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Capítulo 16. Eres un gígolo.

-Azusagawa-san... ¿Te gustaría hacer equipo conmigo...?-

La sala se silenció, a diferencia de mi mente que produjo una explosión imaginaria al escucharlo, manteniendo un frio perpetuo y tenebroso mientras la presión en la sala iba en aumento conforme los segundos, que parecían eternos, trasncurrian con naturalidad y Shinomiya sonreía.

"¿Eh? ¿Qué dijo? ¿Le pidió hacer equipo? ¿A Haruka? ¿A la chica que las únicas veces que han interactuando le lanza comentarios pasivos agresivos y que cuando habla de ella conmigo se muestra irritada e incluso molesta a tal punto que pareciera odiarla con cada célula de su pequeño cuerpo ¡¿A ESA MISMA PERSONA LE ACABA DE PEDIR SER SU COMPAÑERA DE EQUIPO?! ¡¿QUÉ CARAJO ESTÁ SUCEDIENDO?!".

Mis pensamientos estallaron producto de la confusión que me producía lo que se desenvolvía justo a mi costado, al lado de mi asiento.

El gesto amable, tierno y alegre que se dibujaba en el rostro de Shinomiya distaba mucho de lo que claramente insinuaba tras bambalinas antes esa osada propuesta. Era tan claro que podías ver a través si no te concentrabas en su cara de ángel y complexión delgada como una muñeca de porcelana hecha con cariño y amor.

"Creo que me estoy desviando del tema".

Froté mis párpados con las yemas de los dedos índice y pulgar, sintiéndome un poco avergonzado por la comparación que hice a la hora de referirme a Shinomiya, aunque no era inexacto, al contrario, tenía mucha razón y nadie podía negarlo.

No obstante, incluso las muñecas de porcelana, al agrietarse, pueden clavarte un fragmento de dicho material. Incluso algo inofensivo puede ser peligroso y... definitivamente ese era el caso ahora mismo.

Giré lentamente la cabeza en dirección del par. Soy amante de los chismes aunque no tenga a nadie con quien compartirlos porque, bueno, no tengo amigos. Pero escucharlos me es suficiente. A pesar de lo aterrador que lucía la situación, no quería perderme ningún detalle.

Y ahí estaba Shinomiya, la responsable del disturbio, sin borrar la calma y dulzura de su expresión, posando las manos en los bordes de la paleta del asiento de Haruka mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, acercándose peligrosamente al rostro de esta última para acentuar su pedido y aguardando con emoción para recibir una respuesta.

-¡Hagamos equipo, Azusagawa-San...! ¡Me gustaría mucho trabajar contigo! No tienes a nadie en mente... ¿Verdad...?-

Dijo, elevando su voz, inclinando la cabeza y lanzando ese último comentario que dejaba en evidencia la falta de opciones que su víctima tenía, eliminando de ese modo una excusa que podría ser empleada para rechazarla.

-Inentendible. Yo...-

Haruka quiso replicar, pero sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando su silla rechinó ante el aumento de peso en la parte delantera.

-O a caso... ¿Ya tenías planeado pedírselo a alguien...?-

La interrumpió Shinomiya, quien abrió sus ojos delicadamente, como cada cosa que hace. Con un cuidado pausado, especial, mientras dirigía una mirada rápida, casi acusatoria, a mi dirección.

No necesitaba ser un genio para saber lo que estaba insinuando. Era un dardo venenoso, un cebo en busca de una reacción por parte suya al meterme en la conversación de forma no directa.

"¿Q-Qué es lo que buscas conseguir al provocarla? No lo lograrás. Es la reina de hielo, una muñeca sin emociones".

Una gota de sudor me bajó de la frente, inquieto por las intenciones que ella tenía y el objetivo que tenía al realizar tales actos.

Sin embargo, me tragué mis palabras cuando percibí un estado diferente al normal en Haruka, distinto a su habitual indiferencia e inexpresividad.

"¿E-Eso es una emoción?".

Interrogué mentalmente, tragando saliva, titubeando incluso en el interior de mi cabeza por la sorpresa que me causaba ese hecho innegable y que jamás se había presentado desde que la conozco.

Lucía consternada, dubitativa y nerviosa, mirándome de forma arbitraria aunque rápidamente parpadeaba para evitarlo y regresaba su atención a la mujer delante suyo que continuaba inerte e inmóvil a pocos centímetros, invadiendo su espacio personal.

No era capaz de procesar y mucho menos entender lo que trataba de hacer, la insistencia de una desconocida quien, por fuera, se mostraba amable, hablando lento, pausado y en un tono bajo, pero por dentro se le notaba amenazante y temeraria, era demasiado para una mujer con su nula capacidad a la hora de inmiscuirse en situaciones de convivencia. Actuaba como un ciervo entrando a terreno desconocido. Todo era confuso y cualquier movimiento en falso podría ser el último. La chica con apariencia de un inofensivo conejo era la depredadora de esta Yuki-Onna, estando a su merced, bailando en la palma de su mano como un pequeño animalito aprisionado.

-Y-Yo...-

Retrocedió ligeramente. La distancia le daba seguridad y le permitía respirar con calma. La presión que la aplastaba le incomodaba.

Yo no pude evitar abrir la boca catatónico por lo que acababa de observar. Ella... se mostró vacilante. La seguridad que siempre emitía se disipaba como la niebla.

No reconocía a la Haruka de hoy. Distaba en demasía con la que conozco desde hace cuatro años. Definitivamente... Shinomiya es una persona de temer.

Sacó el lado emocional e inquieto de la reina de hielo sin ningún esfuerzo, algo que yo jamás pude hacer. En los pocos días, y momentos, en que han interactuando, Haruka ha mostrado más emociones que conmigo en el periodo de tiempo antes mencionado.

"Ese día en el salón... las miradas que le lanza cuando se va conmigo... y ahora esto...".

Tragué saliva, enlistando los sucesos en los que ambas participaron.

"¿Q-Qué clase de monstruo eres? ¿Eres su kriptonita?".

Cuestioné, con la ceja temblando mientras la piel se me enchinaba, se me volvía de pollo. A partir de hoy respeto un poco más a esa misteriosa chica que hace unos meses solo la consideraba una ávida lectora, una ratona de biblioteca.

Rápidamente las manos de Haruka fueron agarradas pos las de Shinomiya, envolviéndolas y jalándolas hacia si misma para volverla a acercar y reducir nuevamente la separación, ignorando los límites permitidos y el espacio personal que tanto marca mi ex novia.

-¿Tú...?-

Mostró sus ojos color avellana, inclinando por segunda vez la cabeza y dejando caer sus mechones de cabello al mismo tiempo que sus trenzas se elevaban ligeramente por el brusco movimiento, acentuando su actitud.

De no ser suficiente, le sonrió. Ese gesto que no debería resentir ningún peligro estaba cargado de malicia.

-¿Entonces aceptas hacer equipo conmigo...? ¡Ese podría ser el primer paso para convertirnos en amigas...!-

Sus ojos brillaron con una indescriptible emoción, también tiñendo sus mejillas de un delicado y casi imperceptible rubor en su blanca piel.

Haruka giró la cabeza hacia mí, sus ojos reflejaban una mezcla de incertidumbre y súplica, como si en silencio preguntara: "¿Qué sucede?" o me pidiera ayuda.

Sentí un nudo en el estómago y, casi por instinto, aparté la mirada, enfocándome en la pizarra frente a nosotros. No quería involucrarme en la tensa batalla que se estaba librando entre esas dos mujeres. No era tan ingenuo como para meterme en medio de ese conflicto.

-Sinsentido. ¿A-Amigas, dices? T-Tú... Y-Yo...-

La vi titubear. Sus palabras salían entrecortadas, como si intentara formar una negación que simplemente no podía terminar.

Había algo en la manera en que Shinomiya la miraba, la presión en su voz, el brillo casi hipnótico en sus ojos, que parecía amenazarla. Se veía inquieta, casi paralizada, incapaz de ofrecer una resistencia firme.

-¿Q-Qué planeas? A pesar de lo que dijiste antes...-

Expresó, levantando la ceja, temblando. Era claro que intentaba mantener la compostura, pero la situación la sobrepasaba.

Antes de que pudiera terminar, Shinomiya extendió su mano con una calma escalofriante y posó suavemente su dedo índice sobre sus labios. La reacción fue inmediata. Haruka dio un respingo, como si un rayo helado recorriera su columna.

Me quedé helado, atrapado en un torbellino de emociones que no me dejaba pensar con claridad.

Aún no me había recuperado de mi sorpresa inicial y ahora otra escena igual de perturbadora e infrecuente se desplegaba ante mí.

Se trataba de la familiaridad con la que esa chica trataba a los demás, una cercanía que bordeaba lo íntimo y lo inquietante. Yo lo había sentido en carne propia durante los últimos días, y ahora usaba ese mismo tono, esa misma cercanía, con ella.

Verlo desde afuera, como un espectador, solo me hacía darme cuenta de cuán peligrosa podía ser esa forma de actuar, y eso me aterraba. Esta amistad que recién formé era genuinamente aterradora.

"¡ESA MUJER NO CONOCE EL ESPACIO PERSONAL!".

Grité internamente, abriendo la boca de sobremanera y estallando en impresión.

Permanecí estático, como una estatua, frío. Sin embargo, sí ese era el caso conmigo, los síntomas eran peores en Haruka, que fue empujada ligeramente por el dedo encima de su boca que la silenciaba, impidiéndole continuar con su contestación, provocando que lo guardara para sí mismo.

"¿Lo que dijo antes? ¿Será que se refiere a lo sucedido hace días? ¿Lo de "No arruines mis planes"? ¿A eso?".

Las dudas no hacían otra cosa más que aumentar, manteniéndome al filo de la silla, expectante a lo que vendría.

-Shhhh. Es un secreto entre nosotras~. Esas cosas no se deben decir en público~-

Replicó Shinomiya, de forma melosa, ya no pausada y lenta como antes, contrastando con la firmeza de su gesto. El dedo que había posado sobre los labios de Haruka presionó un poco más, marcando un límite invisible que parecía imposible de romper.

Sin embargo, en ella se filtraba algo nuevo, un desagrado que no había mostrado antes, como si el juego que estaba jugando entrara a un peligroso campo que la delataría.

-Pero no puedo culparte por no saberlo... Debí habértelo dicho ¿Cierto? Tú... nunca has sido capaz de entender los sentimientos de los demás... ni siquiera los tuyos ¿Verdad, Haruka-San...?-

Susurró, arrastrando las palabras con una suavidad que resultaba perturbadora.

Ese comentario me golpeó como un rayo. Sentí cómo mis cejas se alzaban por la sorpresa, mis pensamientos tropezando en un caos que no podía ordenar. A mi lado, Haruka también abrió los ojos de par en par, reflejando el mismo impacto. Pero a diferencia de mí, ella seguía silenciada, atrapada por el contacto del dedo fino, delgado y, sobretodo, frío de Shinomiya, como si fuera un pequeño palo de madera que la mantenía inmóvil.

Había algo inquietante en la escena, en la forma en que hablaba con tanta familiaridad, como si tuviera un control absoluto sobre cada palabra y cada reacción en la conversación.

La está sometiendo a su antojo... y por alguna razón, no era capaz de permitir que esto continuara, provocando que en mí surgiera la intención de ponerle un alto.

-Shinomiya, no creo que...-

Decidido, intenté intervenir, poniéndome de pie. Sentía cómo la atmósfera en el salón se volvía más densa, con las miradas de todos girándose hacia el par de chicas en el centro de atención.

Haruka lucía incómoda, la siempre se mantenía serena princesa de hielo, casi imperturbable, estaba en su límite. Era extraño verla así, y eso solo me empujó más a querer detener lo que estaba ocurriendo. Verla así de... débil, me motivó.

Pero antes de que pudiera siquiera dar un paso hacia adelante y de ese modo abandonar mi posición para ir al rescate, recibí la mirada de Shinomiya, la cual causó que me congelara en cuclillas.

Esos ojos brillantes y llenos de un falso sentimiento de amor apuntaron a mi dirección mientras su sonrisa seguía ahí. Su expresión era afilada y oscura, como cuchillos escondidos detrás de su aparente amabilidad. Ese contraste me hizo retroceder, me congeló como una ventisca.

-Yukito-San...-

Su voz salió suave, casi melódica, como si me estuviera hablando con dulzura, llamándome por mi nombre con completa familiaridad.

A pesar de que yo le dije que no tenía problema con ello, se sentía extraño que se refiriera a mí de ese modo ante el gran público expectante que quería ver sangre.

-Esto no te concierne, así que por favor no intervengas... Deja que yo lo maneje ¿Sí?... Además... ¡Yo solo quiero ser su amiga!-

Había una inocencia en su tono que no cuadraba con la intensidad que emitía en ese mensaje. Una actitud pasivo-agresiva, amenazante, sometedora.

Me desplomé en mi asiento, incapaz de replicar o producir alguna clase de sonido, titubeo, nada, que pudiese interpretarse como una respuesta o siquiera el esfuerzo de llevarle la contraria.

Sentía que había cruzado una línea invisible y ella había sido rápida en marcarla.

Solo pude asentir, como un niño regañado. Mi corazón latía con fuerza, y la única certeza que tenía era que aquella chica no era, ni de cerca, el pequeño ángel que había creído al principio.

"Esa mujer... no es en absoluto lo que pensaba".

Reflexioné, sudando frío. La primera impresión que me había dado era una máscara, o por lo menos, es lo que opinaba ahora mismo.

Sí... en definitiva estar con Haruka sacaba su peor lado. Y hablando de esta última...

Shinomiya volvió a centrar su atención en ella, adoptando un gesto de entusiasmo que parecía casi fuera de lugar después de matarme miles de veces con unas cuantas palabras y vistazos.

-Y~ dime... ¿hacemos equipo? ¡Soy buena trabajando en conjunto~! Puedo adaptarme a lo que sea...-

Alzó sus puños, como una niña pequeña que intenta mostrar fuerza. Era adorable, o al menos lo habría sido si su comportamiento no cambiara tan radicalmente de un momento a otro. Eso hacía imposible verla como alguien realmente encantadora, y solo incrementaba mi incomodidad, acentuando la de la chica en cuestión que recibía la solicitud.

Haruka me vio nuevamente, como si estuviese buscando un atisbo de apoyo, una señal de ayuda, rogando por auxilio, uno que... no podía darle.

Durante un instante, nuestras miradas se cruzaron, y noté en su interior una mezcla de confusión y angustia, sobretodo la última.

Sin embargo, rápidamente apartó la vista, agachando la cabeza y mordiendo su labio. El gesto fue pequeño, casi imperceptible, pero me dejó perplejo. ¿Por qué no podía simplemente decir que no? ¿Desde cuándo Haruka, que siempre había sido firme y directa, se había vuelto tan complaciente con los demás? Y... ¿Esa versión suya por qué jamás la mostró cuando tanto lo añoré? Me... me molestaba. No entendía por qué, pero lo odiaba.

Mientras yo luchaba con estas preguntas y la emoción de decepción, aunada a la impresión, ella permanecía sumida en un debate interno que, desde fuera, se veía eterno.

Finalmente, como si, sin opción, hubiera cedido a los deseos de los demás, asintió. Su respuesta fue apenas un susurro.

-Sí-

Una palabra monosílaba breve y apagada, como si la palabra le quemaran en la garganta a pesar de la brevedad de la misma

La expresión de Shinomiya cambió en un instante, ya no mostrándose amenazante si no complacida.

*¡PLAZ!*

Aplaudió con entusiasmo, cerrando los ojos y dando un pequeño paso atrás, que a su vez la separó del escritorio y del rostro de su víctima, feliz al haber conseguido lo que quería, realizada por esa pequeña victoria.

-¡Me alegra que hayas aceptado, Haruka-Chan! Prometo que no te decepcionaré, ¡Me esforzaré mucho en el trabajo!-

De forma alegre, casi infantil, respondió, dando pequeños saltos, como una niña que acaba de recibir el juguete que quería, sin abandonar su posición antes de darse la vuelta y regresar a su sitio en la primera fila del salón.

"¿Haruka-Chan? ¿De donde viene tanta familiaridad?".

Critiqué. Mi ceja se sacudía por un terremoto miniatura debajo de esta.

Teniendo suficiente y no echándole más leña al fuego, me limité a frotarme los párpados y soltar un largo suspiro, aliviado de que la situación aparentemente había terminado sin mayores conflictos. Estuve atrapado en la tensión que ambas provocaban y sentir que finalmente fue disipada era como quitarse un peso enorme de la espalda y el pecho, permitiéndome respirar con naturalidad, a mí y al resto de los espectadores al parecer, ya que regresaron a sus asuntos sin ningún problema.

Sin embargo, mi mente no dejaba de dar vueltas. Sabía que nada bueno resultaría de esa interacción. Las personalidades de Haruka y Shinomiya chocaban demasiado, como dos polos con la misma carga de un imán, destinados a repelerse para siempre.

Incluso algo tan sencillo como trabajar juntas en un proyecto banal que no representaba más que una mera calificación parecía una receta para el desastre si las involucraba. Me parecía inevitable que una de las dos acabara harta de la otra y, eventualmente, hicieran el trabajo cada una por su cuenta o un escenario peor que en este preciso instante no consigo vislumbrar y, sinceramente, es mejor así. Dejar que vuele mi imaginación era contraproducente para mi amada calma.

Eché un vistazo de reojo a Haruka por tercera vez, con la intención de comprobar cómo estaba. Noté que posaba su mano sobre el pecho y dejaba escapar un suspiro. ¿Estaba nerviosa? Verla así, de ese modo, afectada, me consternó más de lo que quería admitir.

-¿Desde cuándo... eres tan expresiva?-

Murmuré para mí mismo, lo suficientemente bajo como para que nadie a mi alrededor lo escuchara. Bueno, casi nadie. Porque, para mi sorpresa, la chica de la que hablaba frunció el ceño y me miró con profundo resentimiento, como si el comentario le haya parecido fuera de lugar o incluso ofensivo.

Mi mente comenzó a correr, tratando de encontrar una explicación para lo que veía.

"Sí, era obvio que me odiaba por cómo terminó todo entre nosotros. Me sorprendería que no fuese así, pero lo que realmente me desconcierta es que lo demuestre tan abiertamente. ¿Qué demonios tienen tú y Shinomiya? Y sobretodo... ¡¿De que carajo hablaron ese día?!".

Pensé, sintiendo una gota de sudor recorrer mi frente y un poco de desesperación ante la nula información que poseía en la relación de ese problemático par.

Traté de enfocar mi atención nuevamente en la pizarra, pero mis pensamientos seguían regresando a la misma escena, una y otra vez. Había algo profundamente perturbador en cómo Shinomiya se movía por el salón, en su capacidad para cambiar de tono y actitud en un abrir y cerrar de ojos. Era como si jugara un juego que solo ella entendía, y todos los demás éramos piezas que movía a su antojo.

Una cosa me consternaba de su forma de sonreír, en la manera en que lograba que Haruka, quien seguía con la cabeza baja, evitando a los demás, cedió a su petición sin oponer demasiada resistencia.

¿Pero por qué? ¿Qué ganaba con eso?

"Volvimos a la programación habitual".

Opiné, captando el regreso de la chica que conozco, no la versión alterada de antes.

Aunque sabía que debería concentrarme en lo que ocurría al frente del aula, no podía evitar sentir una punzada de preocupación. Por primera vez, pensé que quizás había algo más detrás de todo esto, algo que no alcanzaba a ver. Había un lado vulnerable en Haruka que nunca había notado antes. Siempre la había visto como alguien inquebrantable, y ahora esa imagen se tambaleaba frente a mí.

Traté de no pensar demasiado en ello y fingí prestar atención a la clase, pero me fue imposible.

Tal vez solo era cuestión de tiempo para que el caos se desatara, y cuando eso ocurriera, solo esperaba no quedar atrapado en medio de todo.

Miharu-sensei seguía escribiendo en la pizarra, aparentemente ajena a la tensa escena que se desarrollaba a sus espaldas. Sin embargo, desde mi posición, pude ver una ligera sonrisa en sus labios, una que parecía transpirar malicia y su deseo de producir desorden.

"Definitivamente, esa mujer es una amante del caos".

No pude evitar pensarlo, era la impresión que daba. No necesitaba más interacción con ella para darme cuenta de ello. Parecía que todo le divertía, como si solo fuera otro espectáculo más para ver. Y era muy observadora, se dio cuenta de mi noviazgo con Haruka cuando todos los demás solo me veían como una clase de mascota adiestrada bajo la tutela de su dueña.

Aplasté la frente en la paleta de la silla, frotándola de arriba a abajo con la esperanza de olvidar lo ocurrido ya que, para mi desgracia, no podría cumplir el plan que tenía con Shinomiya.

"Será contraproducente regalarle los chocolates ahora que está en el ojo del huracán y ha captado atención no deseada. Supongo que...".

Pensé, inclinándome a un costado y abriendo ligeramente el zíper de mi mochila, de la cual, se asomaban tres bolsas de chocolates, siendo una la que me pertenecía.

-Supongo que lo mejor será ocultarlas y no entregárselas a Igarashi ni a ella. Viendo que prácticamente nos vamos juntos, si se lo entrego a alguna de las dos, tendré que dar explicaciones a la otra. Sinceramente, prefiero ahorrarme la molestia-.

Expresé, volviendo a cerrar la mochila y enderezando la espalda para continuar con la clase en pausa.

Era la decisión más viable y menos problemática. Aunque, conociendo la terrible suerte que me acompaña desde, bueno, siempre, es probable que todo se tuerza y termine en una situación donde tendré que hacerlo de todos modos. No obstante, si tengo la más mínima posibilidad de evitarlo, la tomaré sin lugar a dudas.

O al menos esa era la intención hasta que empecé a escuchar un poco de bullicio, como susurros rápidos y un tanto escandalosos que contrastaban con lo que se supone que un susurro debe emitir, o sea, un mensaje silencioso y secreto.

Siendo presa de eso, moví la cabeza al costado derecho de donde provino. Se trataba de un grupo de chicos, compañeros de aula, quienes me observaban fijamente con la mirada agudizada como si trataran de interpretar mis acciones, tanto las presentes como las futuras.

Y si eso no era suficiente para helarle la espalda a cualquiera, se le añadía el uso de sus móviles encendidos dentro de un chat que parecía ser el mismo, casi como si trataran comunicarse con la misma persona si cometía algún error.

En otro escenario no sería tan escéptico, pero recordé las palabras de mi hermana la noche anterior, trayendo consigo una sospecha tenebrosa.

"-Para asegurarme de que nadie te trate mal. Con solo mover un dedo, mis senpais te habrían defendido de cualquier peligro-"

Tragué saliva, la garganta se me secó como un árido desierto que no ha visto la lluvia o una gota de agua en años. No era capaz de rechazar que ellos fuesen sus esbirros, al contrario, era muy plausible, tanto que me impedía negarlo en pro de Rena.

"Mamá, papá, ¿Qué clase de crianza le están dando? Si nos descuidamos un segundo se transformará en una sicaria muy poderosa. Supongo que si sigue sin destacar en los estudios como ha sido la tendencia hasta ahora, tiene un gran potencial como líder de los Yakuza en un futuro no muy lejano".

Pensé, reduciendo la tensión en cada fibra de mi agotado cuerpo para que no siga despertando la atención y desistieran en su observación.

Para mí sorpresa, funcionó muy bien. Aunque ahora que sé que estoy bajo la lupa, no hay otra opción que entregar esos chocolates porque, de lo contrario, mi hermana se enterará y es más problemático explicárselo a ella que cualquier problema que pudiese traerme ese par.

*¡PAM!*

Un impacto seco me sacó de mi trance.

-¡Muy bien! ¡El tiempo para formar equipos terminó! ¡Entreguen la lista de integrantes y copien lo que hay aquí!-

Anunció Miharu-sensei tras terminar de escribir en la pizarra las instrucciones del trabajo, golpeando la palma de su mano contra el escritorio con tanta fuerza que los murmullos se detuvieron de inmediato.

Todos los que estaban de pie por el aula corrieron a sus asientos como si hubieran sido sorprendidos haciendo algo malo. En realidad era porque le temían a la Sensei. Si bien tiene un rostro joven tallado por los mismos ángeles según he escuchado por parte de mis compañeros, su carácter lo arruina por completo.

Es como dicen. No existe mujer hermosa que esté cuerda. Y muchas veces las personas las prefieren locas porque según no andan con las feas.

Bueno, dejando es de lado... un momento ¿Qué dijo?

-¿Eh? ¿Terminó? ¿Qué? ¡Esperen...!-

Exclamé, al darme cuenta de la situación.

"Yo... ¡YO NO CONSEGUÍ EQUIPO!".

Vociferé internamente, palideciendo.

Ese hecho me golpeó como un balde de agua fría. Había pasado tanto tiempo atento a la extraña dinámica entre Haruka y Shinomiya que olvidé por completo el objetivo principal de la breve pausa de la clase que desembocó en todo eso, formar equipos para el trabajo.

Miré desesperadamente a mi alrededor, tratando de encontrar a alguien que aún estuviera libre, no importaba quien fuese, podría cargarlo en el trabajo, pero todos ya estaban ocupados, acompañando a sus binas y escribiendo sus nombres en las hojas.

Por supuesto, mientras yo entraba en pánico, Shinomiya se tomaba su dulce tiempo para escribir tranquilamente los nombres de ella y Haruka, sin la menor preocupación, con la quietud que la caracteriza.

Demonios, incluso escribiendo se ve linda.

Cuando se puso de pie, la miré con un sentimiento de traición. Ella era la única opción que me quedaba para no quedarme solo, pero por alguna razón que no alcanzaba a comprender, había decidido aliarse con... Haruka, mi ex.

Ella sintió mi mirada clavada en su espalda, como si la quemara, deteniéndose un momento y girando la cabeza hacia mí.

Luego de que nuestras miradas chocaron, juntó sus pequeñas manos delante de su pecho, como si me pidiera perdón, dibujando una expresión de ligero arrepentimiento en su ruborizado rostro.

"¡Si lo lamentas ¿Para qué lo hiciste en primer lugar?!-

Grité internamente, apretando los dientes mientras la veía darme una última mirada antes de darse la vuelta y seguir caminando.

Sin embargo, algo llamó mi atención y eso era la forma en que sostenía el papel con la lista de nombres.

Su mano lo apretaba con una fuerza inusual, arrugándolo, como si en realidad estuviera... molesta.

Con todo lo que he presenciado me quedan dudas de qué es lo que despierta en ella mi ex novia ¿La odia? De ser ese el caso ¿Que sentido tendría? ¿De donde nació esa negativa emoción? No lo sé, pero lo que sí me quedó claro fue que Shinomiya no era alguien que hacía las cosas por simple casualidad, había algo más profundo dentro.

"Definitivamente, ella... apesta a segundas intenciones".

Pensé, observando cómo se alejaba. Su lenguaje corporal decía más de lo que sus palabras podrían expresar. Algo no cuadraba, y el hecho de que ahora Haruka estuviera en medio de todo esto solo complicaba las cosas más.

Mi rostro debió torcerse en una mueca complicada, porque no podía dejar de preocuparme por lo que pudiera estar planeando, y peor aún, cómo reaccionaría la víctima a todo esto. No importaba cuánto intentara concentrarme en otra cosa, la inquietud no se desvanecía.

"Supongo que... debe librar sus propias batallas".

Me dije, resignado, mientras me ponía de pie. Al final, no podía estar siempre interfiriendo. Si había aceptado formar equipo, tenía que confiar en que sabría manejarlo. Aunque, claro, ignorar la inquietud que me causaba el misterio que rodeaba a ese equipo no era precisamente fácil. Pero... ya no me concernía. Lo dijo cuando terminamos, no he de volver a dirigirle la palabra y que demos por muerto el asunto, eso incluía seguir preocupándome por lo que le sucediera.

Me dirigí hacia el escritorio de Miharu-sensei para confesar mi falta de pareja, ya anticipando la vergüenza de tener que explicar por qué había estado tan distraído.

Horas después.

Las clases habían finalizado. No pasó nada destacable luego de ese breve conflicto, por lo que llegó la hora de retirarse sin más.

Había abandonado el aula casi de inmediato cuando el último timbre resonó en los pasillos. Sin embargo, no me estaba retirando en soledad, no...

Como ya parecía se costumbre en Shinomiya, ella rápidamente se aferró a mi brazo derecho, caminando de ese modo por el pasillo a mi lado como si de una amorosa pareja se tratase. Sí, definitivamente no conoce el espacio personal y tampoco es como que yo haga un esfuerzo para impedírselo.

Podía sentir la gélida mirada del resto de alumnos a los costados, como si congelaran mis movimientos, haciendo que camine más lento, al mismo ritmo que mi acompañante.

Estaba en silencio al igual que esta última, ninguno emitía palabra alguna. Solamente avanzábamos en cercanía. No obstante, percibía cierta intención de su parte de romper ese grueso hielo que nos separaba.

Mi duda aquí era que si al ser capaz de abrazarme el brazo quitara de la vergüenza ¿Por qué le costaría hablarme? No tenía ninguna lógica, esta chica no tiene ninguna lógica.

Bueno, como un hombre, supongo que es mi deber ayudarla, aligerando el ambiente para que se sienta más cómoda y pueda hablar libremente.

-Shinomiy-San ¿Hay algo de lo que quieras platicar...?-

Interrogué, mirándola desde arriba por la disparidad en alturas. Ella levantó la cabeza para verme y sus ojos se abrieron de sobremanera al igual que su boca, como si se sintiera descubierta.

-S-Si... yo... quisiera disculparme por haberte dejado solo. Sé que ha de ser difícil no poder estar con alguien que conoces... y... te causé problemas-

Dijo pausadamente, agachando la cabeza, mirando al suelo mientras nos deteníamos y hacía círculos con el pie, mostrándose triste y arrepentida.

El agarre a mi brazo vaciló hasta que se soltó, dando un par de pasos adelante con la espalda recta y el pecho inflado.

-¡P-Perdóname!-

Se disculpó, inclinándose ante mí en señal de lamento puro y duro que, siendo sinceros, no era necesario.

-¡N-No hay ningún problema, Shinomiya-San! Por favor levanta la cabeza. No estoy molesto ni nada que se le asemeje ¡P-Pero si te pido que dejes de hacer este tipo de cosas ante un público numeroso! ¡No quiero destacar!-

Repliqué, sacudiendo manos y cabeza con desesperación mientras volteaba a cada lado para asegurarme de que nadie se formara una idea equivocada de lo que pasaba, pero, por supuesto, eso no fue así.

"Por favor, trágame tierra".

Lloré internamente.

-¿N-No estás molesto?-

Dubitativa, fue enderezando su postura con lentitud, mirándome con sus ojos enrojecidos como si estuviera a punto de llorar.

¿De verdad está tan arrepentida que quiere llorar? De ser ese el caso ¿Por qué lo hiciste si sabias que existía el riesgo de incomodarme? Un momento, siento que le estoy dando demasiadas vueltas a este asunto cuando la menos culpable de todo lo es ella. Fue mi responsabilidad no haber conseguido equipo y dar por hecho que me elegiría.

Suspire pesadamente, posando la mano en mi pequeño para relajarme y responderle. Si, definitivamente no tiene culpa alguna de su decisión. Si era lo mejor bajo su punto de vista ¿Cómo podría criticarla? Además... todavía no somos amigos como tal. Solamente somos un par de personas con una relación extraña, pero dudo que a eso se le pudiese considerar una amistad.

¿Qué derecho tengo de enojarme? La respuesta es sencilla, ninguno.

-No lo estoy, es en serio. No puedo controlar lo que es mejor para ti, tampoco obligarte a estar a mi lado. Además, no tiene sentido darle demasiado peso a un simple trabajo. Somos adultos y hemos de comportarnos como tal. Si para ti Haruka fue la mejor entre tus opciones, hiciste lo correcto. No te perdono por el simple hecho de que no hay nada que perdonar. Así que tranquila, continuemos nuestro camino-

Contesté, regalándole un gesto amable que acompañe a mis palabras y de ese modo quitarle la carga que la apenaba, la frenaba.

Sinceramente no estoy seguro si sea un buen modo de manejar la situación o si verdaderamente fue ese el movimiento por el que fue a por Haruka, pero sea como sea, no está en mí manejarla a mi antojo, no he de obligarla.

-Yukito-San...-

Me nombró, enderezando la espalda por completo y uniendo sus manos encima de su pecho. Juraría que sus ojos brillaban, se iluminaban. Quizás era mi imaginación ¿Por qué pasaría eso? No creo haberle dado un motivo para eso, solo fue amable ¿Sí? Es mera amabilidad sin segundas intenciones.

Sus labios formaron esa característica sonrisa que...

"Parece diferente a las que le dirigía a Haruka. Más sincera".

Si, era la única señal que necesitaba para comprender que incluso ella, rodeada de una máscara, podría ser genuina.

-¡Me alegra que no haya rencores...!-

Dijo, dando pasos a su sitio anterior, o sea, mi costado derecho. Su brazo se deslizó debajo del mío, aferrándose a él por segunda ocasión, recuperando el que para ella se volvió su lugar.

Un escalofrío recorrió mi espalda, un shock eléctrico que erizó mi piel. Mentira si dijese que no salté de la impresión.

No me acostumbraba, definitivamente no me acostumbraba a la forma tan directa que tiene de mostrar su alegría. Tantos años sin contacto físico han hecho que esto me parezca extraño ¿Acaso es normal ser tan cercanos a pesar de tener pocos días conociéndonos? ¿De qué demonios me he perdido este último lustro? ¿O es ella la rara?

En fin, no le daré más vueltas. Además, luce cómoda y no es como que me desagrade su tenue calor.

-No sabría qué hacer si... me odiaras... todo se arruinaría...-

Musitó, aferrándose con un poco más de fuerza.

¿Qué se supone que significa eso?

-Shinomiya-San-

La nombre, llamándole la atención. Ella atendió, volteando a mí.

Quería confirmar una cosa.

-¿Qué es lo que tú y Asuzagawa-San...?-

Como si previera lo que diría, o tal vez por el ambiente tenso en el que nos sumergí por el modo en el que inicie la conversación, fui silenciado repentinamente del mismo modo que Haruka.

Su delgado, frío y... suave dedo índice se posó en mis labios, sellándolos. Se puso de puntillas para conseguirlo. Sus piernas temblaban para mantenerse en esa posición pero su cuerpo no era muy atlético, por lo que rápidamente sus talones tocaron el suelo y fui liberado.

-Ahora soy yo la que se molestará si insistes en eso, Yukito-San... ya te lo dije, solo quiero ser su amiga... ¡Creo que podemos tener muchas cosas en común...!-

Expresó, bajando sus párpados como si eso enmascarara sus verdaderas intenciones. No me creía ni por asomo esa historia. No obstante...

-Es un asunto de chicas... no te concierte... quisiera contarte, pero yo si respetaré la privacidad entre nosotras dos...-

Añadió y... tenía razón. No me concierne indagar en ello.

-O quizás quieres saberlo porque... ¿Te sigue interesando?-.

Insinuó, mostrando opaco el color de sus ojos.

-¡C-Claro que no!-

Repliqué de inmediato, negando que ese sea el caso.

-¡Ya veo! Entonces lo malentendí...-

Regresó la mirada al camino del pasillo, fingiendo que no dijo algo extraño. Hice lo mismo, siguiéndole el juego. Como pensé, no conseguiría sacarle ni un poco de información. Es un cofre cerrado, sellado y guardado en un refugio nuclear. Sería más fácil hacer que Haruka hable a que ella lo haga.

-Por cierto... ¿No había dicho Miharu-sensei que podías hacer equipo con el chico que faltó hoy...? ¿Cuál era su nombre...?-

Shinomiya cambió de tema con la misma familiaridad de siempre, ignorando lo abordado segundos atrás, como si el alboroto anterior jamás hubiera ocurrido.

Su expresión era la de alguien que hablaba de algo trivial, y posó un dedo en su labio inferior mientras miraba al techo, tratando de recordar.

"¿Are? ¿No ese fue el mismo dedo que puso en mis labios?".

Me ruboricé ligeramente al darme cuenta de ello, pero eso no abandonó mi subconsciente. Si bien era prácticamente un beso indirecto, ya soy un adulto de más de veinte años y no podía mostrarme avergonzado por esa niñería.

Muy bien, continuando con ella, frunció el ceño ligeramente, como si realmente le costara encontrar el nombre en su memoria, aunque no podía evitar sentir que solo estaba jugando conmigo, alargando el momento a propósito.

-¿Cómo era...?-

Murmuraba para sí, dándome la impresión de que le daba vueltas solo para ver mi reacción. Por un instante, casi pude ver el brillo divertido en sus ojos, como si aguardara a que aclarara su "duda" y me uniera a la conversación para que así pasemos de página.

Me deja absorto la capacidad con la que cuenta para mangonear a su antojo a las personas. Incluso presencié eso mismo con Igarashi y ahora estaba siendo víctima de dicha habilidad.

Soy consciente de lo que hace, podría negarme, frenarle el paso, insistirle, pero ¿Para qué? Solo quiero llevar una vida tranquila, enemistarme con una mujer así de peligrosa era tomar el camino contrario.

Bajé los hombros, suspiré y respondí.

-Naoto Sumireko. Su nombre es ese. De hecho es extraño que no lo conozcas ya que está en tu misma fila-.

Aclaré, revelando la identidad del susodicho.

-¡Cierto...! ¡Sumireko-San...! He cruzado palabra con él de vez en cuando... aunque no es alguien de quien esté muy interesada...-.

Eso fue demasiado cruel e innecesario. Siento pena por Sumireko ¿Cuál fue el mal que cometió para que no merezca que siquiera te grabes su nombre? Puedes ser muy grosera de vez en cuando.

-¿Y qué tal es trabajando...? ¿Tienes alguna referencia...?-

Me cuestionó, reduciendo, sorprendentemente aún era posible, el espacio que nos separaba. De repente un objeto suave y esponjoso contactó con mi codo, avergonzándome enormemente.

"No hay manera de que baje a ver de qué se trata. Ni siquiera es necesario hacerlo, estoy seguro de cuál es la parte de su cuerpo que calienta mi brazo y puedo ser tachado de pervertido si la veo ahí".

Sonreí, guardando la calma y aparentando lo mejor que pude.

-Shinomiya-San-

La nombré estando en modo zen, tranquilo y sin una pizca de pena. Había escalado a otro plano existencial donde minimidades como esas, el placer carnal, eran inocuas. Era una raza superior de humano, abandonando lo terrenal.

-¡¿P-Podrías dejar de hacer eso?!-

No obstante, mis palabras y el resto de mi ser no se sincronizaba con los pensamientos, mostrándome en un estado lamentable en el que incluso el hablar se me complicaba.

"Como dije hace poco, tierra, trágame".

Una diminuta lagrima cargada de dolor emocional, no físico, se deslizó por mi pómulo y mejilla hasta caer de mi mentón al suelo.

-¿Are...? ¿Dejar de hacer qué, Yukito-San...?-

Interrogó mientras signos de interrogación imaginarios emergían encima de su cabeza para asentar el desconocimiento de sus actos que por primera vez parecían ser involuntarios y no premeditados.

-¿Podrías dejar de abrazarme el brazo?-

Aclaré, tratando de mantener la voz firme pero sin sonar grosero. Sabía que había algo extraño en la forma en que ella lo hacía, y eso me ponía nervioso.

Shinomiya me miró con una mezcla de sorpresa y tristeza, como si hubiera acabado de decirle algo terriblemente cruel. Sus ojos se agrandaron y su expresión se volvió seria, casi herida e incluso se aferró con más fuerza como si...

-¿Te es incómodo...? ¿O no te gusta...?-

Como si no quisiera dejarme ir.

Ella preguntó, dejando caer un tono de decepción en cada palabra.

Me quedé en silencio un segundo antes de responder, sabiendo que cualquier cosa que dijera podría empeorar la situación.

-No es eso. Solo que estamos llamando mucho la atención, y eso podría generar malos entendidos y... rumores desagradables-

Expliqué, desviando la mirada hacia los estudiantes que no nos quitaban el ojo de encima, así fuese de reojo.

No necesitaba imaginarme qué clase de cosas estarían pensando o el tipo de relación que imaginaban que nosotros dos teníamos. No quería que se viese afectada por ello.

Pero ella simplemente soltó una ligera risa, como si mis preocupaciones fueran irrelevantes.

-No me importan los rumores...-

Comentó con confianza.

-La información que va de boca en boca tarde o temprano se olvida... Darle demasiada importancia a la opinión de otros es una pérdida de tiempo...-

Sus palabras fueron firmes, pero la manera en que las dijo, me dejó cierta nostalgia.

Me quedé callado, pensando en lo extraño que era escuchar algo así de ella. Al notarlo, levantó una ceja.

-¿Qué pasa, Yukito-San...? ¿Dije algo malo...?-

Cuestionó, preocupada por mi silencio.

-No, no es eso... Es solo que por un momento hablaste como...-

Negué rápidamente, pero el sonido de mi voz y la velocidad de mis palabras se apagó antes de terminar la frase.

La imagen de Haruka cruzó por mi mente, pero cerré los labios y sacudí la cabeza, como si quisiera espantar el pensamiento.

-Olvídalo, no es nada-

Me excusé torpemente. Por un momento sonó exactamente a como respondiera mi ex novia.

Inclinó un poco la cabeza, pero no insistió. Luego, con una suavidad que me desconcertó, preguntó nuevamente.

-Mientras no te sea incómodo... ¿puedo seguir haciéndolo...? Eres... extrañamente cálido-

Desviaba la mirada y un leve sonrojo tiñó sus mejillas, buscando una respuesta afirmativa que le permitiera permanecer del mismo modo que hasta ahora.

Esto no pasó desapercibido de mi parte, sufriendo de los mismos síntomas que la apenaban. También miré a otra parte, rascándome la nuca con diligencia y obteniendo una tonalidad roja en el rostro que se extendió hasta las orejas.

"¡ES JODIDAMENTE ADORABLE!".

Grité con fiereza en lo profundo de mi ser.

"Es extraño, muy extraño. Sé que recién ayer tuve la sospecha de que le gustaba. Tendría respuestas si Igarashi no interrumpía lo que estuvo a punto de decir, pero... ¡AHG!".

No tenía sentido; en todos estos años apenas habíamos cruzado unas pocas palabras, y de repente, aquí estaba, actuando de una manera tan cercana.

Que le gustara era una suposición que tomaba fuerza y que por más que le buscara lógica no la hallaba por el simple hecho de que no la tenía.

De ser ese el caso, no entendía cómo alguien como ella podría haberse fijado en mí, que he pasado desapercibido la mayor parte del tiempo.

Era raro, y cuanto más pensaba en ello, más confuso me sentía. Pero, a la vez, había algo agradable en la calidez de su agarre, en la manera en que se apoyaba en mí como si fuera lo más natural del mundo.

Y fue eso lo que...

-P-Por favor continúa...-

Lo que me impidió negarme, dándole pase libre.

La cercanía con otro ser humano, el simple tacto, la falta de consideración por el espacio personal... podría ser una molestia para otros, pero para mí, era algo completamente diferente. Había pasado toda mi vida sin ese tipo de cariño, siendo una sombra, un espectador silencioso en el fondo de la escena, casi como un NPC en el juego de la vida. Y ahora, sentirla aferrada a mí, trayendo esa presión cálida y constante, me llenaba de una calma que nunca había experimentado.

Pude sentir sus latidos, ligeramente acelerados, pulsando contra mi brazo como si fueran el ritmo repetitivo de una pequeña máquina de masajes. No era una sensación violenta, pero sí constante, como un golpeteo suave que seguía su propio compás.

El aroma frutal que desprendía su cabello era embriagador, llenando mis sentidos con un aroma dulce que me envolvía. Podía percibirlo cada vez que movía ligeramente la cabeza, como si la brisa arrastrara ese olor hasta mí, haciéndome olvidar por un momento todo lo demás.

Y la suavidad de su piel a través de la ropa... era una sensación que jamás podría comparar con cualquier otro placer terrenal que hubiera disfrutado antes. Era delicada, casi irreal, como si al más mínimo roce pudiera desaparecer.

La fragilidad de su cuerpo me hacía pensar que, si no tenía cuidado, podría romperse en cualquier momento. Era tan delgada y ligera que me daba la impresión de sostener algo increíblemente valioso, pero también increíblemente frágil.

"Así que... ¿De este modo se siente ser estimado?".

Expresé mentalmente. Sentí mis labios temblar mientras formaban una sonrisa vacilante, que se extendía y contraía como una onda, y un nudo empezó a formarse en mi garganta. Había un leve rubor en mi rostro.

"Tantos años en los que anhelé esta clase de cercanía y... por fin lo obtengo. Aunque...".

Pensé, agachando la cabeza para que nadie pudiera ver la confusión en mis ojos.

"No de una relación donde debería ser pan de cada día, sino de una amistad con claras segundas intenciones. Pero... por alguna razón... a pesar de lo mucho que lo disfruto... se siente mal. Siento que... hago algo malo".

No podía entender por qué me sentía así. Ella me ofrecía algo que había deseado por tanto tiempo, algo que me hacía sentir menos solo, y aun así, había una parte de mí que no podía aceptarlo sin sentir que había una trampa escondida en alguna parte, que no era un cariño recíproco o que ni quiera se trataba de una emoción genuinamente real.

Tampoco lo disfrutaba en demasía porque... la persona que lo hacía no era quien añoré.

Miré por encima de mi hombro, como un acto reflejo y a varios metros, casi como una mancha borrosa, distinguí la figura de una chica de pie, quieta, observándome.

Cuando parpadeé, la visión se desvaneció, como si nunca hubiera estado allí. Me quedé mirando al vacío, tratando de encontrar algún rastro, algo que confirmara que no había sido solo mi imaginación.

No sabía quién era, ni siquiera había logrado distinguir su rostro, pero una punzada aguda atravesó mi pecho, rápida y profunda. Era como si mi cuerpo reconociera algo que mi mente no podía descifrar.

-Nee... Nee... Yukito-San...-

Fue hasta que Shinomiya le dio un tirón a mi camisa que pude reaccionar, saliendo del trance y atendiéndola.

Antes de siquiera girar a su dirección, empezó a hablar.

-Hoy en la mañana sentí... que me mirabas mucho, Yukito-San...-

Expresó, sin quitar la vista del frente, como si abordar ese tema la apenaba. Seguíamos avanzando sin detenernos, hace tiempo dejamos atrás la multitud de estudiantes aglomerados en los pasillos principales y estábamos en la ruta que conectaba con la puerta de salida.

Sin embargo, por ese casual comentario, frené en seco, impresionado ya que, en efecto, no se equivocaba. Si bien la estaba viendo porque quería saludarla, también tenía otra intención al hacerlo y un debate interno que se desarrollaba mientras esto sucedía.

¿Fui muy obvio? ¿Se dio cuenta?

-Era como si... quisieras hablarme de algo...-

Reveló su suposición.

Yo levanté la ceja, un poco confundido.

-Tampoco lo entiendo... quizás sean mi imaginación y malinterprete el saludo... tu mirada... pero no puedo quitarme esa emoción...-

Describía de forma abstracta, pausada, lo que percibió mientras continuaba en silencio, atento a la conclusión, a su resolución.

-¿Hay algo de lo que quieras conversar conmigo...? Un tema que te apene o... un objeto que quieras entregarme...-

Me vio de reojo. Sus hermosas pestañas se abrieron, se curvearon. Su mano libre acomodó los mechones saltados de su cabello, como si fuese el preámbulo de un momento inolvidable.

-¿C-Cómo es que lo supiste?-

Interrogué sin salir de mi sorpresa.

-¿Tuve razón...? Fue la impresión que me dio. Me... me enorgullezco de ser capaz de leer las emociones de los demás y... noté eso en ti. Me disculpo si arruiné alguna clase de sorpresa... es solo que... no quería seguir con la duda... me carcomía...-

Miraba sus manos con ternura. Lucía apenada, avergonzada. Era como si el revelarme esa información le fuese difícil, como si no se tratara de una cualidad de la que se enorgulleciera.

Sé que cualquier cosa que salga de su boca puede ponerse en duda por lo extraña de su personalidad y lo buena que es escondiendo lo que piensa. No obstante, ahora mismo, lo único que percibía era genuina sinceridad.

Un segundo ¿No es esta la oportunidad perfecta para entregarle el chocolate? Digo, estamos en la salida, la gente está dispersa en el enorme estacionamiento y es improbable que se percaten. Además, si lo hago rápido, reduzco el riesgo de ser atrapado en el acto.

-¡Ujum!-

Aclaré la garganta, dándome unos segundo para reunir el valor necesario y realizar mi movimiento.

Jamás he entregado un regalo. No pasó con Haruka ya que la única vez que estuve a punto de intentarlo me dijo que no deseaba que se le diese nada en esa fecha, que no le interesan los cumpleaños y sus variantes, por lo que le hice caso y lo guardé. De hecho, todavía lo guardo en mi habitación porque esperaba la oportunidad de dárselo, sin embargo... jamás llegó.

"Debería deshacerme de él".

Pensé.

-Shinomiya-San, estás en lo correcto. La razón por la que te vi en la mañana, además de querer saludarte, fue porque me gustaría darte un presente-

Confesé. No tenía sentido ocultarlo ahora que me descubrió. Seré valiente. No es como si se tratara de una confesión.

-¡¿En serio...?!-

Se mostró emocionada.

"Sí... creo que será mejor dejarle en claro que NO ES una confesión".

Concluí, sudando frío.

Me agaché, apoyando la mochila en el suelo, y sentí cómo Shinomiya aflojaba el agarre cuando metí la mano en busca de la bolsa de chocolates. Había dicho que no se los daría, pero el ambiente era tan tranquilo que no quería estropearlo. La presión de antes y el miedo que surgió por su otra cara se apaciguó. Además, si mi hermana se enteraba de que no lo hice, me estaría gritando todo el fin de semana.

Saqué la bolsa y, antes de mostrarla, la escondí detrás de mi espalda. Me solté del abrazo de Shinomiya y me coloqué frente a ella, tratando de ordenar mis palabras sin parecer un completo idiota.

-E-Escucha, esto no es lo que parece-

Empecé, nervioso, extendiendo la mano para acentuar mi aviso.

-Te aclaró que no se trata de una propuesta ni nada así. Anoche hice chocolates con mi hermana, y ella... de alguna forma sabe de ti. Me sugirió que te diera algunos. Por lo que espero que te gusten y también le mandes tus agradecimientos porque fue la de la idea ¿Entendido? Fue su idea-

Remarqué, echándole la responsabilidad a Rena y evadiendo la propia.

Cuando por fin saqué la bolsa y se la extendí, sus ojos se abrieron, brillando de una manera que nunca había visto antes. Su boca se quedó entreabierta, y por primera vez pude ver algo en su expresión que me sorprendió, era pura impresión y... ¿Deleite?

Sus manos, que normalmente eran tan seguras, se movieron con delicadeza, temblando ligeramente mientras tomaba la bolsa. La sostuvo contra su pecho, apretándola suavemente, casi con reverencia, procurando no aplastarlos.

Solo eran chocolates, no era necesario ser tan cuidadoso. Al menos eso pensaba, pero la expresión en su rostro indicaba que ese pequeño presente tenía un significado profundo para ella.

-¿L-Los hiciste para mí...?-

Cuestionó, como si no pudiera creerlo. Verla titubear así me dejó atónito y en parte encantado. No me cansaré de pensarlo, jamás saldrá de mis labios, es muy tierna.

-Sí, pero no son chocolates de amor-

Solté rápidamente. Sabía que debía remarcarlo las veces que sean necesarias, aunque mi corazón latía más rápido de lo que quería admitir.

Las cejas de Shinomiya se arrugaron y me dirigió una mirada helada como si acabara de decir la cosa más tonta del mundo.

-Por favor, no arruines el buen estado de ánimo... y lo bien que me hizo sentir esto, Yukito-San... es en estos momentos donde deberías guardar silencio...-

Me reprendió, con ese tono suave que usaba cuando quería hacerme sentir que estaba exagerando.

-L-Lo siento-

Respondí como un perro regañado, bajando la cabeza y encogiéndome un poco.

-Pero no son de amor-

Volví a insistir, alzando la mano para hacer énfasis en eso.

Ella suspiró y luego sonrió, apretando la bolsa un poco más contra su pecho. Era una sonrisa ligera, pero había algo en la misma, una calidez que no esperaba ver que... me transmitía sus más puras y sinceras emociones.

-Es la... la primera vez que recibo un regalo como este de un chico... no... es la primera vez que una persona ajena a mi familia hace un gesto así de lindo por mi...-

Susurró para sí misma, viendo a la bolsa, cristalizando sus ojos como si estuviera a punto de romper en llanto.

-Gracias, Yukito-San, gracias...-.

Eso hizo que me callara, me mantuvo en silencio, me quitó el aliento. Yo... era alcanzado por sus sentimientos.

Me quedé mirándola por un momento, sintiendo que había algo en su forma de agradecer que iba más allá de los chocolates. Algo que no entendía del todo, pero que me hacía sentir... bien.

-¡Gracias por ser mi primera vez, Yukito-San!-

-¡O-OYE! ¡NO LO DIGAS ASÍ!-

Y arruinó el ambiente, diciendo eso que se prestaba al doble sentido, no ¡CLARAMENTE ERA MALINTERPRETABLE! ¡NO HABÍA UN ESCENARIO EN EL QUE DECIR ESO NO FUESE COMPROMETEDOR!

Me acerqué de golpe y posé la mano encima de su boca para silenciarla. Voltee a todos lados con la esperanza de que nadie lo haya escuchado y fue grato el alivio que me abordó cuando ese fue el caso.

Le expliqué con brevedad lo que recién dijo al notar su confusión, como si no comprendiera lo que hizo mal. Habiendo pasado eso, ya con la cabeza fría y mutuo entendimiento, le retiré la mano, permitiéndole hablar nuevamente y continuamos con el asunto de los chocolates.

Me puse algo nervioso al ver la expresión de Shinomiya. Rasqué mi nuca y desvié la mirada, tratando de aligerar el ambiente.

-Me alegra que los recibas de buena manera. Espero que te gusten-

Comenté, aunque las palabras se me atascaban un poco.

La incomodidad entre nosotros era evidente; ninguno se atrevía a hacer contacto visual, y ambos estábamos sonrojados, aunque había repetido mil veces que no era una confesión. Por suerte, la tensión no duró mucho, porque alguien apareció de la nada para salvar la situación.

-¡Hola, hola! ¡¿Me esperaban?!-

Una voz familiar y llena de energía resonó a nuestras espaldas. Antes de darme cuenta, Igarashi había posado sus manos sobre los hombros de Shinomiya, sacándola de su ensimismamiento.

-¿I-Igarashi-san...?-

La susodicha pegó un pequeño brinco, sorprendida por la repentina aparición de nuestra alegre kohai.

"¡Gracias a los dioses apareciste!"

Celebré para mis adentros, aliviado de que la interacción no se pusiera aún más incómoda y escalará a otros límites. No estaba seguro de poder controlarla si insistía con que me le confesara.

-Es un gusto verte, Igarashi-san-

Dije, tratando de sonar relajado para no despertar sospechas.

-¡Ohayo, Senpai!-

Ella me devolvió el saludo con su típica efusividad.

Sin perder su energía, rodeó a la pequeña Shinomiya com sus largos brazos para darle un enorme abrazo de oso, pegando su mejilla a la de ella.

-¡Necesitaba recargar energías, Shinomiya-Senpai! No te preocupes, Yukito-Senpai, en un momento te abrazo a ti también-

Dijo, guiñándome un ojo mientras se mostraba cómoda y delirante por la suavidad de su captura, su presa.

Sentí una gota de sudor bajarme por la frente, incapaz de decidir si estaba bromeando o no.

Mientras hacía de las suyas, sus ojos se posaron en la bolsa de chocolates que le entregué a Shinomiya, la cual no se quejaba del abrazo, al contrario, parecía disfrutarlo.

-¡Woooow! ¿Son chocolates? ¡Lucen deliciosos!-

Exclamó con entusiasmo, soltándola y poniéndose delante de ella, quien asintió con una sonrisa tranquila y me señaló.

-Él me los dio...-

Dijo de forma acusatoria, como si se tratara de un crimen, una falta a la moral.

-O-Oh... ¡¿Acaso interrumpí una propuesta?! ¡Perdón!-

Gritó Igarashi, llevándose una mano a la boca en señal de sorpresa, temerosa de que se hubiese metido en medio de algo que... ¡QUE CLARAMENTE NO SUCEDIÓ!

-Sí, se me declaró...-

Respondió Shinomiya, sin perder la oportunidad de hacer una broma, echándole leña al fuego, queriendo ver el mundo arder.

-¡O-OYE!-

Le grité.

Los ojos de nuestra crédula kohai se abrieron de par en par, y por un momento pensé que iba a salir corriendo, sintiéndose culpable de haber arruinado el momento QUE NO EXISTIÓ.

La detuve rápidamente, tomándola del brazo.

-¡NO SE TRATA DE ESO! ¡EN DEFINITIVA NO FUE LO QUE PASÓ!-

Alce la voz para que le llegara el mensaje, mostrándome inquieto y desesperado.

Volteé hacia quien cometió esa broma, emitió esa mentira.

-No le hagas una broma como esa. ¿No ves que se la va creer?-

Le reclamé y se rio suavemente.

-De hecho...-

Añadí, soltándola y sacando otra bolsa de mi mochila.

-También traje unos para ti-

-¿Eh?-

Dije y recibí ese "¿Eh?" Que emitía sorpresa.

Volví a soltar el mismo discurso sobre la preparación de los chocolates la noche anterior, sintiendo que me estaba convirtiendo en un disco rayado. Por suerte, Igarashi lo entendió, asintiendo, y los aceptó con una sonrisa enorme, sin dudar en abrirlos y empezar a comer.

Detrás de ella, la primera chica a la que se los entregué inflaba las mejillas, claramente molesta por algo. Me rasqué la cabeza, confundido.

-¿Hice algo malo?-

Pregunté, tratando de entender qué pasaba.

-Le diste chocolates a dos chicas en menos de 10 minutos... Eres un gígolo-

Me soltó con una voz quejumbrosa, ofendida, enojada y celosa.

-¿Are? ¿Gígolo?-

No lo comprendía ¿Qué parte de lo que hice es considerado un acto de un gígolo?

Mi kohai, aún masticando, se unió al comentario, viéndome con repulsión.

-No sabía que mi senpai era así de mujeriego-

Se posó al lado de Shinomiya y me apuñalaron con sus miradas. Si las miradas mataran, las suyas me habrían asesinado miles de veces en una fracción de segundo y seguirían matándome aun tirado en el suelo.

Una vena se infló en mi frente, ya harto de esto.

-¡LES DIJE QUE NO ERAN CHOCOLATES DE AMOR!-

Grité con frustración, casi atragantándome con mis propias palabras, mientras el calor subía a mi rostro.

Si, esas dos mujeres son problemáticas. Tratar con ellas es como hablarle a la pared.

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