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capítulo 65: Se fueron las luces

Luego de darse un baño, Basilio recibió una llamada a su teléfono, no le dió tiempo de atender.

Al mirar bien, notó que tenía tres llamadas perdidas, así que pensó que debía ser importante, entonces le devolvió la llamada al número telefónico.

—¿Hola? —Dice Basilio.

—¿Basilio? Soy Carly, te he estado llamando. —Le dice ésta tras el teléfono.

—¡Ah, eres tú! Es que aún no tengo registrado tu número. —Le comenta Basilio—, ¿Qué sucede?

—Devon y yo necesitamos hablar contigo acerca de algo muy importante.

—¿Entonces? Pueden decirme ya. —Les pide Basilio con tono casi ansioso.

—No, tenemos que vernos en persona. —Le insiste Carly—, Por favor, ven al café de Ritz sin que nadie allí te vea salir.

—De acuerdo, salgo en unos minutos. —Es lo último que dice, luego cuelga.

Y así sucedió, sin nadie darse cuenta, sin Billy darse cuenta, Basilio se había ido por la puerta trasera de la mansión.

Tal vez Carmen o Vera lo habían visto salir, pero en ese caso no se molestarían en comentar nada, pues eran ellas muy reservadas entre sí; les gustaba hablar sobre los asuntos extraños y poco comunes que surgían entre las personas que estuvieran en la mansión, y luego, comentarlo entre ellas y reírse de cualquier tontería.

Pero eran ellas buenas personas... Aún lo eran.

Billy salió entonces de la habitación, e inmediatamente, todas las luces de la casa se apagaron.

—¡Qué mierda! —Exclama Billy, al notar que sus ojos no podían percibir ni una mínima luz, por lo tanto, no podía ver a nada ni a nadie.

Entonces el jóven pensó: tal vez debería bajar al primer piso y buscar a Hannah.

—¡¿Alguien puede encender alguna linterna?! —Pregunta Óscar desde su habitación, en voz lo suficientemente alta como para ser escuchada.

Billy camina por los oscuros e imperceptiblemente visibles pasillos mientras toca las paredes para apoyarse de algo, para poder identificar en qué parte de la casa se encontraba.

Al llegar a una puerta, supo que era la del cuarto de Óscar, pues escuchaba la voz del niño gritar desde adentro.

—¡¿Óscar?! ¿Por qué no sales? —Le pregunta Billy desde afuera de la habitación. 

—¡Mi puerta está bloqueada! —Exclama el pequeño Óscar, asustado, iluminando un poco desde adentro con un teléfono de juguete que emitía una pequeña luz.

—¿Cómo es que pasó? —Le pregunta Billy tras la puerta.

—No lo sé, creo que alguien lo hizo, alguien cambió la cerradura sin yo darme cuenta, y le debieron poner llave. —Le explica el niño—, Tengo miedo, Bill. ¡Alguien hizo esto para encerrarme aquí!

—Tranquilo, voy a buscar a Hannah para abrir ésta puerta, ella debe saber dónde está la llave... Todo esto debe ser un malentendido.

—¡Espera! —Le grita el niño desde adentro—, ¿Me vas a abandonar aquí? ¡Apagaron las luces!

Billy ya se había ido, bajando las escaleras.

—¿Billy? ¿Sigues ahí? —Le pregunta el niño con su voz tierna e infantil—, Escucha, alguien apagó las luces a propósito, desde el sótano, ¡Lo hicieron deliberadamente! Lo sé porque papá instaló un sistema que impide que se corten o dañen los circuitos, una buena tecnología inventada en 2021, no tiene fallas.

Óscar evidentemente no recibe respuesta alguna.

—Bien, estoy hablando solo. —Se dice a sí mismo—, ¡Y nuevamente tengo miedo!

Billy baja despacio, sosteniendo las muletas tanto como puede, pero tropieza con algo en el suelo y cae unos tres o cuatro escalones abajo.

—¡Mierda! —Exclama Billy quejándose del dolor.

Hacía mucho silencio, pero, ojalá eso hubiera persistido un poco más tiempo.

Porque ahora se empezaron a oír gritos, gritos femeninos desde la cocina.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —Gritaba la mucama Vera desde la cocina.

Billy se levanta del suelo, nota que, aunque se le dificulte un poco, ya puede caminar sin las muletas, así que se apresura, y, tocando al rededor, llega a la puerta de la cocina.

—¡¿Qué pasa?! —Pregunta Billy.

—¿Jóven Billy? —Le pregunta Vera tras la puerta— ¡Alguien ha sellado la puerta! No se puede abrir, ¡Rompieron la ventana de la cocina y Carmen se cayó al suelo!

—¿Qué? ¡¿Cómo demonios se cayó?! —Le pregunta Billy.

—No lo sé, creo que puedo ver un poco por el reflejo de la luna... —Vera hace una gran pausa, y continúa—, Billy, acaban de lanzarle un tipo extraño de flecha a Carmen en el cuello, por ello cayó al suelo como desmayada.

—¿Qué? ¡No puede ser! —Exclama Billy tras la puerta—, ¡Escondete ya!

Y cuando Vera estaba a punto de esconderse dentro de un armario de comida, le llegó una flecha al cuello, y cayó dormida al suelo.

Alguien lo había hecho desde la ventana previamente rota, eso era lo más lógico.

Pero, ojalá todo hubiese tenido algo más de lógica después.

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