16. Formas de querer
Derek no conseguía salir del asombro. ¿Cuál sería el motivo de la llegada de Caleb? ¿Por qué lo había ido a buscar a esas horas de la noche? Sólo podría haber venido por una persona, Janna. Le mataba la incertidumbre por saber qué le diría.
—Pasa —dijo un tanto inseguro. ¿No es que iba a eliminarlo? ¿O sí?
—Gracias.
Caleb se sentía del mismo modo, se había dejado llevar y, sin saber exactamente qué hacer, llegó hasta ese lugar.
Lo bueno de hablar con Janna era que explicaba hasta el más mínimo detalle, así que no fue difícil ubicar la casa de Derek, ya que lo había descrito muy bien. Además, que ese edificio era muy conocido.
Algo incómodo, entró al departamento, era tal como lo imaginó. Las paredes eran de un suave color gris, muy elegante. Los sofás de color suave, y en medio de ellos una mesita de cristal. Por un momento se sintió intimidado en tan espléndido lugar.
—Toma asiento. ¿Deseas café, té?
—Así está bien, gracias. —Se sentó y restregó las palmas en sus rodillas—. Debes estar sorprendido por mi visita.
—Un poco. —Se sentó frente a él.
Ambos se quedaron unos segundos sin decir absolutamente nada, tensos e incómodos. Derek se moría por preguntarle el motivo de su visita, pero no quería ser grosero.
Una foto sobre la pequeña mesa, captó la atención de Caleb. En ella estaba Derek, mucho más joven y junto a él...
—Ella es...
—Jimena —completó Derek con voz taciturna.
El visitante tomó la fotografía, admirándola detalladamente. Se veía muy sana y llena de vida, muy distinta a como la vio la última vez. Quién diría que esa sería la última vez que la vería.
—¿La conociste?
—¿Eh? —Caleb lo miró por unos instantes y volvió a mirar la foto— Sí, desde niños. Janna, Jimena y yo, fuimos buenos amigos.
—¿Cómo hacías para distinguirlas? —Dibujó una tímida sonrisa en los labios.
—Eran muy distintas a pesar de la apariencia. Janna siempre fue alegre y traviesa, mientras Jimena, todo lo contrario, siempre fue tímida y miedosa.
—Siempre fue así —acreditó sonriendo tristemente.
—Después que Jimena vino con ustedes, Janna sufrió mucho, pero nunca la vi llorar. Sin embargo, soy la persona más cercana a ella y puedo adivinar sus sentimientos con los ojos cerrados.
Derek sintió una desazón inexplicable.
—¿Qué tan cercano?
Sus ojos se miraron fijamente, ansiosos por indagar y descubrir más allá de las palabras.
—Daría mi vida por ella, sin pensarlo dos veces —determinó Caleb.
Aquella respuesta...hubiese preferido no escucharla; porque así era él, así fue, y así sería siempre. De cualquier modo, se veía reflejado en aquel extraño. De hecho, eran muy similares.
—Así fue ella para mí, Jimena. Pero no pude cambiar su vida por la mía.
—Lo lamento, realmente lo lamento. —Sus palabras eran sinceras. El tan solo pensar que Janna no existiera le estremecía el cuerpo, ni siquiera se atrevía a imaginarlo.
—Cuando vi a Janna por primera vez —continuó Derek—, deseé con todas mis fuerzas que fuera Jimena, yo necesitaba que fuera ella.
La expresión de Caleb cambió totalmente. Esa era su principal duda, ese era el motivo porque el que había venido a verlo; necesitaba saber que sentía él por su amiga, que pensaba de ella, como la veía. Que difícil sería que cambie de parecer.
—Ella no es Jimena, y nunca lo será —dijo con voz firme.
Derek lo miró simplemente, no sabía que decirle, no tenía que refutar, porque aún le costaba asimilarlo, aún le costaba no recordar a Jimena mientras veía a Janna.
—Sé a qué te refieres —dijo casi inaudible—, y sé también que no puedes comprenderme, porque tú las viste a las dos. En cambio, yo no. Sé también que estás preocupado por ella, al igual que yo lo estaría. Es por ello que voy a pedirte que no me veas de mal modo y permitas que la siga viendo; yo necesito conocerla, necesito mirarla y no recordar a Jimena.
No es que no lo entendiera, y que no lo comprendiera. Caleb entendía su dolor y quería ayudarlo también, pero no a costa del sufrimiento de Janna.
—Janna es distinta, y a veces tonta también. Por ver sonreír a los demás, es capaz de regalar su propia sonrisa. Así que voy a pedirte que pienses muy bien lo que haces y nunca la hagas sentir como el recuerdo de alguien más, porque ella no se lo merece, y si al final no logras tu objetivo...voy a pedirte que te alejes de ella y no la veas nunca más.
Sin decir nada más se puso de pie y se encaminó hacia la puerta. Derek lo siguió y, cuando estuvo a punto de salir, dijo:
—La quieres como más que una amiga, ¿no es así?
Caleb lo miró sobre el hombro y sin responder su pregunta salió de su casa. Pero su silencio era suficiente para Derek, suficiente para saber sus verdaderos sentimientos. ¿Janna sabría de ellos?
Aquella noche ni Janna, ni Derek ni Caleb; consiguieron dormir. Todo era incierto, pero así es la vida. Ojalá pudiésemos manejarla todo a nuestro gusto, pero no es así.
Derek y Janna dudaron en seguir viéndose, pero él ya tenía un acuerdo con la escuela y no podía echarse para atrás. Aun así, no se sintió seguro de verla, dejó todo en manos de Emilia hasta el día de la excursión. Se moría por verla, al igual que ella a él, y aunque muchas veces tuvo ganas de llamarlo o preguntarle a Emilia por él, no lo hizo.
***
Caleb miraba el reloj sobre la pared una y otra vez; marcaba las siete y media de la noche y ella no aparecía. Esperaba a Janna en el restaurante a unas cuadras de la residencia donde últimamente habían empezado a frecuentar. Las paredes cremas con franjas naranjas le parecían aburridas y estoicas, y ni hablar de su poca iluminación y corto espacio, pero todo eso era reemplazado por su deliciosa comida. Si tan solo buscara una mejor decoración... Estaba tremendamente aburrido e impaciente que ya no sabía en qué pensar, luego ese aburrimiento pasó a preocupación. ¿Y si le había ocurrido algo?
No, las malas noticias corren, vuelan, y las buenas también, sobre todo los chismes. Pensó.
Mientras picaba un brócoli con el tenedor, ella apareció. Él levantó la mano para que lo viera. La forzada sonrisa de Janna lo hizo entender que no andaba de buen ánimo, de hecho, iba muchos días así.
¿Cuál sería la razón? Esperaba que no se tratara de Derek.
—Llegué tarde, lo siento —dijo Janna sentándose frente a él.
—Está bien, no te preocupes. —Cortó un trozo de carne y lo puso en el plato de ella—. Pedí filete, tu preferido.
—Gracias, tenía muchas ganas de comerlo.
Parecía que odiaba ese platillo, jugaba con el tenedor picoteando la carne, pero ni siquiera lo probaba. Definitivamente su cuerpo estaba allí, pero su mente no necesariamente. Algo de verdad la estaba fastidiando para que ella jugara así con la carne, cuando era algo que amaba; era capaz de devorar las porciones de carne de todos esos clientes sin dificultad alguna.
—Creo que no tienes apetito. —Caleb la sacó de trance.
—¿Eh?
—¿En qué piensas? —Dejó de comer para escucharla atentamente.
Janna dejó los cubiertos plateados sobre el plato y soltó un suspiro.
—Puede parecerte ridículo, pero creo que Derek me está evitando —dijo lo último sin mirarlo.
Todo menos ridículo, pensó Caleb. ¿Será que él había decidido no verla más? ¿Él tenía que ver con eso? Si su visita de ese día había influenciado en él para que se apartara de Janna, no sabía si alegrarse o sentirse culpable. Ella se molestaría; a pesar que eran buenos amigos, su vida personal no era involucrada.
—¿Por qué lo dices? —preguntó con cautela.
—Porque habíamos acordado en adecuar los dispositivos de campamento, pero ha mandado a su secretaria en su reemplazo. Definitivamente no quiere verme.
Esos ojos naturalmente centelleantes, audaces y emotivos, se apagaban con cada palabra que salía de sus labios.
Caleb le sirvió un poco de agua, porque le urgía acaparar el tiempo para pensar bien en lo que decir.
—Quizás está ocupado —disertó.
—No lo creo. —Ladeó la cabeza—. ¿Crees que se haya dado cuenta de lo que empezaba a sentir? El otro día que fui a su tienda, actué muy extraña y es posible que lo haya notado. Claro es eso, él se sintió incómodo, debe ser por...Jimena. Él no quiere que malinterprete sus atenciones... —Aunque sus palabras fueron sonoras, le pareció que solo hablaba con ella misma.
Su amigo ya no sabía qué decir, y con amargura notó que Derek empezaba a importarle más que un simple gusto. No la quería ver de esa forma.
¿Derek decidió no verla? ¿Decidió alejarse así de fácil?
De repente se había equivocado en hablar con él. No quería que Janna saliera dañada, pero no estaba dando resultado.
—¿Tú qué crees Caleb?
—Yo...yo no sé qué decirte.
Es cierto que la quería como más que una amiga y, por el mismo amor que le tenía, antes de su felicidad, estaba la felicidad de ella, y si su felicidad estaba al lado de alguien más, él no tendría nada más que apoyarla, aunque doliera.
***
La temperatura iba cayendo cada vez más, pero, aun así, todos los alumnos y maestras lucían una sonrisa en sus rostros. Los vehículos estaban estacionados en fila fuera de la escuela para transportarlos a su destino.
Janna, tomó la lista de su salón una y otra vez, comprobando que todos estén completos. La directora la hizo bajar del bus para hacer una pequeña reunión con todos los maestros y darles las últimas indicaciones. No tardaron demasiado tiempo porque el frío era insoportable, pero cuando Janna quiso regresar a su unidad, la directora la detuvo.
—¿Sabes quién vendrá a la excursión? ¿El joven Derek o la señorita Emilia?
La sola mención de su nombre le ocasionó un estrepitoso brinco en el estómago.
—Realmente no lo sé —respondió indiferente, aunque esperaba que fuera él quien asistiera, pero lo dudaba mucho.
Un auto negro con lunas polarizadas, se estacionó junto a las mujeres captando su atención.
—Parece que ya llegó, se quién sea —comentó la directora.
Janna se moría por ver bajar a Derek de ese auto. Su mirada se estancó en la puerta de copiloto, expectante por ver la reconfortante silueta del chico que últimamente ocupaba su mente. Pero no fue así, en cuanto la puerta se abrió, Emilia bajó de el con una enorme maleta. Su figura esbelta acaparó las miradas del resto, sobre todo, de los profesores.
—Buenos días señora directora, buenos días Janna —saludó menos animosa.
Iba vestida con un abrigo de peluche color negro, pantalones gruesos y botas. No había que hurgar para saber que todo era de marca. Su cola alta realzaba inevitablemente sus ojos felinos.
—Buen día Emilia. —Janna sonrió débilmente.
—Buenos días señorita Emilia. ¿Está todo bien con el joven Derek?
Janna esperó atentamente la respuesta. Por supuesto que no quería que él estuviese pasando por un mal momento, pero se habría sentido menos abatida.
—Todo bien, él no pudo venir. Yo seré quien examine los productos.
—De acuerdo. Suban ambas porque hace frío —expuso la directora.
Las dos jóvenes subieron al bus donde iban los alumnos de Janna. Emilia ocupó el asiento junto a ella; aunque ambas se sentían incómodas con la presencia de la otra, no había otra alternativa.
—Espero que te sientas cómoda en esta excursión —inició la conversación Janna.
—Ah, gracias, espero que así sea.
Emilia la contempló sin disimulo; por momentos sentía que estaba con Jimena. Pero bastaba con enfrentarle la mirada para descubrir que no; Jimena no era capaz de sostener la mirada demasiado tiempo, mientras Janna no la bajaba si no era letalmente necesario. Y eso la fastidió un poco, esa autosuficiencia que profesaba la ponía nerviosa.
—Es tan difícil no confundirte con Jimena —soltó sin miramientos.
Janna no supo que expresión poner, no se lo esperaba. No era la primera persona que lo mencionaba, pero saliendo de ella, le hizo recordar la confesión de Lucas.
—¿Eso crees? —siseó.
—Definitivamente, el parecido es al cien por ciento. Nunca he visto gemelas totalmente idénticas.
Nuevamente las palabras de Lucas asaltaron su memoria, sintió un sabor amargo en la boca. Si tan solo hubiera estado presente cuando se mofaba de su hermana, la habría golpeado en esos pómulos soberbios que gozaba, y le habría arrancado su bien cuidado cabello negro.
—No somos tan iguales —escupió—. De hecho, somos diferentes.
—Quizás, pero...
—¿Pero? —inquirió altiva.
Ese mentón elevado, esa mirada intensa, la hicieron vacilar, pero Emilia tampoco se dejaba intimidar fácilmente, y era hábil para hincar en la herida, así que pensó con rapidez y arrojó:
—¿No te parece demasiado estoico tratar con Derek? ¿No te importa confundirlo? Debes saber que él no te buscó precisamente por ser Janna, él no es quién es contigo por quien eres, él lo hizo porque le recuerdas a ella.
Un álgido aire golpeó el pecho de Janna. Las palabras tan directas de Emilia las sintió herirla profundamente. Nadie le había hablado tan directamente, y lo que decía era muy cierto, que era lo peor.
Las palabras no salieron de su boca, no sabía que responder, sin embargo, sus dudas de estos días, y lo que se había planteado era cierto, él la estaba evitando.
—¿Por qué de pronto dices eso? —fue lo único que consiguió decir.
—Por él, a él no le hace bien verte, él nunca la olvidará.
Él nunca la olvidará. ¿Janna quería que Derek se olvidara de su hermana?
¿Realmente eso quieres Janna? ¿Quieres que él la olvide?
***
Derek jugueteaba con su reloj de mano. Su cuerpo estaba en la oficina, pero su mente estaba con Janna; tenía muchas ganas de verla, pero se estaba probando así mismo. ¿Quería ver su rostro únicamente? ¿O quería verla a ella?
Los días lejos de ella fueron aburridos y pesarosos; no había pasado demasiado tiempo en que entró en su vida, pero ya la extrañaba. Quería verla plegar el ceño cada vez que no le gustaba algo, quería sentir la suavidad de sus manos, oler su dulce aroma a flores, escuchar su risa en esa voz firme y profunda.
Lucas había ido ayudarlo en vez de Emilia, pero se aburría demasiado rápido, así que decidió fastidiarlo en su oficina. Derek rápidamente disolvió sus pensamientos al verlo entrar. Pero nunca se puede engañar a las personas que te conocen por años.
—¿Por qué no fuiste si tanto quieres verla? —Lucas se derrumbó en el sillón.
—No quiero hablar de eso. Necesito revisar algunas cuentas. —Encendió el ordenador y abrió los archivos que le habían mandado.
—Eres cobarde. —Por primera vez Derek lo miró a los ojos—. No enfrentas tu realidad y tratas de huir cuando ya habías empezado. La respuesta no está en dejar de verla, nunca saldrás de tu enredo si no la miras todos los días y darte cuenta el significado que tiene para ti.
Hastiado, Derek le dirigió una mirada contundente.
—Tú no tienes idea.
—Probablemente, pero estoy seguro que soy mucho más hombre que tú. La cobardía no es para mí.
Fastidiado por la actitud de su amigo, se levantó de un salto y, cuando salió, cerró la puerta de golpe. Odiaba a las personas débiles o temerosas, haciéndose idea de que pasará en el futuro y temiendo su llegada. Él vivía el presente, que era lo que importaba. Y pensaba que su amigo debía enfrentar su presente sin miedo a pensar lo que podría suceder. Ese era su destino y debía afrontarlo. No huir como un cobarde.
***
La mañana pasó prácticamente volando entre adecuar los ambientes e iniciar la excursión.
El lugar escogido para el campamento fue en un bosque a un par de horas de la ciudad. Los árboles secos parecían abrir un espacio para los acampantes, pese a su lúgubre apariencia. El lugar estaba cercado, solo se utilizaba esa parte del boque para acampar, porque fuera era un tanto peligroso.
Emilia se dedicó a examinar las carpas térmicas verificando que todo se encontrara en orden, una que otro vino con una falla de fábrica, que fueron reemplazadas por otras. Evaluó el grado de satisfacción y comodidad que los niños expresaban sin palabras. Y las preguntas directas las dejó para los mayores.
Por la tarde se reunieron a los concursos entre salones. Solo habían asistido de tercero a sexto, porque los alumnos de los dos primeros grados eran demasiado pequeños y no estaba permitido, a menos que asistieran con sus padres.
A eso de las cinco y media decidieron encender una fogata, y Janna decidió ir en busca de leña seca.
—¿Te puedo encargar mis niños por un momento? —le preguntó a Emilia.
—De acuerdo, pero no te tardes.
—Bien.
Janna se cerró bien el abrigo de rosado y metió las manos en sus bolsillos. Las hojas caídas del pasado otoño, crujían furiosas bajo sus pies. El ambiente gris y triste nunca habían sido motivo suficiente para absorber su ánimo, pero ese día era diferente, quizás en verano o primavera se habría sentido menos miserable.
Aunque intentaba no pensar en Derek, parecía imposible. Al comienzo todo parecía sencillo, ¿en qué momento empezó a despertar sentimientos por él? Ni siquiera lo sabía. Fue un error acercarse a él, tenía que haber permanecido lo más lejos posible de la familia Sosa. Pero, ¿cómo iba a adivinar que él era tan entrañable? No era extremadamente guapo, no tenía un cuerpo despampanante ni voz tan gruesa como a ella le gustaba, pero cada vez que veía esos ojos cálidos y boca sonriente, se le aflojaban las piernas. Y su terrible manía de ser atento rebalsaba su límite. ¿Cómo podría resistirse a ese chico tan encantador?
A unos pasos encontró leña suelta y se dispuso a juntarla en un montón. Repentinamente sintió algo húmedo y suave deslizarse por su rostro; eran pequeñas bolitas de nieve, la primera nevada había llegado antes de lo previsto. Una sonrisa se le dibujó en su rostro, se irguió y levantó una mano para sentir su suavidad. No había nada más lindo que ver la nieve caer. Su pequeña boca se estiró en una amplia sonrisa.
A unos metros divisó la presencia de una persona, una figura varonil se iba aproximando hacia ella. La caída de la nieve no le permitía visualizar bien al sujeto. Solo distinguía su abrigo color camel y pantalones negros. Él se aproximó más hasta que al fin lo reconoció y dudó si realmente era él o se lo estaba imaginando.
Su corazón empezó a latir desesperadamente y sus manos se humedecieron aún más con sudor provocado por el nerviosismo.
Él se detuvo frente a ella, sin expresión alguna. Su rostro se veía más pálido por el frío. La nieve se perdía en sus mejillas y sus ojos compenetraron con los suyos.
—Derek... —murmuró aun sin poder creerlo.
¿No sería un espejismo?
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