05 || Yo no soy marica.
Se sentía irreal, como si realmente no estuviera pasando. Era una calma tan extraña que no sabía si era real o un simple engaño de mi mente. Volteé a mi lado y ahí estaba Amadeus, su mano seguía sobre la mía, sin apartarla ni un segundo.
Miré de reojo a Josué y a Edelmir para ver en qué andaban. Sus ojos estaban fijos en la pantalla, como siempre, completamente inmersos en su mundo. Reían y comían, ajenos a todo lo demás.
Me atreví un poco más. Lentamente, repose mi cabeza en el hombro de Amadeus. Sentí cómo su cuerpo se tensaba al instante, pero decidí ignorarlo.
El silencio era demasiado para mi cabeza, pero en este momento no importaba. Cerré los ojos, aunque quise mantenerlos abiertos; al final, el sueño pudo más conmigo.
—¡Ey, Jiho! —abrí los ojos al escuchar mi nombre y sentir un leve toque en mi hombro. Los froté con lentitud, tratando de despejarme, y levanté mi cabeza del hombro de Amadeus. Él también estaba dormido. Maldición, nos habíamos quedado dormidos en el sofá.
Miré al frente y me encontré con un Edelmir completamente despierto y un Josué que apenas lograba mantener los ojos abiertos, aunque seguía de pie junto a él.
—¿Qué pasa? —murmuré con voz pastosa.
—Tenemos que irnos. Mamá está como loca y dice que debo ir ahora mismo. Me llevaré a Josué de paso —dijo Edelmir apresuradamente.
Asentí, tratando de procesar sus palabras mientras cerraba los ojos un momento para concentrarme mejor.
—Vayan con cuidado. Llámame cuando llegues a casa.
—No te preocupes. Bye, bye.
—Sí, también mándame tu ubicación...
Cerré los ojos por un momento y, al abrirlos, me di cuenta de que Josué y Edelmir ya se habían ido. Me levanté del sofá con cuidado. Amadeus seguía dormido, con la cabeza hacia atrás y su cuerpo completamente relajado contra el respaldo. Al verlo así, una sonrisa se formó en mis labios. Era raro tener el privilegio de verlo sin el ceño fruncido, en paz.
—Amadeus... —lo llamé suavemente mientras movía su hombro—. Vamos a la cama, aquí es incómodo.
No se movió ni un milímetro.
—Amadeus... Vamos... —insistí, inclinándome hacia él.
De repente, me jaló hacia sí, haciéndome caer encima de él.
—¡Ah! —exclamé, sorprendido.
Su rostro seguía sereno, con los ojos cerrados. Fruncí el ceño y golpeé su pecho, molesto.
—¡Amadeus!
Por fin abrió los ojos, pero en lugar de disculparse, sonrió. Esa sonrisa traviesa fue suficiente para hacer que mi rostro ardiera. Se inclinó hacia mí, acercando su rostro al mío, y yo solo podía imaginar lo rojo que estaba en ese momento.
—Ahora estamos solos... —murmuró con esa voz baja que siempre usaba para molestarme.
—¿Y eso qué? —respondí, golpeando su pecho de nuevo, aunque mi mano resbaló de su playera, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera completamente sobre él.
Nuestros rostros chocaron, tan cerca que podía sentir su respiración contra mi piel.
No pudo aguantarse. El muy desesperado me besó, robándome el aliento antes de que pudiera siquiera reaccionar.
Me aparté del beso, jadeando ligeramente para recuperar el aliento. Amadeus soltó una carcajada, esa risa grave y profunda que siempre lograba que me encogiera de hombros sin darme cuenta. Sentí cómo enrollaba sus brazos firmemente alrededor de mi cintura, atrapándome como si no tuviera intención de soltarme jamás.
—Vamos a la cama —dijo, moviendo una ceja con esa expresión descarada que me sacaba de mis casillas. Antes de que pudiera responder, besó mi mejilla suavemente, como si el gesto fuera lo más natural del mundo.
Lo miré desconcertado, aún tratando de entender ese repentino cambio de actitud.
—¿Por qué estás siendo tan cariñoso? —pregunté, con el ceño ligeramente fruncido.
Amadeus me miró con una sonrisa ladina, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Porque he sido como un grano en el culo para ti, mi amor —respondió, su tono despreocupado haciendo que me quedara sin palabras.
¿Mi amor?
Si antes estaba rojo, ahora me había convertido en un tomate viviente.
—No me llames así.
—¿No que querías que fuera más comprensivo contigo? —preguntó con una sonrisa de esas que me ponían los nervios de punta.
—Eso no significa que me pongas apodos.
—¿Y qué tal si quiero? —Antes de que pudiera responder, besó nuevamente mi mejilla—. Soy un monstruo.
—Eso no es mentira. Lo eres.
—Bueno, entonces este monstruo merece un regalo —dijo con descaro, dejando que sus manos bajaran lentamente hasta mi trasero.
—¡No! ¡Aquí no! —exclamé, alejando sus manos rápidamente.
—¿Por? —preguntó, claramente irritado.
—Porque... porque no es mi cuarto —murmuré, mirando hacia otro lado para evitar su mirada.
—No seas tan mezquino... No importa el lugar... ¿O acaso ya te cansaste de mi pen-?
No lo dejé terminar. Tapé su boca con mis manos antes de que pudiera soltar algo peor.
—No digas cosas tan sucias aquí. En mi cuarto puedes hacer lo que quieras, pero aquí no.
Amadeus se quedó en silencio por unos segundos, sus ojos mirándome con diversión desde detrás de mis manos. Podía sentir cómo su sonrisa crecía bajo mis dedos, y antes de que pudiera apartarme, tomó mis muñecas y las bajó lentamente.
—¿En tu cuarto, dices? —murmuró, su voz cargada de insinuación.
Me arrepentí al instante de haber dicho eso.
—No te hagas ideas. Solo estoy diciendo que aquí no es apropiado.
—Oh, entonces tu cuarto sí es apropiado... Interesante.
—¡Amadeus! —gruñí, intentando deshacerme de su agarre, pero él no me soltó.
—Tranquilo, tranquilo —dijo con una risa suave, inclinándose hacia mí hasta que nuestras frentes casi se tocaron—. Solo estoy jugando, Jiho. Aunque... —Se detuvo, sus ojos bajando lentamente hasta mis labios—. Me lo dejas muy fácil.
Me tensé, sabiendo que estaba a punto de hacer algo más. Pero en lugar de besarme de nuevo, se levantó de repente, llevándome con él al alzarme en sus brazos como si no pesara nada.
—¡Oye! ¿Qué haces?
—Lo prometiste. Dijiste que en tu cuarto puedo hacer lo que quiera, ¿no? —dijo mientras comenzaba a caminar hacia las escaleras, su sonrisa llena de malicia.
—¡Eso no es lo que quise decir! ¡Bájame ahora mismo!
—Muy tarde, mi amor.
Podía sentir el calor en mi rostro intensificarse mientras intentaba debatirme inútilmente. El muy idiota estaba disfrutando esto demasiado.
Cuando llegamos a mi cuarto, me soltó con cuidado sobre la cama, pero antes de que pudiera levantarme, se inclinó sobre mí, atrapándome con sus brazos.
—¿Y bien? ¿Aquí sí puedo ser un monstruo? —preguntó con una sonrisa que me dejó sin palabras.
No sabía si quería golpearlo o rendirme por completo, pero... al final solo era Amadeus. Mi Amadeus había vuelto. Sonreí dejando que me llevará.
Me dejo sobre mi cama con cuidado.
Dios, bésame, maldita sea, ¿por qué te me quedas viendo así? Hubiera gritado si no fuera porque Amadeus seguía mirándome fijamente, tan intensamente que no podía adivinar cuál era su siguiente movimiento.
No aguanté más.
—Bésame —dije al fin, mi voz más baja de lo que esperaba.
Él no se movió al principio, pero luego esbozó esa sonrisa arrogante que me volvía loco.
—Eres solo mío —murmuró de repente, su tono grave y posesivo.
—¿Qué? —Mi rostro debió ser todo un espectáculo porque lo vi contener la risa. Me incorporé, apuntándolo con un dedo acusador—. ¡Arruinaste todo el ambiente! ¿Acaso has estado leyendo libros de romance oscuro? ¿Quién te crees que eres? ¿Mi dueño o qué? Estúpido.
Amadeus se llevó una mano al pecho, fingiendo ofensa.
—Ey, no me insultes... solo me puse caliente.
—Ponerte caliente te hace decir estupideces —espeté, cruzándome de brazos, aunque mi rostro seguía ardiendo.
—¿Ah, sí? Entonces déjame hacer otra estupidez —respondió antes de inclinarse de nuevo y besarme sin previo aviso, esta vez sin darme tiempo a protestar.
Ahora yo también estaba caliente. Definitivamente.
Sin pensarlo demasiado, llevé mis manos a la pretina de sus pantalones y comencé a bajarlos con prisa. Mierda... hazlo rápido.
Quise quitarme la playera, pero las manos de Amadeus me detuvieron firmemente. Negó con la cabeza, sin decir ni una palabra, mientras sus labios se deslizaban desde mi cuello hasta mi clavícula. Cada beso parecía encender una chispa en mi piel, haciéndome arquear ligeramente la espalda.
Siguió bajando, sus labios dejando sobre mi ropa. Cuando llegó a la cintura de mi pantalón de pijama, lo tomó con ambas manos y lo bajó lentamente, como si estuviera jugando conmigo.
—¿Qué harás? —pregunté susurrando.
Amadeus levantó la vista, sus ojos fijos en los míos, mientras sonreía de lado.
—Hacerte sentir bien.
(Pov Edelmir)
La oscuridad de la noche envolvía las calles mientras caminábamos hacia la casa de Josué. Él estaba medio dormido, caminando lentamente a mi lado, sus pasos a veces torpes, como si el sueño lo tuviera atrapado. De vez en cuando, me lanzaba una mirada cansada, pero su voz, aunque débil, fue lo único que rompió el silencio.
—Quería quedarme en la casa de Jiho. Mis padres me dieron permiso de dormir allí hoy. Voy a volver —me dijo.
Aprete la mandíbula, y dije con voz firme.
—Si quieres dormir en la casa de otra persona, que sea en la mía. No es la primera vez que lo haces.
Su reacción fue inmediata. Se soltó de mi brazo.
—¡No me mandas! —dijo, y su tono hizo que me detuviera por un momento. Podía sentir la tensión en su voz, pero sabía que esto no se trataba de lo que estaba diciendo, sino de lo que no quería escuchar.
Lo observé por un segundo, mi paciencia a punto de agotarse. Sin pensarlo, tomé su brazo de nuevo, sin darle opción a moverse, y continué caminando. ¿Por qué se comportaba como un niño pequeño?
—Nos iremos a la mía —le dije, intentando que mis palabras sonaran calmadas.
Su cara se arrugó, molesto, y volvió a intentar zafarse.
—¡Suéltame! —exigió, su voz más fuerte ahora.
—Gritas como si te estuviera secuestrando, cálmate.
—Edelmir... suéltame —dijo con su voz más calmada.
No dije nada más, porque sabía que no valía la pena. Él seguía forcejeando, pero mis dedos no cedieron. Ambos seguimos caminando.
—Déjame.
—Guarda silencio. Eres irritante cuando te comportas así.
—No quiero ir a tu casa.
—Si es por lo que paso la ultima vez, despreocúpate por eso. No volverá a pasar.
—Claro que no volverá a pasar. No iré a tu casa.
—Josué... —dije irritado. —No estoy de humor.
—Yo tampoco. Siempre haces los que quieres.
—Deja de comportarte como un niño. Vamos a dormir solamente.
—Si me besas de nuevo... voy a golpearte.
—No puedes ni zafarte de mi agarre. ¿Crees que vas a golpearme? —me burlé. Sentí como comenzaba a hervir mi sangre. —Pero ni loco te volvería a besar. No soy un marica.
Josué no dijo nada y yo tampoco me atreví a decir algo.
NO OLVIDEN VOTAR. <3
Instagram: inacacia
Link del grupo de WhatsApp en el enlace de la descripción de mi perfil. 🤍💕
LES AMOOOO
TODOS SABIAMOS QUE JOSUÉ Y EDELMIR ERAN JOTOSSSS
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro