34. Mi nueva primavera.
La expresión de Derek se entumeció. Bajó la guardia, sus sentidos, todo con él se detuvo. Trajo consigo el recuerdo que según él había pasado hace miles de años, pero que aún lo tenía grabado en su memoria. Si antes no lo consideraba un importante recuerdo, ahora sí lo era. Desde aquel día en que se le vino a la mente y quería con todas ansias que se tratara de Janna, pero ella parecía no recordarlo. ¿Por qué no recordaba el nombre cuándo se lo preguntó? Por largos años había creído que se trataba de Jimena, incluso hasta ahora lo creía. ¿Pero cómo fue tan tonto para no encajarlo todo? Hasta por demás escuchó que fue Janna quien llevaba el vestido amarillo, obviamente se trataba de ella. No fue Jimena a quién vio por primera vez, sino a ella. El primer recuerdo no era de Jimena, era de Janna, siempre fue ella.
Flash Back.
Derek empezó a correr siguiendo el sonido del río. No tardó en verlo; acelerando su paso llegó hasta él. Instantáneamente se detuvo al notar la presencia de alguien, era una niña de un llamativo vestido color amarillo. Se acercó silenciosamente hasta ella; parecía sujetar fervientemente algo con sus pequeñas manos. La tomó del brazo desprevenida.
—Hola —saludó sorprendiéndola.
Del susto, ella dejó en libertad al pequeño sapo.
—Mi príncipe —se quejó entre suspiros—. Fue tu culpa. —Dio la vuelta hacia el niño que la había asustado—. Mi príncipe huyó por tu culpa.
—¿Príncipe?
—Mi sapo se convertiría en príncipe.
Derek había escuchado ese cuento un centenar de veces, antes lo había creído, pero ya se sentía lo suficientemente grande para no creer más en eso.
—Vaya, que imaginación —se burló de ella—. Yo soy un príncipe.
Aquella niña de ojos vivaces que se había declarado reacia, se mostró interesada y hasta entusiasmada.
—¿De verdad?
—Claro, mi mamá me llama príncipe.
—Entonces debes ser uno y... ¿Yo puedo ser tu princesa?
—Mmm. —Llevó la mano a su barbilla—. De acuerdo. ¿Cuál es tu nombre?
La niña le murmuró su nombre al oído:
—Janna.
—Qué lindo nombre —aseguró él.
—¿Y cuál es el tuyo?
—¡Derek! —llamó su padre mientras lo buscaba no muy lejos.
—Ese es mi nombre. —Sonrió—. Adiós, debo irme.
Corrió en dirección del llamado de su progenitor. A un par de metros se detuvo y giró hacia la niña sonriente, le sonrió una vez más y siguió corriendo.
—Aquí estoy papá. —Se colgó de su mano.
—¿No te dije que no te alejaras?
—Conocí a una niña muy linda, papá. Quiere que sea su príncipe.
—¿Sí? —preguntó entre risas—. ¿Cómo se llama?
—Se llama... —¡Lo olvidó! ¿Cómo pudo olvidarse tan rápido?— Lo olvidé papá... ¡Espérame! —Se soltó de su mano y regresó corriendo.
—¡Derek! —llamó el hombre en vano. Ese niño nunca escuchaba.
El pequeño regresó al río, pero la niña ya no estaba ahí. Hizo un puchero y volvió con su papá. Ojalá la volviera a ver pronto...
No fue a ella a quien volvió a ver, sino a Jimena, pensando que se trataba de la niña del río.
Fin del Flash Back.
Después de recordar aquello, la atrajo hacia él y la abrazó tiernamente. Fue ella quien conquistó su corazón, siempre fue ella...
—Ciertamente eras tú. No escapé de ti, y nunca podrás escapar de mí, Janna Prieto. —La aprisionó más.
—Derek...
Tal vez el cuento del sapo convirtiéndose en príncipe sí era cierto. Los verdaderos hombres fueron sapos alguna vez...
No fue necesario pensar y pensar para comprenderlo. Todo sigue su rumbo, su dirección; así como la tierra gira y gira en su mismo eje, y se traslada alrededor del sol. Así eran ellos, dejándose llevar por un camino ya previsto, por un carrusel mágico, el carrusel de la vida, del cual no se puede escapar, y mucho menos cambiar. El futuro es incierto y preocupante, pero no se puede vivir soñando, ni temiendo sus venideras facetas. El presente es lo que importa, se siente y se vivencia. Ellos finalmente lo habían comprendido; estaban siendo presos de sus redes invisibles, atrapados en su realidad, una realidad hermosa por el momento. No sabían lo que vendría, quizás estarían juntos o quizás no. Eran piezas jugadas al azar, o fervientemente pensadas. Solo sabían que se amarían pase lo que tenga pasar.
***
Lucas salía de la habitación cuando Derek llegó.
—¿Cómo te fue? —fue lo primero que preguntó en cuanto su amigo atravesó el umbral.
La amplia sonrisa de Derek fue más que suficiente. En su rostro resplandecía la felicidad y lo poseía completamente. Estaba muy feliz por él, pero al mismo tiempo envidiaba lo que finalmente había conseguido, él también lo anhelaba.
—Estoy feliz por ti.
Derek frunció el ceño, no era el Lucas de siempre.
—¿Qué te sucede? ¿No vas a soltar ninguna broma?
La seriedad de Lucas era un tema de preocupación, a veces era inoportuno e imprudente, pero siempre lograba sacarle una sonrisa.
—Voy a regresar a Argentina
—¿Qué? —Enarcó las cejas.
—Iba a regresar de todos modos, ¿no? —Elevó los hombros sonriendo sin ganas.
Su felicidad absoluta se había dividido. Su mejor amigo, su hermano... ¿se iría? Se había acostumbrado a su desorden, a sus bromas, a su manera tan espontánea e individual de ser.
—Bueno —dijo ladeando la cabeza—, al fin tendré de vuelta mi privacidad.
—Sé que te estás muriendo por dentro —aseguró con voz melosa—. Puedo verlo en tus ojos pasionales que ruegan que me quede.
Echó a reír. Negó con la cabeza y se acercó a él poniendo una mano en su hombro.
—Lucas Jacobs.
—Hey, me estás asustando. ¿No vas a confesarte, o sí? —Retrocedió alerta.
Derek sonrió con la boca cerrada.
—Gracias, por todo.
Lucas sonrió también. De pronto bajó la mirada.
—Gracias por no fijarte en ella.
—¿Mmm?
Definitivamente algún extraterrestre había poseído el cuerpo de su amigo, ese Lucas estaba raro.
—En Emilia. Gracias por no fijarte en ella. —Sus ojos se apagaron, se veían más oscuros de lo normal. Tristes.
—¿De qué hablas? —Bajó su mano. No entendía nada de nada. Lucas era de por sí extraño, pero esta vez lo estaba más.
—Ella ha estado enamorada de ti toda la vida.
Por un momento se convirtió en piedra, pero al recordar el humor de su amigo, terminó por reír.
—Oye, casi te creo. Tócame —pidió dándole la mano—, estoy helado.
Ni lo tocó, ni rio; entonces Derek supo que nunca, en ningún momento, había hablado con tanta verdad, con tanta sinceridad, y... ¿dolor? Frunció el ceño y de golpe comprendió todo, después de tantos años, al fin lo entendió.
—La quieres...
¿Siquiera era su mejor amigo? ¿Cómo no pudo darse cuenta? Es decir, ellos siempre peleaban y estaban a un pelo de matarse...
Había estado en un triángulo amoroso sin saber que era parte de él. Ni siquiera quería ser parte de él. Se sintió egoísta y un pésimo amigo. Todo ese tiempo había estado tan ocupado en él, creyendo que era el único que la pasaba mal, y jamás se tomó el tiempo para indagar en su amigo. Ni hablar de Emilia, nunca de los nunca se lo habría imaginado.
***
Sus pasos eran silenciosos y vacilantes, pero la acercaban a ella. Estaba ahí, su amiga de siempre. No solo su amiga, su secretaria también. Estaba concentrada en el ordenador preparándole alguna presentación, seguramente. Se sintió mal por ella. ¿Estaba sufriendo a causa de él?
Cuando Emilia notó su presencia, se puso de pie, mostrándole una enorme sonrisa, pero Derek no sonreía, lo que hizo que ella deje de hacerlo. En cambio, se acercó y la envolvió en sus brazos. Debido al asombro, se mantuvo estática. No comprendía que le ocurría.
—Lo siento —murmuró cerca de su oído.
Emilia frunció el ceño. Su corazón palpitó más rápido pensando en qué podría ser.
—Tú... —Se separó de él para verlo.
Derek asintió con la carta triste.
—Lucas... —Se mordió el labio.
Nadie pudo haberle dicho sino él, y ahora estaba escapando.
—Nadie va a amarte como él —aseguró Derek—, nadie.
Las lágrimas de Emilia empezaron a caer, lágrimas amargas y cargadas de dolor. No eran por Derek, era por el tonto de Lucas, por ese idiota que la hacía rabiar y reír al mismo tiempo. Sin darse cuenta ya estaba corriendo, ante la sonrisa de la persona que siempre creyó amar.
—Los voy a extrañar —dijo sonriendo melancólico, pero enormemente feliz.
Emilia manejó a toda velocidad hacia el aeropuerto. Sin tan solo no lo hubiera escuchado no estaría poniendo su vida en riesgo. ¿Qué no le gustaba las despedidas? ¿A quién le importaba? A fin y acabo ella nunca lo escuchaba, ¿por qué lo había escuchado ahora? No estaba en todos sus cabales tampoco, de otro modo no estaría atravesando media ciudad para ir junto a él. Idiota y mil veces idiota, se repetía así misma. Sonrió cuando se acercó a la enorme instalación. El recuerdo de días atrás se le vino a la mente.
Flash Back.
—¿Te vas por mi causa? —le preguntó viéndolo a los ojos. Solo así podía saber si él mentía o no. No podía mentirle a ella en realidad.
—No Emilia, mi padre me va a desheredar si no vuelvo con él.
—Tu lugar está aquí.
—Ya no tengo nada que hacer aquí.
—¿Me vas a dejar atrás, Lucas?
El sacó un boleto de su bolsillo y lo puso frente a sus ojos.
—Tendrás varios días para pensarlo. —Le entregó en su mano, prácticamente la obligó a tomarlo. Le dio la espalda presto a irse. Su voz lo detuvo.
—No iré. No iré contigo a ningún lado.
Sus palabras le dolieron, se clavaron bruscamente en él. No se volvió a verla, sino que siguió su camino.
Fin del Flash Back.
Y ahí estaba ella, corriendo como loca en el aeropuerto. No estaba segura en realidad; pero nadie toma las mejores o peores decisiones con seguridad y certeza. Y si se equivocaba no tenía nada que perder, en caso opuesto, tenía mucho que ganar. Y pudo haberlo ganado años atrás, de no haber sido por su ceguedad.
Entregó su boleto con destino a Argentina. Lo cierto es que desde que él se le dio, no se había despegado de él ni por un instante. Lo cargó junto a su pasaporte a todos lados.
Estaba tarde, demasiado tarde, los pasajeros ya estaban subiendo al avión; la aceptaron solo porque no llevaba equipaje y por la influencia de su apellido. Corrió como atleta hacia el avión, se tropezó debido a los tacones, pero llegó. Era la última en subir. Las escaleras se le hicieron eternas, al igual que el largo pasadizo.
—¿Cuál es su asiento? —le preguntó la aeromoza.
Emilia la ignoró y continuó corriendo hacia él. Estaba muy muy nerviosa, hasta que lo vio. Él estaba sentado junto a la ventanilla. Su expresión era sombría y taciturna. Sonrió y silenciosamente se sentó junto a él; ni siquiera la notó.
—Abróchense los cinturones —indicó otra aeromoza por el altavoz.
Emilia fingió que no podía hacerlo.
—¿Me ayudarías?
Lucas se giró hacia ella y sus ojos se abrieron incrédulos de lo que veían.
—¿Qué? ¿Pensabas irte sin mí?
Acunó su rostro y plantó los labios con los suyos.
Lucas sintió como una lágrima caía rebelde de uno de sus ojos. Finalmente terminó por sonreír en medio del beso.
***
La primavera había llegado en todo su esplendor. El sol brillaba en un cielo celeste con retoques blancos en forma de algodón. Las verdes praderas se extendían en toda la faz llenas de vida. Las flores peleaban por ser las más bellas, cautivando a cualquiera que las viesen. Los animalitos habían decidido salir, desde conejos, hasta pajarillos que expresaban su felicidad a través de su canto. Pero para él, todo eso era ella, ella representaba toda la primavera. Llena de vida, llena de esperanza y amor.
Últimamente Janna tenía un nuevo pasatiempo: regar girasoles, sus innegablemente preferidos. Ese día decidió ponerlos en una maseta y llevarlos a la tumba de Jimena. Lo cierto es que en primavera el campo santo lucía hermoso, tenía plantas de todo tipo, además de flores que llevaban los familiares, algunas vivas y otras muertas. Era su cumpleaños y el de Jimena también, así que fue a visitarla en cuanto inició el día. Ubicó la maseta junto a su fotografía, después de acariciar su imagen.
—Feliz cumpleaños —dijo sonriendo—. ¿Sabes? Últimamente he estado pensando mucho en ti, cada vez que me miro en el espejo pienso en ti. Te amo Jimena y te prometo que lo haré feliz por ti, te lo prometo.
Ya no se sentía culpable hacia la felicidad y amor que empezaba a vivir, comprendió que no tenía la culpa de nada, ni nadie la tenía, eso fue lo que les tocó vivir. Estaba segura que a su hermana le habría gustado verla feliz y verlo feliz a él; ahora lo eran, y seguirían siendo feliz en honor a Jimena.
Se sobresaltó cuando sintió que alguien tomaba su mano, pero se tranquilizó al sentirla, era la de él, su inconfundible toque.
—Feliz cumpleaños a ambas —expuso Derek—. Jimena... —Miró su fotografía— ¿Sabes que te amé mucho? Siempre serás mi primer amor, siempre tendrás un espacio en mi corazón. Pero ahora —continuó esta vez mirando a Janna—, le entrego mi corazón y mi vida entera a tu hermana. Porque ya no puedo vivir sin ella, porque es el aire que respiro y la luz para no tropezar.
—Derek...
—Janna —susurró tomándola por los hombros—. Es verdad que me recuerdas a ella, y probablemente siempre será así, porque son infernalmente idénticas. Pero me enamoré de ti, por ser quién eres. Porque eres Janna, sin importar el rostro que tengas. Porque ríes, porque jamás te detienes ni te rindes. Porque eres fuerte y enfrentas la vida con una sonrisa.
—Derek —sollozó con un nudo en la garganta.
—Ella fue mi primavera, pero ahora... —dijo acariciando sus mejillas— tú lo eres; hoy y por siempre, mi nueva primavera...
Fin.
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