Acepte salir a tomar una copa con mi hermano, no terminar en una casa embrujada.  Donde el guía, un señor  gordo, dejaba ver la tango de color rojo que usaba cada vez que se agachaba.

Mi hermano trataba de ocultar su risa, cada vez que nuestro guía intentaba coquetear conmigo. Como si esto no me estuviera ya fastidiando, mi celular no dejaba de sonar, que tan difícil era acerse cargo de la compra de los dos astilleros,  cuando regrese a la empresa haría rodar muchas cabezas.

Pese a todo, lo único que había entendido de este lugar es que pertenecía a una  chica  que había desaparecido hace dos semanas.

Al final del recorrido llegamos a una habitación donde había muchas fotos, Elliot las inspeccionaba detenidamente, mientras yo me sentaba en uno de los sillones, después de explicar algo nuestro guía  se sentó a mi lado  y puso su mano en mi muslo. Al sentir su mano me levante lo más rápido que pude, mientras Elliot soltaba una carcajada.