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Capítulo 9. Quizás en un futuro... nos amemos de verdad.

-Tal vez mañana sea diferente-.

La frase que mi padre emitió con total consternación y cansancio resonó en mi mente desde que era una simple niña.

Recuerdo la escena como si de ayer mismo se tratase tal suceso.

Era de madrugada y un par de voces ligeramente elevadas, más no lo suficiente como para convertirse en gritos, discutían en la planta baja de mi hogar. Para ser específica, en la sala principal de dicho inmueble.

Curiosa por conocer las identidades de los responsables de la privación de mis horas de sueño, decidí descender por las escaleras hasta llegar al origen de esto.

Lentamente, paso a paso, los susurros altos se escuchaban con mayor claridad, permitiéndome reconocer a los emisores de tales palabras repletas de cierta agresividad e... ¿Indiferencia?

Sinceramente desconozco si mi interpretación fue la correcta en ese momento. Desde joven se me ha complicado reconocer las emociones que los seres humanos expresan conforme cosas tan sutiles como palabras, lenguaje corporal o acciones. Incluso con las mías.

En fin. Continuando con el relato, los responsables eran mis padres.

-¡Nunca estás en casa! ¿Sabes cuántas veces tu hija pregunta por ti al día? ¿Siquiera te planteas lo difícil que es evitar responderle que prefieres continuar con tu trabajo en vez de pasar tiempo con ella? Que sea una niña y no comprenda por completo lo que sucede a su alrededor no es excusa para plantear tu vida laboral como prioridad-.

Papá le recriminaba lo ausente que mamá se hallaba en mi infancia. Para ser directa y no plantear excusas, nuestra poca o nula interacción comenzó a serme indiferente tiempo atrás. La veía cada dos o tres días por al menos dos horas antes de que partiera.

Mi padre me contaba lo cercana que era a mí cuando recién nací, pero no recuerdo ninguno de esos instantes. En ocasiones me cuestionó si realmente las cosas sucedieron como me lo planteaba.

Yo me asomé por el borde de la puerta que permitía la entrada a la sala, la abrí lentamente para que nada se interpusiera delante mí y así presenciar de mejor manera la escena.

Como si de una película en primera persona se tratase, pude visualizar mis pequeñas manos contactando a la puerta. La altura entre mis padres y yo era mayor a la actual.

-Fue ese el plan ¿No es así? Ya arriesgué mucho de mi carrera al concebir una hija. Perdí nueve meses de mi vida que no podré recuperar y tú te ofreciste a cubrir su cuidado con tal de no interferir en ella. No olvides tu posición en todo esto. No eres más que una niñera que posee mi apellido. Yo soy quien provee el dinero en esta casa y tu labor es dedicarte a Haruka-.

Propio de mi madre y quizás de mi, le respondió a papá de forma seca y sin una pizca de tacto. No frunció el ceño, no arrugó las cejas, ni siquiera hubo un cambio en la tonalidad de su voz. No hubo ninguna clase de indicio que indicara enojo por parte suya.

-¿Arriesgaste tu carrera...? ¿Mi posición...? ¿Una niñera con tu apellido...?-.

Contrario a mi madre, mi padre cerraba los puños fuertemente. Sus músculos se tensaban y su rostro se agachaba, mirando fijamente al suelo, mientras balbuceaba aquellas palabras con dificultad.

-Agradecería que no repitieses lo que digo. ¿Ves a qué me refiero? Estas conversaciones sin sentido solamente reducen la eficiencia de mis días. Te pido que esta situación no se repita y abandones tus intentos de inmiscuirme en actividades tan poco productivas en mi desarrollo personal-.

-Se trata del cumpleaños de tu hija. ¡¿Por qué lo tomas como una pérdida de tiempo?! ¡¿Siquiera sabes qué edad cumple?! ¡¿O recuerdas cuánto falta para que llegue ese día?!-.

Mi padre perdió la paciencia y levantó la voz, alcanzando el volumen idóneo para que se le identifique como gritos. Incluso cerré los ojos y me tapé los oídos. Yo... jamás fui testigo de tal arrebato por parte suya.

-Si planeas gritar, entonces no tengo nada que discutir contigo. Me voy...-.

Mamá se dio la vuelta pero... fue tomada del brazo.

No lo suficientemente fuerte como para causarle un daño, aunque sí tan repentino como para provocar una reacción en ella.

Su cuerpo se erizó ante la sorpresa y volteó la cabeza lentamente hacia papá, quien continuaba dirigiendo la mirada al suelo, evitando el contacto visual.

Él tragaba saliva. Su brazo, extendido para alcanzarla, temblaba con mayor intensidad que el resto de su organismo.

Lucía como si se esforzara de sobremanera para dar un mensaje.

-¿Sakuta-San...?-.

Por primera vez noté otra cosa, además de indiferencia, en mamá. No era capaz de identificarlo correctamente, no obstante... claramente había algo diferente ahí.

Los labios de mi padre temblaron y su pecho comenzaba a tensarse y distenderse a un ritmo acelerado.

-Ayuki-San...-.

Nombró a mi madre.

-Desde que nos conocimos... creí que... si te demostraba lo mucho que te amaba... sería capaz de tocar tu corazón. Me esforcé física y mentalmente para conseguir un amor recíproco. Cuando aceptaste salir conmigo... fui genuinamente feliz, sentí que mis esfuerzos estaban siendo recompensados. Comenzaste a ser más afectiva conmigo. Tuvimos un gran avance y finalmente... supe lo que era ser parte de una relación...-.

Tomó una pausa. Lágrimas se deslizaban por sus mejillas y su agarre vacilaba.

Mamá todavía permanecía estática, oyéndolo atentamente, contraria a las veces que que fingía prestarle atención.

-Las cosas avanzaron a su modo. Mi amor no hacía otra cosa más que crecer. Empecé a enamorarme de cada parte de ti... incluso de esa que mucha gente odia y es la responsable de que nadie se te acerque por miedo al rechazo o la indiferencia-.

-Y... cuando por fin tuve el presentimiento de que podíamos... alcanzar un nuevo horizonte, subir otro escalón... te propuse matrimonio...-.

-¿Por qué me cuentas una historia que conozco...?-.

-Porque quiero que comprendas cómo me siento. Ya no se trata solo de ti. Por primera vez yo seré quien se anteponga en esta relación-.

Antes de que mamá le interrumpiera, papá replicó y le plantó cara, provocando que guardara silencio.

Su respiración, alterada, se regulaba conforme los segundos transcurrían. Parecía que necesitaba reunir el valor suficiente para proseguir.

-Tus padres me odiaron desde el primer momento en que nos unimos porque, a diferencia de ti, yo era una persona común. Mis sueños y aspiraciones se limitaban a lo que podía alcanzar y jamás me planteé llegar a más porque yo era feliz con lo que tenía... contigo...-.

-¿Eras...?-.

-Sí... lo era-.

El cuestionamiento de mamá fue respondido al instante.

-Rechacé fervientemente cualquier argumento en contra de nuestra relación. No permití que alguien externo a nuestra relación me indicara qué rumbo tomar con el amor que te tenía. Y... a pesar de las contras, tú aceptaste quedarte conmigo. Fuiste en contra de tus padres y genuinamente me sentí amado. Celebraba internamente día con día lo afortunado que era al tenerte a mi lado, pero...-.

-Pero...-.

-¡Pero cuando nació Haruka, cambiaste!-.

Nuevamente, papá gritó.

-Durante tu embarazo eras abierta y expresabas sin restricciones tus emociones. Sonreías más...-.

-P-Pero... luego de que Haruka llegó a nuestras vidas...-.

Leer la mente de papá era imposible. Sin embargo, no era necesario hacerlo para identificar el cruce de un recuerdo al interior de su mente.

-Tú te deshiciste de nosotros así sin más...-.

-Era como si los momentos previos fuesen un simple acto... un... experimento...-.

-Uno del cual... no obtuviste un resultado satisfactorio...-.

-¿Qué fue lo que provocó que decidieses tomar ese camino...? La felicidad que te dábamos era... ¿Mentira? ¿O Pasajera?-.

El rostro de mamá recuperó su imperturbable semblante y retiró su brazo de la mano de papá.

-¿Y qué si es así?-.

Replicó.

Los ojos de mi padre se abrieron en demasía.

-¿Qué planeas hacer si te respondo que mi relación contigo no fue más que eso? Un experimento del que no obtuve un resultado satisfactorio-.

Adicionó ella.

-¿Sabes...? A este punto... creo que ya no importa-.

Él, contagiándose del estado de ánimo, respondió.

Esto pareció inquietar a mamá.

-Haruka cumplirá once años en dos días. De los cuales, en al menos diez, al finalizar mi día, me he dicho 'Tal vez mañana sea diferente', esperanzado de que por fin decidas ser su madre y no meramente un cajero automático-.

Confesó.

-Pero ese mañana jamás llegó-.

Adicionó.

Enderezó la espalda. Encaró a mi madre completamente decidido. No se notaba ni una pizca de duda en él. Alcanzó su propia resolución.

Y... por un instante...

-Ayuki-San, quiero que terminemos nuestra relación-.

Vi de frente a mi padre. Era como si yo reemplazara a mi madre en la escena.

Dirigí mi atención a un espejo al costado y vi el reflejo de mamá como si fuese el mío.

Parpadeé un par de veces, confundida y consternada. Cuando dejé de hacerlo y nuevamente afronté lo que sucedía... Yukito ocupaba el puesto de mi padre.

-Haruka-San, quiero que terminemos nuestra relación-.

Repitió, ahora con mi nombre en el sujeto de la oración.

Los latidos de mi corazón aumentaron frenéticamente.

No comprendía lo que sucedía.

El pecho me dolía.

Presioné los párpados a mis ojos y cuando los volví abrir... vi mi techo.

-¿Q-Qué fue eso...?-.

Fue lo primero que me cuestioné.

Me encontraba en la habitación que poseo en la casa de mi padre, quien, después del divorcio, obtuvo la custodia total de mí sin ninguna clase de impedimento por parte de mi madre.

Me sentía mareada aunque, tras enfocar la mirada, me levanté de golpe y corrí hacia el baño. Con rapidez, me miré al espejo.

Sí. La imagen que se reflejaba en la superficie era la mía

Suspiré, aliviada.

No obstante, mi corazón continuaba latiendo con tal fuerza que dolía.

Ese sueño fue... aterrador.

No era la primera vez que ese recuerdo se desarrollaba en mi sueños, al contrario, ya era recurrente, a tal punto que podría repetirlo de memoria sin equivocarme.

Era el trauma, las secuelas que el divorcio de mis padres infundieron en lo profundo de mi subconsciente y que de vez en cuando se manifiesta. Teorizo que esa es la causa de la nula capacidad que poseo de abrirme ante los demás. El temor de perder relaciones afectivas es muy fuerte en las personas como yo, razón por al cual tiendo a alejar al resto.

Sin embargo, si bien ya había sufrido tal pesadilla en ocasiones anteriores, era la primera vez en la que los lugares de mis padres eran reemplazados por mí y... mi recientemente adquirido novio, Yukito Yukihira.

-¿Por qué Yukito-San estuvo ahí? ¿Qué significa todo esto?-.

Interrogué, a pesar de estar segura de que no hallaría una respuesta satisfactoria o con sentido.

Solo había una cosa de la que estaba segura y era...

-No deseo que terminemos del mismo modo...-.

Me propuse. Rápidamente salí del baño y me dirigí a mi computador.

Tenía que... ¡Tenía que asegurarme de que la historia de mis padres no se repita conmigo!

Los horarios de estudio nos ayudarían a nivelarnos. A estar en igualdad de condiciones y que, de ese modo, tanto papá como mamá nos aprueben.

No quiero que piensen que Yukito es un don nadie. Yo lo he observado y conozco en parte su forma de ser. Es una persona realmente amable y... siento que eso llega a ser una desventaja cuando de su propio beneficio se trata. Debo de arreglarlo.

Pero... ¡Eso no es suficiente!

Necesitaba algo que me asegurara que nuestra relación permaneciera vigente así tuviésemos problemas. Un documento palpable que no pueda romperse. Como lo es un...

-Un contrato...-.

Musité.

Fue ahí donde lo comprendí. La única forma de que esto tuviese en futuro, era atándonos con un poder más fuerte que el amor.

El amor no es suficiente. Eso me quedo claro.

Papá no fue capaz de conservar su matrimonio con solo amor.

Yo no cometeré el mismo error.

Soy perfectamente consciente de que esto no tendrá ninguna validez dado que no soy una abogada.

Aunque...

Me tranquilizaba tenerlo.

Comencé a redactarlo.

Eran las cinco de la mañana y en dos horas era la entrada a clases.

El primer día que compartiría con Yukito como mi novio.

Así que debía apresurarme a terminarlo.

No tendría el tiempo para hacer uno tan extenso así que... daré un lapso de un año de duración para este contrato y, conforme venzan, redactaré otro y haré que lo firme.

De ese modo sabré que... nuestro noviazgo continúa vigente y nada lo amenaza.

Porque ¿Quién firmaría un contrato sin estar de acuerdo con las cláusulas?

Proseguí. Una sonrisa se dibujaba en mis labios, algo que, según papá, es raro en mí.

Me sentía emocionada.

Para ser la primera vez que tengo un novio, me esforzaba mucho.

Quizás en un futuro... nos amemos de verdad.

Tal vez no mañana ni en una semana, si no mucho más adelante en el futuro... acertemos en donde mis padres fallaron.

No sé de relaciones. Jamás se me han dado bien, pero, por primera vez, no tengo desees de hacerle caso a la razón, así esta me diga que me estoy precipitando o que las contras de mi noviazgo son mayores que los beneficios.

Quiero arriesgarme.

Deseo fervientemente comprender lo que es el amor y algo ajeno a la lógica me está motivando a intentarlo. Al fin y al cabo, no se puede saber si uno está equivocado si no llega hasta el final.

El tiempo previo a la alerta de mi alarma pasó y conseguí terminar el contrato, imprimiéndolo y guardándolo en una carpeta.

Tomé un baño con agua caliente como ya era costumbre en mis mañanas. Me vestí con el uniforme de la escuela y cargué con la mochila, bajando las escaleras hacia la cocina.

Mi padre no se encontraba en casa. Él parte desde muy temprano hacia su trabajo. Posterior al divorcio, consiguió un empleo porque no deseaba en lo absoluto recibir nada de mamá, ni siquiera la pensión.

Abrí el microondas. Ahí pude ver un plato cubierto con una capa de plástico. Era el desayuno que papá me preparó. A pesar de que en ocasiones el tiempo lo tiene encima, el desayuno casero jamás falta al inicio de mis días.

Solamente lo calenté, comí, lavé el plato y me dirigí al instituto.

Al llegar, como era costumbre, fui la única en el salón.

La hora de entrada todavía lucía lejana así que tiene sentido.

Posé la mochila encima de mis piernas tras tomar asiento y esperé.

¿A quién? Sencillo... a mi n-novio Yukito Yukihira.

Más pronto que tarde, la puerta del aula fue abierta y... ahí estaba él.

Mi corazón se aceleró tan pronto hicimos contacto visual, pero lo disimulé bien.

Su rostro se iluminó y sonrió, dirigiéndose a donde me hallaba.

Tomó asiento a un costado y, sorprendentemente, fui la primera en saludar.

-Buenos días, Yukito-Kun-.

-¡Buenos días, Haruka-San!-.

Me devolvió el saludo casi al instante, esbozando una enorme sonrisa e inclinándose en la banca. Si hubiesen personas en el aula seguramente también hubiesen escuchado ese acto de cordialidad a consecuencia del volumen que infundió al saludo.

Lucía como si en verdad estuviese emocionado de verme.

El calor en mis mejillas aumentó dramáticamente ante esa hipótesis guiada por el lenguaje corporal de Yukito al saludarme.

Era el primer día de esta relación nacida de la curiosidad más no por ese raro sentimiento llamado amor. Nuestro primer día como novios... el primero de muchos.

Quizás, en un futuro distante, si las cosas salen bien y seguimos al pie de la letra lo escrito en el contrato, seamos capaces de formar un vínculo afecto, de amarnos de verdad.

Pero, al parecer, el destino tenía otro tipo de planes...

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