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06



Era una noche fría y lluviosa.

La imagen de un auto destrozado, a punto de estallar en llamas con escombros a su alrededor. Un cielo cubierto por nubes espesas y sombrías con gotas de lluvia cayendo sobre el frío asfalto. El sonido del llanto de un niño resonando como eco entre la desolación y la pérdida. Otro auto a solo unos metros de distancia de la misma forma que el anterior. Sólo fue un momento de descuido para traer ruina y devastación.

Llora y sigue llorando, mezclándose con los poderosos relámpagos que cegaban su vista.

El lejano sonido de una ambulancia acercándose cada vez más.





La lluvia sigue golpeando implacablemente contra la ventana de aquella habitación, replicando el ritmo frenético de su corazón acelerado. El sonido del llanto del niño, volviéndose tan débil como un susurro, resonando en su mente atormentada.

La oscuridad se cernía sobre la habitación de Jeongin, envolviéndolo en una niebla densa y tenebrosa. Abrió los ojos entre la negrura y oye el sonido de gotas bruscas chocando contra su ventana. Su mente y pensamientos aún con las imágenes aterradoras de su sueño.

Sudado y tembloroso, con una sensación de peligro.

Con manos temblorosas, encendió una lámpara junto a su cama, la cual debería estar encendida, nunca la apaga. En el momento que no encendió se dio cuenta que se fue la luz. Una opresión y necesidad de luz, intensificó el vacío de su corazón siéndole difícil respirar.

Jeongin se levantó y caminó a unos gavetines rápidamente con sus manos temblorosas y el sonido de su corazón retumbando sus oídos. Sacó una lámpara portátil, linda y pequeña en forma de nube y la encendió.

Rápidamente una luz azulada brilló en el techo de su habitación, con lindas nubes blancas y puras. Luz, eso necesitaba.

Tomó una bocanada de aire sintiéndose solo un poco menos asfixiado. Volvió a la cama dejando la lámpara en la mesita de noche de al lado. Se recostó y se aferró a sus sábanas, luchando contra el remanente de la pesadilla que aún se aferraba a su ser. La tormentosa lluvia no lo ayuda a conciliar el sueño.


Tiempo después, cayó en los brazos de Morfeo.






















—¿Pudiste dormir bien, cariño? —es la dulce voz de su abuela mientras le deja un plato con un sándwich enfrente, lo que lo hizo espabilar.

—La lluvia era muy ruidosa —ríe levemente. No es capaz de levantar la vista y simplemente se enfoca en el emparedado que empieza a comer. Cuando se dió cuenta que ella diría algo más, decidió cambiar de tema rápidamente por algo importante —¿Va a ir hoy a servicios sociales?

—Si y de paso pasaré para recoger la pensión. ¿Quieres que te compre algo?

—Tengo que hacer una maqueta para Biología, solo necesito un poco de materiales.

—Algo para ti, no para la escuela.

Jeongin negó con una sonrisa —No necesito nada.

Dulce y amable como siempre. Media hora después, se encuentra en su salón de clases sacando sus útiles. Prestó atención y anotó todo lo necesario hasta que se hizo la hora del recreo.

Se ha acostumbrado a compartir mesa con su "novio" y el mejor amigo de éste.

—Saludos, lindo y... Matón —se sentó Minho en un momento del recreo. Hay días que los acompaña y hay días que no. Nunca pensó que se acercaría tanto a ese Hyung y si supiera que Hwang tampoco, nunca han sido tan cercanos como para sentarse juntos a comer, para él, Lee está planeando algo.

—Debería comprar pesticida, hay muchos insectos indeseables —comentó serio para luego tomar un bocado, atacando indirectamente al moreno.

—Que lindas tus palabras, eh —Minho bufó irónico.

—Si, con esa boca y carácter no se que hará cuando conozca a sus suegros —se ríe Seo. —La tienes difícil con esa cara de matón que cargas.

—Métete en tus asuntos —gruñó molesto, aunque la espina quedó grabada en su corazón. Lo sabe, sabe que no merece tener un novio tan lindo a su lado. Nadie lo aceptará, nadie lo querrá. Por esa razón, cuida al menor a su manera pero no se aferra, cuando Jeongin no quiera seguir, lo aceptará sin más.

—Pensé que sus padres estaban muertos —comentó Lee con confusión.

Ante sus palabras, todos dirigen su atención en el menor quien casi se atraganta con su comida. A Bin casi se le salen los ojos.

—Yo... Uhm... Si, están muertos.

—¿Con quién vives? —Hyunjin le prestó su total atención con preocupación.

—Con mi abuela, ya le hablé de ella —esboza una sonrisa un poco temblorosa —Ella es muy buena y amable.

—¿Cómo sabes eso? —Changbin miró al moreno.

—No sé, solo una vez cuando fui a detención escuché que estaban hablando de algo así los profesores, de su beca y así. No escuché mucho —explicó. Ni siquiera era su intención oír, solo fue casualidad mientras esperaba a que su madre se reuniera con el director.

Jeongin asiente. —Soy becado.

—Esta bien —Hyunjin le da palmadas a su espalda, su única forma de demostrar cariño. Se ve un poco cohibido y torpe, pero su sinceridad fue notada por el menor.

—Si, está bien. Fue hace años, aún era un niño cuando sucedió. En realidad, no los recuerdo —le restó importancia intentando relajar el ambiente.

—Podría soltar un chiste negro en este momento, pero no lo haré —dice Minho.

—¿Qué? ¿Acaso que pensabas decir, ah? Estúpido —Changbin le da un zape —Por esa razón nunca conseguirás un novio.

—Eso veremos. Tu eres el que nunca conseguirás novio.

—No lo tengo porque no quiero, no como tú.

Y así, nuevamente aquel par empezó a discutir.

Jeongin ríe ligeramente.


—¿Qué tienes después del recreo? —le preguntó su novio.

—Matemáticas y luego Educación física —lo último fue con cierto desgano, no le gusta sudar ni cansarse. —¿Y usted?

—Química y luego, la profesora de inglés no vino, tengo libre. Puedo pasar a verte en la cancha.

—N-No lo haga.



«Doy pena ajena haciendo deportes»

—¿No?

—C-Cuando termine la clase si quiere.

Asintió.















—Según la lista, es al estudiante Yang quien le toca ordenar los balones.

Ante las palabras del Profesor de Educación Física, el menor asintió.

Sudado y maloliente, así se siente. Desea asearse antes de volver a entrar al salón. Su cuerpo adolorido como si le hubiesen golpeado, realmente odia el ejercicio.

Empieza a correr la carretilla y va recogiendo los distintos balones mientras la cancha queda cada vez más vacía. Es al aire libre, usualmente es el sol quien los recibe y quema sus cabezas pero en todo el día, las nubes han nublado el cielo. Tan gris y con un aire frío que hela su cuerpo.

Había implorado que lloviera para no hacer ejercicio pero como el mundo no está de su lado, ni una gota de lluvia cayó hasta ahora.

—¿Los recogiste todos? —le preguntó el profesor a lo que el menor asintió. —Solo déjalos en almacén de ahí, luego yo lo cerraré.

Pocas gotas caen en su cabeza, pensó que se quedaría como una pequeña llovizna pero tuvo que correr al almacén cuando empezaron a acumularse muchas más mojándolo.

Dejó la carretilla a un lado, es un almacén lleno de distintos equipos deportivos. Palmeó su ropa húmeda con un puchero.

Un furioso trueno resonó y brilló fugazmente.

El estudiante cayó al suelo aturdido mientras lleva las manos a sus orejas, tapándolas.

Tembló de miedo.

Quiso levantarse y correr hacia dentro del edificio pero volvió a sufrir un espasmo repentino cuando otro sonido cegó sus tímpanos por segundos. Cayó y recostó su espalda contra la pared, pegándose a ella mientras cierra los ojos con fuerza esperando que pase.

La oscuridad se cierne en el almacén.

—T-Tranquilo... T-Todo p-pasara, t-todo... —chillo en un llanto debido a otro estruendor.

Las lágrimas formaron un camino por sus mejillas de manera inevitable. Solloza cual pequeño cachorrito herido y asustado en busca del calor de su madre, una madre que no está.

Escondió su cabeza entre sus rodillas y abrazó sus piernas contra su pecho. Respira inestablemente buscando la calma, una que no parece querer llegar. Su corazón duele y se exaspera. No puede respirar. El aire le falta desesperadamente.

Sus pensamientos aún se aferran a las imágenes aterradoras de su sueño. El recuerdo de la lluvia cayendo implacablemente sobre aquellos escombros, reflejando las llamas y la destrucción, parecía grabado a fuego en su mente. El sonido de un llanto en su mente, nubla por completo sus sentidos al mezclarse con los suyos propios y la tormentosa lluvia de afuera.

La sensación de miedo y de desesperación sigue resonando en cada rincón de su cuerpo, perdiendo cualquier estabilidad.

Quiere paz. Quiere luz.

Y de pronto, entre aquella opresiva atmósfera escuchó pasos apresurados.

—Jeongin —la voz grave y profunda de Hyunjin resonando como eco, interrumpiendo sus pensamientos agobiantes.

Tembloroso e inestable, levanta la vista lentamente pasando por el uniforme escolar en aquel alto y esbelto cuerpo hasta ver su rostro.

Es su novio quien viene sosteniendo un paraguas en una mano y en la otra una bolsa con lo que pudo reconocer como dulces.

Sus ojitos lastimeros brillando entre la oscuridad, su pequeño cuerpo sufriendo espasmos. Abrió la boca para decir algo, lo que sea aunque no sepa qué, pero el sonido ensordecedor de un trueno lo espantó logrando que soltara un agudo grito de miedo mientras vuelve a esconder su cabeza.

Hwang soltó todo y corrió al menor arrodillándose ante él. Sin saber exactamente qué hacer, solo actuó de manera impulsiva y protectora. Lo abrazó. Lo abrazó con fuerza pero sin llegar a aplastarlo.

—Estoy aquí, no estás solo —fue lo único que soltó de sus labios. No sabe exactamente lo que lo tiene así, si es que sufre miedo a las tormentas, al ruido de los truenos, la oscuridad, la soledad o todo. —Estoy aquí —volvió a pronunciar bajo y cálido. Con cierta vacilación, deja caer con cuidado la gran palma de su mano encima de la cabellera del menor para acariciarle con cariño. Lleva días practicando con Changbin como su juez, todo para dar una buena caricia o al menos algo decente.

No sabe consolar, no sabe lo que es el cariño. Pero intenta dar todo de si para aprenderlo.

Entiende lo que es el miedo. Entiende lo que es la soledad.

Sabe el sentimiento de desear desesperadamente tener el calor del abrazo de una madre y no tenerlo porque ya no está.

Jeongin aferró sus manos al pecho del mayor y cierra sus ojos cuando recuesta su mejilla encima de él.

—T-Tengo miedo... —reveló en un hilo de voz roto e inestable. —L-Le tengo m-mucho miedo... —sollozó.

—No tengas miedo, estoy aquí —le responde con dulzura y preocupación. Sintiéndose un estúpido por no poder hacer nada para ayudarlo. Si hubiera una forma de poder arrebatarle su miedo, lo haría en ese instante sin pensar. —No tengas miedo junto a mi, puedo hacerlo todo. Puedo protegerte de todo. Soy tu novio, usame, por favor

Pero sus palabras, solo lograron ahogar de culpa al menor, quien solo siguió llorando en su pecho aún más fuerte.

—L-Lo siento... L-Lo siento m-mucho... L-Lo lamento... P-Perdoneme... —pidió entre lamentables sollozos.

—No puedes disculparte por esto, para eso están los novios, para apoyarse —lo aprendió según arduas investigaciones en Google e historias de romance que ha estado leyendo recientemente.

Los chicos malos no saben querer. Entonces ¿Por qué Hyunjin parece quererlo tan bien?

Los minutos pasan y poco a poco, los truenos van bajando hasta disolverse como polvo, las gotas de lluvia quedaron, suaves y ligeras.

Cuando Jeongin dejó de llorar, con un rubor en sus mejillas y nariz, se separa lentamente cabizbajo. No es capaz de alzar el rostro, asiente vergüenza.

—G-Gracias... —dijo entre el silencio.

—¿Te sientes mejor? —preguntó suave mientras arregla los mechones rebeldes del cabello del menor haciendo que sienta mariposas.

—S-Si, s-si... —asiente frenéticamente con los sonidos de su corazón retumbando pero esta vez no es de miedo ni pesadumbre, es algo extraño que no entiende y es ocasionado por el dulce tacto del mayor hacia su pelo.

Hwang deja su cabello, haciéndolo sentir triste por ello, y toma la bolsa para abrirla delante de él.

—Te traje galletas y leche chocolatada —le dice mientras saca la bebida y le pone el pitillo para extenderselo. Es una cajita cuadrada de cartón, una que a Jeongin adora tomar.

Sus ojitos brillaron y lo tomó tímidamente para empezar a beberlo. Su ánimo subió notablemente gracias al dulce. Hyunjin miró el genuino rostro más alegre del menor, sus ojitos hinchados y aún con rastros de lágrimas en su sonrojado rostro. De manera inconsciente, con sus largos dedos ásperos, acaricia sus mejillas limpiando aquellos rastros.

La piel del mejor enrojece aún más, volviéndose en un tomate.

—Yo... Uhm... G-Gracias, e-es mi favorito.

—Lo sé —dice una vez alejó su tacto.

—¿C-Cómo? —le mira con confusión.

—Te gusta el chocolate, lo he notado.

Un vuelco en su corazón con emoción llena de calidez su mente, disipando cualquier pensamiento tormentoso. Hyunjin con su presencia y palabras, logró que consiguiera paz.

—La verdad, si —ríe con cierta vergüenza. No se lo ha querido decir abiertamente debido a la condición que conoce de él.

—No me gusta el chocolate, cada vez que lo compre será para ti, solo para ti.

Quiso negarselo ya que no debería. Pero por alguna razón, ya imaginaba la respuesta que tendría "Eso es lo que hacen los novios". Por lo que, por primera vez, decidió dejarse amar y tal vez, consentir un poco.

Asintió. —Gracias.














Felix llegó a casa con un nudo en la garganta.

Cada paso parecía más pesado que el anterior. Se detuvo a la idea de desaparecer, algo que pensó durante todo el trayecto a casa pero no fue capaz de cumplir. Siempre ha sido un chico muy cobarde.

Al pisar su hogar el olor a ramen recién hecho junto a acompañantes como pollo y verduras entró por sus fosas nasales, su estómago rugió. Su madre al pie de la entrada de la cocina vistiendo un delantal lo recibió con una calma que lo atormentó.

La ayudó a poner todo en la mesa y su padre los acompañó.

Durante la cena, el silencio lo asfixiaba, y el simple sonido de los palillos chocando contra los platos parecía un estruendo ensordecedor. Quiere que el tiempo pase rápido, cerrar los ojos y abrirlos para verse en su habitación, encerrado sin salir ni verlos.

—Hoy te entregaron tus notas del examen de Matemática, ¿Cuánto sacaste? —le preguntó su madre interesada a mitad de la comida.

En ese momento, Felix supo que era su fin. Pero, ¿Y si intenta evitarlo?

—La profesora no vino hoy —mintió cabizbajo con el miedo apoderándose en cada una de sus entrañas.

—¿En serio?

—Si, de verdad —la mira con sus ojos suplicantes.

—Esta bien —estuvo por respirar en paz cuando ve que saca su celular —Llamaré a la coordinadora y la preguntaré, pago impuestos y la colegiatura para que ahora anden faltando los profesores.

Felix se llena de terror al ver que literalmente estuvo a punto de marcarle. Con el miedo retumbando su cuerpo y un nudo en su garganta, exclamó.

—¡No! —nerviosamente, sabiendo lo que se avecina, solo pudo decir la verdad —E-Ella vino, s-si vino.

—Dame tu examen —ordenó tosca y seca.

Abrió su mochila de al lado y sacó la hoja para extenderselo, sintiendo remordimiento en su interior.

Ella lo toma y mira la nota. Un doloroso 60 de 100.

—¿Y cuánto sacó ese huérfano? —le cuestionó con un claro tono molesto.

—N-No lo sé... —miente. Lo sabe, sabe perfectamente cuanto saco, la profesora lo halago enfrente de toda la clase junto al delegando Han.

Un puño golpeando fuertemente la mesa lo sobresaltó. Sus manos en su regazo, toman fuertemente la tela de su pantalón.

—Ochenta —reveló con dolor.

—¿¡Cómo es posible que seas tan estúpido!? ¡Un estúpido huérfano no puede ser mejor que tú! —grita ella mientras se levanta.

Su padre dejó de comer, perdió el apetito para mirar con molestia a su hijo —Eres una vergüenza para la familia.

—¡Estúpido, ¿Cómo no puedes hacer unos simples cálculos?! ¡Es fácil! —le arrojó el examen en la cara.

—Eso es porque no estás sabiendo educarlo —le encaró el esposo. Se levanta de la mesa y se retira sin más.

—¡Mira como me haces quedar delante de tu padre, delante de todos! ¡Eres un estúpido! —con furia azotó el plato de ramen caliente hacia su hijo, el cual cayó encima de él.

Llenándose de dolor se levanta sintiendo como sus brazos enrojecen. Sus ojos se llenan de lágrimas, las cuales salieron una vez la mano de su madre abofeteó su mejilla sin piedad.

Siempre es así, todos los días de su vida los pasa de esta forma. Debe ser un buen hijo filial, debe ser mejor que los demás y en especial de Jeongin.

Lo peor que pudo haber hecho fue ser amigo de Yang. Desde pequeño se ha acostumbrado a la dura forma en que lo tratan pero una vez a los doce años cuando se acercó al lindo chico de ojos mieles, su mundo se vino completamente abajo. Más exigencias y peores tratos.

Le gritaban y le exigían que acabará la amistad con ese estúpido huérfano. Y cuando se enteraron que saca más notas que él, fue la gota que derramó el vaso.

—¿¡Cómo es que un puto indigente es mejor que tú!? —el grito voraz de su madre junto a golpes sucesivos haciéndolo caer nuevamente en el abismo de la desesperación y sufrimiento.

Felix prefiere desaparecer si con ello, logra nunca más volver a casa.







Un capítulo medio sentimental 🥺
Para los que me conocen de mis otros libros ya saben cómo soy. Medio dramática como si nuestras vidas no fueran suficientes ya jsjsj







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