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CAPITULO 25

3 semanas antes.

Alexandra.

Al abrir la caja me encuentro con diversas fotos, en unas esta una mujer rubia con dos niños, en otra es un hombre ya mayor serio, atractivo debo decir, pero con facciones muy fuertes y ojos muy negros. En otra hay un hombre más joven, de cabello castaño y una apariencia muy pulcra con una mirada que se me hace familiar, la siguiente me deja pasmada, "¿pero que...?". La mujer de la foto tiene un enorme parecido a mí, pero ella lleva el cabello más largo y ondulado. Tiene una tez igual de blanca y labios carnosos, pero eso queda muy en segundo plano cuando veo sus ojos, "ella tiene el mismo color que yo". Siento que mis pulmones no permiten entrar mucho aire, "¿Por qué me parezco a esta mujer?".

Hay más fotos hasta que encuentro una especie de carta. Mis manos tiemblan al momento de desdoblarla. Se puede notar algo de degaste en el papel lo que significa que no fue hecha recientemente. Al momento de leerla el nudo de emociones empeora;

Mi querida Alexandra:

Si llega el momento en que leas esta carta, significa desgraciadamente que no pude llegar con vida para nuestro reencuentro y ser yo misma quien te cuente tu inicio e historia.

Me presento, yo soy tu madrina, Alaya Petrova, podrás ubicarme en las fotografía como la mujer rubia.

Rebusco en las fotos encontrándola, "es hermosa". Es delgada y de cara muy pequeña, el cabello platinado enmarca sus facciones angelicales. En la foto va de un traje rojo y la acompañan dos perros negros dóbérmanes.

Fui como una hermana para tu madre ya que ambas crecimos dentro del mismo mundo. De seguro estarás confundida por todo lo que ahora te rodea, pero créeme, tu naciste en este entorno. Tus padres eran personas muy grandes y poderosas, ellos gobernaban la mafia italiana o mejor conocida como «famiglia».

Suelto los papeles como si fueran peligrosos o quemaran y me levanto de la cama, "¿Cómo que mis padres gobernaban la mafia?, ¿mi padre es un mafioso igual que Mase?". La cabeza me duele y el pecho igual, nada de lo que voy leyendo tiene sentido. Tomando un poco de agua y respirando profundo me siento y retomo la lectura.

Tu llegada fue la más esperada por tus padres y también por mi familia, en especial por los demonios que de seguro ya los conoces, sus nombres son Dominik e Izaac, los puedes ubicar como los dos niños que están en las fotografías, aunque de seguro ya no están así de pequeños.

"¡¿Ellos son sus sobrinos?!"

Nosotros controlamos a la mafia rusa o como mayormente la conocen, «la Bratva». Tu madre y yo éramos la cabeza de ambas organizaciones, no fue algo muy bien recibido por varios, ya que en el mundo criminal siempre dominaba el hombre, pero nosotras nos encargamos de demostrar que una mujer puede ser igual o mucho más letal que ellos.

La sonrisa junto con el pequeño bufido sale sin poder evitarlo.

Con tu madre planeábamos mejorar todo el entorno para que cuando tu crecieras podrías hacerlo con libertad, sin temores y sin amenazas contra tu vida. Pero los cambios jamás fueron sencillos y este no fue la excepción.

El medio hermano de tu madre, o como yo lo llamo, la asquerosa rata, se levantó en contra de tu abuelo cuando el todavía llevaba el mando, pero tu madre lo desenmascaró en frente de toda su organización provocando su total eliminación de la familia y destierro de Italia, junto a su mano derecha, David Pierelli.

Cuando leo el apellido de Mase un peso cae en mis hombros, "¿el padre de Mase conocía a mis padres?". Una idea susurra muy bajo en mi cabeza, pero la desecho y sigo leyendo.

Tu madre creyó que eso lo detendría, quería creer en el hermano menor con el que una vez creció, pero no fue así. Él fue en contra de tu madre, provocando así varias muertes; tus bisabuelos, mis padres, hasta terminar...en la muerte de los tuyos.

—Mis padres no están muertos —susurro muy bajo y veo la foto de la mujer. Al darle la vuelta hay un nombre detrás —Elena Bernardi Rivals, Ninfa della morte y capo de...—no termino de pronunciarlo porque mi garganta se cierra, "no, esto no es verdad, no...". niego y dejo la carta en la cama. Como puedo alejo la mesita de noche de la puerta y no pienso, solo corro.

No sé dónde voy, percibo a algunas personas de uniforme, mas no les prestó atención, mi mente solo desea encontrarlos que cuando llego arriba de las escaleras todo se detiene al ver a un hombre ya viejo, con bastón, pero demasiado alto y atemorizante. Al chocar su mirada con la mía siento todo de mi temblar. Tiene una gran barba blanca, deslumbro rastro de tinta en su piel, y lo que abunda de pelo en su cara carece en su cabeza —ellos están en la oficina —apunta con su bastón a una puerta del costado.

Despacio voy bajando escalón tras escalón hasta que estoy en el piso y la diferencia de altura me hace sentir aún más pequeña, "¿Qué no hay nadie de baja estatura aquí?", el viejo me sonríe muy amablemente y me indica con la cabeza para que siga. Con prisa me alejo y evito mirar atrás, pero cuando mi mano toca el pomo de la puerta lo leído en la carta resuena mucho más en mi cabeza —las dudas seguirán creciendo si no decides enfrentarlas —giro mi cabeza hacia el anciano —y el seguir en lo desconocido te hace una ficha débil en este juego, Alexandra.

—¿Usted también me conoce? —pregunto y el vuelve a sonreír asintiendo. Su andar es despacio hasta que nuevamente estamos cerca. Su gran mano se acerca a mi mejilla y si bien todo de él grita peligro, su toque no me da miedo, sino calidez, que me hace querer tirarme a su pecho y llorar.

—Te cargué cuando solo eras una recién nacida —peina mi cabello acomodando parte de el detrás de mi oreja —y ahora vuelvo verte ya siendo toda una mujer —limpia mi mejilla haciéndome sentir lo áspero de su piel —eres una viva imagen de tu madre —toca en medio de mis cejas —pero miras igual que tu padre; seria, aun si por dentro estas un desastre —sus palabras son como cuchillas, me alejo de su toque y mis ojos solo corren a lo que imagino es la salida, pero me detengo de forma abrupta cuando dos perros muy grandes se interponen, "¿pero qué?".

El anciano se ríe y vuelvo a verlo —no te dejaran salir a no ser que vayas con uno de mis nietos y bien abrigada —veo mi ropa y recuerdo cuando abrí la ventana el frio que hizo —hay unos abrigos en esa pequeña puerta de ahí. Toma uno y acompáñame.

—¿Adonde? —el viejo camina de nuevo hacia mí, pero esta vez se acerca a la puerta que me indicó. Sin querer llevarle la contraria y que esas bestias me ataquen tomo uno de los sacos y me lo pongo.

—Al lugar en donde nuestras perdidas descansan.

Apenas salimos el viento frio toca mi piel de una forma que había olvidado ya el sentir. Recuerdo una época en donde vivimos en Rusia, el frio me encantaba ya que, ¿a qué niño no le gusta jugar en la nieve?, pero ahora solo me hace querer hacerme un ovillo dentro de mantas calientes.

Caminamos bastante lejos de lo que catalogo una mansión, que si de por si por dentro se ve enorme, por fuera solo lo confirma. Los dos perros de igual forman nos siguen que no dejo de mirarlos por si encuentro una forma de despistarlos y salir corriendo —solo podrás dar dos pasos antes de que los lobos te acorralen —mis pies se detienen y siento el olfateo de uno de ellos en mis piernas, "¿dijo lobos acaso?". Al ver a la bestia esta levanta su cara hacia mí y ahora todo tiene sentido, "con razón son enormes" —sigamos.

Caminamos un poco más hasta que llegamos a lo que se nota es un cementerio. Trago y sigo caminando pasando la pequeña reja que hay, el viejo me guía y la presión del pecho crece y crece ya que mi mente lanza una respuesta que no quiero admitir. Al detenerse el me ve y se aparta dándome espacio. Ahora mis pies pesan, cada paso que doy se siente como una tonelada y me detengo en medio de dos tumbas. Me arrodillo y con la mano desnuda aparto parte de la nieve que se ha acumulado en una de las lapidas descubriendo el nombre que he leído —Alaya, mi nieta, fue la encargada de recuperar sus cuerpos cuando esas ratas atacaron la mansión de tu familia —aparto la nieve de la siguiente lapida y ese nombre es uno nuevo, "Federico Bernardi Ciprianno".

—¿Por qué el lleva el mismo apellido que ella? —pregunto apenas saliendo mi voz.

—Tu padre no quiso que tu madre perdiera su apellido, así que el tomo el de ella —explica —el mando de la famiglia seguiría bajo el apellido Bernardi, dándole peso al mandato de la Ninfa —ya no aguanto, las lágrimas caen y mis rodillas y manos tocan el suelo con nieve.

Siento mi garganta arder, todo dentro mío se está rompiendo que ya no se en quien creer o ni en que es verdad o mentira. Unos brazos me rodean y pataleo para que me suelte, más solo se refuerza. Se que estoy gritando, el picor de la garganta es demasiado y mis ojos empañados apenas distinguen bien mi alrededor, "¿Quién mierda soy?, ¿Quiénes son las personas que toda la vida creí que eran mis padres?, ¿Por qué ahora me dicen esto?".

No sé cuánto tiempo paso llorando ni gritando, solo sé que Izaac y Dominik llegaron en algún punto y fue Dominik quien me alzó y yo me aferré a él tal koala y seguí llorando mientras me llevaban adentro. Siento el subir de las escaleras y la fuerte patada que dan para abrir bien la puerta —buen intento de trabar la puerta —bromea, pero no respondo. Solo cuando me deja en la cama lo suelto y mis ojos van hacia las fotografías y la carta que deje a medio leer.

—¿Por qué ahora? —susurro tomando la foto de mi...madre.

—Porque hay una decisión que debes tomar —miro hacia Izaac —termina de leer la carta Alexandra.

—Hermano —interviene Dominik, pero es ignorado.

—Termina de leerla y después de eso ven a buscarnos —sin más se da la vuelta y abandona la habitación.

—Discúlpalo —dice Dominik y me pasa un pañuelo que tomo mas no limpio nada —se supone que esto iba a ser algo que Marco hablaría contigo para que la noticia sea un poco más llevadera —lo miro —pero las cosas tuvieron que cambiar por tu seguridad.

—¿Mi seguridad? —el asiente y acaricia mi cabeza como si fuera una especie de hermano mayor, cosa que me estruja el pecho porque me recuerda un poco a Dan.

—Descansa un poco y sigue leyendo —se levanta —te aseguro que mi hermana habrá escrito todo lo que necesitas saber —cuando veo que se está retirando lanzo una pregunta.

—¿De quién es la habitación? —él se detiene y me mira por sobre su hombro.

—De nuestra hermana —apunta hacia la cuna —esa es tuya, ahí ella te cuido y fue ahí donde nosotros juramos protegerte —mi labio tiembla y siento mis ojos llenarse de lágrimas —no somos el enemigo, Alexandra, somos tu familia —sale y cuando cierra la puerta todo mi cuerpo se siente pesado que me hago un ovillo llorando, sintiendo que esto es una pesadilla y pronto voy a despertar.

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