CAPITULO 27
Alexandra
Siento la caricia de alguien en mi cabeza, una muy suave y delicada, que solo me hace relajar más —debes ser fuerte il mio tesoro —escucho que alguien me habla, su voz es tierna —nosotros siempre estamos contigo...Alexandra.
Al abrir los ojos noto las sábanas oscuras y esa caricia desaparece. De forma lenta giro mi cuerpo ya que siento a alguien detrás de mí. Me enderezo al encontrarme a mi padre, "no", al hombre que le fue encargado cuidarme sentado y mirándome atento —¿Qué haces aquí?
—Dominik me llamó —responde aun apoyado en sus rodillas atento a mis movimientos —me dijo que ya te habían entregado la caja —mira hacia mesa de noche y lo imito. Ahí encima esta todo lo que contenía; las fotos, la carta, mi verdadera acta de nacimiento.
—¿Por qué no me dijiste antes todo esto? —susurro débil, mi cuerpo apenas tiene fuerzas que me acomodo lentamente, sentándome. Lo escucho soltar un fuerte suspiro mas no me atrevo a mirarlo.
—Cuando tu madre me envió contigo aquí a Rusia, fue con la orden de dejarte con la Zarina y ser tu guardián desde las sombras.
—¿Zarina? —pregunto viéndolo de reojo.
—Tu madrina, Alaya Petrova —aclara —Danilo Bernardi había atacado a tu abuelo a modo de atraer a tu madre a una trampa —dice y sus puños se cierran dejando blanco sus nudillos —eso provoco que tu nacimiento de adelante y nacieras en Santorini —me apoyo en el respaldar escuchando otra parte de mis inicios —tu madre no era una mujer que se escondía, ni que se quedara de brazos cruzados cuando la desafiaban. Para ese momento todos creímos que quien daba el golpe era David Pierelli, ya que era el único del que teníamos certeza que estaba vivo.
—¿Creí que mi madre solo había ordenado su exilio? —pregunto.
—Si, esa fue su primera orden antes de que escapara y provocara 4 muertes —recuerdo que algo mencionaba la carta sobre unas muertes que habían pasado antes por su culpa —a la muerte de tus bisabuelos tu madre armó todo un plan para eliminarlo y así se creyó, pero el desgraciado sobrevivió y con la ayuda de Pierelli pudo salvarse —me miro las manos y el recuerdo del sótano me viene a la mente, "yo apenas pude sobrellevar la muerte de un desconocido, ¿Cómo ella sobrellevó la muerte de un hermano?", me coloca su teléfono en donde la pantalla muestra una noticia de varios años atrás.
«INCIDENTE EN FLORENCIA, MUERE UNA DE LAS FAMILIAS MAS INFLUYENTES EN TODA LA REGION EN UNA EXPLOSION CATASTROFICA»
La noticia relata que murieron alrededor de 300 personas en la mansión Bernardi, en donde también declararon muertos al señor Giulio Bernardi y a su hija, Elena Bernardi. Los cuerpos encontrados mostraban signos de descomposición así como varias heridas internas y externas —la señora Alaya tardo dos días en poder traer los cuerpos de tus padres y así darles una sepultura digna lejos del alcance de esa rata.
—¿Por qué ir demasiado lejos? —boto el teléfono —¿Qué puede valer tanto para llegar a matarla? —tapo mis ojos intentando controlar mis emociones.
—Obsesión —dice —Danilo llevaba una obsesión insana con tu madre —lo miro —no la veía como una hermana, sino como una mujer la cual deseaba sin importar que costo había que pagar o que tuviera que matar para así tenerla.
—Pero eran hermanos... ¿Cómo...?
—Las obsesiones no respetan lazos consanguíneos Alexandra —sus palabras me erizan la piel que tengo que abrazarme a mí misma —por eso Dominik e Izaac actuaron rápido y te sacaron de esa casa, solo era cuestión de tiempo para que Danilo se acercara a ti —su mano acaricia mi mejilla y puedo ver como sus ojos reflejan una preocupación enorme mezclada con miedo —si él te hubiera encontrado...
—Pero no lo hizo —quito su mano —si es tan peligroso, ¿Por qué aún no han podido atraparlo? No son acaso criminales con mucha influencia —mi tono es acido y sé que no es su culpa, pero me duele demasiado todo que solo quiero sacar parte de este dolor de cualquier forma.
—No es tan fácil —se aleja y apoya ambas manos en sus rodillas —Danilo y David tenían el apoyo de alguien con igual influencia que los Petrova o los Bernardi —frunzo el ceño —en esta tragedia son tres los culpables —levanta sus dedos —dos de ellos ya los conoces, pero el tercero es un ex jefe de la mafia.
—Emir Baruk —la voz de Izaac llama nuestra atención y veo que esta poyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados —antigua cabeza de la mafia turca —camina hacia mí y se detiene al lado del hombre que hace días atrás creía que era mi padre.
—¿Por qué los ayudaba?
—Porque de igual forma quería vengarse, pero no de tu familia —dice —sino de la mía —cierro los ojos tratando se asimilar toda esta maldita información, "esto parece toda una maldita película". Siento el colchón hundirse e Izaac toma una de mis manos, de solo ver la diferencia de tamaño me estremece, pero noto igual varias cicatrices en ellas, una se nota que son recientes —actualmente Emir ya no posee tanta influencia como antes, pero sigue pudiendo mover ciertos hilos gracias a que Mase ha ayudado a su padre todo este tiempo —la mención de ese nombre me recuerda la invitación y retiro mi mano antes de mirar hacia...Marco.
—¿Tu sabias de la invitación? —pregunto y noto como mi pregunta lo toma por sorpresa, son segundos que tarda en darme una respuesta que cuando la suelta es como si la última y pequeña llama de cariño la hayan apagado.
—Si —me levanto y me dirijo directo para el baño, pero me detengo antes de entrar y con la mano en la perilla suelto unas palabras que jamás creí que aluna vez diría.
—Quiero que te vayas, Marco Kiereva —demando —te quiero lejos de mi —miro sobre mi hombro —tu tarea ya está hecha, ya no eres necesario —abro la puerta y la cierro de golpe para ir deslizándome por ella mientras me muerdo la mano a modo de que no me escuche llorar. Al momento de tocar el suelo me hago un ovillo y clavo mis uñas en mi piel, "¿Cuánto más?, ¿Cuántas mentiras más me han dicho y voy a descubrir?, ¿algo en lo que creí o viví fue real?, ¿fue mío?"
Cuando escucho como la puerta se cierra dejo escapar el sollozo y anclo mi mirada en el cielo, "si hay algún dios ahí arriba, por favor...por favor detén este dolor".
Marco
Apenas llego a cerrar la puerta puedo escuchar su sollozo de dolor. Siento como todo dentro mío me arde, quema al punto de dejarme sin el aire suficiente —ella no te odia —escucho decirme a Izaac —es demasiado para asimilar y aceptar —no digo nada y solo me encamino hacia la salida.
María estaba desesperada por saber cómo ha estado, no ha podido dormir bien desde que supo que había tenido un accidente en donde pudo haber perdido la vida, "juro que voy a matar a ese desgraciado por haberla involucrado en esa mierda". Al estar afuera me encamino hacia un lugar que hace mucho no visito, la nieve cruje bajo mis pisadas y el frio sirve para adormecer todo lo que estoy sintiendo. Cuando llego al frente de las dos tumbas acabo de rodillas y apoyo la frente en el suelo —perdóname, Ninfa, pero no pude evitar que ella sintiera dolor —al levantar la cabeza por primera vez en años siento las lágrimas bajar por mi piel —no pude evitar que tu tesoro sufriera —me golpeo el pecho y las lágrimas siguen.
Cuando me encomendaron cuidarla al principio estaba lleno de dudas, ¿Cómo un asesino va a cuidar una vida? era bueno hackeando sistemas, disparando armas o manejando torturas, ¿Cómo iba a cuidar de una recién nacida?
Con solo los consejos que había en internet o en libros, la cuidé. Tuve muchas noches de desvelos, noches en la que llegaba a desesperarme porque no sabía cómo calmarla o hacerla dormir, cuando tuvo fiebre y casi estrangulo al doctor por no curarla de forma más rápida. La mayor parte de mi vida estuve cubierto de sangre, gritos, ordenes. Crecí en un entorno en donde si eras débil mueres, en donde las traiciones eran el pan de cada día y todo lo que llegaba a ver era la parte retorcida y oscura de la sociedad. Hasta que esa pequeña bebé me mostró la satisfacción que uno podía sentir viendo un rostro tranquilo, como pequeñas acciones como sus balbuceos, sus sonrisas o sus abrazos podían brindarme una enorme felicidad.
Gracias a ella encontré a una mujer que llegó a amarme con mi exterior frio y mi pasado de sangre, que entendió que así la ame, mi prioridad siempre será esa niña que me entregaron siendo una recién nacida —ella sí que tiene tu mirada, Ciprianno —medio sonrió limpiando mis ojos y veo su tumba —la frialdad con la que me echó me recordó a ti cuando mandabas a los demás —veo hacia la otra tumba —dejaste una mini copia tuya que de igual forma supo cómo ponerme de rodillas ante ella —busco mi billetera y del primer bolsillo encuentro una foto pequeña ya antigua, se nota el desgaste pero que conservo siempre conmigo. Alexandra tenía unos 3 años cuando tome la foto, recuerdo que ese día casi me da un infarto cuando me llamó «papá» por primera vez.
Ella está sonriendo ampliamente con sus pequeñas manos juntas jugando feliz, inocente y desconocida a cualquier mal que la estaba buscando —ella ha crecido muy fuerte y hermosa —apoyo la foto en mi frente y cierro los ojos en busca de asimilar su rechazo, "mierda un balazo duele menos que su desprecio". Sabía que podía tener esta reacción, sabía que ella podía enojarse, pero así me haya preparado siglos, el dolor habría sido el mismo.
—No es tan fácil ser padre —la voz del señor Iván llega y lo veo detrás de mi apoyado en su bastón, vistiendo como siempre de negro. Llega hasta mi lado y hace una señal para que me levante —antes de tenerlos creemos que podemos soportar cualquier dolor —mira hacia las tumbas —que si habíamos podido sobrevivir a las heridas físicas, las emocionales no nos harán nada —bufa —cuando son esas las que realmente te llegan a destruir sin derramar una sola gota de sangre —me mira y las arrugas que ya cubren todo su rostro solo acentúan y reflejan el hombre fuerte y duro que tuve que ser todo este tiempo —no puedo decirte que llegues a estar cerca de ella en un rápido periodo de tiempo, pero si te puedo asegurar que ella volverá a ser parte de tu vida.
—Lo entiendo —vuelve a mirar hacia las tumbas.
—De aquí para adelante ella empezará una transformación muy dolorosa, pero necesaria —dice —porque lo que se viene no es sencillo y así como Elena aprendió a rodearse de oscuridad y dominar en ella, su hija también sabrá hacerlo.
—Si es que decide quedarse —esta vez sonríe ladinamente y mira hacia el cielo.
—Si algo aprendí con mi mujer y mis dos hijas, es que las mujeres con el corazón más grande, son las más peligrosas cuando están heridas —se da la vuelta y comienza a alejarse —esta vez seré yo quien te envíe reportes sobre ella —mira sobre su hombro —buen viaje, numerale —camina despacio dándome una clara orden, "esperare hasta que estes lista y me permitas ser de nuevo tu padre, il mio tesoro".
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