Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. Entre ella y tú

Una oleada de calor la acometió con dureza, sus respiraciones se incrementaron y su corazón se movía demasiado rápido. Su pecho subía y bajaba con desesperación por cada vez que intentaba calar todo el aire posible, el dolor la agredía de manera brutal. De pronto parecía que ella ya no estaba más ahí, que su cuerpo se había estancado en ese lugar, pero su mente y alma la habían abandonado.

—No....No —balbuceó negando con la cabeza. Era una equivocación, Jimena, su hermanita no podía estar muerta, eso no tenía sentido. Todo empezó a dar vueltas y sus párpados le pesaron en gran manera. Ya no podía controlar nada que le perteneciera, ya no podía mantenerse en pie.

Adivinando el shock que le había causado, Derek la sostuvo para evitar que se cayera. Le golpeó el alma verla tan vulnerable, con los ojos cerrados, desfallecida. Tuvo tanto miedo de que ella se quedara de ese modo para siempre como...

—¡Oh cielos! —exclamó Lara—. Llévala a tu habitación Derek, se ha desmayado.

—Necesita reponerse —prosiguió Sandro.

Con mucha facilidad Derek la cargó y la llevó a la que había sido su habitación. Después del entierro, él había decidido mudarse a uno de los departamentos de su familia. El recuerdo de Jimena permanecía intangible dentro de esa casa, tanto que era insoportable, prácticamente imposible respirar.

Con cuidado recostó a Jana sobre la cama, y verificó que estuviera todo en orden con ella. Al comprobarlo la cubrió con su cobija. Le apenaba tanto verla así.

—Lo siento tanto —musitó.

Después de contemplarla unos instantes y sentir terriblemente el parecido que tenía con Jimena, la dejó sola para que descansara. Bajó las escaleras con parsimonia, y miró a sus padres con reproche. Apretando la mandíbula fue hacia el sofá, y esperó a que ellos se sentaran frente a él. Se estrujó el rostro con destemplanza, no sabía por dónde empezar.

—¿Cómo fueron capaces de ocultarme algo así? —Su voz sonó dura y exigente.

Lara buscó apoyo en su marido.

—No lo creímos necesario —contestó su padre.

Sintiendo la indignación salir de cada poro de su piel terminó por reír irónico.

—¿Que no fue necesario?

—Jimena deseaba empezar una nueva vida, y estábamos de acuerdo —intervino Lara—. Y cuando ella murió, fue más difícil contarte sobre Janna.

Él frunció el ceño con tanta tensión que le dolió.

—Por eso no le permitieron asistir al entierro —espetó con amargura—. Esa pobre chica ha venido con la ilusión de ver a su hermana y... —No fue capaz continuar.

—Eso no fue así, Jimena quiso que así fuera. —Con cautela, Lara le entregó lo que parecía ser una carta.

Flashback

Jimena había manchado muchos paños con sangre, con sangre que ya ni siquiera tenía. Le causaba tanto hablar que su madre ya no podía verla en tal estado, la aflicción era mucha.

—Mamá —murmuró con mucha dificultad.

Lara se sentó junto a ella con los ojos llorosos y mirada apesadumbrada.

—¿Qué necesitas cielo?

—Mamá, pronto voy a morir...

—No digas eso por favor. Sumió por la nariz intentando no soltarse a llorar.

Jimena tomó su mano a modo de súplica. Lara la sostuvo y depositó un beso en ella.

—Mamá titubeó, yo no quiero que ella sepa.

—¿Te refieres a Janna? —Frunció el ceño.

La muchacha asintió mientras intentaba recuperar el aliento.

—¿Por qué hija?

—Por ella y por él. —Se acomodó en la cama y sacó de su mesita de noche una carta—. Mi amada Janna... prefiero que piense que no deseo saber más de ella. No quiero causarle sufrimiento. Y en tanto a él, ya suficiente tiene con mi condición. No quiero ni imaginarme llega a verla. Creo que ocultarle a mi hermana no fue la mejor elección sollozó, si ellos se hubieran conocido, mi partida no sería tan dolorosa para él y... Una severa tos la atosigó.

Tranquila, cielo. Su madre le sobó la espalda.

Cuando Jimena se calmó pudo continuar.

...Tengo mucho miedo por él mamá... A estas alturas enterarse de Janna...

Lara asintió abatida, Jimena tenía razón, ella también lo creía así. Tenía miedo por Derek, por la reacción que tuviera si llegara a enterarse, su salud estaba en juego.

—Mi pequeña. —La abrazó dejando que Jimena descansara en su pecho.

Si ellos llegan a verse continuó—, será obra del destino. A fin y acabo, yo robé su lugar.

No digas eso, por favor.

Jimena suspiró y dejó la carta en su mano.

—Si llegas a verla, entrégale esta carta por favor.

—Sí amor.

Fin del flashback.

Lara no sabía si estaba haciendo bien, pero quería conservar su última petición. Por todos los medios evitó que su hijo y Janna se cruzaran, incluso la envió estudiar en la capital sin que ella lo supiera. Janna siempre pensó que se trataba de una beca. Quería enviarla al extranjero, lo más lejos posible, pero sabía que ella nunca se separaría de su abuela. Sin embargo, no se puede evitar lo que está por suceder, aunque se desee con impaciencia.

Derek quería encontrarle el sentido; evitaron hacerle daño, pero era justo lo que ahora sentía. Quizá pensaron que ahora siendo más maduro podría soportarlo.

Con la carta en la mano subió a su habitación ante la mirada de sus padres. Janna se movía de un lado al otro hasta que el sueño se le fue. No dejó de observarla ni un sólo instante.

¿Cómo dos personas pueden ser tan idénticas? Se preguntó perturbado.

—¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose al borde de la cama. Janna totalmente desorientada miró a toda la habitación intentando reconocerla—. Es mi dormitorio —explicó él.

La joven recordó el motivo que la había hecho estar así y buscó desesperadamente su mirada en busca de explicaciones. El pecho comenzó a dolerle.

—Lo que dijiste...

Apenado y, sin decir una sola palabra, le entregó la carta. Janna la tomó dubitativa y así mismo la abrió.

Querida y dulce Janna...

Si estás leyendo esto es porque he partido de este mundo. Ahora debes odiarme ¿no Jan? No sabes cuánto quería ir contigo a la universidad, ser maestras y reírnos todas las tardes de nuestras anécdotas mientras beberíamos una taza de café, sin embargo, no pudo ser, hace años que padezco de leucemia; mi familia hizo todo por salvarme, pero no se puede ir en contra del destino Janna, perdóname por ocultártelo, puedes pensar que soy egoísta, pero quería que me recordaras como una chica sana que siempre quise ser... además tenía que cuidar de esa persona que tanto amo. Él es un chico maravilloso, no hay nadie como él. Lo amo tanto Janna... Ojalá hubiese podido hablarte de él, ojalá hubiésemos podido hablar de cosas de chicas...

No podía verte tan pronto, entiéndeme Janna, él es un chico tan sensible.

Te deseo toda la felicidad del mundo mi hermana amada, mereces ser feliz; prométeme siempre sonreír dulce Janna. Gracias a ti he encontrado una familia y, sobre todo, el amor.

De tu hermana Jimena, quien siempre te tuvo en su memoria, alma y corazón.

Las lágrimas caían una a una humedeciendo su rostro. Era un dolor insoportable, Janna nunca se lo imaginó, siempre se había cuestionado por qué su hermana no la había ido a visitar, quizá estaba ocupada o sus padres no querían, por último, instante pensó que Jimena no quería recordar su pasado, siempre había pensado en tantas cosas... Al presentarse la oportunidad de estudiar en la capital no tuvo otra elección más que ir, anhelando siempre poder encontrarla. Ahora resultaba que ella sufría y de la peor forma. Su llanto se hizo más fuerte y el pecho le dolía a morir.

Derek la vio con tristeza. Elevó su brazo a la altura de sus hombros deseando consolarla, pero no se animaba hacerlo, después de todo ella no era Jimena a quien pudo abrazar deliberadamente. Disipando alguna duda, Janna recostó la cabeza en su amplio pecho en busca de consuelo, entonces no dudó en hacerlo, pasó su mano por sus hombros y la atrajo más hacia él. No tenía palabras que decirle, porque una vez más sufría su partida. Se limitó a consolarla en silencio, todo el tiempo que ella necesitara.

Cuando Janna se calmó, salieron de la habitación y sus ojos divisaron la habitación de Jimena, se preguntaba si esa había sido su habitación. Adivinando sus deseos, Derek le abrió la puerta. Todo permanecía igual a como la había dejado, en todos esos años nadie se atrevió a tocarla, pensaron que al cambiar algo, su recuerdo se iría. Janna se adentró en ella y la observó con cautela. Todo era en tono rosa, su color preferido. Había fotos de ella junto al joven que hace poco conoció. Derek... él fue el chico que ella tanto había amado...

Pronto divisó la muñeca evidentemente vieja, pero muy bien cuidada. Sin dudarlo la tomó y la llevó hasta su pecho y la abrazó melancólica.

—De verdad le gustaba esa muñeca —comentó Derek con suavidad.

—Yo se lo regalé. —Sonrió con tristeza mientras volteó a verlo—. ¿Puedo llevarla conmigo?

—Por supuesto que sí.

Cuando la llevó a casa la observó en repetidas ocasiones, no decía una sola palabra y quería desesperadamente secar aquellas lágrimas que brotaban de sus ojos. Nunca soportó ver llorar a Jimena y ver llorar a su hermana era como verla llorar a ella.

Caleb la esperaba recostado sobre la reja y en cuanto vio el auto, se acercó y, Janna al reconocerlo, se bajó apresurada y se lanzó a sus brazos.

—Jimena murió —se soltó en llanto.

—¡¿Qué?!

Derek observó desde el auto y sintió un nudo instalarse en su garganta, bajó la mirada y encendió nuevamente el vehículo.

Janna se soltó de Caleb y regreso hacia él.

—Espera —pidió por la ventana—. ¿Mañana me puedes llevar... a donde está ella?

Él asintió con lentitud.

***

Janna se había despertado muy temprano, en realidad, no había podido dormir nada, los recuerdos embargados de desolación no se lo permitieron. Así se dedicó a preparar el desayuno antes de la abuela despertara.

—¿Acaso no va a venir? —se preguntó en voz alta mirando la hora en el reloj de pared.

No pasó ni cinco minutos y Caleb entró al departamento.

—Dejaste la puerta abierta—dijo entrando a la cocina.

—Seguro se me pasó cuando salí a comprar el pan.

Caleb le sonrió y preparó la mesa con un colorido mantel en tono florales.

—Mamá vendrá unos días.

—¿De verdad? —Dejó de preparar el jugo para verlo—, ¿cuándo?

—Quizá llegue mañana, dice que viene a cuidar de mí, aunque extraña mucho el campo.

—Eso es genial. —Jaló la silla para sentarse.

Janna y Caleb se habían vuelto inseparables. Cuando ella tuvo que viajar a la capital, él la siguió dedicándose sólo a trabajar, después que ella terminó su carrera, ella le ayudó a inscribirse en la universidad, en la facultad de ingeniería ambiental, ya le faltaba poco para terminar. De cualquier modo, él había llenado ese vacío que Jimena le había dejado. Eran el uno para el otro.

—¿Aún la abuela duerme? —preguntó él.

—Parece que se levantará tarde, ayer tuvo otra de sus crisis y despertó repetidas veces. Ni siquiera tuve tiempo de pensar en Jimena —mintió.

—Lamento lo que sucedió con ella. —La miró con tristeza sentándose frente a ella—. Quisiera ir contigo al cementerio, pero debo ir al trabajo y luego a la universidad.

—Ya habrá tiempo después.

El sonido del timbre llamó su atención.

—Yo voy —se ofreció Caleb levantándose para abrir la puerta.

Entrando sin permiso, una joven de cabello largo hizo acto de presencia.

—Buenos días Nina —saludó Janna.

—Buen día —respondió sin ánimo mientras acomodaba su flequillo—. ¿Tienes azúcar? Mi padre la necesita porque yo...

—Sólo utilizo endulcorante —completaron Janna y Caleb.

Nina era una chica muy complicada, con casi nadie se llevaba bien en la residencia, era muy distinta a su padre que definitivamente era un buen hombre.

—Aquí tienes. —Janna le entregó un depósito con azúcar.

Nina lo recibió y en cuanto fue abrir la puerta para salir, un joven se asomó. Iba vestido con un traje de color gris. Sin miramientos lo miró de pies a cabeza, evidentemente no era como cualquier chico que vivía en ese edificio, su elegancia delataba su distinguida procedencia.

—Derek —saludó Janna desde atrás.

—Hola Janna —respondió con una afable sonrisa.

—Hola, soy Nina —se presentó la pelinegra.

—Derek. —Le tendió la mano mirándola con recelo.

—¿No te ibas? —Caleb prácticamente echó a Nina mientras la guiaba de los hombros afuera.

***

El cementerio parecía no haber cambiado nada, salvo se había llenado mucho más en los últimos años. Fácilmente llegó hasta el lugar donde Jimena estaba, lo conocía como si fuera su casa.

Janna sintió una punzada en el pecho al ver la foto de Jimena en la lápida, era como verse ella misma estampada sobre el frío mármol.

—Jimena —masculló mientras pasaba su mano sobre el retrato.

Derek la comprendía a perfección, ver partir a la persona que amas es lo más duro que puede existir. Escuchó cada palabra que Janna le dedicó a la fotografía de su hermana.

—¿Cómo podría guardarte rencor? —murmuró—. Me has enseñado el valor del amor, pudiste haber compartido conmigo tu dolor y tus desdichas, pero pensaste hasta el final en no hacerme llorar; quizá no hubiese soportado verte sufrir mi querida Jimena. ¿Quién iba a pensar que aquella vez te estabas despidiendo? —Un nudo se le instaló en la garganta—. Qué duró debió haber sido. Eras tan joven —sollozó—, tenías tanto por vivir, sin embargo, no podemos luchar contra el destino y ese fue el tuyo. Aprenderé a vivir pensando que no existes más en este mundo mi dulce Jimena, te prometo ser feliz y sonreír pase lo que pase, en honor a tu memoria.

En honor a tu memoria...

En esa mañana Derek aprendió mucho de Janna. Aprender a vivir sin esa persona, aprender a ser feliz en su ausencia... Qué difícil resultaba, pero era momento de empezar hacerlo.

***

Había pasado una semana desde aquella mañana y por más que intentaba no pensar en ella, se le hacía muy difícil. En el fondo deseaba no haber conocido a Janna, nunca había estado tan confundido ni aturdido. La fue a buscar unas veces, pero no se atrevía a acercarse. ¿Qué iba a decirle?

Pronto descubrió la escuela donde ella trabajaba. Todos los días era igual, de la casa a la escuela, y algunos días paseaba con su abuela. Siempre estaba tentando a hablarle, pero no encontraba razón para hacerlo. Ese día lo haría, estaba decidido, iría a su casa y la saludaría.

—El azul noche te queda bien —dijo Emilia captando su atención.

Derek se observó y levantó la mirada.

—¿Tú crees?

—Así es. —Se sentó frente a él—. En realidad, todo te queda bien. ¿Me pregunto por qué estos días has estado de buen ánimo?

—No lo sé. —Dejó de sonreír.

—Hoy vuelve Lucas de Argentina, ¿te parece bien realizar la bienvenida en tu departamento?

—Está bien, organízalo todo, te dejaré la clave de mi departamento.

—De acuerdo.

Una de las trabajadoras tocó la puerta de la oficina.

—Adelante —indicó Derek.

La jovencita de ardiente cabello rojo caminó con pasos firmes hacia él.

—Vicepresidente, la reunión ha sido cancelada.

—De acuerdo.

Sin más Derek consultó su reloj y se puso de pie. Todo resultaba a su favor, ya no iría a su casa, sino a la escuela, y podría recogerla.

—¿Vas algún lugar? —Emilia se paró también.

—Sí, ya se me hace tarde. —Salió de la oficina dando grandes estancadas.

—Pero la bienvenida...

—¡Encárgate por favor! —vociferó mientras se alejaba—. ¡Te enviaré mi clave en un mensaje!

—¿A dónde va? —preguntó la joven en voz alta.

***

—Bingo —dijo Derek al ver salir a los niños de la escuela primaria.

Había llegado a tiempo para verla salir. Desde su auto esperaba ver su delicada imagen. Pero lo primero que divisó fue la torrencial lluvia que empezó a caer a matorrales bruscamente. El suelo rápidamente se mojó y las gotas golpeaban escandalosas sobre su auto.

—El invierno se acerca —espetó.

Sin hacerse esperar más, Janna salió de la escuela, iba vestida de una blusa de color melón y la falda en el mismo tono. Se detuvo debajo de una columna justo en la entrada, evidentemente no llevaba paraguas.

El corazón empezó a latirle con rapidez, Derek sabía que esa era la oportunidad que había esperado para acercarse. Buscó en el asiento de atrás un paraguas y bajó de su auto. Sin que ella lo notase lo posicionó sobre ella tomándola desprevenida.

Janna rápidamente elevó la mirada sumamente desconcertada.

—Derek —pronunció incrédula.

Él simplemente sonrió

—Vamos —dijo.

En medio de la lluvia caminaron hacia el auto mientras él sostenía el paraguas de color rojo. Con rapidez le abrió la puerta para que entrara, pero una hoja le fue arrebatada por el viento.

—¡El examen! —Janna corrió tras el sin importar mojarse.

Derek enarcó las cejas y fue tras ella.

—¡Espera!

Cuando la cubrió nuevamente con el paraguas, fue muy tarde, en un par de segundos ella se había empapado bastante.

—¡Lo salvé! —exclamó orgullosa enseñándole la hoja. Lucía como si hubiese salvado el país entero.

Derek emitió una casi inaudible risa invitándole a subir a su vehículo.

—Lo mojaré —masculló preocupada.

—Está bien, sólo sube.

Cuando puso en marcha el auto, Janna preguntó:

—¿Pasabas por aquí?

—Oh... Sí —mintió con nerviosismo.

No podía decirle que desde hace días la miraba de lejos o lo tomaría como un acosador. Y lo cierto es que parecía uno últimamente.

—Qué suerte. —Ni bien pronunció estas palabras soltó un sonoro estornudo—. Oh, se activó mi alergia.

—¿Alergia? —Dejó de mirar la pista mojada para verla.

—Alergia a la humedad.

—Qué lamentable. Mi departamento queda cerca, ¿quieres ir para secarte? También tengo pastillas para la alergia.

—No quiero ser una molestia.

—Para nada —manifestó tranquilo, no quería que pensará mal de él.

—Bueno de no ser, así acepto tu oferta.

Janna quedó admirada por el elegante edificio, ni en sus más increíbles sueños podría costearse un departamento en tan ostentoso lugar. Una vez que bajaron del ascensor, él le señaló su departamento. Puso la clave y automáticamente la puerta se abrió.

—¡Sorpresa! —Salió Lucas con su típico entusiasmo, sin embargo, se quedó helado al ver a la acompañante de su amigo.

—¿Ya vino Derek? —Salió también Emilia y la observó del mismo modo—. ¡Oh Dios mío! —pronunció con el corazón en la boca.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro