Capítulo 2. El primer día.
-Haruka-San, quiero que terminemos nuestra relación-.
Tras un esfuerzo sobrehumano logré forzarme a decir esas palabras que por mucho tiempo permanecieron en mi cabeza, aguardando a salir.
Cerré los ojos y suspiré pesadamente, en señal de mi cansancio mental. También cerré los puños, a la espera de la respuesta.
Pero el silencio que prosiguió segundos después fue frío e incómodo.
No escuchaba respuesta alguna ni nada que se le asemejara a un sonido proveniente de ella. Ignorando el ruido de los alrededores, como el de los alumnos llegando al instituto y los automóviles cruzando por las calles, en realidad no se emitía ni siquiera un balbuceo.
Separé los párpados lentamente, intentando ver a la persona enfrente mío y buscando el motivo de su nula contestación. Soy consciente de que Haruka es una mujer de pocas palabras, pero eso no es excusa.
Cuando por fin posé mi atención en ella, noté que su rostro no cambió en lo absoluto. Seguía frío e inexpresivo, como si lo que le dije le importara poco o nada.
-¿Para eso me citaste aquí?-.
Preguntó, con esa fría y neutra voz de siempre.
Un escalofrío recorrió mi espalda a su vez que sentía frustración.
Uno pensaría que, luego de cuatro años de relación, su reacción sería cuanto menos de impresión. Sin embargo, nada más alejado de la realidad.
Apreté los dientes, presa del enojo, y hablé.
-Sí, fue por eso. Quiero que terminemos nuestra relación aquí y ahora-.
No demostraré debilidad ni duda. A este punto es lo peor que podría hacer. Debo enseñarle la seguridad que hay en mi decisión.
-Hmm-.
Ese quejido salió de ella tras mirarme fijamente por una micra de segundo.
-¿Puedo preguntar por qué?-.
Interrogó.
-¿Acaso te interesa?-.
No sé por qué fui tan grosero, no obstante, eso se escapó de mi boca.
Agaché la cabeza traté de tranquilizar mi ritmo cardiaco y respiración, los cuales estaban alterados. Debido a ello no fui capaz de observar su reacción. Aunque dudo que haya tenido alguna.
-Sí, me interesa-.
Contestó, para mi sorpresa.
Tragué saliva y traté de ser lo más breve posible. Si permito que el enojo maneje el estado de ánimo estaré cometiendo un error. Quiero volver a ser el Yukito amable y bueno que fui en preparatoria ¿Cierto? Entonces este es el primer paso.
-Yo... esperaba algo diferente de nuestra relación. Aguardé mucho tiempo a que por fin sucediera lo que deseaba, pero al final mis expectativas no fueron cumplidas-.
Levanté la cabeza y la encaré.
-Es por eso que quiero terminar contigo-.
Es la respuesta más formal que pude estructurar. De ese modo no es necesario enlistar los millones de motivos que provocaron día a día esta decisión. Sí, es mejor dejarlo así, no hiriendo sus sentimientos y dándole prioridad a los míos, por primera vez.
Siempre fui el que trataba de complacer a Haruka a lo largo de los 4 años de relación, sin ir en contra de sus deseos y "Planes" o "Calendarios" en los que solamente ella disfrutaba, supongo. Fui perdiéndome poco a poco a mi mismo a consecuencia de ello. Ahora quiero ser egoísta y pensar en mi propio bienestar.
Haruka guardó silencio nuevamente, lucía pensativa.
Diga lo que diga, no cambiaré de parecer. No es sano continuar así y ha quedado claro que no hay intenciones de cambiar este comportamiento de su parte.
Sé que terminar con tu novia porque no es "Cariñosa" contigo puede sonar demasiado inmaduro o cruel. No obstante, cada quien decide sus estándares y objetivos en los vínculos afectivos. Y si no le parece a alguien es su problema, no el mío.
-¿Estás completamente seguro de esto?-.
Cuestionó.
-Porque si es así... no hay vuelta atrás-.
Eso sonó a amenaza. No les mentiré, es impresionante que continúe aquí, insistiéndome. La hora de clases está cercana a llegar y faltar no es algo que la caracterice. De hecho nunca ha tenido una inasistencia en todo los años que hemos estado juntos.
En fin, es momento de confirmar lo que desde el principio vine a hacer.
-Por supuesto. Estoy completamente seguro. Ya no es beneficioso para ambas partes. Rompamos ese contrato de compromiso y que cada quien tome su camino, Haruka... no... Azusagawa-San-.
Esta sería la última vez que la llamaría por su nombre. Esa cercana relación desaparecerá y no tendré el derecho de nombrarla de esa forma.
Su cabello le cubría parte del rostro, impidiéndome percibir la expresión que puso o el lenguaje facial que muestra.
Después de 4 años de noviazgo he desarrollado la habilidad de percatarme de los pequeños cambios en su cara. Gracias a eso puedo determinar qué es lo que siente. La mayoría de las veces solo identifico desagrado o inconformidad.
Sin embargo... ahora mismo yo...
El viento cruzó, revoloteándole el cabello y despejando cualquier interferencia entre ambos.
Esa expresión... no la conocía...
Era mucho más fría que antes. Sin exagerar, congelaría a cualquiera que la viese directamente, como si de medusa se tratara.
Mis extremidades más separadas del tronco del cuerpo se enfriaron en demasía.
Mi espalda tembló, al igual que las piernas, y retorcí un micrómetro. Pero fui capaz de retomar la compostura.
-De acuerdo, Yukihira-San. Te libro de nuestro contrato. Eres libre-.
Declaró.
Suspiré, aliviado. Al final salió bien.
-Fuiste un buen sujeto de pruebas-.
Agregó.
Abrí los ojos lo máximo posible.
-Solamente lamento haber perdido 4 años en este experimento sin un resultado satisfactorio-.
Adicionó, mientras abría su mochila y de ella sacaba una carpeta repleta de papeles.
Se trataba del contrato con el que el noviazgo se formalizó hace muchos ayeres.
Quedé en shock. Parecía enojada... no, no lo creo. Haruka nunca mostraría cómo se siente, mucho menos ahora que acaba de decir claramente que fui una pérdida de tiempo.
Caminó al bote de basura detrás suyo, dándome la espalda momentáneamente, e introdujo lo dicho anteriormente en aquel lugar.
Yo me mantuve de pie y callado. A pesar de que sus palabras dolían, no había nada que pudiera o quisiera hacer. Seré mejor y estaré a raya. Pase lo que pase, no cambiará nada.
Haruka y yo, Yukito, hemos terminado.
Ella se acercó hacia mí del mismo modo que siempre, solo que esta vez intentaba cruzar a mi lado.
Justo cuando nuestros hombros estuvieron a pocos centímetros de rozarse, habló.
-Este es el adiós, Yukihira-San. No vuelvas a dirigirme la palabra y demos por muerto este asunto. Es la forma más eficiente de fingir que esto nunca sucedió-.
Finalizó, retirándose de ahí.
No le contesté ni nada que se le asemeje. Tampoco permití que eso me afectara.
Estoy de acuerdo. Fingir que no perdí esos cuatro años siendo infeliz es lo mejor que podría hacer.
Esto es lo que quería.
Aunque... solo queda una duda...
¿Por qué estoy llorando?
Sí, llorando.
Las gotas provenientes de mis ojos se deslizaban desde los pómulos hasta las mejillas, cayendo al vacío cuando recorrían el mentón.
Las piernas me temblaron y caí de rodillas al suelo.
Sin Azusagawa-San aquí ya puedo mostrar la debilidad que oculté durante este encaramiento.
Me senté en el sucio césped y junté mis piernas.
Las abracé y aplasté la cara en mis muslos.
-Duele... duele peor de lo que imaginaba...-.
Susurré.
Recordé la falta de emoción de Azusagawa-San al hablar.
"-Solamente lamento haber perdido 4 años en un experimento sin un resultado satisfactorio-".
-No me equivocaba... en verdad no signifiqué nada para ella. Solamente fui un sujeto de prueba en su tonto "experimento"-.
-Tantos instantes que compartimos... ¿Y no desarrolló siquiera cariño por mi? Jeje...-.
Me puse de pie nuevamente, el sonido de la alarma de mi celular, que avisaba la hora de entrada a clases, fue ignorado.
Caminé al aula, tambaleándome.
Paso a paso iba suprimiendo los sucesos ocurridos minutos atrás.
No dejaré que me afecte.
Hay un objetivo que cumplir.
Una meta que alcanzar.
Alguien a quien recuperar.
Después de este breve dolor enterraré todo lo que tenga que ver con Azusagawa-San.
Y estas serán las últimas palabras que alguna vez le dirigiré, imaginariamente obvio.
-Perdón por no cumplir tus expectativas. Ojalá halles a alguien que sí-.
Le desearé lo mejor. Tal vez en este basto mundo encuentre a su alma gemela y sean felices. No pude ser yo, lamentablemente, pero no me retractaré.
Agradezco que hayamos coincidido. Fui capaz de obtener experiencia para el futuro. No fue una completa pérdida de tiempo, como ella cree.
No cometeré los mismos errores.
-¡Buenos días!-.
Saludé animadamente al conserje del instituto, quien camina hacia mi dirección desde enfrente.
Él se sorprendió.
-¿Buenos días?-.
Devolvió el gesto, dubitativo. Supongo que el extrañaba que viniese de la zona de botes de basura. No es un sitio que los estudiantes visiten normalmente.
Yo continué caminando hacia adelante.
Paso a paso retomaba el ánimo. No sé cómo le haré, pero a partir de hoy todo será diferente.
Haré amigos y lograré desprenderme completamente de mi ex novia.
Miré el cielo azul y brillante, repleto de ilusión y emoción de lo que me aguardaría tras mi cambio de enfoque.
-Jamás noté lo hermosa que es la mañana en Chiba...-.
Dije, respirando hondo y apresurando el paso a mi aula. El nuevo Yukito no llegará tarde a clases.
Es increíble lo mucho que puede cambiar un hombre de un día para otro al decidir actuar y tomar las riendas de su vida. Nunca es tarde para intentar cambiar.
Así que hoy, en el día de mi cumpleaños, mi deseo fue comenzar desde cero.
O esa era la intención hasta que...
"S-Sí que soy idiota, olvidé que es mi vecina de asiento en el aula".
Pensé aquello mientras miraba al lado contrario en donde Haruka yacía sentada y mirando directamente a la pizarra de adelante.
"Ah... la ventana está hecha de cristal...".
Dije mentalmente, tratando de distraerme e ignorando el hecho de que hace no más de diez minutos rompí con la chica a mi derecha.
-Yukito Yukihira...-.
"Todo estará bien. Recuerda, no debes hablarle porque solamente será doloroso para ti. Muchos creen que pueden continuar la amistad con sus ex parejas casi inmediatamente después de romper. ¡ESTÁN COMPLETAMENTE EQUIVOCADOS! El duelo en solitario lejos de la responsable de ese dolor es necesario a la hora de superarlo".
-Yukito Yukihira-.
"Además, ni siquiera soy capaz de verla a la cara sin que el pecho me apriete. Hay mucho camino que recorrer si quiero regresar a ser yo mismo y abandonar ese doloroso pasado".
-¡YUKITO YUKIHIRA!-.
-¿Eh?-.
Alguien gritó mi nombre completo, rompiendo la burbuja de pensamiento que me auto-impuse para salir de la realidad.
-¡P-Perdón! ¡Presente!-.
Respondí, poniéndome de pie cuando la maestra me llamó por tercera vez.
-Estás muy distraído. Por favor evita provocar que levante la voz. Odio gritar y repetirme-.
Expresó, acomodándose las gafas y frunciendo el ceño.
-L-Lo lamento...-.
Me disculpé, rascándome la nuca y riendo nerviosamente.
-Ya no importa, vuelve a sentarte-.
Declaró, regresando la atención a la lista.
Yo hice caso a la indicación, avergonzado porque las miradas se centraron en mi al igual que varias risas aunque no lograba identificar de donde provenían.
-Jejeje...-.
Solté una pequeña risita a raíz de la pena. Dicen que es mejor reírte con ellos a que se rían de ti.
Al parecer eso provocó que cesaran las burlas.
-Acabo de dar una mala primera impresión. No obstante, los divertí. O eso creo-.
Susurré. No sé si esto cuente como un avance.
Los minutos pasaron y fue momento de dar inicio a la clase.
La maestra, de nombre Miharu Katagawa, quien es una mujer hermosa en la flor de la madurez, empezó a escribir en la pizarra cientos de problemas matemáticos. Integrales, derivadas y ecuaciones diferenciales.
Yo solamente copiaba al ritmo en que ella los ponía y los contestaba antes de que siquiera el siguiente fuese puesto. Gracias al arduo y constante estudio desde preparatoria me he convertido en una persona que mejoró sus habilidades en las ciencias exactas, a tal grado que rara vez fallo al dar una respuesta sobre problemas matemáticos. Con decirles que supero en ese rubro a Azusagawa-San. Esa es la razón por la cual estudio esta especialidad en la universidad.
No, queridos lectores. No decidí estudiar aquí porque quisiese pasar más tiempo con Haruka. Incluso yo comprendo que el futuro de un individuo no puede ponerse en juego por el mero hecho de no alejarte de una chica. La razón que me trajo aquí fue y siempre será el amor que desarrollé a esos malditos cúmulos de números y letras que parecen nunca acabar. Ya que Haruka también se decantara por la misma especialidad fue pura coincidencia de la cual no me quejaba al ser su novio.
"Novio... supongo que es una tontería usar ese título o estatus".
Pensé, riendo irónicamente en mi subconsciente. Llamarme su novio sería insultar a todas las parejas habidas y por haber.
Sacudí la cabeza. Si sigo pensando en ella, así sea por un segundo, mi mente divagará.
Mi mano se movió rápidamente para resolver los ejercicios. Es increíble lo práctico que somos los seres humanos cuando no permitimos ninguna clase de distracción.
-Bien chicos. Tienen 40 minutos para...-.
-¡Terminé!-.
Levanté la mano, avisando que finalicé la realización de los problemas matemáticos antes de que ella siquiera diera el tiempo que no proporcionaba para ello.
El resto del alumnado me volteó a ver.
-Eso es imposible incluso para ti, Yukihira-Kun-.
-No miento. Aquí los tengo, mire-.
Caminé a la parte delantera del salón, en donde se halla su escritorio.
Miharu-Sensei se sentó y agarró mi cuaderno.
-Ustedes prosigan. Si hay dudas alcen la mano y las atenderé-.
Dijo a mis compañeros, acomodándose los lentes.
-A ver...-.
Murmuró.
Yo estuve de pie a su costado a la espera de su aprobación.
En menos de 10 minutos, en los que comparó la hoja de respuestas que poseía con lo escrito en mi libreta, terminó de revisarlo.
-Fufufu... eres impresionante, Yukihira-Kun-.
Expresó, quitándose los lentes y sonriendo.
-Hago lo mejor que puedo, Miharu-Sensei-.
Comenté.
-Eto... Sensei...-.
La voz de una fémina a escasos metros del escritorio fue escuchada.
Ambos volteamos. Lo mío fue más un reflejo dado que a quien solicitaron fue a la maestra.
-¿Qué ocurre Shinomiya-San?-.
-N-No entiendo el noveno problema-.
Su nerviosa voz comunicó el percance que tenía. Ella era una chica de aspecto frágil y tierno. Poseía un cabello corto que se extendía hasta la parte superior de sus hombros. También resaltaba su blanca piel, semejante a la de las bellas hadas de cuentos, y los lentes que utilizaba, los cuales reposaban encima de su pequeña nariz.
Ahora que recuerdo su nombre era Azumi Shinomiya. Es una estudiante parecida a mí, sin presencia en el salón.
-Entiendo. Yukihira-Kun, ayúdala-.
-¿Eh? ¿Yo?-.
Salí de mi trance, producto de ser la primera vez que me fijaba en aquella chica.
-Sí. La clase se centraba en resolver esto y ya terminaste. Ayudarás a tus compañeros con sus dudas. No quiero que holgazanees-.
Dijo, recostándose en el respaldo de su asiento.
-No quiere que holgazanee para que usted pueda hacerlo ¿Verdad?-.
-Eres muy listo, Yukihira-Kun, muy listo-.
Contestó, cerrando los ojos y relajándose.
Al menos niéguelo, Sensei.
Me resigné a cumplir su pedido. Llevarle la contraria a esta mujer es peligroso.
Me acerqué al asiento de Shinomiya, quien lucía asustada. No la culpo, es la primera vez que cruzaremos palabra. Es más, acabo de recordar su nombre.
-Perdón si no soy Miharu-Sensei. Ella está indispuesta en este instante. Seré su reemplazo-.
Declaré con cierto tono de burla para aligerar el ambiente.
-S-Sí, lo escuché-.
Su respuesta fue breve. Supongo que no funcionó lo que intenté.
-De acuerdo... el problema nueve es el que te está causando problemas ¿Me equivoco?-.
Quise confirmar la información.
Ella se limitó a asentir.
Yo ví mi libreta para corroborar cuál era.
-El ejercicio nueve es una ecuación diferencial ordinaria que relaciona una variable independiente x, una función desconocida y(x), y las derivadas de y de diversos órdenes. En este caso en específico es una de primer orden lineal-.
Lo primero que expliqué fue el tipo de ecuación de la cual se trataba.
-Diferencial de primer orden lineal...-.
Shinomiya musitó. Tal parece que no la identificó de ese modo.
-Sí. Se deben dividir los elementos de la diferencial entre X y después multiplicarlo por el factor integrante que el ejercicio te ha proporcionado-.
Le señalé paso a paso lo que se realizaba.
Ella escuchaba atentamente y, mientras la información le entraba, su mano se movía y escribía.
Era la primera vez en la que yo tomaba el papel de maestro y sinceramente el sentimiento es agradable.
Shinomiya comprendía cada palabra salida de mi boca y en menos de 2 minutos lo resolvió.
-Salió perfecto. Tiene mi sello de aprobación-.
Comenté, levantando el pulgar.
-¡Muchas gracias, Yukihira-San!-.
Ella me agradeció, sonriéndome dulcemente.
Mi corazón saltó ante ese subidón de azúcar.
-No es para tanto. Si necesitas ayuda con algo más coméntamelo ¿Sí?-.
Declaré.
-¡Hai!-.
Aceptó.
Es como un tierno animalito. Dan ganas de protegerla.
De la nada un escalofrío recorrió mi espalda.
Volteé a todos lados, asustado. Sin embargo, no noté nada raro, así que me desentendí.
Tras este breve periodo de enseñanza y al notar que nadie requería apoyo, volví a mi asiento, pasando de largo la presencia de Azusagawa-San.
Saqué de mi mochila un libro que Rena, mi hermana, me regaló por ser mi cumpleaños y le quité el envoltorio. Lo hubiese hecho en casa, pero salí de prisa y no tuve la oportunidad, así que solo lo guardé y le agradecí.
Corté la cinta y desprendí el moño, guardándolo cuidadosamente sin romperlo.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando me percaté de la clase de libro que era.
-Wow... no he leído una de estas en años-.
Un golpe de nostalgia me impactó cuando ví la portada.
Se trataba de una novela ligera.
Desde que concentré mi esfuerzo en lo académico abandoné el mundo otaku y lo relacionado a este. Supongo que Rena no lo sabía y para ella todavía leía esta clase de novelas.
Gracias a la imagen llamativa de la portada le di el beneficio de la duda y lo abrí.
Leí la sinopsis y fue atrapante.
-¿Un aventurero que solo caza goblins? ¿No se supone que son los monstruos más débiles de las mazmorras?-.
Me sumergí en el mundo de fantasía y, antes de darme cuenta, ya me encontraba en la página 50.
El tiempo transcurrió y las hojas pasaban sin detenerse. Cada palabra era un deleite. Por un breve instaste la historia y los personajes se asemejaban al juego de mesa "calabozos y dragones".
-Bueno chicos. La clase terminó. Revisaremos los cuadernos mañana-.
Miharu-Sensei dio ese aviso, alertándonos de que ya era la hora de nuestra siguiente clase.
Yo puse el separador en la novela ligera y la guardé en mi mochila.
El receso entre el cambio de clase era la oportunidad perfecta de comer.
Yo abandoné el aula, cargando con mi bento, y busqué algún sitio donde comer.
O esa era la intención, hasta que...
-Ufff...-.
Ese quejido de cansancio a mis espaldas me hizo voltear.
Se trataba de un chico que cargaba cuatro enormes cajas repletas de documentos y papeles que se tambaleaban de un lado a otro.
-¿Necesitas ayuda?-.
Le pregunté.
-¿Eh? ¿Quién habló?-.
Interrogó. La montaña de cajas le limitaba el rango de visión.
-Fui yo. Mucho gusto. Mi nombre es Yukito Yukihira-.
Me asomé del lado izquierdo de las cajas, revelando mi posición y saludándolo, y presentándome.
-Yo soy Yasu Igarashi...-.
Él también me proporcionó su nombre. Un intercambio normal entre dos desconocidos.
-¿Quieres que te eche una mano? Parece problemático caminar con todo eso sin ser consciente de los potenciales obstáculos e impedimentos en medio del camino a consecuencia de la falta de visión-.
Sugerí, ofreciéndome en su auxilio porque eso es lo que haría el Yukito de la preparatoria.
-¿En serio? ¡Acepto gustosamente! O al menos supongo que a eso te referías, dejé de escuchar después de "¿Quieres que te eche una mano?"-.
El extraño, quien parecía menor que yo y se reía un tanto nervioso al no comprender al 100% mi forma de hablar, asintió repetidamente, cediéndome tres de las cajas.
Yo las sujeté y, debido a mi altura ligeramente superior a la promedio, no tuve ningún inconveniente a la hora de caminar dado que no me tapaban la cara.
-¿A dónde las llevaremos?-.
Le cuestioné.
-El profesor Keitaro me pidió entregárselas en la sala de maestros. Pero soy de primer año y todavía no consigo ubicarme-.
El sudor bajó de su frente, debido a la pena.
-¿Sala de maestros? Estamos en la otra punta del edificio. Ven, yo te guío-.
-¿En serio? Entonces lo seguiré, Yukihira-Senpai-.
Wow, nunca nadie me había dicho "senpai". Me agrada este muchacho.
Mi Kohai caminó detrás de mí. Cruzamos casi todo el instituto hasta que por fin llegamos al extremo contrario del edificio, donde se hallaba la sala de maestros.
-Es aquí. ¿Podrías golpear la puerta? Solamente asienta ambas cajas momentáneamente y espera a que te permitan entrar-.
Expliqué.
Él hizo exactamente lo que le dije y llamó al golpear tres veces la puerta.
Qué curioso. Hago exactamente lo mismo.
La puerta se deslizó a la derecha.
-¿Qué demonios quieren? Estoy almorzando-.
Una voz malhumorada nos atendió.
Igarashi retrocedió, presa del miedo y el aura oscura que esa mujer emanaba.
-Miharu-Sensei, por favor no moleste a los nuevos-.
Le pedí amablemente a mi profesora.
-¿Yukihira-Kun? ¿Qué haces aquí?-.
-Ayudaba a un Kohai-.
Respondí.
-Extraño. Normalmente a esta hora comes con Azusagawa-San ¿Me equivoco?-.
¿Y ella cómo demonios sabe eso? Si cada que finaliza la clase sale a todas prisas del aula.
-Cambio de planes. No diré nada más-.
Limité mi contestación a esas 7 palabras. La falta de emoción se transmitía en ellas.
-En fin ¿Nos permite pasar? Le entregaremos estos archivos a Keitaro-Sensei-.
Cambié de tema. El asunto de Azusagawa-San no es uno que desee abordar con la Sensei.
-De acuerdo, de acuerdo. Adelante-.
La profesora se apartó del camino tras este breve diálogo.
Igarashi recogió las cajas del suelo y entramos.
Al cruzar el marco de la puerta, Miharu-Sensei agarró mi brazo, deteniéndome.
-¿Q-Qué...?-.
Frené abruptamente.
-Hoy estás hablando mucho ¿Puedo saber a qué se debe? Llevo dos años intentando que tú y tu noviecita convivan con el resto de los alumnos sin éxito alguno y de un día para otro decidiste interactuar con las demás personas, incluso ayudando a alguien ajeno a ti. Es un cambio muy repentino si me lo preguntas-.
No es mentira. Miharu-Sensei ha sido un dolor de trasero por su insistencia a la hora de incluirnos en los demás grupos sociales. No por nada es nuestra tutora. Sin embargo, gracias a que ya somos adultos, no es obligatorio hacerle caso en esos asuntos, tampoco participar en las actividades que nos imponga.
He de admitir que es una persona intrigante y muy observadora. A simple vista la podrías considerar una mujer malhumorada a quien le hace falta casarse de una vez por todas. Pero la realidad dista mucho de lo observable en el exterior. O no es completamente correcto porque esa impresión no es del todo errónea.
-¿Por qué acabo de sentir ganas de golpearte, Yukihira-Kun?-.
Tragué saliva ante la amenaza. ¿Lee mis pensamientos?
-Digamos que quise volver a ser el yo de antes. Consideré la fecha de mi cumpleaños como un día idóneo para iniciar. Es todo-.
Respondí, desviando la mirada.
-Si me permite...-.
Me solté y fui a donde Igarashi, quien estaba en la periferia del cubículo del profesor Keitaro.
Al parecer no había nadie.
Le sugerí asentarlas en la entrada, al pie de la puerta y comentarle a Miharu-Sensei que, si se lo topaba, le avisara.
Mi Kohai... ¡Demonios, me gusta como suena eso!
Como decía, mi Kohai fue el primero en salir de la sala de maestros. Yo lo seguí, pero cierta solterona de 30 años quiso frenar mi andar por segunda vez.
¡No, no le entregaré mi colágeno!
-Feliz cumpleaños, Yukihira-Kun. Lamento si no es mucho, acabo de enterarme de que es hoy-.
Miharu-Sensei me entregó un chocolate.
-¿A-Are?-.
-Acéptalo. Es de mala educación rechazar un regalo. Además, quería comérmelo-.
Yo lo tome y guardé en mi bolsillo.
-¿P-Por qué...?-.
Pregunté.
-Todos merecemos un regalo de cumpleaños. Sé que no cuentas con muchas amistades fuera de Haruka. Así que considéralo un regalo de la primera amiga del nuevo Yukihira-Kun-.
Ella me guiñó el ojo y levantó el pulgar.
Mi impresión de esta extraña mujer cambió.
-Le agradezco, Miharu-Sensei-.
Me incliné adelante en señal de agradecimiento.
-No es nada. Solo espero que me devuelvas el gesto el mes siguiente. Mi cumpleaños es a mediados de octubre-.
Informó.
-Hai, hai. Prometo corresponder a su amabilidad-.
Contesté.
Ella sonrió en grande, de oreja a oreja.
-¡De acuerdo! No te quito más tu tiempo. Muero de hambre-.
Concluyó, regresando a la mesa donde los docentes comían. Un espacio libre de alumnos.
Yo me despedí y salí.
A escasos centímetros de ahí me esperaba Igarashi.
-¡S-Senpai!-.
Me llamó.
-¿Sí, Igarashi-San?-.
-Gracias por ayudarme. Sin ti probablemente seguiría perdido y ya me hubiese caído cientos de veces-.
-No es nada en lo absoluto. Solo fui amable-.
-P-Pero...-.
-Sí la amabilidad fuese digna de elogio entonces el mundo está podrido-.
Detuve en seco esta conversación porque él parece de las personas que te agradecen por horas y sinceramente muero de hambre, así que no tengo tiempo para eso.
Aunque... ser reconocido me gusta.
-Está bien. ¡Nos vemos luego, Yukihira-Senpai!-.
Se despidió, sacudiendo su mano de un extremo a otro mientras corría por el pasillo.
Qué chico más enérgico.
Ya estando libre fui a la cafetería del instituto. Para mi fortuna aún habían asientos disponibles.
Comí el bento que traje conmigo y también la porción de pastel que mis padres me dieron por mi cumpleaños. También saqué de mi bolsillo el chocolate que Miharu-Sensei me regaló.
Al masticarlo tuve cierto subidón de alegría.
-Es el primer regalo que recibí de alguien fuera de mi familia...-.
Murmuré, soltando pequeñas lágrimas de felicidad.
"¿Así se siente ser querido?".
Me cuestioné, limpiando las gotas de mi llanto con el antebrazo.
-Sabe delicioso...-.
Opiné.
Tras esto continué mi día. No hubo muchos cambios respecto a lo que hacía normalmente. Solo mi actitud.
Cursé las últimas dos clases de hoy y me retiré.
Veía a los alumnos platicando entre sí. Riéndose, divirtiéndose y conviviendo.
Varios hacían planes de ir a comer o al karaoke.
Yo caminaba solo, pero no me sentía triste.
Hoy fueron las primeras horas desde que Azusagawa-San y yo rompimos.
Y la verdad fue un buen día. Hace muchos años que no opinaba eso.
-Ojalá mañana no sea diferente...-.
La frase que decía a diario cambió. Ya no era "Tal vez mañana sea diferente". Ahora en verdad quería que las cosas se mantuvieran como hoy, incluso aspiraba a que fuesen mejores.
Caminé hacia mi casa, repleto de entusiasmo y emocionado por lo que me depararía a partir de este punto.
Al cruzar la entrada del instituto me topé con Azusagawa-San, quien, como siempre, aguardaba a que su padre viniese por ella.
No le hablé ni saludé.
Cumpliré su último pedido.
"-Este es el adiós, Yukihira-San. No vuelvas a dirigirme la palabra y demos por muerto este asunto. Es la forma más eficiente de fingir que esto nunca sucedió-".
Sus palabras resonaron dentro mío.
-Daré por muerta esta relación, Azusagawa-San-.
Prometí a los cuatro vientos.
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