9. Removiendo el pasado
Un escalofrío le recorrió todo su cuerpo sin dejar nada al acecho. Su corazón estaba por explotar bombeando más sangre de lo normal. Iba a volverse loco, totalmente loco. Nada de eso tenía sentido, nada de lo que sus ojos veían tenía sentido. ¿Una hermana gemela? Absurdo; para él, incluso era más coherente tener a Jimena frente a él. Todo a su alrededor se volvió borroso. Sus respiraciones se incrementaron, y sus piernas fallaron haciéndole perder el equilibrio; tuvo que sostenerse de la pared para evitar caerse.
—¿Estás bien? —examinó Janna dudando en acercarse o no—. ¿Acaso... no lo sabías?
Lentamente Derek levantó su mirada, las palabras no le salían. La contempló sin miramientos, pasmado. Era tan, tan idéntica a ella, tanto que dolía.
¿Cómo era posible? ¿Cómo venía a enterarse a estas alturas?
—¿Eres su gemela? —preguntó hiperventilando sin poder si quiera dar razón a su pregunta.
Janna asintió lentamente sin entender del todo. ¿Por qué el conocido de Jimena no sabría de su existencia?
—¿Tú eres su amigo? —indagó—. Ella vino hace años a la ciudad mientras yo me quedé junto a la abuela. De casualidad... ¿conoces a su familia?
Derek no conseguía salir de su asombro. Aun no podía asimilar nada de lo que veía ni oía. Esa chica, gemela de su Jimena... ¿Cómo podía aceptarlo? ¿Cómo podría verla y entender que no se trataba de ella? Mientras más la miraba más confuso era. Era decepcionante porque la extrañaba tanto, y ver su imagen frente a él le causaba tantas extrañas sensaciones, quería abrazarla, acariciarla... Su cuerpo que estaba acostumbrado a la esencia de Jimena y, tenerla cerca, y no poder sentirla era un tormento, estaba desesperado. Pero la razón le decía que no, que no era ella. ¡Maldición! Esos ojitos brillantes, esa mirada pura... Si sus ojos y su alma le decían que era ella, era Jimena. ¡Tenía que ser ella!
Su mano temblorosa se acercó al rostro de ella, dudoso. Solo un poco más, un poco más... Pero no se atrevió... Se detuvo en el aire y cerró los párpados con fuerza liberando las lágrimas que había estado conteniendo. Tanto dolor...
Sacó fuerzas de lo más recóndito, y fue hacia su auto ante la mirada extraña de Janna. La volvió a mirar por última vez y tragó saliva. Tenía que salir de ahí cuánto antes, tenía que aclarar tantas cosas. Necesitaba salir de esa pesadilla en la que estaba atrapado, porque iba a enloquecer.
¿Cómo es que no supo la existencia de su hermana gemela? ¿Por qué le habían ocultado algo así? ¿Con qué motivo?
La miró una última vez por el espejo retrovisor, ella entraba a la residencia, era tan real que no podía ser un sueño.
Los recuerdos venían una y otra vez. La primera vez que la vio... su tierna sonrisa de niña. Ella también le había ocultado. ¿Por qué?
—¡¿Por qué?! —gritó dando un fuertemente golpe al volante. Nada, absolutamente nada tenía sentido.
No tardó mucho en llegar debido a la velocidad con que puso andar su vehículo. Con el cuerpo temblando se adentró en la casa que lo había visto crecer junto a ella. Sus pasos fuertes y bruscos alteraron a la muchacha que su madre recién había contratado.
—Joven Derek —saludó atemorizada.
—¿Dónde están mis padres? —ignoró el saludo. Necesitaba hablar con ellos cuanto antes.
Por lo nervioso que se veía, la muchacha supuso que algo no andaba bien.
—Lo siento, pero ellos no se encuentran. —Hizo una pausa—. Probablemente lleguen en la noche, fue lo que me dijeron.
Derek se sentó vencido sobre el sofá mientras se llevaba ambas manos a la cabeza. Ya no podía más, simplemente no podía.
—¿Se encuentra bien, joven? —preguntó la muchacha.
—Estoy bien, no te preocupes.
Ante la mirada preocupada de la chica, Derek se levantó y subió las escaleras a la segunda planta. Lo primero que vio fue la puerta de la habitación de ella, se aproximó y posó una mano en la manilla, mas no se atrevió a girarla. Bajó la mano y se devolvió al primer piso presto a irse, necesitaba verla otra vez. Tenía miedo de ir y no encontrarla.
***
Janna dejó la maleta en su departamento y fue sonriente al departamento vecino, con un toque fue suficiente. Un muchacho de transparente sonrisa salió a recibirla.
—Janna... —Enarcó las cejas— pensé que venías mañana.
—Hice algunos arreglos para venir hoy. —Sonrió de oreja a oreja—. Te extrañé Caleb. —Se colgó de su cuello.
—Y yo a ti. —Le devolvió el abrazo.
—¿Dónde está mi abuela? —preguntó ansiosa.
—Adentro, pasa.
Janna entró presurosa y sin más, la divisó sentada junto a la mesa escogiendo frijoles.
—¡Abuela! —Corrió hasta ella y la abrazó.
La anciana se sobresaltó y la miró de pies a cabeza.
—¿Quién eres? —cuestionó extrañada.
—Abuela —susurró—. Sólo me he ido cinco días y no me reconoces. Soy Janna, tu nieta.
—¿Quién es esta chica qué dice mentiras? Mi Janna es tan solo una niña.
—Abuela —gimió Janna con tristeza.
Caleb la miraba apenado. Hace tres años la señora Salma había sido diagnosticada con Alzheimer, y era consciente de cuanto Janna sufría por ello.
Con un suspiro la chica se sentó sobre el sofá y Caleb hizo lo mismo.
—Gracias por cuidar de ella estos días.
—No te preocupes Janna, estamos para ayudarnos.
—¿Qué haría sin ti? —Recostó la cabeza sobre su hombro—. ¡Por cierto! —Se incorporó de golpe.
—Ah, me asustaste. —Caleb se llevó una mano al pecho.
—Creo que puedo encontrar a mi hermana pronto.
—¿Eh?
—Un amigo de Jimena se me acercó hoy, al parecer no sabía que tenía una gemela porque me confundió con ella y se sorprendió cuando le dije quién era.
—Vaya.
—Bueno creo que pronto la encontraré gracias a él.
—Espero que así sea.
Janna había perdido el rastro de Jimena, sólo suponía que estaba en esa ciudad, mas no sabía nada más de ella. Las cartas que le enviaba, nunca retornaban con respuesta. Y Jimena no la contactó tampoco. Pronto tuvo que irse a estudiar una carrera, y tuvo que salir del lugar donde vivía, por ello todo se puso más difícil. Llegó a pensar que Jimena la iba a buscar en casa de la abuela y no la encontraba, en vacaciones regresaba, pero ella no aparecía. Lo más probable era que se cruzaban y, que, por lo visto, se habían cambiado de dirección. Y hoy al encontrarse con ese tal Derek, le hizo pensar que tal vez ella se habría ido a estudiar a otra ciudad, o incluso al extranjero. Él parecía que no la había visto en mucho tiempo y que la extrañaba. ¿Se trataba de algún ex novio? La idea de ver a su Jimena junto a alguien le hizo sonreír. Cuantas ganas tenía de verla... ¿Cómo se vería? Tonta, seguro igual que tú. ¿Qué habría estudiado? ¿Se convirtió en maestra como ella? El corazón le palpitaba intensamente cada vez que pensaba en su querida hermana, si la extrañaba tanto...
***
Derek bajó de su auto y miró hacia la residencia. De pronto se sentía nervioso y agitado. ¿Qué tipo de persona era su hermana? ¿Qué podría sentir al verla? Todas esas preguntas rondaban su cabeza. Una hermana gemela... aún le parecía inconcebible.
Se armó de valor y entró, habitualmente la reja estaba abierta. No sabía cuál de los departamentos podría ser el suyo. Pronto sus dudas fueron disipadas. Janna bajaba las escaleras de la segunda planta, pero no venía sola, alguien la rodeaba con un brazo. Sintió una punzada en el pecho al verla, un sentimiento extraño que jamás había sentido antes; era como verla a ella...con alguien más.
El tipo aparentemente era de su misma estatura, cabello oscuro, y ondulado. Cejas pobladas en curva, a diferencia de las suyas que eran rectas, piel trigueña y de amplia sonrisa. No entendía bien porque se comparaba con aquél sujeto. ¿Y si era su novio...? ¿Cómo iba enfrentarlo, cómo iba a asimilar eso, si apenas había asimilado la existencia de Janna?
Ella rápidamente se fijó en su presencia y sonrió.
—Oh, tú. —Se acercó hasta él, dejando atrás al joven que miraba con recelo.
El corazón se le agitó al tenerla cerca, era tan confuso y doloroso. No podía evitar pensar que estaba frente a su Jimena. La miró durante varios segundos; vestía una blusa blanca, pantalón jean y zapatos en color rojo. Así es como se vería de adulta, pensó. Una mujer hermosa.
—Debemos presentarnos, soy Janna. —Le ofreció su mano. Sonreía con tanta facilidad...
—Derek. —La sostuvo sintiendo una corriente eléctrica recorrer su cuerpo.
El joven que venía con ella se acercó sigiloso.
—Oh, él es Caleb —lo presentó Janna.
—Caleb Calderón. —El nombrado le extendió la mano.
—Derek Sosa. —Repitió el gesto.
Intercambiaron miradas inquisitivas por largo tiempo, mientras Janna repetía en un murmullo el apellido Sosa, ¿ese no era el apellido adoptivo de su hermana? Quiso indagar, pero al notar la incertidumbre imperante en la mirada de Caleb, decidió postergarlo.
—Él es el amigo de Jimena, el que te comenté antes.
El chico enarcó las cejas y terminó por sonreír.
—¿De verdad? ¡Qué bueno! —Hizo una pausa—. ¿Conoces a los padres de Jimena?
Derek asintió.
—Soy su hijo.
Los ojos de Janna se iluminaron. Al fin, al fin había logrado dar con su hermana.
—Vaya que pequeño es el mundo... ¿Puedes llevarme con ellos? —preguntó a modo de súplica.
Él se preguntó cuál sería el motivo del porqué querría verlos después de tanto tiempo. Había tantas dudas que rondaban su cabeza, que ni siquiera sabía por dónde empezar a preguntar. Por ejemplo, ¿por qué fueron separadas? ¿Por qué ella no había asistido al funeral? ¿Por qué había vivido todo ese tiempo en la penumbra? Supuso que ya habría tiempo para disipar sus dudas.
—Por supuesto —dijo finalmente.
La sonrisa de Janna no podía ser más grande.
—Caleb, ¿puedes cuidar de la abuela?
—Claro, ve tranquila.
—Gracias.
La abuela... Derek recordó las veces en que Jimena había mencionado a la abuela, y aquella vez que fue a visitarla. ¿Por qué no hacía mención de su hermana gemela? ¿Acaso todos estaban en mutuo acuerdo en ocultarle algo de suma importancia? ¿Por qué? ¿Cuál era la razón? Paciencia Derek, paciencia.
Guio a Janna hasta su auto y le abrió la puerta sin dejar de observarla por un segundo. Ella no dejaba de sonreír, lucía tan alegre, tan viva... Mientras manejaba volteaba a verla de vez en cuando. Esto no pasó desapercibido por ella.
—¿Nos parecemos mucho? —preguntó sonriente.
—Demasiado —respondió casi inaudible.
—Debiste sorprenderte mucho.
Él asintió con parsimonia. Y Janna volvió a recordar el modo en que él había reaccionado cuando la vio, como si no hubiera visto a Jimena en mucho tiempo. ¿Qué habría pasado? ¿Por qué no la había visto si eran hermanos? ¿Algo malo habría sucedido con ella? ¿Quizás huyó, se escapó, se perdió? La incertidumbre disolvió su ilusión en segundos, quizás la razón del porqué Jimena no la contactó fue porque algo le había ocurrido... La idea le congeló la sangre. No, no podía ser así, la señora Lara le habría avisado, claro que sí. Iba a preguntar, pero Derek se le adelantó.
—¿Cómo es que no supe de ti? Si eran hermanas, ¿dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué ha sido de tu vida hasta ahora? —cuestionó impaciente.
Janna recordó el día que habían sido separadas, ese suceso que marcó sus vidas para siempre.
—Yo quise quedarme junto a la abuela, no puedo separarme de ella. Tenía planeado estudiar junto a Jimena la universidad, pero no pudo ser. Estudié educación primaria en la capital, estuvimos viviendo buen tiempo ahí, pero conseguí una plaza aquí.
Derek escuchaba atentamente, ella también soñaba con ser maestra... Le habría gustado preguntar más, pero ya habían llegado.
Janna miró la enorme casa con asombro, ¿allí había crecido su hermana? Los nervios circularon en todo su cuerpo. Tenía mucha ilusión de volver a verla después de tanto tiempo. La abrazaría con fuerza hasta quitarle el aliento, y seguro llorarían por el tiempo perdido, conversarían sin parar hasta cansarse, no, no se cansarían por nada del mundo. Se puso tan contenta de solo pensarlo, pero ese sentimiento extraño no la dejaba atrás... ¿Por qué Derek había reaccionado así...?
Caminó detrás de él hasta adentrarse a la casa, y pronto divisó a Lara, estaba mucho más vieja de como la recordaba, pero la reconoció al instante. Un hombre salió tras ella, pensó que podría ser su esposo.
—Hijo —saludó la mujer sonriente.
—Hay alguien que quería verlos —espetó Derek apartándose para que puedan verla.
Los ojos de la pareja parecían salir de sus órbitas.
—Señora Lara —saludó Janna inocente.
La mujer perdió el equilibrio y Sandro tuvo que sostenerla con agilidad.
—Jim...—titubeó Lara, pero pronto la recordó. Por un momento Derek pensó que no sabían de ella, pero evidentemente no era así—. Janna... —logró articular tragando saliva, y desvío la mirada en su hijo. En sus ojos podía observar la rabia que sentía. Había evitado por todos los medios que no se encontrara con ella, pero fracasó—. De...Derek —balbuceó nerviosa.
Janna no comprendía nada, se sentía incómoda, podía sentir la tensión entre la familia. ¿Por qué reaccionaban así? ¿Dónde estaba su hermana? La ilusión desapareció por completo ocupada por la angustia. Definitivamente algo andaba mal, muy mal. Algo le había ocurrido a su Jimena.
—Parece que se sorprendieron al verme —se atrevió a decir—. Lamento haberles causado esta impresión, yo sólo tenía ganas de verla, ¿puedo preguntar dónde está? ¿Dónde está Jimena?
Derek frunció el ceño afligido y horrorizado, mientras sus padres bajaban la cabeza.
Janna estaba desesperada, ya no podía soportarlo más.
—¿Dónde está Jimena? ¡Díganme donde está! —exigió nerviosa.
Derek sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, miró hacia sus progenitores con decepción y reproche. ¿Cómo se atrevieron a ocultar tantas cosas? ¿Cómo es que aquella joven ni siquiera sabía de su hermana? No encontraba las palabras adecuadas para explicarle, ¿cómo podría decirle que Jimena estaba muerta?
Janna buscó su mirada en busca de respuestas, necesitaba saber cuánto antes porque iba a ser consumida por la incertidumbre y desesperanza.
—¿Qué sucede Derek? —insistió inquieta.
—Lamento que no lo supieras —murmuró sin poder evitar que una lágrima descendiera por su mejilla.
—¿Saber... qué?
—Jimena... —Tragó saliva— Jimena murió hace años.
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