Capítulo 17. Gracias, Yukihira-Senpai. Gracias por ser quien eres.
Era domingo al mediodía, el último día de esta turbulenta semana que dio inicio cuando le pedí a Haruka, mi ahora ex novia, que termináramos nuestra larga relación.
Me encuentro de pie, recostando la espalda en un enorme pilar a las afueras del enorme centro comercial "AEON MALL Makuhari Shintoshin" en Chiba, la prefectura en la que vivo, esperando al arribo de una persona en particular.
Las razones que me traen a este sitio se resumen a una propuesta inesperada que se me hizo.
Pero no es una cita. Les aseguro que no se trata de una cita. Yo sé que no existe algo como el "Luto" a tu ex pareja después de que terminas una relación, pero les prometo que no se trata de eso. Es... ¡Una reunión de amigos! ¡Sí! ¡Solo una reunión de amigos!
En fin, una vez aclarado eso, continuemos.
Ha pasado un tiempo desde el shock que me produjo las acciones de ese pequeño ratón de biblioteca amante del caos, Azumi Shinomiya, al proponerle a Haruka formar equipo de trabajo. No negaré que en efecto eso me confundió, sin embargo, no debería ser un asunto que me importe. Ambas son libres de tomar la decisión que deseen. Si a Shinomiya le interesa relacionarse con la ex de su nuevo amigo, no tengo por qué negarme.
Prometí que me mantendría ajeno a ello, sí, lo prometí. Sin embargo... ¡EL VIERNES NO FUI CAPAZ DE QUITARLES EL OJO DE ENCIMA MIENTRAS ESTÁBAMOS EN CLASE!
No me enorgullezco de ser alguien entrometido. No obstante, si te sientas lo suficientemente cerca de dos personas como para escuchar lo que conversan, no es tu culpa. ¡Exacto! Son cosas que pasan y por azares del destino llegas a oír por la cercanía entre los tres. No se me puede tachar de chismoso por recabar información que llegó por sí sola hacia mi sin pedirla.
Siguiendo con lo que sucedió ese día. Miharu-Sensei nos pidió reunirnos en los equipos de trabajo que el jueves le entregamos. Tuvimos que arrastrar las sillas hacia nuestro compañero. Yo, reacio a cambiarme de sitio, le indiqué a Sumireko-San, a quien me impusieron como bina por tardarme en escoger y debido a su ausencia, que se acercara. Él, si mediar palabra en un asentimiento silencioso aceptó, recogiendo su mochila y sujetando la paleta de la silla con una mana, elevándola con suma facilidad.
Lo admito, eso me sorprendió y a la vez me espantó. No me imagino a un ser humano normal con fuerza común haciendo eso desde un centro de gravedad en el que el peso es menor a la mayoría de la superficie del objeto.
Quiero hacer énfasis en que yo... ¡Sí! ¡Tenía flojera de pararme! ¡Por eso le pedí que viniera! ¡Definitivamente no fue con la intención de estar cerca de Haruka y Azumi!
¡Ugh! Sueno como el cliché de tsundere que tanto detesto en las historias de fantasía. Además, comienza a escaparme el nombrar a Shinomiya por su nombre.
Después de la entrega de chocolates, tanto ella como Igarashi se han comportado muy cercanas a mí, tanto que los abrazos a mis brazos mientras caminamos al trabajo de esta última se volvieron pan de cada día. Y en una solicitud un poco valerosa, A-Azumi me exigió llamarla por su nombre.
Claramente me he estado absteniendo a hacerlo. No considero que contemos con la suficiente cercanía como para hacerlo de forma natural, así emplee honoríficos.
No obstante, quitada de la vergüenza, ella sí usa mi nombre para referirse a mi.
Esa chica... es problemática, muy problemática. Dista en demasía de la inocencia que desprende nuestra pequeña Kohai con apariencia de tomboy.
Prosiguiendo. Ese mismo viernes agudicé mi sentido de la audición para captar la conversación de ese par tan particular mientras discutía al mismo tiempo con Sumireko sobre el tema del proyecto a entregar el lunes. También veía de reojo hacia atrás para notar expresiones y reacciones en el rostro de ambas. Sobra decir que difícilmente encontré alguna en el inerte y frío rostro de Haruka.
Solo eran palabras al aire. Preguntas sin ninguna respuesta por parte de mi ex novia. Se trataban de cosas triviales, sin indagar o rascar demasiado en las opiniones de ella. Parecía como si Shinomiya estuviera tanteando el terreno antes de instalar una mina terrestre.
Sin embargo, Haruka se mantuvo recta y seria, siendo la costumbre. La atención no se despegó del trabajo. Solo le respondía si la pregunta que se le dirigía era relacionado a la labor que desempeñaban. Todo lo de,as era fríamente ignorado como la reina de hielo que es.
He de admitir que una parte que me gustaba de su forma de ser, una de las pocas que en realidad eran de mi agrado, siempre fue su capacidad de mantenerse serena y centrada en lo que le interesaba, aunque nunca recibí esa clase de trato, verla así de calma ante cualquier tipo de situación me resultaba atractivo.
Cuando ese pensamiento cruzó por mi mente un ligero brillo emanó de su rostro blanco como la nieve, por lo que para evitar esa emoción que trataba de ignorar, me di de palmadas en la cara, específicamente las mejillas, entrando en razón y escribiendo en mi cuaderno las ideas del ensayo estadístico que se nos marcó.
Mi corazón todavía se acelera cuando la veo. Supongo que no la he superado del todo a pesar de que tengo a una linda chica que se me avienta sin medidas ni vergüenza.
Si, soy consciente de los sentimientos, al menos en un 70%, de Shinomiya. Quiero recordarles que soy un adulto de más de 20 años. Esos jueguitos de "Me quiere, no me quiere" no van acorde a una persona de mi edad.
No obstante, así se trate de alguien maduro, no puedo evitar sentirme nervioso por sus avances. Una cosa es ser consciente de ella, otra muy diferente estar de acuerdo con eso. Abrirle las puertas sería erróneo ya que no deseo meterme a otra sin darme el tiempo de conocer primero a la chica. Ese fue uno de los errores que cometí al proponerle un noviazgo a Haruka y procuraré no cometerlo pro segunda ocasión.
Como iba diciendo, la conversación a la que ese diablito de biblioteca trataba de meterla no funcionaba. Cada intento era rechazado con una simple mirada de fastidio. Los temas varios no procedían, empujados a la lejanía con un refinado revés y un soplido gélido.
La coraza indestructible de la Yuki-onna formaba una capa gruesa de hielo que separaba a los mortales de su presencia y pensamientos.
Decepcionado, ya no me entrometí, disponiéndome a ahora sí trabajar. Dudaba que Shinomiya consiguiera sacarle algo, o al menos eso fue lo que creí hasta que me demostró lo equivocado que estuve. Grande fue mi sorpresa cuando su insistencia no cesó, presionándola cada vez más a hablar, como si ella fuese la policía interrogando a un criminal sobre los delitos que cometió y de ese modo obtener un testimonio antes de llegar al veredicto para la posterior sentencia.
Pese a los intentos de liberarse de la sofocante presión a la que era sometida, poco a poco la armadura de hielo se fue quebrando, formando grietas de donde se filtraba cierta incomodidad fácilmente perceptible con un par de segundos de observación. Más pronto que tarde cedió al percatarse de la nula intención de su acosadora de detenerse en la impuesta entrevista.
Empezó a asentir y negar a las preguntas. No emitía ninguna palabra. Si el cuestionamiento podía resolverse con un mero movimiento de cabeza, daba su contestación de dicho modo. Por la enorme percepción y lectura de ambiente por parte de Shinomiya, lo entendió y se aprovechó de ello, profundizando los temas y formulando las dudas para que sean contestadas así.
Dieron inicio con preguntas banales sin significado o problema de responder en particular. Cosas sobre pasatiempos, interrogando sobre si ella contaba con otro pasatiempo a parte de estudiar día y noche sin detenimiento. La reacción fue sencilla, un movimiento en horizontal de lado a lado para negar. Por el momento podía confirmar que esa era la realidad, jamás supe de alguna actividad extra en la que ella participase.
Sonreía aliviado, suspirando con esa misma emoción como si un pesos e me quitase de encima de los hombros. Si bien mi relación con Haruka ha finalizado, no le deseo a nadie el hostigamiento de Shinomiya. Puede actuar como un animalito inofensivo, pero si se lo considera viable, te someterá a un terreno peligroso del que siempre tiene el control. A eso hay que añadirle que todavía no poseo conocimiento sobre de lo que conversaron aquel día martes. Todavía desconozco el significado de ese "Así que, por favor, no arruines mis planes..., lo cual me intriga.
Por lo pronto parece que sus intenciones de formar un lazo de amistad, explicación que me dio sobre su deseo de formar equipo, era genuino y real. O al menos esa fue la impresión que tuve cuando, de la nada, lanzó un dardo envenenado de su modo tan inocente y manso, tomando desprevenida a Haruka y de paso a mí, quien todavía escucha.
-Dime... Azusagawa-San... ¿Alguna vez has ido a la feria que se pone en el estacionamiento del centro comercial AEON MALL Makuhari Shintoshin...? ¡Dicen que es hermoso...!-
Una sensación de vacío se presentó en mi abdomen como un agujero negro que absorbía el interior sin detenimiento.
La piel se me erizó como de gallina y, poco disimulado, volteé de repente, causando que las patas de la silla rechinaran en un agudo sonido que silenció él aula.
En un instante de mutuo entendimiento, los ojos de Haruka y los míos se cruzaron, sudando frío, buscando auxilio y pasmados por el temor.
"Sh-Shinomiya... ¿Q-Qué demonios es lo que conoces de nosotros...?".
Reí con nerviosismo mientras una gota de sudor bajaba de mi frente y me aterraba la chica a mis espaldas.
-¿Qué sucede...? ¿Por qué todo de pronto se volvió pesado...? Solo hice una pregunta...-
Ella sonrió, mostrando desconocimiento de la mención tan acertada que realizó.
Tragamos saliva. El movimiento en nuestras gargantas se sincronizó, enseñándome un lado que no conocía de mi ex novia... inquietud.
Era increíble la forma en la que Shinomiya arropaba la pregunta con una personalidad tierna y despreocupada. A eso había que añadirle... su siguiente comentario...
-¡Mi padre dice que cuando era joven subió con mamá a la rueda de la fortuna...! ¡Es mi sueño tener una cita así con el hombre al que decida amar...! Y quizás... guardar el recuerdo en una foto...-
En esas últimas dos partes me miró fijamente de forma coqueta, insinuante. Sus lentes se deslizaron por el camino horizontal que se formaba en su nariz, mostrando al desnudo sus hermosos ojos color ámbar repletos de brillo.
"¿C-Cuánto sabe...? Me niego a pensar que sean preguntas al azar o mera coincidencia..."
Ese día fue la primera vez que me intimidó. Antes solo me generaba incomodidad o incluso vergüenza. Pero el viernes... un genuino terror me abordó.
"Se supone que esa cita fue durante la primera navidad que Haruka y yo compartimos. La primera y la única, sobra decir. En ese momento estábamos todavía en preparatoria ¿Cómo demonios se enteró si recién la conocimos al entrar a la universidad? ¿Quién eres? ¿Quién demonios eres?".
Por más que indagaba en mis recuerdos, el rostro tan particular de Shinomiya no aparecía en sucesos pasados, no se manifestaba en ninguna memoria como un personaje de fondo o semejantes.
Estoy seguro que de habernos conocido antes, la recordaría. Su personalidad y presencia pueden ser fácilmente ignorables ante su naturalidad retraída y excluida, no obstante, al haber sido y seguir siendo alguien similar, soy capaz de percatarme de se tipo de gente, mi propia especie.
Y, aun estando incómoda por eso, no por asomo era lo que peor me trató. No...
La reacción de Haruka emitía un claro mensaje que fue recibido rápidamente y causó punzadas en mi pecho con ferocidad, desenfrene y, sobretodo, odio.
Su ceño se frunció. Las cejas se arrugaron. Cada rastro inerte e inexpresivo de su fino rostro se retorció en una mueca de desagrado propio de un sujeto que observa a quien mayor oído le alberga en el mundo. Y ese cúmulo de malas emociones tuvieron como destinatario al pobre ex novio que se vio metido en el fuego cruzado. O sea, yo.
Y, de una tajante negación, mintiendo o fingiendo olvidar la innegable realidad, movió la cabeza de derecha a izquierda para responderle a la entrevistadora. Cada semi giro era hecho con violencia, como si el rotar los músculos del cuello le supusiera un enorme esfuerzo y se me culpara de ello por obligarla a realizarlo.
Mi piel se volvió blanca. Palidecí de tal manera que si se me comparaba con una hoja de papel por el color que poseemos, le ganaría sin rechistar o esforzarme.
Ella... Haruka... negó nuestra cita. No solo eso, la recordó y se mostró asqueada por revivir esas memorias.
Yo sé que no la olvidó. No soy un idiota. Si bien jamás pude leer su lenguaje corporal, ahora mismo no era necesario ser experto en ese ámbito para comprender lo que pensaba y sentía.
Era una furia imparable y seca, como una tormenta gélida que formaba estacas de hielo y se enterraban en mi carne repletas de intenciones asesinas y perversas.
Si antes mi piel se hallaba erizada, ahora se tensó de peor manera.
Lentamente agaché la cabeza, regresando a la posición natural de mi pupitre, alejándome del conflicto mientras escuchaba la voz de Shinomiya un tanto decepcionada por lo escuchado
"Sí que me odia. Cuando dijo que demos por muerto este asunto y fingir que nuestra relación nunca sucedió hablaba en serio".
Fue el pensamiento que me apenaba, contrariaba y entristecía. Aún cuando hemos terminado desde hace cinco días, no consigo siquiera borrar el efecto que sus frías palabras tienen en mi.
Supongo que solo el tiempo pondrá las cosas en su lugar y seré capaz de, como ella, fingir que el noviazgo solo fue un bache en la vida.
Había dejado de prestar atención a la conversación de detrás de mí. Honestamente, no era difícil distraerse cuando no parecía importar mucho lo que decían ya que regresaron a la banalidad de los temas del principio sin rozar fibras sensibles que me hiciesen reaccionar.
De vez en cuando volteaba ligeramente para continuar la vigilancia, aunque menos frecuente que antes. Cada vez que eso pasaba, intentaba aguzar el oído. No obstante, mis esfuerzos eran impedidos por Naoto Sumireko, quien me interrumpía de inmediato.
Él no necesitaba decir mucho; con solo una mirada o un movimiento leve, me hacía saber que estaba perdiendo el tiempo y me regresaba a lo que le interesaba en ese instante. El trabajo en equipo.
Naoto es un chico de poca presencia, como yo. No llamaba la atención en el aula, no destacaba, y parecía siempre desear que nadie notara su existencia. En efecto, luce idéntico a alguien de los míos.
Su cabello, en total desorden, tanto así que varios de sus mechones caían enfrente de su rostro, cubriéndolo en su mayoría,poseía un aspecto desaliñado, casi como si no le importara en absoluto su apariencia.
Usaba un cubrebocas, probablemente por alguna enfermedad que lo había dejado fuera el día que se formaron los equipos. O al menos esa fue la suposición que tuve.
Desde ese momento lo vi como alguien que los demás evitaban, alguien fuera de lugar. Normalmente los solitarios nos reflejamos en otros, suponiendo que nuestras desgracias son compartidas, proveyéndonos de un espíritu heroico que busca salvar al sujeto con el que empatizamos.
Pero, con el tiempo, me di cuenta de que me equivocaba. Naoto no se parecía en nada a mí. Él, a diferencia de lo que me sucedía, se encargaba de construir esa distancia que lo alejaban del contacto con terceros; en resumen, la responsabilidad de que esa exclusión existiera, era suya. Rechazaba severamente el contacto con los demás.
-Yukihira-San, solo presta atención, que esta cosa se entregará al inicio de la próxima semana-
Me decía de vez en cuando, con su tono frío y directo, reprendiéndome y obligándome a olvidar la conversación entre las féminas que se relacionaban conmigo de un modo u otro.
Era evidente que a Naoto le molestaba mi falta de concentración. Su voz, aunque controlada, tenía un filo que me hacía sentir como un niño regañado. Esa seriedad suya me incomodaba, me hacía sentir una presión constante, como si tuviera que seguir cada una de sus órdenes sin cuestionarlas. Parecía un perro al que un humano le dictaba lo que debía hacer, y yo obedecía sin pensar demasiado en ello. En definitiva, era una persona distinta a Shinomiya e Igarashi.
Cada vez que intentaba voltear o un ápice de intranquilidad era identificado por su afinada intuición, lo interrumpía tajantemente, como si se anticipara y fuese una sombra implacable.
Era frustrante. Parecía que nada se escapaba de su atención, y cada vez que me distraía, me lanzaba una mirada severa. No podía evitar sentirme sometido bajo esa vigilancia, como si no tuviera derecho a moverme o incluso a pensar en algo distinto al proyecto.
Aun así, trataba de escuchar, intentando captar al menos algún fragmento de la conversación detrás. Tal vez era simple curiosidad, tal vez solo una señal de aburrimiento ante la seriedad opresiva que este extraño ser infundía, pero llegué a la conclusión de que no sería posible entablar una amistad entre nosotros, por lo que me resigné a cumplir las labores en conjunto y que ese fuese el fin de la asociación. Probablemente también esa sea su intención, por lo que al menos en eso coincidimos.
"¿Por qué siempre me relaciono con personas problemáticas?"
Tengo la impresión de que entre menos sencillo sea de tratar, mayor será la atracción de ellos hacia mí. Quizás no me he enterado y desarrollé poderes sobrenaturales que fungen como el polo de un imán, siendo ellos el otro.
Las horas pasaron rápidamente y, sin darme cuenta, la última clase terminó. Me encontré, como ya era costumbre, saliendo de la universidad acompañado por dos flores en cada brazo: Shinomiya y Igarashi. Ambos éramos senpais para esta última, y aunque parecíamos un trío extraño, la dinámica resultaba sorprendentemente natural. Las conversaciones entre nosotros solían ser ligeras y triviales, un vaivén de temas sin mucho peso. Pero en algún punto, esa tarde, la charla adquirió un giro más inesperado gracias a la pequeña Igarashi.
-¡Senpais!-
Exclamó mientras sus ojos adoptaban un brillo repleto de entusiasmo y me soltaba del brazo para posarse delante nuestro.
-¡¿Les gustaría ir al centro comercial este fin de semana?! ¡Abrieron una nueva tienda de comida rápida y quiero probarla!-
Realizó la propuesta.
Era típico de ella, esa energía que le daba un toque encantador y espontáneo. A decir verdad, en los días que llevábamos conversando, tanto en persona como por mensaje, había descubierto un par de cosas interesantes sobre Igarashi. Una de ellas, quizá la más evidente, era su pasión por el mundo del anime y el manga; en cada oportunidad que tenía, sacaba algún tema relacionado. Sin embargo, había otro aspecto de ella que poco a poco fue quedando claro, algo que no esperaba al principio: su amor por la comida.
Para Igarashi, la comida no era solo una necesidad o un simple placer. No, ella se consideraba casi una erudita en el tema, una verdadera conocedora. Decía, con la confianza que solo los verdaderos aficionados tienen, que podía detectar los mejores y peores lugares para comer con solo probar una vez. Pero no fue hasta que me mostró su teléfono que realmente me di cuenta del nivel de su dedicación. Todavía recuerdo cómo, con una sonrisa traviesa, me enseñó su perfil en una conocida plataforma de reseñas.
Al principio, pensé que se trataba de una broma, pero cuando vi la cantidad de reseñas que había publicado, la sorpresa me dejó sin palabras. No eran unas pocas reseñas casuales ni comentarios dispersos aquí y allá; Igarashi había hecho más de mil reseñas, cubriendo prácticamente todo el país. De norte a sur, este y oeste, parecía que no había rincón de Japón sin una opinión suya. Cada entrada era detallada, con observaciones que iban desde la textura de la comida hasta el ambiente del lugar. Su puntuación y análisis eran tan meticulosos que, según ella, incluso algunos chefs y restauranteros la respetaban como una figura influyente en el ámbito.
Así que, en resumen, si alguien sabe dónde comer bien, esa era ella.
La manera en que hablaba de comida reflejaba pasión y orgullo; era evidente que para ella, cada plato representaba una pequeña aventura. Y, si soy sincero, su entusiasmo era contagioso. La idea de ir al nuevo restaurante de comida rápida no me había parecido gran cosa al principio, pero cuando ella lo propuso de esa manera, con esa chispa tan suya, comenzó a sonar como una experiencia que realmente valdría la pena.
Observé a Shinomiya, que se mantenía en silencio, pero que no parecía del todo indiferente a la idea. De alguna manera, ella también estaba intrigada.
-¡¿Comida...?! ¡Suena genial...!-
Incluso emocionada, no abandonaba su forma tan lenta y pausada de hablar. Aunque sus anteojos se iluminaron en un reflejo de su entusiasmo casi infantil al oír la propuesta.
-¿Comida rápida?-
A diferencia de ellas, solo murmuré, ladeando la cabeza con una leve duda.
Contrario al caso Igarashi, para quien este tipo de comida parecía una delicia prometedora, yo no estaba del todo convencido. Había pasado los últimos cuatro años en un régimen de dieta estricto junto a Haruka, cuidando cada aspecto de mi alimentación para mantener un cuerpo saludable. Hamburguesas, postres y todo eso habían desaparecido de mi vida hace tanto que incluso había olvidado su sabor. Quizás, en algún rincón de mi mente, esa forma de vida se había convertido en una costumbre tan arraigada que ya no cuestionaba.
-¡Sí!-
Respondió emocionada quien sugirió la idea.
-¡Dicen que es una cadena de restaurantes extranjera que quiere probar vender sus productos en Japón! ¡Seremos parte de un experimento!-
Añadió detalles sobre ese nuevo local. No obstante, por su distracción y desconocimiento, pronunció un término que tenía implicaciones serias, así como dolorosas, en mí ser, causando una reacción en mi interior.
La palabra "experimento" hizo que una punzada de incomodidad me atravesara.
"-Solamente lamento haber perdido 4 años en este experimento sin un resultado satisfactorio-".
Las punzantes palabras finales de Haruka resonaron con frescura en mi cabeza, haciendo eco. La mención me llevó, inevitablemente, a recuerdos de Haruka y sus comentarios que hacían que me sintiese "su rata blanca de laboratorio" en sus análisis sobre las relaciones amorosas. Como si estuviera haciéndome alguna especie de prueba... ¿Incluso ahora sigo cuestionándome si eso es lo que realmente había sido?
-¡¿Fueh?! ¡¿Senpai?!-
La voz de Igarashi me trajo de vuelta a la realidad, notando su mirada preocupada por mi repentino silencio y vacilación.
-¿Te sientes bien, Yukito...?-
Preguntó Shinomiya, deteniendo su andar y observándome con atención mientras volvía a emplear mi nombre como forma para referirse a mí con completa naturalidad. Tal vez, al estar tan cerca, evidentemente notó cómo mi cuerpo se había tensado, reaccionado,ante aquella palabra.
Pude sentir su mano alrededor de mi brazo, y su calidez contrastaba con la rigidez que invadía mis músculos. Quizás... quería calmarme.
-Sí... sí, estoy bien-
Respondí finalmente, tratando de sonreír para disipar su preocupación. Pero en el fondo, sentía esa pequeña presencia de Haruka en mi mente, una versión miniatura suya susurrándome al oído, como una sombra persistente que me recordaba mis propios temores, mis propias inseguridades. Era como si soplara un viento frío en mi nuca, haciéndome estremecer.
Mientras intentaba reponerme, sentí una humedad cálida en mi mejilla. Sin darme cuenta, una lágrima había escapado. La pasé rápidamente con la mano, tratando de ocultarla. Maldije en silencio los traumas que aún me perseguían, esas heridas que, aunque intentara ignorar, seguían doliendo de vez en cuando.
-Senpai...-
Fui llamado por segunda ocasión. Esta vez en menos volumen.
Sacudí la cabeza, deshaciéndome del aturdimiento para recuperar una actitud menos lúgubre y de ese modo abordar prontamente la propuesta de reunión.
-¿En qué centro comercial se encuentra ese restaurante? Y sobretodo ¿Cuándo y a qué hora iríamos?-
Regresé al asunto del sitio de comida rápida, haciéndole un par de cuestionamientos antes de que se siguiese preocupando por mi salud mental.
Ella sacó el móvil desde su bolsillo y me mostró una imagen.
-¡Es en Mitsui Outlet Park Makuhari! ¡Queda cerca de mi casa!-
Reveló, enseñando la ubicación a su vez que algunas referencias, cosas que no eran necesarias dado que conozco el sitio... mejor de lo que cree. La biblioteca que Haruka y yo solíamos visitar los fines de semana en nuestros repasos académicos se hallaba a unos cuantos kilómetros de ahí. Siempre quise invitarla a comer allá, pero jamás tuve el valor y con el pasar de los años desistí.
Mientras estábamos en eso, Shinomiya solo alternaba su atención cada que uno de nosotros dos hablaba, como un bebé que volteaba a donde se originaba ruido.
-Respecto al día y la hora... el día de mañana me pidieron cumplir jornada completa en mi trabajo, por lo que el sábado es imposible para mí-
Se sostuvo la barbilla, pensativa y mordiendo con ligereza su labio mientras su mente carburaba la formación del plan.
No te preocupes Igarashi, sé que puedes hacerlo.
"Los comentarios sarcásticos creo que son totalmente míos, no me los inculcaron".
Pensé. Sinceramente, debido a lo marcado que soy en los estudios, tiendo a bromear y alardear sobre mi supuesta superioridad. Sé que está mal, pero al menos no salen de mi cabeza.
-Entonces tendría que ser el domingo. Sé que es un día familiar, pero es el único que tengo libre. ¿Les parece a mediodía?-
Nos consultó, llegando a una resolución.
-No tengo problema. M-Mi familia seguramente tendrá planes entre ellos de los que no estoy enterado, así que estoy libre...-
Dije con nerviosismo, sintiéndome herido por la deprimente explicación.
-Esa es una buena manera de romper el estado de ánimo, Yukihira-Senpai ¿Seguro que no quieres hablar de eso?-
Igarashi me miraba con condescendencia y lástima. Puede ser muy hiriente cuando se lo propone. Lo peor de todo es que lo decía con sinceridad, preocupación pura, por lo que no podía siquiera ofenderme.
-¡El punto es que tengo desocupado el domingo!-
La interrumpí, reafirmando mi respuesta y no desviarnos del asunto.
Siendo sincero, así Shinomiya me asuste e Igarashi sea difícil de tratar por su enérgica personalidad, me alegra ser incluido en planes grupales. Es increíble lo mucho que avanza esta amistad surgida hace menos de cinco días. Quizás era lo que necesitaba, una experiencia rápida sobre lo que es el cariño y la amistad después de años de no experimentarla.
No obstante, hablando de la pequeña chica aferrada a mi costado, su agarre aumentó en fuerza, como si reaccionara a uno de los comentarios en el intercambio donde se le excluyó inadvertidamente.
Bajó lentamente la cabeza, mostrándose frustrada o triste. Sinceramente en este punto se me complica en demasía leerla. Si Haruka era un libro encadenado, Shinomiya es meramente un libro a mil metros bajo el nivel del mar en lo que respecta a interpretar sus emociones.
Se quedó en silencio un instante, con la vista fija en el suelo. Cuando finalmente levantó el rostro, noté una expresión de tristeza escondida tras una sonrisa suave, como si se debatiera entre sus propios deseos y el apoyo a nuestras ideas.
-Me temo que... no podré el domingo...-
Aclaró su inquietud, dándonos una contestación cuanto menos inesperada.
Igarashi ladeó la cabeza, confundida y con una pequeña arruga en el ceño.
-¿Eh? ¿Por qué, Shinomiya-Senpai? ¿Tienes algo que hacer? Si es así, podríamos aplazarlo hasta la tarde-
Preguntó con genuina curiosidad, ofreciendo una solución. Sin embargo, haciendo una pausa mientras su mirada se desviaba un poco mientras juntaba sus manos frente a ella, un gesto nervioso que rara vez le veía, la susodicha le respondió:
-Es que... tengo un compromiso académico en la mañana... y por la tarde... tengo que visitar a mis abuelos... es el cumpleaños de mi abuela, y no puedo faltar... por lo que, el domingo entero... sin importar la hora... estoy ocupada-
Vi cómo el ánimo de Igarashi se desinflaba. Sus hombros se hundieron un poco, y sus labios se torcieron en una ligera mueca de decepción. Yo mismo sentí algo parecido, aunque comprendía que para Shinomiya esos compromisos eran importantes. La familia era un pilar esencial para ella, por lo que se puede llegar a interpretar debido a su negativa.
-¡P-Pero pueden ir sin mí...!-
Notando el estado de ánimo por los suelos, haciendo un esfuerzo por sonreír de nuevo, con una ternura que intentaba suavizar el momento, ofreció la alternativa.
-No tengo problema... de verdad...-
Antes de que jugara la carta de despreocupación para instarnos a ir, nuestra pequeña Kohai la interrumpió.
-¡No!-
Protestó la antes mencionada rápidamente, con una expresión decidida y las manos en la cadera.
-No podemos ir sin ti! ¡Somos un trío de amigos! Si uno no puede ir, no vamos ninguno. ¡Así que será el próximo fin de semana!-
Dijo decidida y repleta de determinación. A pesar de su gran estatura, Igarashi lograba proyectar una presencia firme y cálida cuando se trataba de proteger o cuidar de sus amigos, algo que en verdad aprecio porque significa que nos ve de tal modo.
No pude evitar sonreír ante su entusiasmo inquebrantable y asentí, apoyando la decisión.
-Tiene razón. No sería lo mismo sin ti, Shinomiya-San-
Añadí, dirigiéndole una mirada llena de complicidad.
Ella nos miró a ambos, y sus ojos parecieron brillar con algo más que alegría; había un toque de gratitud, un leve destello que mostraba lo mucho que nuestra consideración significaba para sí misma.
-Entonces... está decidido...-
Dijo, esbozando una sonrisa más relajada. Pero después de un momento, su expresión se tornó reflexiva y añadió, como si estuviera debatiendo consigo misma.
-Aunque... si quieren... pueden salir ustedes dos solos este domingo... no tiene que ser al restaurante...-
Comunicó, posando su dedo índice encima del labio y viendo hacia arriba en profundo análisis.
Tengo un terrible presentimiento de lo que viene.
Tanto Igarashi como yo nos miramos, desconcertados. No esperábamos esa sugerencia, y la idea de pasar tiempo juntos sin el tercer miembro del grupo era algo que no habíamos contemplado.
-De verdad... pueden hacerlo...-
Insistió.
-Yukito... tú tienes la intención de formar más amistades... ¿no? Además... con las clases y todo... ambos apenas se ven... Este sería un buen momento para que... formen lazos... y una amistad más estrecha... sin que yo tenga que estar con ustedes...-
Se dirigió a mí en esa última parte. Si no hubiese presenciado su personalidad manipuladora y retorcida de primera mano, lo tomaría como un gesto amable de ayuda genuina a mi objetivo. No obstante, dado que ese no era el caso, se me imposibilitaba no sospechar de las intenciones con las que propuso aquello.
¿Saben qué? Malintencionada o no, tiene razón. Una salida con Igarashi si beneficiaría la amistad. Conocernos en un ambiente distinto al que normalmente hemos frecuentado desde nuestro primer encuentro traería consigo un nuevo panorama en los lazos a formar, permitiéndonos indagar en el otro.
Me avergüenza el ir en solitario con una chica. Si bien la confundí con un hombre por momentos, ahora que sé que no lo es y me fijo en ella, he de admitir que es hermosa y, de rasgos finos. Cualquier hombre en mi posición estaría apenado.
Las cosas que conozco sobre salir con otros se limitan al conocimiento absorbido durante mis "citas" con Haruka, por lo que tendría que estudiar para actualizar la información.
-¿Are? Yo no tendría inconveniente de salir con Yukihira-Senpai. P-Pero... ¿A él le gustaría?-
Dijo, disminuyendo el volumen de su voz cuando me consultó por mi opinión.
Así se trate de una estrategia o lo haya sugerido con otro fin, la verdad deseaba salir con Igarashi, por lo que, de forma amable, asentí.
-Será divertido. Vamos-
Respondí, cediéndole la razón y aceptando voluntariamente participar en el juego de Shinomiya, poniéndome en la palma de su mano, a disposición de lo que busque.
Sin embargo, ante la positiva, sus ojos se abrieron al igual que su boca, impresionada, como si no esperara que aceptara.
¿Qué fue lo que recibí a cambio de salirme del camino? Sencillo, una sonrisa. Una dulce sonrisa repleta de sinceridad que me daba cierta calma. Ese simple gesto fue suficiente para darme la impresión de que era sincera y transparente. Por lo menos supongo que la petición fue carente de malicia.
-¿Nos vemos en AEON MALL Makuhari Shintoshin a mediodía?-
Intenté que mi voz sonara segura, aunque sentía las mejillas ardiendo. Tomar la iniciativa no era algo que hiciera a menudo, y mucho menos en situaciones así.
Para mi sorpresa, Igarashi se quedó boquiabierta mientras el rubor cubría sus mejillas. Tras un segundo de quedarse inmóvil, finalmente asintió, sin poder ocultar su nerviosismo, lo cual, de alguna manera, me tranquilizó un poco al no ser el único de esa manera.
Pero antes de que pudiera respirar aliviado, sentí un pequeño pellizco en el brazo que me arrancó un quejido de dolor. Miré a mi lado, y ahí estaba Shinomiya, con su ceño fruncido y una expresión que combinaba entre celos y molestia.
-Tampoco actúen coquetos a mi lado...-
Exigió formando con sus labios una ligera mueca que parecía más una queja infantil que algo genuino.
-¡No estamos coqueteando!-
Respondimos Igarashi y yo al unísono, ambos casi gritando.
Nos miramos un segundo después, sorprendidos por haber dicho exactamente lo mismo, lo que solo hizo que nuestros rostros se calentaran aún más.
La tercera a en discordia levantó una ceja, claramente sin convencerse, inflando sus mejillas en un tierno puchero que desapareció cuando bajó los hombros, resignada al ser la responsable de que en primer lugar la "Cita" se desenvuelva. Sus celos apenas disfrazados quedaron como un detalle más de la escena, algo que, en retrospectiva, nos haría reír.
Eso nos llevaba de regreso al principio de lo que narraba. Como dije, estoy de pie frente a la entrada principal del AEON MALL, tratando de no mirar el reloj por tercera vez en los últimos cinco minutos.
Mis manos sudaban, y aunque intentaba mantenerme calmado, no podía evitar deslizar una y otra vez el dedo en la pantalla de mi celular, revisando las redes sociales con desesperación, como si eso fuera a hacer que el tiempo pasara más rápido. Alerta de spoiler, no lo hizo. El algoritmo me mostraba cosas de parejas en una mala broma de esta maldita tecnología, como si supieran que hoy tendría un compromiso con una linda chica.
El corazón me latía más rápido de lo normal, y sentía que cada segundo que pasaba, la espera se volvía más incómoda. No sabía si era por los nervios de la situación o porque la espera me tenía ansioso, pero me esforzaba en respirar profundamente, intentando calmarme.
Miré alrededor, esperando ver a mi Kohai aparecer en cualquier momento. Aunque nos hemos visto en la universidad casi a diario, esta era la primera vez que quedamos para algo fuera de ese ambiente, y me di cuenta de lo importante que era para mí que salga bien.
Encontrar qué ponerme fue un desafío. Al principio, pensé que cualquier cosa sería suficiente ya que no le di la importancia suficiente al asunto, no como al principio en mis primeras salidas con Haruka. En parte supongo que esa es la razón por la que no dimensioné las implicaciones que conformaban este "inofensivo" compromiso.
Pero, cuando me miré en el espejo esa mañana, cuando tuve de frente al Yukito nuevo, dudé porque no había cambio con él yo anterior.
¿Pantalones oscuros o algo más casual? ¿Camisa o sudadera? Era como si ninguna opción realmente me convenciera, y al final, fue Rena quien terminó eligiendo el conjunto perfecto.
Las prendas que eligió fueron una camisa blanca de tela suave con un par de botones desabrochados y una chaqueta de mezclilla que me quedaba un poco más ajustada de lo que estoy acostumbrado a usar, acompañada de unos pantalones oscuros que completaban el look de manera simple pero arreglada.
"¿En dónde demonios estaba esa ropa? No recuerdo haberla comprado. Tal vez... ¿Ella las guardó para cuando me encuentre en una situación cómo está?".
Cuestioné, aterrado por la percepción de esa pequeña chica con alas de ángel y personalidad demoniaca.
-¡Suerte en tu cita con Igarashi-senpai!-
Me soltó Rena de golpe al terminar de vestirme, con una sonrisa traviesa en el rostro, orgullosa.
Todavía recuerdo que me quedé completamente congelado al escucharla.
Ni siquiera le había dicho con quién iba a salir, y tampoco que lo consideraba una "cita". La había mantenido en secreto hasta la noche anterior, temiendo que sobretodo ella se enterara y me entrevistará, cuando le pedí permiso a mis padres para ir al centro comercial.
Sin embargo, ahí estaba ella, adivinándolo todo sin que yo dijera una sola palabra aunque tengo la impresión de que no se trata de adivinación, si no de información recopilada.
Me fue difícil tragar y fingir genuino agradecimiento antes de agradecerle por sus buenos deseos.
Además, fue evidente que sabía lo de Igarashi y Shinomiya desde antes. Esa vez, después de la entrega de chocolates, que cabe recalcar que me obligó a darles sin preguntarme, me mostró una serie de fotos que había tomado en secreto cuando entregué los dulces. Ahí fue que comprendí por qué sentía como si me observaran en esos momentos. Claramente no se trataba de mera paranoia, si hubo ojos vigilándonos a la salida.
-¡Shinomiya-senpai se ve muy linda! ¡Dan ganas de abrazarla!-
Fue la impresión que mi hermana menor dio con entusiasmo, sin conocer la su verdadera naturaleza.
-Pero Igarashi-senpai también tiene lo suyo. ¡Ambas tienen mi sello de aprobación!-
Estás muy lejos de lo que en realidad sucede en nuestra relación, Rena.
Sacudo la cabeza, intentando olvidar esos recuerdos y volviendo a enfocar la vista en la entrada.
Guardé el teléfono en el bolsillo y me puse a observar a cada persona que pasaba, intentando ignorar los nervios. Siento como si estuviera atrapado en una película, en esa escena en la que el protagonista espera y el tiempo parece avanzar mucho más despacio de lo normal.
La gente a mi alrededor parece tener prisa, como si supieran exactamente a dónde van. Yo, en cambio, solo espero a que ella aparezca.
La misma inquietud que me apenaba el día en que Haruka y yo nos reunimos en este mismo centro comercial se volvió a manifestar. Inhalé y exhalé para que los nervios a flor de piel se apaciguaran y así no mostrarme lamentable ante mi Kohai.
Los minutos pasan hasta que, de repente, escucho una voz alegre y familiar llamando a la distancia. No fue necesario saber de quien se trataba. Solo oyéndola daba con la respuesta.
-¡Senpai!-
Gritó Igarashi, acercándose corriendo a mi dirección.
Por un momento, todo alrededor se detuvo, impresionado ante la nueva versión de esa chica poco femenina que normalmente veía.
Su atuendo otoñal resalta a la perfección. Lleva una chaqueta de lana color crema sobre una blusa ligera de tonos cálidos y una falda de cuadros que llega justo por encima de las rodillas, siendo la primera vez que la observaba usando una así.
Completaba el look con unas medias oscuras y unas botas que le dan un toque más elegante. Su cabello, suelto y brillante, rebota al compás de sus pasos, mientras sostiene una boina que parece querer escaparse con el viento empinado a su rostro al acelerar el paso con vehemencia.
Un bolso con una cinta desde el hombro golpeaba suavemente su cadera al correr, añadiendo movimiento a su figura.
Más pronto que tarde, nuestros ojos encontraron al otro, provocándome un repentino brinco en el pecho.
Ella se detuvo enfrente de mí, respirando un poco agitada, para después regalarme una sonrisa que combinaba disculpas y diversión.
-Lo siento por hacerte esperar, Senpai...-
Expresó de forma suave, jadeando y recuperando el aire luego de apresurarse a llegar al punto de reunión.
Intentando restarle importancia, sacudo la cabeza.
-No hay problema. Yo recién llegué también-
Le respondí, despreocupándola.
Noté que suspiró con alivio, y eso me hizo sentir algo culpable al mentirle.
La verdad es que Rena me obligó a salir con una hora de anticipación, así que había estado esperando aquí casi media hora. No obstante, un caballero, a palabras suyas, ha de estar desde antes y decir "Recién llegué" al encontrarse así lleves dos horas de pie bajo el infernal sol de Chiba.
"¿Cómo sabe tanto de citas esa chica?".
Me pregunté mentalmente, cansado y un tanto molesto.
Por lo que sé, Rena no ha tenido novio ni nada similar, y sin embargo parece comprender este tipo de situaciones mucho mejor que yo.
-Entonces, ¿a qué lugar quieres ir primero?-
Intentando volver al presente, aclaré mi garganta y le pregunté a Igarashi.
Pero ella no me respondió, en cambio, se cruzó de brazos y miró a otro lado, como si esperara algo. Me confundió su reacción, y me limité a observarla, tratando de entender. De reojo, noté cómo, de reojo, miraba su propio atuendo, casi dándome una pista.
Las indirectas eran tan evidentes que casi podría llamarse directas, y al final, la respuesta finalmente me golpea. Abro la boca, un poco avergonzado por no haberlo entendido antes.
-Te ves... realmente hermosa, Igarashi-San-
Dije, sintiendo el calor en mi rostro. No estoy acostumbrado a este tipo de halagos. Años de contenerlos ya me pasaban factura.
-Gracias por darte cuenta, Senpai. Mi mamá me prestó esta ropa porque no tenía nada que me pareciera apropiado para hoy-
Me respondió, irónica. Una sonrisa se dibujó en su ruborizado rostro mientras daba semi giros para que su falda se ondeara con el paso del aire.
-Sí, te entiendo, es el mismo caso para mí. Mi hermana menor tuvo que elegir este atuendo porque, según ella, nada de mi guardarropa era adecuado-
Confesé, soltando una risa ligera, coincidiendo en eso.
-Tu hermana tiene buen gusto. Te queda bien-
Comentó, mirándome de arriba abajo y levantando el pulgar en aprobación.
El comentario me hizo sonrojar, pero antes de poder responder algo más, ella se aferró a mi brazo de manera tan natural como lo había hecho en la universidad, dejando claro que no tiene intención de soltarse. Sentí cómo su brazo se acomoda contra el mío, y el calor que desprendía su cercanía provocó que mi corazón se acelerara.
-Esto... estamos en público-.
Intenté decirle en voz baja, sintiendo la necesidad de advertirle de la múltiple cantidad de gente que nos rodeaba. Comportarnos con tal cercanía en sitios públicos difería de las ocasiones en las que lo hacíamos.
Sin embargo, contrario a lo que esperaba, solo sonrió y se encogió de hombros, ignorando por completo mis palabras.
-No me importa, Senpai. Además, que la gente crea que soy tu novia no sería malo...-
Acompañó la contestación lanzando una mirada pícara, guiñándome el ojo de modo coqueto.
Esa confianza descarada me hacía sentir descolocado, no pudiendo evitar que el nombre de otra mujer hiciese eco en mi cabeza.
"¡En algo tienes que ver tú, Shinomiya!".
Estoy seguro de que esa actitud confiada y directa de nuestra pequeña e inocente Igarashi se debe a la influencia de ella, que, aunque ausente, parece haber dejado su marca en este encuentro mediante instrucciones establecidas previo a nuestro encuentro.
¿Será posible que todo esto haya sido un maquiavélico plan orquestado desde el principio por ambas? El mencionar el nuevo restaurante de comida rápida, la negativa de Shinomiya y la sugerencia de que nosotros compartamos tiempo de calidad este fin de semana sin que nadie nos moleste o terceros en el escenario.
De ser así ¿Con qué objetivo lo hicieron? ¿Qué ganaban? Es frustrante y me da migraña darle vueltas ¡Son muy complicadas las mujeres! ¿O yo demasiado crédulo?
No tenía sentido pensarlo en demasía. No cuando a lo que me enfrentaba apuntaba a ser una cita de hombre y mujer. Ninguna chica desinteresada se arreglaría tan bien como ella al salir. Dicho sea de paso, creo que no hay mujer que en primer lugar aceptaría reunirse con un chico sin que este capte como mínimo su atención, así sea en el ámbito romántico o no.
Suspiré, agotado. Parece que la calma de la que tanto rechisté en los últimos años trajo consigo mi karma llamado "Amigas problemáticas". No me quejo, le da un poco de emoción a la vida. Pero por favor, al menos denme un respiro y la oportunidad de acostumbrarme.
Y así, entre bromas, comenzamos a caminar por el centro comercial. Sin percatarme en un principio que Igarashi no era la única a la que conocía dentro del mismo. Porque, por el rabillo del ojo, dos chicas muy parecidas a Shinomiya y Haruka captaron mi atención...
Un escalofrío recorrió mi espalda, sumiéndome en nerviosismo y deteniendo mi andar en seco.
"¿Q-Qué fue eso...?".
Traté de voltear hacia atrás, donde las imponentes presencias de esas dos mujeres fue captada por mi sexto sentido para los chismes.
Por un breve segundo vi de espaldas a dos mujeres con la misma estatura que ellas. La diferencia era notable en la altura y tampoco reducía mis sospechas el hecho de que sus cabellos eran demasiado similares.
Pero... era imposible que estuvieran aquí ¿No?
-¡Senpai! ¡Vamos a la tienda de peluches!-
Antes de que pudiese seguirlas, Igarashi me sacó del trance, jalándome para dirigirnos a la primera tienda de su interés.
-¡E-Espera...! ¡Creo que las vi...!-
-¡Concéntrate en mi, Senpai! ¡Solo en mi!-
Sin derecho a replicar, seguí el tirón de mi Kohai, como si mi cuerpo fuese delgado como un fideo aguado.
Ella hizo énfasis en que le otorgara toda mi atención... ¿Por qué?
Ya dentro de la tienda de peluches, Igarashi deambulaba con sus ojos brillando como los de una niña en una juguetería.
Yo la seguía, observándola mientras tocaba con cuidado algunos peluches, como si evaluara cada uno hasta encontrar el adecuado. Hasta que, finalmente, se detuvo frente a un pequeño oso de aspecto tierno y levemente angustiado, con gotas de sudor tejidas en hilo azul bajo los ojos redondeados.
-¡Yukihira-Senpai, mira!-
Exclamó emocionada, dándose la vuelta y extendiendo los brazos mientras alzanba el peluche hacia mí.
-¡Este osito eres tú! ¡Tiene la misma expresión angustiada! ¡Comprémoslo!-
Mi primera reacción fue una sonrisa de incredulidad. Observé el peluche y no pude evitar sentirme ligeramente identificado con el rasgo que ella describió, lo cual en parte hirió mi ego al comprender la impresión que le genero. Supe que esto no se podía quedar así y me negaba a rendirme tan fácilmente.
-¿A-Ah, sí? Pues yo creo que este...-
Dije, volteando a todas partes hasta hallas mi objetivo y señalar a otro estante donde un peluche más alegre y vivaz, de ojos enormes, responsaba en soledad. Se trataba de un conejo color beige con detalles en marrón oscuro, dándole un patrón pardo a su pelaje.
-Te representa mucho más a ti que ese oso a mí-
Expresé orgulloso, buscando que se sintiese ofendida y fallando estrepitosamente en el proceso.
Contraria a la reacción que esperaba Igarashi me miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendida por mi elección. Trotó ligeramente, abrazando ese conejo para luego dejar escapar un grito de entusiasmo.
-¡Waaa! ¡Es tan lindo! ¡Es muy lindo! ¡¿Acaso es así como me ves senpai?! ¡¿Cómo una linda liebre?!-
Comunicó sin contener su emoción, lanzándome esa pregunta fuera de lugar mientras abrazaba ambos esponjosos animales con fuerza. Sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso y la sonrisa que esbozó de oreja a oreja tuvo un efecto inesperado en mi pecho.
-E-Estoy casi seguro de que es un conejo, no una liebre-
La corregí, rascándome la nuca y evitando el contacto visual.
"¡Luce demasiado femenina!".
Grité internamente, presionando mis párpados contra los ojos en señal de frustración ante el subidón de azúcar que me provocaba sus reacciones al maravillarse con facilidad por cualquier cosa e ignorando la pregunta que me lanzó debido a su mala interpretación de mis intenciones.
-¡Mou~! ¡Quiero quedarme ambos!-
Se retorció de lado a lado, dudando en cual comprar, como una niña pequeña en dilemas.
La infantil reacción que enseñaba con total naturalidad, sin pena o temor de mostrarse como verdaderamente es, me hizo sonreír con sinceridad.
Me quedé embobado sin quitarle la vista de encima, mientras ella apretaba el par de peluches contra su pecho para que, seguido de esto, los sujetara con una mano a cada uno y se pusiera a pensar en la elección.
Por un instante, pensé en decirle algo... algo que quizás habría sido un cumplido o una simple observación sobre lo bien que le quedaba aquella expresión de felicidad.
Pero el pensamiento quedó atrapado en mi mente, mis labios temblaron y las palabras se atragantaron en mi garganta. Al final solo me limité a desviar la mirada, sintiendo una extraña calidez que intenté ignorar.
-Igarashi-San... ¿Qué tal si tú compras el que se parece a ti y yo el que se parece a mi?-
Sugerí, enmascarando mi vergüenza al evitar que nuestros ojos se encontraran.
-¡¿Eh?! ¡¿En serio?! ¡Podríamos intercambiarlos cada semana para que nos acompañen!-
La idea la emocionó. Me alegró serle de ayuda ante su dilema. Sinceramente, en este mundo repleto de máscaras y temor a ser juzgados, Igarashi lucía como la persona más auténtica que he conocido. Aunque, tampoco es como si mi círculo social antes haya sido extenso.
-O mejor aún...-.
Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro, causándome incómodas y expectación por lo que diría.
"A ver qué fue lo que te dijo Shinomiya. Es mala influencia para ti ¡No sigas sus consejos! ¡Vuelve a la luz!"
Pensé, tensándome como si estuviera a punto de recibir un puñetazo de un boxeador profesional.
-¿Qué te parece si mejor tú compras el que se parece a mí y yo el que luce como tú? De ese modo... será como si nos tuviéramos... el uno al otro...-
El volumen de su voz diminuyó al concluir su pedido, levantando ambos sobre su cara para que no la viese, pero de entre los peluches pude encontrar su sonrojada piel al rojo vivo y un poco de vapor desprendiéndose de su cabeza como ocurre típicamente en los animes.
Si te avergüenza, no lo digas. Evítate la pena.
No obstante, no era la única que sufrió los estragos de la propuesta. Mentiría si dijese que no tuvo efecto en fuerte en mí. Era de hecho lo contrario, si sus síntomas eran sencillos de percibir, los míos eran un grito al aire de lo que sentía.
Frotándome los párpados, mostrándome dubitativo para no darle a entender que estaba nervioso, respondí con la mejor voz que pude entonar.
-Me parece bien...-
Fue breve, sin indagar en explicaciones. Cumplirle este capricho podría ser parte de lo que se considera una amistad.
-¡¿Eh?! ¡¿En serio?!-
Parece que no tenía esperanza de que aceptara, razón de su exagerada sorpresa.
Me limité a asentir, confirmándole mi respuesta.
Se volvió a aferrar a mi brazo, deslizando el suyo debajo y afianzando el agarre como una llave de lucha. Su mano aplastó en mi pecho el peluche de conejo.
-¡Entonces vayamos a pagarlos, Senpai!-
Tomó la iniciativa, deshaciéndose de los signos de antes.
Se me arrastró hasta las cajas. La vi de costado y las comisuras de sus labios, temblorosas, se curveaban en una sonrisa que solo podría definirse como real y hermosa.
Esto... esto no era una tonta estrategia o plan maquiavélico de un tercero. No... identificarlo de ese modo era un insulto a los esfuerzos de Igarashi que, por lo pronto, está más comprometida que yo en esta cita y que todo en la misma salga bien.
Yo... quiero corresponder a esas ganas.
-Por cierto, Senpai-
Ya estando por pagar, habló.
-No se te ocurra hacerle nada extraño ¿Si? Dicen que algunos hombres son pervertidos en potencia. Y es curioso que esa advertencia me la diese mi padre...-
Dijo, posando su dedo encima del labio y mencionando un estereotipo extraño, así como alejado de la realidad, sobre los comportamientos de los pertenecientes al género masculino.
-¡Eso es lo que haría alguien mal de la cabeza! ¡Ser hombre no tiene nada que ver! Además ¡¿A qué te refieres con no hacerle nada extraño?! ¡S-Solo lo dejaré en mi cama!-
Repliqué, visiblemente nervioso y levantando la voz de más.
-Fufufu ¿Así que podría decirse que tú y yo dormiremos juntos? ¡Qué bien! Yo también dormiré con el que luce como tú-
Tergiversó mis palabras. Quieres molestarme, sé que tu meta es causar reacción en mi interior y no te daré el gusto de ello.
-S-Solo paguemos y vayámonos...-
Entregué mi tarjeta de crédito a la cajera que se divertía a cuesta del sufrimiento ajeno y la tomó.
La inocente Igarashi no plantearía un escenario fácilmente malinterpretable, alguien la ha corrompido ¡Y prometo encontrar al responsable!
Después de salir de la tienda, ya cada quien con una bolsa en la mano que contenía la reciente adquisición, ella entrelazó nuestros brazos de nuevo, sin consideración por el espacio personal tal como Shinomiya, y me arrastró hasta una tienda de ropa.
Se detuvo en la entrada, con una expresión de desafío en el rostro.
-Muy Bien, Yukihira-Senpai. Sé que es extraño lo que pediré, pero necesito tu ayuda-
Me dijo, cruzándose de brazos y posicionándose delante de mí, resaltando su figura como una muralla impenetrable de la cual no podría pasar hasta oír su solicitud.
-Dado que mi atuendo en esta cita fue prestado por mi madre, creo que es hora de actualizar el guardarropa, de repetirse la ocasión de una salida junto a un chico, claro está. Así que, por favor, ayúdame a elegir algo que pueda usar el siguiente domingo-
Emitió el pedido, justificándose de forma innecesaria pero totalmente seria, lo cual me impedía rechistar o negarme. Además, no había una razón por la cual negarme más que mi inseguridad en los temas de la moda. Mi opinión no resultaría de de ansiada ayuda.
Solo solté un suspiro, fingiendo resignación.
-No estoy seguro de ser el mejor para esto, Igarashi-San. Yo mismo dependí de Rena para vestir-
Respondí, avisándole de los problemas que habrían al considerar el punto de vista de un inexperto, no obstante, fui ignorado estrepitosamente y sujetado de la mano, introduciéndonos en la tienda.
"¿Ninguna mujer planea escucharme en mi vida?".
Sudor me bajó de la frente, harto por la aparente poca presencia que poseo cuando es hora de tomar decisiones en las que se inmiscuye una persona del sexo femenino.
-No te preocupes, solo dime lo que piensas. Me importa tu opinión, en serio-
Me dijo con un tono que no dejaba lugar a objeciones. A eso se le agregaba un gesto amable que, como ya parecía ser costumbre, hizo retumbar mi pecho.
En serio, esa chica, cuando se lo propone, es realmente hermosa y peligrosa.
En fin. Al entrar a la tienda, tomé asiento enfrente de los mostradores mientras ella elegía algunas prendas y entraba.
Mi mente vagaba en el desconcierto y la curiosidad. ¿Por qué le importaría tanto mi opinión? Siempre pensé que ella tenía muy claro su propio estilo, y no parecía el tipo de persona que necesitara la aprobación de nadie. Pero, por algún motivo, allí estaba, confiando en mí para algo tan... personal.
Es increíble lo mucho que cambia la percepción que tenemos de las demás en pocos días. ¿Por qué le interesa tanto lo que diga? ¿Es acaso que las amistades no requieren de un enorme lapso de tiempo conociéndose para que el vínculo sea formado? Estoy demasiado desactualizado.
Froté mis párpados con los dedos índice y pulgar. Desconozco lo que me espera o la forma en la que he de reaccionar. Los cumplidos no son lo mío, jamás han sido lo mío. Tengo la mala costumbre de que, en situaciones de alto nerviosismo y presión, digo lo que pienso sin miramientos.
¿Mi sinceridad será suficiente para cumplir sus caprichos? Espero que sí, porque si no recibe eso, lo único que le otorgaré será un silencio frío y sepulcral.
"¿En verdad solo es una salida de amigos? Nunca he estado en una cita, sin embargo, estoy seguro de que se le podría catalogar a esto como una..."
Las preguntas surgían en mi cabeza mientras la vista se me oscurecía por la fuerza de presión de mis dedos. No fue hasta que la ostentosa, y armónica, voz de mi acompañante resonó en mis oídos, por la cercanía entre los vestidores y el sitio donde yacía sentado, que alcé el rostro para presenciar el conjunto escogido.
-¡Estoy lista, Senpai! ¡Dime qué te parece! ¡¿Acaso no luzco muy hermosa?!-
Su mano jaló la cortina a un costado, provocando que los ganchos sonaran al deslizarse por la barra, avisando de su "Llegada".
Vestía un vestido azul marino que resaltaba su figura delgada aunque bien formara.
Oh mierda, eso suena como lo que diría un acosador. ¿En serio? ¿En lo primero que me fijo es en su figura? Por eso no tengo novia, bueno por eso y porque la terminé sta semana.
Igarashi me miró con una sonrisa que intentaba parecer despreocupada, aunque noté cierto nerviosismo en sus ojos.
-¿Entonces...? ¿Qué opinas?-
Preguntó, con una pizca de vulnerabilidad al emitirlo.
No supe cómo responder de inmediato. Traté de analizar el conjunto y formular una respuesta idónea que no se relacionara con la primera opinión que tuve.
-E-Es bonito-
Por desgracia, todo lo que se me ocurrió fue un simple "bonito", que sonó tan insulso y seco, desinteresado, que inmediatamente me sentí torpe, deseando que la tierra me tragara.
No sé de halagos, vuelvo a repetirlo, peor incluso yo soy consciente de que el adjetivo "bonito" no es lo único que esperaría una mujer a la hora de pedir opiniones.
-¿Are? ¿Nada más bonito?-
Repitió ella, levantando una ceja y volviéndose a cruzar de brazos con una expresión repleta de reproche.
-¿Es todo lo que puedes decir?-
Agudizó la mirada, viéndome en una posición superior a la de Kohai-Senpai.
-Bueno, es que... es un vestido bonito. Eso es todo...-
Intenté explicarme, aunque sin mucho éxito.
Ella suspiró, visiblemente frustrada, y regresó al probador sin mediar palabra.
¿Qué le molesta? ¡Yo le advertí de mi propia ineptitud! ¡Si alguien es la culpable de su decepción, es ella misma! El que avisa no es traidor.
Más pronto que tarde, motivada por obtener lo que deseaba, salió con un largo vestido rojo que llegaba hasta sus tobillos, lo cual es decir mucho dado que, para ser mujer, sobrepasa la altura de la media en Japón. Era mucho más llamativo que el anterior, lleno de detalles dorados que le daban un aire adulto y refinado, como si del atuendo de una princesa china se tratase.
La miré, tratando de ofrecer un comentario más elaborado esta vez. Lo mínimo que puedo hacer es esforzarme en otorgarle palabras de aliento que la motiven a comprar la ropa. Soy de los que odian entrar a tiendas de ropa y salir sin pagar por nada.
-Es... bastante... llamativo-
Opiné, sosteniendo mi barbilla y haciendo una pausa al no encontrar las palabras adecuadas.
Percibí la expectación en sus ojos y añadí más.
-Destacas mucho con ese conjunto-
Fue lo único extra que se me ocurrió.
Ella me miró con cierta exasperación, bajando los hombros y sintiendo que la labor que se planteó tendría percances inesperados.
-Fufufufu ¿Destaco mucho? ¿Esa es tu respuesta final?-
Insistió, soltando una risita.
Limpió la lágrima de diversión que brotó por la risa.
-Me pregunto si alguna vez lograrás hacerme un cumplido perfecto, Senpai-
Se cuestionó, sin abandonar la actitud burlona.
-¿Existe algo como eso?-
Interrogué, dudándolo y desviando la atención porque, al igual que antes, s-su figura digna de una abeja reina, me ponía nervioso.
Ella se inclinó hacia adelante, posándose a pocos centímetros de mi rostro, poniendo la mano en mi mejilla para hacerme voltear al frente.
-No lo sé... inténtalo para que lo comprobemos-
Dijo de forma pícara, guiñándome el ojo inmediatamente.
Sentí cómo mis mejillas se calentaban un poco y me antepuse a la fuerza de empuje de sus dedos, tratando de recomponerme.
Pero, en el fondo, me daba cuenta de que ella tenía razón; de alguna manera, me resultaba increíblemente difícil decirle algo que sonara más... personal. Incluso si solo era para hablar de un vestido, parecía que siempre me quedaba a medio camino y me acobardaba. No se trataba de falta de capacidad, si no... una enorme falta de valor.
Finalmente, salió del probador con un vestido sencillo, de un color claro y suave que le resaltaba el rostro de una manera natural y delicada. Algo en mi pecho se removió al verla, y me quedé mirándola en silencio por un instante, sin saber cómo reaccionar.
-Este es el último. Procura halagarme como una diosa egipcia-
Infló su pecho, consciente de que era su última arma.
Yo en cambio tragué saliva. Por su piel bronceada, los colores de tonalidades suaves y cercanas al blanco la hacían resaltar como una flor rosada en un campo repleto de rosas rojas.
"Vamos, Yukito, sé valiente y di lo que en verdad sientes. No te juzgará si te pasas de meloso".
Me di ánimos, apretando los puños y arrugando las cejas en total determinación.
-Ese... te queda perfecto. Desde la base a los hombros hace que tu belleza sea sin igual-
Dije con un poco de duda al inicio, pero se fue perdiendo hasta alcanzar el final. Quizás soñé un poco más serio de lo que debería, pero cumplí con el pedido.
Ella me miró, y por un momento, un leve rubor apareció en sus mejillas. Luego, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.
-¡Jajajaja! ¡Gracias, Yukihira-Senpai! ¡En verdad no esperaba que lo lograras! ¡Hiciste que mi corazón saltara!-
Gritó después de una carcajada, dándome palmadas en el hombro y regresando a los vestidores sin añadir nada más.
Yo sentí que ese simple "gracias" encerraba algo que no nos atrevíamos a nombrar y que se mantuviese de pie sin movimiento del otro lado de la cortina hizo que sospechara de si en verdad mis palabras tuvieron un efecto tan minúsculo en ella.
Salimos de la tienda luego de pagar el último vestido que me enseñó. Intenté ofrecerme para comprarlo, pero se negó.
Igarashi llevaba sus bolsas con una expresión de triunfo, notablemente más alegre que al entrar. Volví a ofrecerme a ayudarla con las cosas y fui rechazado nuevamente.
"¿De dónde viene esa actitud independiente cuando te aferras a mi brazo?"
Levanté la ceja y cuestioné en mi subconsciente. Acciones y palabras no coincidían.
Continuamos el recorrido por el centro comercial sin un rumbo específico, conversando y compartiendo experiencias del día a día previo a la reunión. Eso fue hasta que pasamos frente a una heladería, y su expresión se iluminó de inmediato.
Cuando llegamos frente a la tienda de helados, Igarashi se detuvo abruptamente, con los ojos brillando al mirar la vitrina.
-¡Helado! ¿Te gusta el helado, Senpai?-
reguntó, girándose hacia mí con una sonrisa tan grande que por un momento pareció una niña pequeña.
-Supongo que sí. No estaría mal-
Respondí, sin poder evitar sonreír un poco ante su entusiasmo. La verdad, no tenía un gusto particular por los helados, pero algo en su expresión me hizo sentir que no había otra respuesta posible.
Ella ladeó la cabeza, evaluándome, como si no estuviera del todo convencida. Luego puso un gesto similar al de la tienda de ropa, como si hubiera tenido una gran idea.
-Entonces, ¿quieres compartir uno?-
Sospechando de que no era muy ameno al postre, sugirió sin titubear, como si fuera lo más normal del mundo.
-Y-Yo...-
-¡Decidido! ¡Elegiré los sabores! Ve a sentarte y espérame-
Antes de que pudiera dar una respuesta definitiva, ya estaba en el mostrador pidiendo un helado de dos sabores.
Regresó a la mesa con el cono y me lo extendió como si fuera una especie de premio. Me encontré un poco confundido, pero no podía negar que me agradaba la idea de compartir algo con ella, por sencillo que fuera.
Nos sentamos en una pequeña mesa cerca de una fuente decorativa, en un rincón tranquilo donde el sonido del agua hacía que el ambiente se sintiera más relajado. Ella sacó una cucharada del helado y, sin previo aviso, la acercó a mi boca. La forma despreocupada y natural en que lo hizo me dejó pasmado.
-Vamos, Senpai, pruébalo. Di "Ah~"-
Pidió, empujando la cuchara hacia mí, como si fuera el típico juego del avioncito entre una madre y su bebé.
Tomé la cucharada, sintiéndome un poco incómodo pero también divertido por su insistencia. Cuando probé el helado, el frío invadió mi boca, y la dulzura resultó inesperadamente agradable. Tragué y traté de poner una expresión seria.
-Está... bien-
Opiné, tratando de sonar convincente aunque la palabra sonaba más aburrida de lo que quería.
Ella se echó a reír, cubriéndose la boca para no llamar demasiado la atención. Su risa era espontánea, casi infantil, y me contagié de su buen humor sin poder evitarlo a pesar de no comprender qué le divertía tanto.
-Fufufu "Bien"... vaya, ya veo que eres difícil de complacer, Senpai-
Bromeó, sin dejar de reírse con una mirada traviesa.
-Tal vez debería haberte comprado otro sabor, algo que sea más... emocionante-
No pude evitar reír un poco más.
-En primer lugar no creo que los sabores se midan de ese modo. Además, no soy tan complicado. Es solo helado, después de todo-
Respondí con una leve ironía, aunque realmente estaba disfrutando de la situación mucho más de lo que había admitido.
Ella negó con la cabeza, sin dejar de mirarme con una expresión juguetona.
-Eso es porque nunca has disfrutado de algo tan simple como un buen helado. Deberías intentarlo más seguido-
Comentó, pasando la cuchara de nuevo, animándome a probar otro bocado.
-Sí, tal vez estés en lo cierto, intentémoslo-
Admití, agarrando su muñeca con delicadeza y tomando otra cucharada, esta vez saboreándola un poco más. El dulzor era suave y refrescante, y me encontré asintiendo, como si de alguna forma quisiera darle la razón.
-Está... mejor de lo que pensaba-
Admití finalmente, evitando mirarla directamente, aunque sentía que me observaba satisfecha.
-¡Jajajaja! ¡Lo sabía!
Exclamó alegremente, como si acabara de ganar una pequeña batalla.
-Nadie puede probar un helado y solo decir que es bueno. Si te das el tiempo de saborearlo, comprobarás que es un regalo de la vida. La textura cremosa y la suavidad en los sabores es una experiencia única en la vida desde que entra a tu boca y pasa por tu garganta-
Explicó como gran aficionada a la comida que es. Repito, si buscas una opinión sobre el arte de la cocina, repostería o comida en general, nadie se le igualaba a Igarashi.
La simplicidad de compartir un helado y sus comentarios ligeros me hicieron sentir una especie de calidez que no experimentaba a menudo.
Y así, entre cucharadas y bromas, nos terminamos el helado, mientras ella seguía bromeando sobre mi "falta de entusiasmo", y yo, sin darme cuenta, iba relajándome en su compañía.
Más adelante, mientras caminábamos, pasamos por una tienda de videojuegos. Esta vez, fui yo quien se detuvo, atraído por una consola que estaba en exhibición en la entrada de la tienda. Era un modelo que había salido hace poco, y no pude evitar quedarme mirándola por unos segundos.
Igarashi se detuvo también, notando mi interés. Me miró con una sonrisa curiosa y alzó una ceja, como si estuviese conociendo otros de mis gustos que oculté.
-¿Quieres entrar?-
Preguntó, posando las manos detrás de su espalda y con un tono que intentaba sonar amable y casual, pero que de alguna manera reflejaba un interés genuino en mis intereses.
-No... solo estaba mirando. No quiero hacerte perder el tiempo aquí. Han pasado años desde que toqué un videojuego, por lo que fue la nostalgia la que me atrajo. Además dudo poder entrar de nuevo a este mundo debido a la universidad. Ya soy un adulto y he de trazar bien mis prioridades-
Contesté rápidamente, aunque sabía que era una excusa. No quería que se sintiera obligada a entrar a la tienda solo porque yo me había quedado mirándola, así que escondí mi afición en una maraña de mentiras con cierta lógica.
Pero ella no aceptó mi respuesta. Mostrándose decidida a ello, me dio un empujón suave hacia la tienda, y, sin poder resistirme, terminé entrando.
-Vamos, Senpai. Yo también quiero ver. Quizá me puedes enseñar algo interesante, ¿no?-
Comentó sus palabras emitían más curiosidad de la que esperaba. Yo... nunca tuve la oportunidad de conversar de lo que me gustaba con otra persona.
Dentro de la tienda, me dejé llevar un poco por la situación y empecé a revisar algunos juegos de acción y aventura que me habían interesado últimamente, de los que oí hablar aunque no los jugara.
Noté que Igarashi me seguía, sin despegarse de mi lado, observando atentamente lo que hacía, como si realmente estuviera interesada en lo que yo estaba viendo.
El mirarla de costado, con los labios brillando por algún cosmético, subiendo y bajando sus largas pestañas al parpadear, agachándose para estar a la altura de los estantes, me ruboricé.
Si, ella es una chica. Me siento idiota por no darme cuenta antes. Igarashi es una chica hermosa, de las mas hermosas que he conocido y conoceré.
Sacudí la cabeza lentamente, deshaciéndome de esa percepción que me impedía pensar con claridad.
Pasaron los minutos y sostuve un juego retro en mis manos.
-Este es... bueno, es uno de mis favoritos-
Le señalé la carátula.
-Es un juego donde tienes que planear tus movimientos. Requiere un poco de estrategia, paciencia y reflejos rápidos. Cuando peleé contra el jefe final la primera vez, perdí la cuenta de las veces que me mató por no pulsar una tecla o rodar atrás. Ese maldito caballero que custodiaba la llama eterna me quitó horas de sueños y por eso mis notas bajaron...-
Comenté mis experiencias personales con aquel juego. El rencor no desaparecía, pero ¡AMABA ESE JUEGO! Era una relación de amor y odio, quien no se ha metido al mundo del gaming no lo comprendería.
Ella, todavía atenta, asintió, prestando atención a mi explicación, y luego me miró con una sonrisa divertida.
-¿Y dices que eres bueno en eso?-
Preguntó con tono retador.
-Si ser bueno significa desperdiciar casi 100 horas de mi vida para obtener el platinado del juego, podría decirse que sí, soy bueno en él-
Respondí, sintiéndome de repente un poco más confiado al estar en mi área, en mi lugar cómodo.
Ante esto, se inclinó un poco hacia mí, como si estuviera evaluando mis palabras, y luego curveó sus labios.
-Entonces... ¿qué tal si algún día me enseñas? Aunque no prometo ser muy buena. Por lo bien que te desenvuelves al hablar, es probable que seas un excelente maestro-
Su propuesta fue dicha delicadamente, como si, en el fondo, realmente quisiera pasar más tiempo conmigo, siendo el juego la excusa perfecta para que suceda.
Me sorprendió su comentario, y un leve rubor se asomó en mis mejillas. No esperaba que quisiera jugar conmigo, tampoco me tragaba el cuento de que fuese eso lo que buscaba.
Sin embargo, la idea de que tengamos una experiencia compartida, aunque fuera en un videojuego, me resultaba más atractiva de lo que podía admitir.
-Me gustaría eso-
Respondí, un poco avergonzado y emocionado, no siendo capaz de ocultarlo.
Satisfecha, enderezó la espalda y se enseñó genuinamente realizada por la aprobación. Yo... yo sentí una especie de alivio al darme cuenta de que, tal vez, había empezado a ver en mí algo que la hacía querer estar cerca.
Salimos de la tienda, ambos un poco más relajados, y seguimos nuestro recorrido en silencio. No era un silencio nacido de la incomodidad, sino uno lleno de comprensión y calidez, como si ya no fueran necesarias las palabras.
De este modo se siente el mutuo entendimiento... ¿Verdad? En que las palabras sobran. No era un silencio impuesto por el otro, como cuando acompañaba a Haruka a la biblioteca o caminábamos por la calle, temiendo emitir un comentario fuera de lugar que arruinada el estado de ánimo entre nosotros. No, esto que sentía ahora era... único e irreemplazable y quisiera que durara para siempre.
Finalmente, nuestro recorrido nos llevó a la azotea del centro comercial, donde el atardecer empezaba a teñir el cielo de tonos dorados y rosados. Nos apoyamos en la barandilla, contemplando el paisaje en silencio. Había algo en el aire, algo casi palpable, una tranquilidad que solo se siente cuando estás con alguien en quien confías, alguien que te comprende.
Vi os hacia el horizonte por un momento, disfrutando la calma y la hermosa escena.Igarashi se volvió hacia mí, serena.
-Hoy... ha sido un buen día-
Comentó, mirándome de reojo
-Me alegra haberlo pasado contigo-
Confesó, agachando la cabeza, avergonzada.
Yo en cambio, sentí un cúmulo de emociones arremolinarse dentro de mí, y me quedé observándola, sin saber exactamente qué decir. Las palabras se sentían insuficientes, pero aun así, quise expresar lo que sentía.
-Yo también... lo disfruté-
Ddmití, esforzándome por no sonar demasiado frío.
Hubo un momento de quietud entre nosotros que traía consigo un aire de incomodidad, como si ambos estuviéramos en sintonía sin necesidad de decir nada pero que en el fondo nos moríamos por seguir la conversación.
-Es la primera vez que salgo con... una amiga-
Algo me impulsó a añadir aquello, rompiendo el hielo en un golpe de sinceridad inesperado, sin querer sonar depresivo.
Se giró hacia mí, observándome con genuina ternura en sus ojos. Mis palabras la alcanzaron y, tal vez, la conmovían.
-¿En serio? No lo esperaba... Pareces alguien que tiene mucha gente alrededor-
Expresó, ladeando la cabeza, sin dar crédito a mi confesión. No la culpo, desde el exterior, al presenciar la relación que sostengo con ella y Shinomiya, podría parecer que es así. Pero... la realidad distaba de la fantasía.
Yo... sigo siendo un chico que no conoce lo que es el amor ni la amistad. En casi 22 años jamás tuve un amigo verdadero. Nadie me acompañaba a casa al terminar las clases para después separarnos cada quien por su camino.
Nunca tuve un compañero de juegos con el cual quejarnos del lag en el chat.
Jamás hubo quien me extendiera una mano cuando la triste soledad teñía mis días de gris y me cuestionaba si valía la pena mi mera existencia.
Solté una risa corta, sin mucha alegría.
-A pesar de que he intentado... de que he tratado de ser alguien amable, alguien que pueda hacer amigos... nunca ha funcionado-
Sentí que las palabras salían sin filtro, algo que nunca había compartido antes. Lo que he acumulado conocía el exterior.
-Tú y Shinomiya son las primeras que... que me corresponden realmente-
Ambas cruzaron por mi cabeza. Los pocos momentos que hemos compartido me eran preciados.
Igarashi me miró con una expresión decaída, casi triste, como si entendiera algo más profundo detrás de mis palabras.
Nadie, a excepción de Naoto Sumireko por lo poco que lo conozco, elige ser un solitario.
Al principio puedes autoconvencerte de que no necesitas a nadie a tu alrededor, que estás mejor solo. Sin embargo, cuando te percatas de que las cosas no son así, solo te queda profunda tristeza.
-Bueno, entonces eso significa que somos especiales, ¿no?-
Respondió en un tono ligero, intentando romper la seriedad de mi confesión.
-Sí, lo son. A pesar de que me siento como un juguete abrazarle que otra cosa-
Confirmé, acompañándola en el intento de aligerar el ambiente.
Nos reímos. El sol seguía descendiendo, tiñendo el cielo de colores cálidos, y en ese momento me sentí agradecido de haber vivido este día con ella. Había algo en esa experiencia compartida, en esa honestidad, que hacía que el lazo entre nosotros se sintiera más fuerte y, sobretodo real.
-Es difícil cuando eres amable con los demás y no recibes lo mismo a cambio ¿Verdad?-
Preguntó de repente. No hicimos contacto visual, continuábamos centrados en el bello descenso del sol.
-Sí...-
Contesté, conteniendo las ganas de llorar
-Senpai, tu valor no depende de cómo te traten los demás, sino de cómo decides tratar a los demás-
Abrí los ojos en demasía, impresionado por el comentario, volteando a verla con incredulidad. Ella no hizo lo mismo, siguió con la mirada al frente.
-Si alguien no aprecia tu bondad, eso dice más de ellos que de ti-
Mi respiración se alteraba y las mejillas se me calentaban.
-No te desgastes tratando de entender por qué no se te corresponde del mismo modo. A veces, la gente no ve más allá de sí mismos e ignoran la oportunidad de permitirle la entrada a una persona maravillosa como tú, Yukihira-Senpai-
Se inclinó hacia adelante, acostó su mejilla en la mano que sostenía el barandal y nuestros rostros se posaron uno frente al otro.
-Mantén tu luz y no dejes que la oscuridad de otros la apaguen. Que el mundo está cubierto en negrura, no significa que ese sea el estado normal. Ser diferente, te hace único-
Me sonrió, mostrándome un panorama que jamás consideré.
-Y de esa forma, personas como yo... podrán recibir la mejor versión de ti. Gracias, Yukihira-Senpai. Gracias por ser quien eres-
Esas palabras... son las que siempre he querido escuchar.
-Y, por cierto, me alegra ser tu primera amiga con la que tienes una cita. Aunque... no sé si cuenta como cita, pero...-
Cambió de tema, fingiendo indiferencia, ocultando su sentir. Enrollaba en su dedo los cortos mechones de su cabello.
No pude evitar reír. La preocupación que tuve al inicio también ella la tuvo.
Estaba agradecido por su comentario que disipó la intensidad de mi confesión y el surgimiento de esa debilidad que se endureció.
-Sí... cuenta para mí-
Murmuré, sin apartar mi total atención de esa bella chica que brillaba más que el sol en su ocaso.
Alzó la vista, lucía sorprendida. No obstante, luego su sonrisa regresó, más auténtica que nunca.
Ambos nos quedamos en silencio, mirando el atardecer, sintiendo la calidez de un momento que, de alguna forma, se había vuelto importante para nosotros.
El mundo pinta mejor en compañía de personas que te estiman.
Llegamos a la puerta de salida, la cita llegó a su final. Ella se volvió hacia mí con una expresión extrañamente tranquila y sincera, algo en su mirada me hizo detenerme.
-Gracias, Yukito. En serio, hoy fue... especial para mí-
Confesó de forma casi titubeante. Bajó la cabeza un segundo, como si le costara reunir el valor para expresar lo que sentía, y luego volvió hacia mi.
Sentí un ligero apretón en el pecho al escucharla. Sorprendentemente, su expresión que transmitía calidez, apaciguaba mi alma.
No era habitual para mí sentirme tan conectado con alguien, y aun así, intentaba que mis ojos transmitieran lo que mi voz nunca podría.
-Yo también lo disfruté, Igarashi-San. Fue... un buen día-
Me sorprendí a mí mismo al escucharme, mis palabras resonaron más cercanas y honestas de lo que habría planeado. Al decirlo, sentí que, de algún modo, se aliviaba esa sensación de incomodidad que había permanecido desde que me abrí en el balcón.
Se rió suavemente y nos quedamos un momento en silencio.
Había algo en esa pausa que se sentía especial, algo que no necesitaba palabras para ser comprendido. Era una conexión ligera, como una corriente cálida que fluyó entre nosotros, y aun así, era algo nuevo para mí y apenas podía rozarlo sin comprenderlo del todo.
-Entonces... nos vemos mañana-
Se despidió finalmente, con una sonrisa que parecía brillar bajo las luces de la entrada del centro comercial. Había en sus ojos un brillo de expectativa, como si estuviera esperando mi respuesta.
-Sí, hasta mañana-
Le respondí, contagiándome del ambiente, como si no quisiera romper el momento.
Solo asintió y comenzó a alejarse, sus pasos resonaban fuertemente mientras se perdía entre la multitud.
Me quedé ahí, en la entrada, viéndola marcharse, sintiendo que algo en mí había cambiado sin darme cuenta. No podía explicarlo con palabras, ni siquiera para mí mismo, pero sabía que el día que habíamos compartido había dejado una marca.
Mientras caminaba de regreso a casa, sus risas y el recuerdo de ella abrazando aquel pequeño osito, el que había dicho que se parecía a mí, empezaron a resonar en mi mente, llenándome de una indescriptible paz, una que no recordaba haber sentido en mucho tiempo.
Aun con las dudas en mi pecho, el recuerdo de su compañía me hizo sentir que, tal vez, en algún lugar entre mi inquietud y su risa, había encontrado algo especial.
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