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capítulo 39: Alfred y Elenna

"La imaginación es lo más grande que existe, lo más ilimitado, y lo más dañino, en ocasiones."

14 DE ABRIL, 2017.

—¿Puede volver a contarme su historia? —Le pregunta Billy.

—Pero, ya te la he narrado varias veces, Bill.

—Quiero escucharla otra vez. Quiero saber cómo es que murió su madre, y cómo descubrió su cadáver en casa. —Le pide el jóven.

—Mira, yo... Yo había notado muy rara a mi madre desde hacía semanas, no dormía bien, no comía, parecía deprimida. —Le explica el psicólogo de piel oscura como la noche—, Entonces un día, luego de la escuela, llegué a casa, y la encontré muerta en su habitación, colgada de un mecate, con el rostro morado y un semblante de espanto. Se había suicidado, y yo era su único hijo.

—¿Cuántos años tenía usted? No me lo ha dicho. —Le pregunta el adolescente.

—En el momento en que ví su cadáver tenía diecisiete años. —Confiesa Josephus, con falacia total—, Estaba muy jóven. Alguien muy jóven no debe ver semejante escena, significaría un trauma. Yo lo superé a los años, cuando descubrí que se había suicidado porque tenía mal de Parkinson.

Por supuesto que era mentira, la madre de Josephus había fallecido a los ochenta años de edad, en un asilo cerca de Colorado. Murió felíz, acompañada, con ausencia de enfermedad y con su familia presente.

—Tú tienes mucha suerte, Billy.

—¿Por qué?

El psicólogo suspira, y le contesta:
—Porque tú no viste a tu padre muerto, sólo viste una noticia.

—Es aún más desgarrador ver una noticia que la escena en persona, señor Josephus. —Le dice el jóven.

—¿Por qué lo piensas? —Josephus frunce el ceño.

—Lo pienso porque si uno ve el cadáver, ya sabe con exactitud cómo se encuentra, pero si sólo ve una noticia, se imaginará mil veces cómo se vió su cadáver... —Billy hace una pausa—, La imaginación es lo más grande que existe, lo más ilimitado, y lo más dañino, en ocasiones.

—Bien, quizá tengas algo de razón.

PRESENTE.
28 DE NOVIEMBRE, 2023.

A la mañana siguiente, Alfred y Elenna se encontraban en el hospital psiquiátrico al que habían ido ayer.

Esperaban recibir respuestas, necesitaban esas respuestas.

—¿Bien? ¿Margaret Dennis alguna vez tuvo asistencia aquí? —Le pregunta el FBI Bennedick a la directora del lugar, una mujer pecosa y gorda.

—Su tono me parece algo exigente, señor. —Le reclama la mujer.

—Es que es urgente que sepamos esto. —Le dice Elenna.

—No, esa mujer nunca tuvo asistencia aquí. Según los datos que me enviaron por correo, nunca estuvo una mujer llamada Margaret Dennis. —Les explica la señora.

—Bien, ya nos vamos entonces. —Dice Alfred algo enojado.

—Esperen. —Les dice la señora—, ¿Están seguros de que la mujer difunta que buscan se llamaba exactamente así?

Ambos se voltean de inmediato, Elenna abre los ojos como platos y dice:
—Es cierto, acaba de venir a mi cabeza. Su nombre era Margaret, "Dennis" era el apellido de su ex esposo, sin embargo a ella siempre la conocieron comúnmente con ese apellido.

—Es curioso, tal vez se registró en éste lugar con su apellido real. —Sugiere la directora.

—O, tal vez, si mantenía en secreto su enfermedad, entonces se registró aquí con un nombre completamente diferente al suyo. —Sugiere Alfred con más base.

—Eso me parece más lógico. —Dice la señora.

—¡¿Y cómo diablos vamos a saber con qué nombre se registró aquí?! —Pregunta Elenna—, Es absurdo intentar adivinarlo.

—¿Y si le mostramos una foto de Margaret, alguien aquí podría reconocerla? —Le pregunta Alfred a la directora del hospital.

—No lo creo. Asisten muchas personas aquí cada año. Ningún personal reconocería cada rostro que aquí ha visto. —Dice la señora.

—Entonces estamos fritos, jamás sabremos si Margaret asistió aquí, o qué puta enfermedad mental tenía. —Comenta Elenna.

Entonces ambos salen de aquella oficina, mientras caminan por los pasillos, Alfred le  dice a su amante:

—¿Por qué te enojas tanto?

—Porque debemos averiguar esto, porque si no descubrimos, ahora, con algunos testimonios que tenemos, cómo murieron Margaret y Kevin, eso significa que nunca lo podremos descubrir, entonces mi hijo nunca vivirá en paz. —Explica Elenna.

—Tal vez deberías de ayudar más a Billy a superar ese trauma, su salud mental no debe depender de la resolución de éste caso. —Le dice Alfred.

—¡¿Acaso estás suponiendo que soy mala madre?! ¡¿Que no puedo ayudar a mi único hijo?! —Le pregunta Elenna, mientras ambos caminan para salir de aquél lugar.

—No lo estoy suponiendo, ahora lo reconozco. —Le confiesa Alfred—, No eres capaz de ayudar a Billy con su trauma, tú, que eres la persona que mejor lo conoce, no puedes lograr que él se sienta completamente tranquilo. ¿Qué tanto esfuerzo has hecho para ayudarlo? Porque parece que no ha sido mucho.

—¡Eres un imbécil! —Le ofende Elenna.

Ambos se detienen a discutir en pleno pasillo.

—¿Por qué? ¿Por decirte la verdad? —Le pregunta Alfred.

—Tú no sabes nada, viniste a aparecer otra vez hace un año, cuando descubrimos que eras el tío de Carly. Si no, nunca hubieras vuelto a dar la cara por éste inexplicable caso, por más que te lo rogamos una y otra vez. —Le dice Elenna.

—Es porque este caso se encuentra en un rincón, cuya salida no existe. Es como la página de un libro en plena oscuridad, por más que la intentes leer, no será posible sin algo que te ilumine.  —Le confiesa Alfred—, Ni con testigos, ni con pruebas, ni con testimonios, nada es suficiente para averiguar quién mató a Kevin y a Margaret, por qué optaron por una forma tan sangrienta, por qué no los dejaron en paz.

—Billy tenía razón, eres una mierda en tu trabajo. —Le dice Elenna—, No te mereces tan buen puesto en esa comisaría.

Alfred se queda callado.

—¿Y sabes qué? Estuve intentado por años ayudar a Billy, parecía que sus terapias con su psicólogo lo estaban ayudando, hasta que algo sucedió, y este falleció en 2019. —Le confiesa Elenna—, Hice de todo para ayudar a Billy. Pero, Josephus tenía razón... Nadie puede ayudarlo, sólo él mismo será capaz de buscar la forma de dejar el pasado en el pasado, dónde pertenece.

Alfred se queda en silencio nuevamente.

Cuando repentinamente se acerca una enfermera, y les dice:
—Lamento interrumpirles y meterme en la conversación, pero escuché que hablaron sobre una tal Margaret que desean saber si asistió aquí. Yo conocí a una mujer llamada Margaret que vino a éste lugar con una extraña enfermedad mental... No sé si será la misma a la que ustedes se refieren. Pero ella también falleció hace unos años.

Elenna y Alfred abren los ojos como platos.

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