31. Infausto secreto.
Su alma la abandonó y su pecho se quebró en dos dejando en acecho a su herido corazón. Toda esperanza alguna se perdió. Tres veces había sufrido a morir; cuando Jimena partió de casa, cuando se enteró de su muerte y cuando él la llamó por su nombre. Y ahora sufría una vez más.
Entonces eso era para él, una sombra, nada más que el recuerdo de ella.
Lentamente se separó de la madre del chico al que quería, y se mordió los labios.
—Lo siento tanto Janna...
Ella negó mientras sentía la humedad de sus lágrimas recorrer sus frías mejillas.
—Usted y su esposo me lo advirtieron y fui terca, yo... Yo quise creer que él se enamoraría de mí, en Janna. Fui una tonta ilusa. Derek jamás la olvidará.
Miró hacia la fotografía de su hermana. Por su cabeza pasaron demasiados pensamientos. ¿Qué le habría gustado a Derek de Jimena? ¿Sus ojos? ¿Sus labios? ¿Su sonrisa? Ella lo tenía todo igual y no logró ocupar su corazón. Posiblemente sería su dulce y tierna personalidad. Su inocencia. Toda ella. Y Janna... Janna nunca la podría igualar. Nunca podría ser mejor que ella, nunca podría ser amada por él, nunca siendo ella misma, nunca sin recordarle a ella.
Retrocedió unos cuantos pasos más, le dio la espalda a la fotografía y a Lara, y siguió su camino. Un camino diferente, un camino que la llevase lejos de todos, lejos de él...
Lara intentó ahogar su llanto cubriendo su boca con las manos. Sentía un inmenso dolor y culpabilidad. Nada de eso habría ocurrido si le hubiera contando a Derek desde un principio la existencia de esa muchacha. Ahora no había marcha atrás y lo que más temía estaba sucediendo. No soportaría ver a su único hijo sufrir una vez más, no lo soportaría. Le dolía mucho el sufrimiento de aquella joven, pero su hijo era más importante.
***
Derek recorrió las calles y los lugares que suponía que Janna iría, pero no hubo ni rastro de ella. Primero pensó en ir a Caleb, pero se cruzó con él al salir del departamento de Janna, y el chico lo saludó sonriente, por lo que descartó la idea de que supiera de su paradero.
Necesitaba hablar con ella, necesitaba decirle cuánto la quería, y sobre todo disculparse por el garrafal error que había cometido. Fue el alcohol, el alcohol hizo confundirlas. Ese líquido le hizo vivir una realidad equivocada, le hizo transportarse al pasado, le hizo verse unos años más joven. De pronto sintió su caricia, su suave caricia, y la vio. Su silencio, su carita angelical... Aseguraba que se trataba de ella. Pobre de Janna, confundirla con su gemela. Hubiese sido normal si no hubiese amado primero a Jimena.
¿Y si era su inconsciente gritándole que...? Borró ese pensamiento, impaciente. Por supuesto que no era así. Él estaba seguro de sus sentimientos. Muy seguro.
Dejó la mano izquierda en el timón y con la otra marcó el número de Karina.
—¿Ha llegado? —preguntó en cuanto su amiga tomó la llamada.
—No Derek, no ha llegado.
—Avísame en cuanto llegue por favor.
—Así lo haré.
Cortó la llamada y dejó el móvil en el asiento del copiloto.
No dejó ni por un instante recriminarse lo que había hecho. No entendía, ¿por qué la había confundido? Si Janna lucía más adulta, más mujer. Más saludable, más vivaz. Fue comprensible la primera vez que la vio, pero ahora... Ahora las cosas eran diferentes.
Fue a su departamento para cambiarse de ropa y lo primero que vio fue la foto de Janna y Jimena en la sala. Se sentó frente a ella, la tomó y sonrió sin ganas.
—Lo siento tanto —sollozó—. Las he confundido a ambas. —Cubrió con su mano la imagen de Janna y dejó que la imagen de Jimena la hiciera recordarla—. La he llamado por tu nombre, he nombrado a tu hermana por tu nombre.
Dejó la fotografía en su lugar y se restregó el rostro.
Quería ser feliz con Janna, lo quería tanto, pero parecía que el destino no lo aceptaría. Quizás estaba siendo terco y no quería comprender que sus vidas jamás estarían unidas. Jamás.
Lucas salió estirándose a tiempo que bostezaba.
—Llegaste. ¿Fuiste a casa de tus padres? ¿O te quedaste con Janna? —Dibujó media sonrisa en los labios, pero al notar la expresión de su amigo se preocupó—. ¿Qué pasó hermano? ¿Janna volvió a enfermar?
Derek quiso desaparecer en ese mismo instante.
—Las confundí Lucas. Llamé a Janna Jimena.
Vaya, eso no se lo esperaba, su amigo estaba jodido.
—¿Cómo dices? —Se sentó junto a él.
—Soy un completo idiota.
Lucas no supo que decir. Atinó a dar un profundo suspiro.
—Háblame con sinceridad —dijo serio, por lo que Derek lo miró a los ojos—. ¿Piensas en Jimena cuando estás con Janna?
—Lo hacía al comienzo, pero no ha vuelto a suceder.
—¿Y por qué la confundiste?
—Bebimos y me embriagué. Quiero pensar que esa fue la razón.
Su amigo asintió y lo tomó por el hombro.
—Debes hablar con ella.
—No tengo idea de donde pueda estar.
—Su mejor amigo del que me hablaste, él puede saberlo.
—No, él no lo sabía, aunque puede ser que ahora lo sepa. Me daré un baño e iré a verlo.
—Bien.
***
Janna regresó con los ojos llorosos y con el rostro pálido. Subió las escaleras por inercia, hasta que vio a Caleb conversando con Yvonne frente al departamento de ella.
—Caleb —lloriqueó.
Supo que el corazón de su amigo se encogió al verla así, lo supo por la expresión de su rostro.
—Janna, ¿Qué te sucede? Estás...
No lo dejó terminar, porque corrió a enredarse en sus brazos, los necesitaba con urgencia. Ahora más que nunca necesitaba de él.
Yvonne bajó la cabeza y por consiguiente se metió a su departamento. El chico escuchó el sonido de la puerta, pero ahora necesitaba socorrer a su mejor amiga. No le gustaba verla de ese modo, tan vulnerable, tan destruida.
—¿Por qué estás así Janna? —Acunó su rostro.
Ella no lograba decir nada, absolutamente nada. Se limitaba a llorar. El la volvió a abrazar. Solo una persona podía cambiar sus emociones, y esa persona probablemente la había dañado. Finalmente la había dañado.
—Derek... —se limitó a susurrar y acariciar su cabello.
Su silencio le confirmó sus sospechas.
Janna se perdió en sus brazos, le propició llorar con más fuerza, como una niña pequeña. Lloró demasiado fuerte en los brazos de su amigo, su hermano, solo con él podría llorar de ese modo. La primera vez que había llorado así junto a él fue cuando su hermanita se había ido, y ahora volvía a llorar a causa de ella. Suspiraba, lloraba entrecortada, lloraba a gritos, sin importar que alguien la escuchara. Ella no lo sabía, pero Caleb sufría cuando ella lo hacía, él lloraba al verla llorar de ese modo. Sus lágrimas caían una a una y sollozaba a la par. Si en sus manos estuviera la felicidad de ella, si pudiese entregar su alma para verla feliz lo haría sin pensarlo dos veces.
—Quiero volver a casa —titubeó Janna.
—¿A qué te refieres? —La alejó para verla.
Janna pudo verle los ojos llorosos y rojos. Se estremeció y se conmovió al verle así. Su Caleb, su único amigo.
—Quiero ir a la casa de la abuela...
—¿Quieres ir ahí? —Ella asintió. Caleb secó sus lágrimas—. Iré contigo.
Janna negó rápidamente.
—No, no puedes.
—Sí puedo.
—No tienes razón para hacerlo, tú estás bien aquí, además...
—Iré a donde vayas, y donde estés yo estaré bien.
Janna lloró aún más por sus palabras.
—Caleb...
—Iré a alistar mi maleta.
Besó su frente y se metió a su departamento.
***
Iba manejando su auto cuando recibió una llamada de Karina. Estaba tan nervioso que apenas pudo sostenerlo.
—Derek, Janna llegó.
—Perfecto, estaré ahí lo antes posible. —Algo dentro de él se alegró. Correría hacia ella y le pediría perdón, haría lo posible para que lo perdonase, incluso si debía ponerse de rodillas, lo haría sin rechistar, y ella no podría negarse porque era condescendiente, tal vez le reclamaría, pero le perdonaría, estaba seguro. Entonces nunca más volvería a cometer un error tan horrible, nunca más, solo debía darle otra oportunidad.
—Está alistando maletas —dijo de repente Karina.
—¿Qué?
Tuvo que frenar de golpe. Los autos que venían atrás de él casi lo chocan. Empezaron a presionar su claxon con rudeza.
—No pude llamarte antes, lo siento, pero evidentemente algo no está bien.
Ni siquiera conseguía reaccionar. Todo se detuvo para él. ¿Qué significaba todo eso? De pronto temió que ella no le perdonara, que no escuchara lo que tuviese por decirle. No todo era fácil, como se lo había imaginado. ¿Y si todo terminaba para ellos dos? ¿Ese era el final de su historia? ¿Ya no habría más Derek y Janna?
Por supuesto que no, nunca dejaría que terminasen por algo así, lucharía por ella hasta el final... Puso el auto nuevamente en marcha a toda velocidad. No podía perderla, por ningún motivo.
El corazón le empezó a latir con fuerza y sus piernas empezaban a temblar. Era una sensación abrumadora y opresiva que solo la había sentido cuando Jimena enfermaba gravemente y temía que pronto iba a perderla. Ahora sentía lo mismo y no era nada bueno.
Pasó un semáforo, otro y otro. Una calle y otra, hasta que por fin llegó. Aparcó el auto en el primer espacio vacío que vio y subió las escaleras corriendo. Jadeante llegó al departamento, estuvo a punto de llamar, pero Caleb salió de él.
—Janna, ¿dónde está ella? —atropelló las palabras y casi empujándolo entró. La presencia de Caleb solo provocaba que sus nervios aumentaran.
No la vio por ningún lado. Entró a las habitaciones, pero tampoco estaba, y tampoco la abuela. Abrió los guardarropas y ni la ropa de Janna ni la abuela estaba ahí. Un nudo amargo se instaló en su garganta.
Temeroso volvió a la sala para encontrarse con la expresión sombría de Caleb.
—¿Dónde... dónde está ella? —Volvió a preguntar mientras sentía su corazón latir con aprensión. Sus ojos se tornaron brillosos y su respiración se incrementó.
—No vuelvas a buscarla —determinó Caleb con firmeza.
Derek se aproximó a él y lo tomó bruscamente del abrigo. Él no podía decir eso.
—¡Dime dónde está ella! —exigió, y esta vez no consiguió detener sus lágrimas.
—¡Aléjate de ella! —Se soltó de su agarre—. ¿No te das cuenta de cuánto daño le haces? Yo no soporto verla de ese modo. Yo no puedo permitir que le vuelvas a romper el corazón, ¿entiendes?
—Tengo que hablar con ella, tengo que decirle...
—Por favor —pidió Caleb entre lágrimas —, ya no la dañes más. Déjala ir. Ella... Ella no tiene la culpa de nada más que de quererte. No la busques, y ayúdala a olvidarte. Eres una persona que ella no debió haber conocido.
Había tanta sinceridad en sus hirientes palabras que le fue imposible decir algo más. Se dejó caer en el sofá mientras lo vio salir del departamento.
Él tenía razón, Caleb tenía razón. Era una persona que jamás debió haber conocido. Janna no merecía sufrir por él, ni un solo instante. Ella no merecía ser confundida con su hermana. Ella merecía ser amada infinitamente.
¿Ahí acababa todo? Probablemente. Era momento de dejarla ir. Él no la merecía, no merecía a alguien como ella.
—Perdóname Janna —sollozó—. Adiós amor.
¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Pero por qué dolía tanto? ¿Por qué sentía que le arrancaban parte de su alma? Quizás nunca debió empezar, nunca.
Sin dejar de llorar un momento, se puso de pie, observó el departamento y salió de ahí.
¿Nunca la volvería a ver? De repente era lo mejor. Pero la extrañaba a mares, la extrañaba con todo su ser. Si tan solo pudiera verla por última vez, aunque sea de lejos...
Pasó una semana y mantenía la misma expresión taciturna. ¿Ella lo extrañaría, aunque sea un poco? Anhelaba ver su rostro, acariciarle, besarla, abrazarla. Extrañaba sus ocurrencias, sus bromas, todo ella. Y lo único que le quedaba era un par de fotos y recuerdos.
No fue capaz de ir a trabajar, ni comer sus tres comidas. Lucas, Emilia, incluso Karina... Ninguno de ellos lograba levantarle el ánimo. Estaba destruido, estaba hecho añicos. En cambio, estaba seguro que Janna estaría bien, tenía a Caleb a su lado y eso lo confortaba. Incluso si estaba muriendo por dentro.
Escuchó la voz de su madre desde su habitación. Intercambiaba algunas palabras con Lucas y entró de golpe a su zona de confort.
—Hijo, no puedes seguir así.
Entró a estancadas.
—Mamá, quiero estar solo. Vete por favor —pidió compungido, sin ser capaz de levantarse para verla.
—¿Has enloquecido? —Se sentó junto a él y le dio un manotazo en la espalda—. Levántate, vamos levántate. ¿No vas a obedecerme? —No pudo contener su llanto—. ¿Por qué haces esto con tu madre? ¿Por qué me causas tanto dolor? —Volvió a golpearlo.
Derek se incorporó de golpe hecho un mar de lágrimas. Su madre se horrorizó por su apariencia, quizás por sus ojos hinchados, por su palidez, por sus ojeras, o simplemente por su miserable existencia.
—¡¿Qué quieres mamá?! —lloró como niño pequeño—. ¡Ella ya no está junto a mí! ¿No es lo que querías?
Las palabras de su hijo le causaron estragos. Sí, es lo que quería, pero no aguantaba verlo sufrir de ese modo. Su dolor era su dolor. Justo lo que no quería que pasara. Lo había visto sufrir por Jimena y ahora verlo derrotado... Le dolía en el alma.
—¡No quería que pasara esto! ¡No quería verte sufrir así! ¿No sabes cuánto me duele? ¡¿Sabes cuánto duele el sufrimiento de un hijo?! —lloraba golpeándose el pecho—. ¿Tanto la extrañas? —Enjugó las lágrimas de su único hijo.
—La extraño a morir —respondió con seguridad.
Su madre parecía pensar en algo en particular y tenía miedo de decirle, pero lo hizo.
—Hay algo que debes saber cariño. No sé si es el momento de decírtelo, pero quiero hacerlo ahora.
—¿Qué es? —preguntó sin levantar la mirada.
—Janna... Yo iba a adoptar a Janna.
Por primera vez Derek la miró a los ojos, y su mirada era indescifrable... Y quizás llena de tormento.
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