ferrán -mi voz es un gimoteo, una súplica de que ya no puedo más.
- Lo sé, mi niña, lo sé.
Él se mueve un poco más deprisa y yo me dejo llevar sintiendo como el orgasmo invade todo mi cuerpo y tengo que morderme los labios para no gritar. Ferrán me besa haciendo que esos gemidos se mueran en su boca y que los suyos acompañen a los míos mientras nos corremos los dos juntos a la vez en un orgasmo brutal que me deja casi desfallecida.
Ferrán se separa de mi y besa mis mejillas rozando su nariz con la mía.
- Seràs el millor que m'ha passat en la vida (vas a ser lo mejor que me ha pasado en la vida)
Le sonrío emocionada a Ferrán intentando contener las lágrimas que quiero derramar por todo lo vivido hoy. Al mirarlo, me doy cuenta de que no merece la pena llorar, cuando tengo a mi lado a lo que más quiero en el mundo. Sus dedos acarician mi mejilla muy lentamente, haciendo que cierre mis ojos sintiendo cada roce de su piel contra la mía.
- Por cierto -me dice él medio riéndose- ¿Qué ponía en la carta? ¿algo picarón?
Abro mucho los ojos y la cara me arde. Cojo la sábana y me tapo con ella mientras escucho a Ferrán reírse.
- Joder, tenía 17 años Ferrán. Era una adolescente cachonda -le contesto intentando justificarme.
- Cachonda eres ahora bonita.
- Y tú muy tonto. Madre mía, es que si pienso ahora en las tonterías que hice, me muero de la vergüenza.
- Venga cuéntamela por fi.
- Vale. Te decía que estaba enamorada de ti, que me gustabas mucho y que como todavía estaba en el instituto, si cuando terminara la carrera querías esperarme, pues que... -me pongo como un tomate y siento que me arde mogollón la cara.
- Pues...
- Joder. Que si querías esperarme para casarte conmigo...
Me llevo las manos a la cara y me la tapo porque es que me muero de la vergüenza. Si yo llego a saber que terminaría con Ferrán juro que no hubiera hecho nada de esto. Mi novio me quita las manos de la cara aguantándose la risa.
- Si, ríete, sé que estaba loca, ¡qué quieres que te diga!
- De loca nada. Me parece tan adorable todo lo que has hecho por mi. Ay, mi pequeña loca. ¡Lo que me ha cambiado la vida desde que he venido a Granada!
Ferrán pone sus manos detrás de su cabeza y suspira riéndose. Trago saliva y lo miro algo seria.
- Tú si que me has cambiado la vida Ferrán, me estás haciendo feliz, y eso es nuevo para mi.
- Pues acostúmbrate mi niña, porque pienso intentar hacerte feliz todos los días.
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