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1- Aquí Comienza Todo

Bueno, este era un día normal, como son todos los días de mi vida. No había mucho que contar sobre mí, una chica del montón, buena alumna, buena hija, de mi casa. No tenía muchas amistades. Pertenecía a una familia de clase media y vivíamos en un pueblo no muy grande, un lugar tranquilo y feliz o al menos eso parecía…
 
Lo único que tal vez fuese un poco llamativo son los años de mi infancia, los cuales no recuerdo por mucho que lo intento. Siempre que pregunto, mamá me enseña imágenes, me hace historias, pero aún así todo es un completo vacío para mí. 
 
—¡Voy mamá, ya te ayudo con eso! 
—grité al salir de mis pensamientos.
 
—Tranquila, linda, yo puedo con esto—dijo con voz de cansancio.
 
—Obvio que no te voy a dejar cargar todo ese peso sola, tienes que descansar —le dije en forma de reclamo—, no puedes ser tan irresponsable, recuerda que dijo el doctor.
 
En ese momento volví a hundirme en mis pensamientos y recordé las palabras del médico.
 
Su madre está en un estado en que solo pueden pasar dos cosas: mejorar con mucho descanso y terapias o simplemente cada día tendrá que vivir como que podría ser el último.
 
Aquellas palabras dan vueltas en mi cabeza todo el tiempo; no podía imaginar una vida sin ella, no me quedaría sola; tenía a mi hermanito y también a mi padre, pero este es como si no existiera. No sería lo mismo sin ella.
 
—¡Helen! ¡Helen! —gritaba mi hermanito mientras corría hacia mí como un loco—Ayúdame a hacer una casa en el árbol. 
 
—No—le dije sin más, no tenía tiempo para esas boberías, tenía mucho que hacer, como por ejemplo terminar el almuerzo y después limpiar la casa.
 
—Dale, porfis —dijo con cara de gatito triste— Sabes que no me voy a rendir tan fácil, o me ayudas o haré que el día sea un infierno para ti…
 
De seguro no les había contado que mi hermanito era insoportable; era como tener al diablo en miniatura en tu propia casa; siempre me estaba haciendo la vida imposible, era pesado, me hacía maldades y, por supuesto, que no me hacía ni puto caso cuando lo regañaba.
 
—Que no te dije ya —le repetí con voz firme y alterada haciéndole un gesto como de que se fuera de mi vista en ese momento. 
 
Nunca lo había visto rendirse tan pronto; eso me pareció sospechoso, así que me pasé el resto del día muy atenta y con los ojos bien abiertos para no caer en alguna de sus malignas bromas. 
 
Alex tenía solo seis años, pero era muy inteligente, carismático, con una energía que no podría explicar y tenía unos ojos negros muy grandotes; era lo que más le resaltaba de su rostro. Tenía una nariz no tan afinada y un lunar debajo de los labios, casi en la barbilla y muy pequeño. 
 
Yo tampoco era muy grande que digamos y también me parecía mucho a él en cuanto a la personalidad; era de esas niñas que siempre tienen una sonrisa en su rostro, aunque el mundo se le esté callendo a pedazo. Era muy persistente en cuanto me proponía algo; también era muy sociable aunque no tenía muchos amigos porque no soy de confiar mucho en las personas. Pero al contrario de él, yo no era tan malévola, sino que era amable, cariñosa, atenta y muy buena persona. 
 
—Aaauch—solo pude decir eso porque en un abrir y cerrar de ojos había caído al suelo como una tonta; claro que Alex estaba relacionado de alguna manera. 
 
—Ja ja ja —dijo él en tono de burla. —Te lo dije, te lo dije —moviendo sus manos cerca de su cara, sacándome la lengua. 
 
Aquello me enfureció, y por un momento pasó por mi mente más de mil formas de matarlo, ahorcarlo, ahogarlo, quemarlo o simplemente enterrarlo vivo. 
 
Si ya sé, esos pensamientos no son propios de una chica que acababa de decirles que era buena persona. En realidad nunca le haría daño a mi hermano por más insoportable que fuese; solo que descargué toda mi rabia en esos pensamientos. Me sentí tonta, y pensé…
 
¿Cómo siempre él lograba que cayera en sus trampas por más atenta que estuviera?
 
El día transcurrió tranquilo; la verdad era que mi vida era muy predecible; siempre hacía lo mismo, no salía de la rutina; lo único emocionante que me pasaba eran las bromas pesadas que me hacía mi odioso hermano; en el fondo no me enojaba con él, porque era el único que hacía que mi día fuera algo divertido. 
 
No digo que mi vida fuera totalmente aburrida. A veces salía a pasar el rato con unas amistades del barrio, pero eso era de vez en cuando y de cuando en vez… Lo único que me hacía salir de mi realidad era una aplicación que tenía instalada en mi teléfono "WATTPAD". Esta aplicación era para leer historias, novelas; podías leer el género que más te gustara, ciencia ficción, vampiros, romance, etc… Me encantaba, pasaba las noches en vela leyendo, era mi hobby favorito. 
 
Llegó la noche y me encerré en mi cuarto. Ese era mi refugio, mi lugar preferido de toda la casa. 
 
En una de mis gavetas, debajo de una pila enorme de ropa, tenía escondido mi diario. No era un diario como el de las películas; era solo una libreta, pero para mí era más que eso; ahí estaba mi vida entera; desde que tengo uso de razón siempre he sido de las que se lo cuento todo a un pedazo de papel. Obvio que tenía otras libretas llenas de todos mis secretos, algunos incluso mi madre que era mi mayor confidente no sabían. Esta libreta la había comenzado hace poco tiempo, poco después de cumplir mis dieciocho años. 
 
Sin más abrí mi diario y me decidí a escribir.
 
¿Pero que escribiría? Estaba cansada ya de todos los días escribir la misma porquería. No tenía nada nuevo que contar. Joder, yo quería que por primera vez en mi vida me levantara y el universo me dijera: hoy no va a ser un día normal, pero ese día nunca llegaba. 
 
Se suponía que escribiría que mi madre, la persona más importante en mi vida, podría perderla en un minuto a otro o que mi padre, el que nunca aparecía en la casa sin importarle la situación de mi madre por andar con cualquier mujer por ahí.
 
Ya tenía dieciocho años y yo sabía perfectamente lo que sufría mi madre por esa situación, pero ¿qué podría hacer yo? Siempre me preguntaba lo mismo.
 
Ya le había gritado a mi padre cosas que ni ustedes se podrían imaginar; lo encaraba cada vez que llegaba borracho, pero al fin y al cabo solo tenía dieciocho añitos; aunque era una contestona, valiente y bastante berrinchuda, no lo hacía entender. Eso me llenaba de rabia, el no poder hacer nada más. ¿O si? En ese momento me lo replanteé todo, quizás si podía hacer algo.
 

🥰Hola bomboncitos !

Este es el primer capítulo de:
Mi oscuro placer.

Déjenme saber en los comentarios que opinan, esta es la introducción de la vida de nuestra protagonista Helen.

A partir del próximo capítulo ya va entrando en acción.🔥 Espero que puedan darle una oportunidad a esta historia.

BESOS Milena❤️

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