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Capítulo 15. ¿Q-Qué...? ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ?!

"¿A qué se refería? ¿A qué se debió esa repentina pregunta?"

Me cuestionaba con las manos en los bolsillos mientras caminaba de regreso a casa con la cabeza repleta de dudas.

La visita a la librería en la que Igarashi trabaja había finalizado, al menos para mí, dado que todavía tenía que ir a casa para que mi hermana no se quedara sola.

"-¿Podría ser yo...?-"

Me causaba curiosidad y cierta ansiedad que Igarashi hubiese interrumpido a Shinomiya justo antes de que terminara de expresar su pregunta.

¿Cómo pudo continuar como si nada hubiese sucedido? Simplemente regreso a su actitud habitual, sin lucir frustrada o insistir en su propuesta.

¿Por qué las chicas que conozco son así de complicadas? ¿O seré yo quien no las comprende?

A ver, recapitulemos. En primer lugar tenemos la reciente actitud temeraria y falta de vergüenza por parte de Shinomiya, quien en menos de una semana ha invadido mi espacio personal a tal punto que le parece normal aferrarse a mi brazo como si de una pareja se tratase.

Parte de mi sospecha que está en constante coqueteo conmigo. Pero no soy un hombre que tenga demasiada experiencia a la hora de analizar dichos comportamientos. Además, la única referencia que tengo sobre las mujeres es Azusagawa y no es como si su comportamiento, y forma de ser, sirvan de mucho para obtener una conclusión.

"-Yo creí que se debía a la terrible y desagradable relación que tenías con Azusagawa-San-".

Tan solo recordar el cambio en su expresión y tono de voz a la hora de emitir esa opinión, después de que le expliqué mi nulo conocimiento sobre la librería, me helaba la sangre.

Sus palabras parecían repletas de rencor e incomodidad. Como si... odiara el solo hecho de que yo hubiese estado en una relación con Haruka.

Y si eso no fuese suficiente...

"-Así que, por favor, no arruines mis planes...-".

Lo que de lejos lucía como una amenaza seguía llenándome de dudas.

¿Qué planes? ¿Por algún motivo ese enfrentamiento en él aula de clases sin nadie en la misma me involucra? ¿Qué busca ganarle?

Ella por fuera aparenta ser alguien amable y tierno, una chica que no crees capaz de hacerle daño a un ser vivo. No obstante, con temor a equivocarme, su interior sea mucho menos bondadoso.

Frené en seco, a media calle.

Los autos eran pocos, tanto así que estar en el centro de la vía no representaba un riesgo mayúsculo. A eso había que añadirle lo alejado que me hallaba de la ruta principal.

Un pequeño recuerdo me mantenía consternado. Uno ajeno a Shinomiya.

-Azusagawa...-

Murmuré aquel apellido.

Un tenue vapor salió de mis narices. El invierno está por recibirnos. El primer invierno que viviré después de nuestra ruptura. Aunque, bueno, no es como si importara... no es como si a ella le importara.

-¿En qué fallamos?-

Musité al aire, bajando mis párpados, quedándome en completa oscuridad. El viento gélido ondeaba mi cabello y pestañas.

No me arrepiento de haber terminado con ella. Comenzaba a ser malo para mi salud mantenerme a su lado en una relación sin futuro, sin amor.

Pero... una parte muy en el fondo de mi corazón tenía la sensación de que pudimos hacer mejor las cosas, de forma diferente... correctamente.

Claro que en un principio esperaba que las cosas fuesen difíciles. Nosotros somos diferentes en personalidad, a tal punto que en ocasiones chocábamos. Sin embargo... ¿Por qué tuvo que terminar así?

Volví a abrir los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás y mirando fijamente a la hermosa luna que iluminaba las calles antes de que los faroles se encendieran.

-¿Qué fue lo que cambió en esa noche buena? Las cosas estaban yendo por buen camino y de repente todo se pudrió-

Mis puños se cerraron al interior de mis bolsillos al rememorar la cita que tuvimos.

Una fuerte nostalgia me azotó y la sensación de calor que me transmitió su mano en la rueda de la fortuna se manifestó nuevamente en mi palma, en la piel de mis dedos. La saqué del bolsillo y la miré fijamente, temblorosa por el frío, sí... por el frío.

Mis labios se tensaban en una sonrisa irregular, repleta de arrepentimientos por un breve instante.

Cerré la mano y la resguardé, negando con la cabeza mientras relajaba mi inquieto cuerpo. Ya no servía de nada lamentarse por cosas del pasado. No había motivo por el cual mortificarse.

Retomé mi andar luego de ese breve instante de debilidad. Dibujé una sonrisa en mi rostro y avancé.

Rena espera a su hermano mayor y es mi responsabilidad cumplir con mi labor.

"Los dos tomamos caminos separados y, por la respuesta que me dio, probablemente ninguno de nosotros fue feliz. Así que le mejor es pasar de página".

Pensé, convenciéndome de eso.

"Hemos terminado. Entre más rápido me adapte a esa realidad, menor será el dolor".

Todavía la quería. Llámenle obsesión o rutina, quizás síndrome de Estocolmo por haber estado secuestrado por ese contrato durante cuatro años, pero mentiría si dijese que el amor que le tenía se esfumó en el momento de la ruptura.

Los sentimientos no funcionan de ese modo. No son activados o desactivados por el simple click de un interruptor. El amor va más allá de eso y tomará tiempo volver a lo que considero normalidad en mi vida.

No he tenido tiempo para acostarme un momento en completo silencio y paz.

Hay muchas cosas que pensar y decisiones a tomar.

El camino que seguiré todavía es incierto. Pretender avanzar sin un plan es arrogante y descuidado.

Tengo una vida por delante y un futuro que alcanzar. Mi sola existencia no puede verse alterada o derrumbada por un amorío fallido.

-Y todavía debo encargarme del asunto de Shinomiya-San. Desconozco si en verdad le gusto, es más, sería extraño que ese fuese el caso por lo poco que nos conocemos. Pero de ser así, debo dejarle en claro que no tengo ninguna clase de intención de entablar una relación amorosa con ella. No quiero ser novio de otra chica a la que le temo-.

Dije, sosteniéndome la barbilla y abriendo los ojos en demasía con un claro trauma en mi haber.

Como mencioné antes, me aterra su presencia. Me agrada compartir gustos con personas afines a mí, me hace sentir incluido, y sin dudas deseo ser su amigo. Sin embargo, pasar de una amistad a algo más serio como un noviazgo es un asunto completamente diferente que en definitiva no quiero inmiscuirme.

-A parte, tengo que averiguar el motivo de aquel rencor que le tiene a Azusagawa-San. No porque se trate de ella, si no para comprender mejor el panorama. No es porque sea amante de los chismes, claro que no-.

En mi pobre intento de convencerme de lo contrario, actué de manera lamentable.

Sentí una mirada fija a mi lado, la cual me hizo reaccionar de repente, volteando a donde esta provino.

El problema vino cuando no hubo nade detrás mío.

Esto me heló la sangre, provocando que acelerara el paso.

"S-Solo volvamos a casa y no miremos atrás, Yukito".

¿Qué tal si se trataba de una Yuki-Onna? Dice la leyenda que esos seres aparecen cuando la temperatura empieza a decrecer. No me quiero arriesgar, con Azusagawa me basta y sobra, no necesito conocer a otra mujer de las nieves.

No obstante, debido a las prisas, no me percaté de un par de pisadas que se dirigían a uno de los faroles de atrás, descartando la posibilidad de que se tratara de dicho yokai.

¡Pero no me quedaría a averiguar de qué se trataba en realidad! ¡Recientemente valoro mi vida!

Antes de darme cuenta, la sensación de ser observado fue desapareciendo conforme me alejaba de dicho sitio. Me encontraba a unos pocos metros de llegar a mi hogar, por lo que mi ritmo cardiaco alterado se vio relajado al verme a salvo.

-¿Qué fue eso?-

Fue mi cuestionamiento, reposando la espalda en la puerta para mantener el equilibrio mientras mi respiración agitada retomaba el ritmo normal.

Realmente necesito mejorar mi condición física. Solo hice un sprint de menos de un kilómetro y me siento agotado. Tampoco ayudaba el aire frío que irritaba mi garganta al inhalarlo.

Una vez en calma, me dispuse a entrar a casa.

-¿Qué o quién me siguió?-

Cuestioné, viendo hacia atrás de reojo aun con un miedo latente en mi interior. Espero que no sea algo malo y de ser así, me alegra estar aquí, donde puedo proteger a mi hermana.

Metí la llave a la cerradura, girándola y entrando.

Las bisagras rechinaron, avisando de mi llegada al cálido lugar al que llamo hogar.

Las tenues luces color ámbar me recibieron, indicando la presencia de alguien en casa.

Un dulce olor que provenía de la cocina captó la atención de mi nariz, provocando que esnifara para identificarlo.

-¡Oh! ¡Bienvenido a casa, Onii-Chan!-

La melódica voz de Rena me dió la bienvenida del mismo modo que siempre. Instintivamente sonreí.

-¡Estoy en casa!-

Avisé, a pesar de que no era necesario.

Ella salió de la cocina con un mandil y las manos manchadas de café.

-Llegaste justo a tiempo. He estado preparando chocolates, ven, ayúdame-

Avanzó hasta mi posición y me sujetó, jalándome junto con ella.

-¡E-Espera!-

Quise al menos retirarme los zapatos antes de entrar, pero no me fue posible.

Mi mochila cayó al suelo y las pisadas hicieron rechinar los tablones del suelo conforme avanzábamos.

Mi pequeña hermana lucía muy feliz. No digo que sea extraño ni mucho menos, normalmente es una chica animada, pero ese rasgo se potenció hoy por alguna clase de motivo que desconozco.

Entramos a la cocina. En la barra de la misma habían un bowl con chocolate líquido y una cuchara para mezclarlo. Adentro del horno se estaban calentando los chocolates de la charola.

"¿Chocolate? Eso es lo que olía rico. Lo que no entiendo es... ¿Por qué los está preparando hoy? ¿Es una fecha especial o algo así?".

Cuestioné, perdido en mis pensamientos en busca de una respuesta.

-¡Tch! Ya empezaste a divagar otra vez. Odio cuando haces eso, Yukito-.

Fui reprendido por Rena, quien chasqueó la lengua, se cruzó de brazos y jaló mi mejilla.

-M-Me disculpo, es solo que... ¡¿Mmm?!-.

Antes de contestar, en un rápido movimiento, ella sumergió otra pequeña cuchara a la mezcla del bowl y la metió a mi boca.

-¿Qué te parece el sabor? Están deliciosos ¿Verdad? Vamos, te permitiré alabarme-

Infló su pecho, posando las manos en la cintura y mostrándose con un aire de superioridad semejante al de un dios presentándose a sus creyentes.

Saboreé la cuchara, el contenido se derramó y mi lengua pudo sentir la explosión de sabores impactándola.

Alcé las cejas, impresionado por el buen sabor que esto tenía. Era una mezcla de chocolate, avellanas y crema de nueces que se combinaban en un sabor dulce que a la vez tenía cierta textura crocante.

Una vez extraído el más mínimo gramo de contenido de la cuchara, la saqué.

-Hmmm ¿Cómo debería decirlo?-.

Cuestioné, pensativo.

-Deja de fingir y acepta que te gustaron. De ser así te daré los que saldrá a hora del horno-.

Señaló con su dedo pulgar y exigió la respuesta.

-Menos cinco puntos por esa actitud arrogante. El sabor de un chocolate mejora cuando quien te los entrega lo hace de forma amable y te hace sentir querido-

Le recriminé, apuntándola con la cuchara de forma incriminatoria y severa.

-No soy tu novia como para dártelos con esas intenciones, idiota-

Se quejó, tocando una fibra sensible.

-S-Sí, soy consciente de eso. Aunque nunca recibí uno de ella ¿Sabes?-

Sonreí con dificultad, fingiendo que el daño infligido a mi corazón no fue crítico. No obstante, el ánimo decaído, por muy minúsculo que fuese, era identificable.

-Son para ti, Onii-Chan. Claro, también preparé para nuestros padres, pero principalmente los hice pensando en ti-.

Confesó, como si tratara de mejorar el ambiente de tristeza que infligí alrededor de nosotros.

-Has sido buen hermano conmigo desde que tengo uso de consciencia. Antepones mi bienestar ante cualquier cosa, incluyéndote. No te quejas del trato preferencial que nuestros padres me tienen. En otras familias el hermano mayor odiaría a la menor, pero contigo es diferente-.

Enrollaba su mechón de cabello con el dedo índice, apartando la mirada conforme su diálogo proseguía.

-Siempre te mantuviste al margen, obedeciendo lo que se te pidiera y ayudando a los que te rodearan sin pedir nada a cambio. No obstante, ayer, por primera vez, vi frustración y tristeza en ti, dos sentimientos que dudé que poseyeras. Sé que no he sido la mejor hermana del mundo e incluso ahora sigo sin creer que fuiste novio de Azusagawa-San...-.

"No arruines tu emotivo discurso, me estoy sintiéndome conmovido".

Me tembló la ceja con cierto enojo. ¿Por qué le es tan difícil acepta que fui novio de Haruka?

-Pero tú eres el hermano que cualquiera quisiera tener. Es por eso que me sentí en la necesidad de hacer algo bueno por ti, al menos una vez...-.

Declaró.

Hicimos contacto visual y sonrió.

-Los chocolates son mi forma de decir que a partir de ahora tendrás mi apoyo en el camino que decidas tomar, Onii-Chan-.

Estuve en silencio, manteniéndome estático.

El timbre del horno sonó, avisando que el tiempo de espera finalizó.

Rena se puso los guantes de cocina y lo abrió, sacando la charola para después posarla en la barra junto al bowl de antes.

Con una espátula los despegó y almacenó en un plato, extendiéndolos hacia mí. Continuaba sin habla, sin emitir sonido o movimiento alguno.

Esta era la primera vez que... me regalaban algo. El primer regalo que se me entregaba sin ser una obligación o fecha especial.

-Rena, perdóname-

Dije, dando un paso adelante.

Mi voz salía entrecortada. Mis ojos se cristalizaban.

-¿Are? ¿Qué sucede?-.

Cuestionó.

-Te voy abrazar-.

Declaré decidido y sin titubeo.

De repente mis brazos la rodearon, la envolvieron. El plato con chocolates cayó al suelo, siendo regados en varias direcciones al caer.

-¡¿Ehhhhh?! ¡¿Q-Qué es lo que...?!-.

Gritó, impresionada.

Antes de reclamarme, sintió que en su hombro caían gotas, humedeciéndolo.

-Gracias... gracias por ser la única persona en el mundo que genuinamente me quiere... que me necesita...-.

Acarició mi espalda delicadamente, tranquilizándome.

-Reprenderé a papá y mamá por no hacerte sentir querido, Onii-Chan-.

Dijo, provocando que soltara una pequeña risa.

Una persona, por muy acostumbrada a estar sola, tarde o temprano sufrirá por la falta de alguien que lo quiera. Somos seres sociales por naturaleza y emocionalmente dependientes.

No importa lo rudo o arrogante que seas, en el fondo, todos buscamos y añoramos lo mismo... el calor de otro ser humano, entendimiento mutuo... ser necesitado... indispensable.

-Sigue esforzándote, que aquí estaré apoyándote-

Los minutos se desvanecieron lentamente mientras permanecíamos abrazados, sintiendo el calor y la calma que solo ella podía ofrecerme. Me dio ese respiro tan necesario, ese pequeño refugi.

Sin decir ni una palabra, se quedó a mi lado, hasta que finalmente logré encontrar el equilibrio suficiente para romper el abrazo.

Con suavidad, ella sacó un pañuelo de uno de los bolsillos de su mandil y, sin titubear, comenzó a limpiar mi rostro con delicadeza. Sus movimientos eran casi maternales, llenos de un cuidado que me hizo sentir vulnerable y protegido a la vez.

-Gracias, Rena-

Murmuré, apenas audible, mientras una débil sonrisa se formaba en mis labios. Mis ojos, todavía enrojecidos, brillaron.

Negó con la cabeza, con una suave sonrisa asomándose en su rostro, mientras guardaba el pañuelo con calma.

-Onii-Chan, no tienes nada que agradecer. Siempre que lo necesites, estaré aquí-

Contestó con una confianza inquebrantable, levantando el pulgar como un gesto de promesa y lealtad.

Nos agachamos juntos, recogiendo los chocolates esparcidos por el suelo mientras compartíamos una breve risa, una que surge en los momentos más inesperados y aligera el ambiente.

La torpeza del momento se desvaneció, dejando solo el eco de nuestra risa y la calidez de estar juntos.

Después de eso, me quedé para ayudarla a preparar el resto de sus chocolates. Me concentré en seguir sus instrucciones al pie de la letra, atento a cada detalle que me daba, mientras iba comiendo uno a uno los chocolates que ella me entregaba. Cada bocado confirmaba lo que siempre había creído: la comida tiene un sabor diferente, más dulce, cuando proviene de alguien que te quiere.

Pasaron un par de horas y finalmente terminamos. Exhausto pero satisfecho, la vi colocar los últimos dulces en bolsas. Para mi sorpresa, me ofreció más bolsas de sus chocolates. Estaba a punto de negarme, sintiendo que ya me había dado demasiado, pero antes de que pudiera decir algo, me interrumpió.

-No son para ti, tonto. Estos son para esas dos chicas que están contigo-

Declaró con una sonrisa, causando que mi expresión se llenara de sorpresa.

-¿Cómo es que sabes de Igarashi-San y Shinomiya?-San-

Le pregunté, sin poder ocultar mi asombro.

-Soy popular incluso en otras escuelas, ¿sabes? Tengo senpais en tu universidad y les pregunté sobre ti-

Reveló Rena con una sonrisa que parecía de satisfacción, mientras yo sentía el calor subiendo a mis mejillas, causando un sonrojo inevitable.

-Me sorprendí cuando me dijeron que hoy te vieron salir con dos hermosas chicas a un lugar desconocido. No sabía que eras un gigoló, onii-chan-

Sus palabras me dejaron sin habla por un instante. Así que eso explicaba por qué estaba al tanto de Igarashi y Shinomiya. No había mencionado nada sobre ellas ni ayer, y mucho menos hoy. Su habilidad para obtener información era realmente impresionante, aunque un poco aterradora.

-¿Por qué lo hiciste?-

Le cuestioné, tratando de entender sus motivos.

Rena no titubeó en responder. Con un tono que mezclaba tanto cariño como una inquietante seriedad, confesó:

-Para asegurarme de que nadie te trate mal. Con solo mover un dedo, mis senpais te habrían defendido de cualquier peligro-

Mientras hablaba, sus ojos se volvieron opacos, casi sin brillo, como si estuviera revelando un lado de ella que pocas veces mostraba.

De repente, mi hermanita cariñosa y risueña se transformó en alguien que parecía capaz de hacer cualquier cosa para protegerme, incluso si eso significaba actuar como una jefa de la mafia.

No pude evitar sentir un escalofrío al darme cuenta de que tenía una hermana que, detrás de su dulce exterior, era alguien de temer.

-En otro momento hablaremos sobre esas dos chicas. De ser posible, me gustaría que las invites a casa para "dialogar"-

Añadió, enfatizando con una calma inquietante la palabra "dialogar". Su tono no dejaba lugar a dudas sobre lo que realmente quería decir, y un escalofrío recorrió mi espalda.

-¡H-Hai!-

Respondí automáticamente, sintiéndome acorralado. Entré en modo "sí a todo" sin pensarlo, como si mi mente hubiera decidido que lo mejor era no contrariarla.

Me di la vuelta con las manos ligeramente temblorosas y traté de encontrar una salida.

-Iré a mi habitación, estoy muy cansado y quiero dormir. Gracias, Rena-

Dije, intentando sonar lo más natural posible, aunque mis palabras estaban teñidas de una mezcla de miedo y agradecimiento.

-¡Hasta mañana, Onii-Chan! ¡No olvides darles los chocolates!-

Me despidió con su habitual entusiasmo, como si nada fuera de lo común hubiera pasado. Pero yo sabía que las cosas habían cambiado, al menos un poco, luego de mostrarle mi lado vulnerable.

Con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal, subí las escaleras, ansioso por llegar a mi habitación y descansar. Necesitaba tiempo para procesar todo lo que había sucedido, y sobre todo, para encontrar una forma de lidiar con la inesperada amenaza que mi dulce y protectora hermana acababa de revelar, eso sin contar con el peligro latente que representaba la propia Shinomiya y el desconocimiento que tengo sobre ella.

-¿Cómo reaccionará si le entregó los chocolates? Sin hacer nada por ella actúa de forma cercana a mí. Si hago un gesto como ese podría interpretarlo como una propuesta y obligarme a estar a su lado, como el estereotipo de Yandere-.

Expresé mis temores al aire, acostado mientras veía el techo.

De acuerdo, quizás era exagerado, pero la posibilidad estaba ahí y no era descabellado imaginar ese escenario para anticiparse.

Suspiré pesadamente.

-¿Por qué las mujeres dulces y tiernas que conozco tienen un lado tenebroso?-.

Interrogué. Hasta ahora, la única chica normal con la que he congeniado es Igarashi.

"No cambies, por favor".

Rogué. Si la inocente y enérgica Igarashi resultaba ser igual que Rena o Shinomiya, perdería la fe en las mujeres y consideraría que todas son Yandere en potencia.

La mañana siguiente llegó con la rutina habitual. Guardé cuidadosamente los chocolates en mi mochila, asegurándome de que estuvieran bien protegidos para el viaje a la universidad. Aunque la noche anterior había estado cargada de tensión, todo parecía normal al despertar.

Me levanté y, como de costumbre, tomé una ducha para despejarme, luego me vestí y bajé a desayunar. Mis padres y Rena ya se habían ido, lo que me dio un poco de tranquilidad. Sin prisa, emprendí mi viaje a pie hacia el instituto, disfrutando del aire fresco de la mañana.

Todo se sentía como un día cualquiera. Nada fuera de lo común perturbó el camino, y llegué a la universidad sin problemas.

Al entrar al aula, busqué mi asiento de siempre, junto a Azusagawa. Sin embargo, algo era diferente hoy. Podía sentir su mirada sobre mí, mirándome de reojo repetidamente. Decidí ignorarlo.

A la distancia, en la primera fila, Shinomiya me saludaba con la mano mientras su rostro se iluminaba por una sonrisa que mostraba la alegría de verme. Su entusiasmo era palpable, y aunque yo me sentía incómodo, no pude evitar devolverle el gesto.

Sin embargo, esa simple interacción hizo que el ambiente a mi alrededor se volviera más denso, como si un peso invisible se hubiera posado sobre mis hombros.

La sensación era abrumadora, y no pude evitar preguntarme si era solo mi imaginación o si realmente algo había cambiado. Por suerte, no tuve que soportarlo mucho tiempo. En cuanto Miharu-Sensei entró al aula, esa presión sofocante pareció disiparse, y finalmente pude respirar con normalidad.

El día apenas comenzaba, pero ya sentía como si estuviera librando una batalla interna para mantener la calma en medio de lo que parecía ser un torbellino de emociones.

-¡Muy bien! Como ya saben, pronto será la entrega del penúltimo proyecto del semestre, por lo que, a pedido de la mayoría, he decidido que sea un trabajo en binas. Son libres de reunirse con el compañero que deseen. Tienen 10 minutos para entregarme la lista con los integrantes-

Anunció Miharu-Sensei con una brevedad que no me dio tiempo de procesar la noticia.

"¿Cuándo decidimos esto?".

Pensé.

Miré instintivamente a Azusagawa. Su rostro se había puesto pálido, más de lo normal, al oír la palabra "binas". Parecía igual de sorprendida y preocupada que yo.

La entendía perfectamente, porque al igual que ella, yo no tenía ni idea de con quién trabajar, y sabía que reunirnos los dos no sería la mejor opción.

Fue entonces que, en un giro inesperado, vi a Shinomiya acercándose a donde estaba. El corazón me dio un vuelco, y tragué saliva, temeroso de lo que eso significaba. Podía adivinar lo que iba a pasar y no estaba seguro de cómo sentirme al respecto.

Cerré los ojos, esperando escuchar su propuesta y preparándome mentalmente para aceptarla, dado que las opciones de pareja no me abundaban precisamente, aunque no tuviera otra opción.

Sin embargo, en un giro de trama, lo que pasó me dejó completamente desconcertado.

-Azusagawa-san... ¿Te gustaría hacer equipo conmigo...?-

Le preguntó Shinomiya, pasando de largo por mi lado sin siquiera mirarme, inclinando su cabeza de forma tímida mientras jugaba con sus dedos índices en un gesto adorable.

"¿Q-Qué...? ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ?!".

Grité mentalmente, sintiendo cómo el mundo a mi alrededor se desmoronaba. Toda la situación se había vuelto completamente surrealista, y la única palabra que resonaba en mi mente era caos.

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