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15. Emociones Inéditas

Parecía estar cargando una muñeca, una linda muñeca de porcelana. Sentía pequeños cosquilleos cada que ella respiraba junto a su cuello. El mundo se había paralizado sólo para ellos dos. La gente a su alrededor había desaparecido por arte de magia. Incluso la música que sonaba en el interior de la tienda se prestó para ese maravilloso momento que ambos experimentaban. Cada nota que provenía del piano argumentaba cada movimiento y mirada.

—¿A dónde me llevas? —preguntó con voz temblorosa. Si solo se acercara un centímetro más, conseguiría besar su mejilla.

Derek simplemente se limitó a sonreír. Lógicamente las personas, especialmente las chicas, se dedicaban a verlos entre suspiros, deseando ser aquella chica de cabello corto. Cualquiera deseaba ser tratada como una princesa.

Después de pasar unas cuantas tiendas de ropa, por fin llegaron a la tienda de zapatos. Entonces la bajó sobre un pequeño mueble frente a un espejo.

—Número siete, ¿verdad? —le preguntó mientras iba recorriendo la estantería de zapatos.

Filas y filas de zapatos desde bajos y altos, de todo color, en todo tipo de material y marca.

—¿Cómo lo sabes? —cuestionó Janna en susurro. Entonces ella misma se respondió. Lo sabía por Jimena.

¿Él sabía todo de ella? Quizás la conocía incluso más que ella misma. ¿La habría acompañado a comprar zapatos? O quizás él le regaló un par, o muchos pares. ¿Por qué se le venía todos esos pensamientos a la mente?

El recuerdo de su hermana la golpeó. Por unos instantes se había olvidado de ella. Se había olvidado que Derek la había amado profundamente.

Lo volvió a mirar, parecía estar entretenido buscando zapatos de mujer.

¿Qué siento por ti? ¿Qué soy para ti? ¿Por qué me pongo nerviosa antes de verte? Se preguntaba Janna en silencio.

Sus sentimientos no eran correctos, lo que empezaba a sentir por él, no estaba bien. No tenía ningún futuro, no era coherente, ni bueno para ninguno de los dos, sobre todo, para ella. Él era amable con todos, no tenía ningún trato especial hacia ella. Y lo más probable era que le profesaba aprecio porque tenía la misma imagen de Jimena, la chica que sí amó. Janna se reprendió severamente por lo que empezaba a sentir, parecía una chiquilla ilusionada cuando sabía que eso no la iba a llevar a ningún lado, que él nunca sentiría nada especial por ella.

Derek volvió con varios pares de zapatos, todos ellos eran lindos, no supo por cual decidirse. Se puso en cuclillas junto a Janna y tomó su pie izquierdo, dispuesto a probar todos ellos.

—No es necesario —dijo ella.

—¿Por qué? —Levantó la mirada, encontrándose con los ojos tristes y expresión taciturna de Janna—. ¿Qué sucede?

—Nada, solo...

Me pones nerviosa.

Intentó sonreír, pero su actuación no fue muy convincente.

—¿Estás avergonzada?

—¿Oh? Sí, eso es... —Bajó la cabeza.

—No te preocupes. —Le brindó una sonría reconfortante.

Pero no era eso, a ella ya se le había clavado esa espina punzante bañada en incertidumbre y miedo.

—Este está bien —dijo Derek mientras miraba por todos lados el zapato de tacón en color negro que le había puesto.

Le probó como cinco pares de zapatos y todos le gustaban. Estaba tan ensimismado que no se dio cuenta cuando el personal que trabajaba en esa tienda le tomó algunas fotografías.

—¿Nuestro vicepresidente está saliendo con ella? —susurró una vendedora a la otra.

—Qué envidia —murmuró otra.

—Todo te queda bien —le dijo Derek a Janna ignorando los cotilleos a su alrededor—. ¿Cuál te gusta? —Tomó su tobillo con delicadeza mirando el zapato color maíz con planta baja que combinaba con su blusa.

—¿Eh? —Ella que amaba comprar, estaba sumida en sus pensamientos—. Cualquiera está bien.

—Entonces nos quedamos con el negro.

Ella asintió aún sin salir de la introspección que la había secuestrado. Su cuerpo estaba aparentemente en la tienda de zapatos, pero su mente la había abandonado.

El chico se aproximó a la vendedora chismosa y le habló al oído ocasionando que se sonroje.

—Empaca todo lo que se probó.

—Sí, señor.

Salieron de la tienda de zapatos, definitivamente lucían como una pareja. Aunque era Derek el único que sonreía, Janna estaba fuera de sí. No se sentía nada bien. No era común que cambiase de humor tan rápido, pero mientras más él se acercaba, más ella soportaba su irresolución.

—¿Vamos a comer algo? —propuso él.

—No, debo irme. Gracias por todo, nos vemos luego. —Se marchó prácticamente corriendo, escapando en realidad; dejándolo consternado.

—¡Hey Janna! —intentó detenerla—. ¿Habrá ocurrido algo con su abuela?

—Señor, sus bolsas. —La chica salió con un montón de bolsas que con las justas y podía sostenerlas.

—Ya se fue. —Chasqueó la lengua.

***

Emilia terminó de sacar copia a todos los documentos que necesitaban para el contrato y fue a la oficina de Derek. Lo observó sentado de espaldas, mirando hacia la ventana.

Pensé que había salido, ¿ha llegado sin que lo notara?

—¿En qué momento llegaste? —preguntó con el ceño fruncido—. No te vi llegar.

Él elevó el dedo pulgar como dándole el visto bueno. Aún más extrañada, Emilia caminó hasta él.

—¿Derek? —Intentó voltear la silla giratoria.

—¡Bu! —Lucas volteó de golpe pegándole un gran susto.

Dio un gran salto debido al impacto.

—¡Idiota! —Se llevó la mano al pecho hiperventilando. Lucas no dejaba de reír escandalosamente—. ¿Qué haces aquí saltimbanqui?

—Vine a ver a mi amigo, pero obviamente no está, así que decidí esperarlo. —Revisó el escritorio de Derek, husmeando en lo que le parecía llamativo.

—No creo que venga, ya son las seis, es hora de salida. —Le quitó el bolígrafo que había tomado—. Deja eso.

—¿Ya vas a salir?

—Sí, solo vine a dejar esos papeles. —Los señaló con la cabeza.

Salieron juntos de la empresa. Lucas tarareaba una canción que irritaba a Emilia, estaba a punto de perder los estribos. Sin embargo, a estas alturas estaba demasiado acostumbrada a él.

Entraron a la cafetería que acostumbraban y ubicaron la misma mesa de siempre.

—Madame. —Lucas retiró la silla para que Emilia se sentara.

La primera nevada se aproximaba por lo que el rostro de Emilia se tornó pálido con finos matices rosáceos en la mejilla. Se veía hermosa ante los ojos de Lucas, y ante los ojos de cualquier otro hombre. Ella lucía tan tierna y tan dulce, aunque bien sabía Lucas que eso era solo su apariencia, porque ella no era precisamente dulce que digamos.

—Ya me está aburriendo el café, deberíamos ir por unas cervezas.

—Tengo que trabajar mañana, Lucas. Como tú tienes vacaciones indefinidas.

—Eso fue un golpe bajo. No sé por qué trabajas, tu familia tiene suficiente dinero.

—No pienso vivir haciendo nada.

El teléfono de Emilia sonó un par de veces.

—Son mensajes —dijo al verlos.

—Míralos, pueden ser importantes.

Haciendo caso a Lucas, la joven abrió los mensajes. Eran mensajes grupales de algo que ella prefería no haber visto. Eran varias fotos donde salía Derek cargando a Janna, en otro poniéndole zapatos.

—¿Qué...es esto? —pronunció temblorosa.

—¿Qué sucede? —Lucas le arrebató el teléfono, después, miró apenado el rostro desencajado de Emilia. Prefirió volver a su sitio.

—Ella se está aprovechando de su apariencia.

—No parece ser ese tipo de persona.

—¿Entonces qué? —Sus ojos se hicieron más oscuros y penetrantes—. ¿Acaso él se hubiera acercado a ella de no ser porque le recuerda a Jimena? He esperado tantos años para que ella viniera y me despojara totalmente —habló con la voz entrecortada.

—No es así Emilia. Él nunca va a fijarse en ti, ¿por qué no lo quieres entender? No eres su tipo.

—¿Qué me falta? ¿No soy bonita? ¿No soy agradable?

—No, eres fea y odiosa —contestó sin titubear.

—No es lo que piensas.

Lucas elevó los hombros fingiendo que miraba a una chica que acababa de llegar y ocupar la mesa de al lado. Obviamente no había chica más linda para él, que Emilia. ¿Quién más iba a quererla si no era él?

—Yo... voy hablarte como un verdadero amigo, porque pareces miserable y no va contigo. —Emilia esperó sus palabras atentamente, se veía bastante serio—. Amiga mía...

—Dime, estoy esperando. —Abrió bien sus ojos, expectante.

—Amiga mía, lo sé, solo vives por él, que lo sabe también, pero él no te ve como yo suplicarle a mi boca...

—Oye esas...

Lucas levantó su mano dándole a entender que le deje terminar.

—...Y que enloqueces con cada botón que te desabrochas pensando en sus manos, él no te ha visto temblar esperando, una palabra algún gesto un abrazo, él no te ve como yo, suspirando, con los ojitos abiertos de par en par, escucharme nombrarle...

—Oye, ¿esas no son las líneas de Alejandro Sanz? Claro la canción amiga mía.

—Ah bueno, estuve inspirado en esa canción. No esperabas que fuera un poeta.

Emilia se puso de pie y tomó su bolso presta a salir de ese lugar.

—La culpa la tengo yo por creer que por un momento podías ser serio —escupió las palabras realmente enfadada.

—Espera Emilia. —Intentó salir tras ella.

—Amigo la cuenta. —Se acercó el mesero.

—Ah claro. Toma, quédate con el vuelto.

—Muchas gracias —dijo el mesero. Sin tanto esfuerzo había conseguido buena propina. Cuando lo fue a ver, estaba completo—. Maldito tacaño —vociferó

A unos metros de la cafetería, Lucas la alcanzó y la detuvo de un brazo.

—Espera Emilia.

—¿Qué quieres, burlarte de mí? —Le mostró sus ojos llorosos, no era precisamente lo que Lucas quería ver.

Simplemente la envolvió en sus brazos, era lo único que podía hacer.

—Amiga mía, no sé qué decir, ni qué hacer para verte feliz, ojalá pudiera mandar en el alma o en la libertad que es lo que a él le hace falta...

—Será mejor que te detengas —advirtió.

—Okey, de acuerdo. Aunque la canción está buena.

—Shh.

***

Parecía perdida en el espacio. Bajó del autobús y caminó por rutina, mas su mente estaba en otro lado. Nunca se había planteado, ni se había acordado quien era Derek, y quien fue para su hermana. Ella estaba despertando sentimientos por él y probablemente él solo le tenía aprecio por el enorme parecido con su hermana. Ese pensamiento no quería abandonarla, por más que quisiera.

Solo faltaban dos cuadras para llegar a casa, hubiese preferido que el camino sea más largo para pensar más.

A unos pasos más se encontró con Caleb. Sigilosamente se acercó a ella y evidentemente no se percató de su presencia.

—Podría fácilmente robar tu bolso, y ni cuenta te darías —dijo el joven.

—Oh, no me di cuenta cuando llegaste.

—Así parece. ¿En qué piensas tanto?

—En él.

—¿Eh? —Esfumó su sonrisa, sorprendido por la facilidad de sus palabras.

—Creo que me está empezando a gustar.

Caleb se detuvo mientras ella avanzó lentamente. Si ella tan solo supiera cuanto le dolía sus confesiones.

Habían llegado a la residencia. Necesitaba hablar con su amigo, su casi hermano, por lo que Janna decidió sentarse en las escaleras, y él no dudó en acompañarla.

—¿Quién es? —preguntó Caleb con voz temblorosa.

Sabía que luego se arrepentiría de haber preguntado. Sin embargo, debía omitir sus emociones y sentimientos. Es lo que hacen los amigos enamorados de sus amigos. Soportar en silencio y estar dispuesto a brindar apoyo incondicional a pesar de...

—Es un imposible —emitió un profundo suspiro.

—¿Por qué? ¿Está casado? —Tomó una diminuta basura del escalón y lo lanzó como si fuese una canica.

—No, tonto. O bueno, es como si lo estuviera, está casado con su recuerdo...

—¿Qué? No estoy entendiendo...

Janna volvió a suspirar.

—Se trata de Derek, ¿lo recuerdas?

¿Que si no lo recordaba? Había pensado en él, como si él fuera el enamorado. Se preguntaba que tenía él que le gustara a su amiga. Tontamente había estado comparándose con él.

—Perfectamente. ¿Y porque dices que es un imposible? —Clavó su mirada en el suelo.

—El y mi hermana se amaron profundamente.

Por primera vez Caleb se giró para mirarla. Eso era nuevo para él. No sabía quién estaba en peor situación, si ella o el tal Derek.

Cuando volvió a ver a Jimena después de muchos años, se sintió confundido, pero no en sus sentimientos, sino en que era difícil diferenciarlas. Cuando eran niños solían jugar los tres, pero después que Jimena se fue a la ciudad, él y Janna se hicieron inseparables, entonces empezó a despertar sentimientos por ella. Y cuando volvió Jimena, fue un sentimiento extraño. Sin embargo, Derek ignoraba la existencia de Janna, por lo que su confusión era más grave.

—No tengo nada que decirte —dijo finalmente—. No te diré que te alejes porque sé que no me escucharás.

—Caleb. —Recostó la cabeza en su hombro.

—Me he olvidado de comprar algunas cosas. —Se puso de pie—. Te veo luego. Entra, está haciendo frío.

Janna asintió con la cabeza.

***

El agua tibia lo relajaba y le quitaba el estrés, se sentía mucho más liviano. Se puso un suéter celeste y pantalón de dormir. Estaba muy cansado, aunque contento y de buen humor, incluso podría soportar el humor negro de su mejor amigo.

—Ocho y media —consultó la hora en su reloj de pared—. ¿En dónde estará Lucas? Mejor dicho, con quién estará. No quiero ni pensarlo.

Decidió sentarse en el sofá con su indefectible taza de café. El recuerdo de Janna se le vino a la mente y lo hizo sonreír. Ella de verdad lo ponía de buen humor con sus ocurrencias. Tenía el mismo aspecto de Jimena, pero definitivamente era otra persona. Era como tener un amigo de la infancia y verlo muchos años después con el mismo rostro y tener la sensación de estar con otra persona.

El timbre de la puerta lo perturbó de sus pensamientos. ¿Quién podría ser? Lucas sabía la clave, aunque dudaba mucho que en realidad se la supiera o la recordara.

Con la taza de café en su mano fue abrir la puerta, esperando que se tratara de su amigo.

—¿Te has olvidado la clave? —preguntó mientras abría la puerta.

Sus ojos se abrieron de par en par; de todas las personas, era la que menos esperaría en su departamento.

—Espero no molestarte —fue el saludo de Caleb.

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