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Capítulo 14. Mamá tenía razón.

-Haruka, quiero que terminemos nuestra relación-.

Expresó Yukito con seguridad y decisión.

Un enorme vacío se formó en mi abdomen tan pronto escuché y comprendí lo que me estaba pidiendo.

Involuntariamente abrí los ojos en demasía, subiendo el puño hacia mi pecho, el cual comenzaba a sentirse presionado al igual que mis pulmones, impidiéndome respirar con normalidad.

Yo... sentí miedo. No el miedo que una persona siente cuando se encuentra en una situación de riesgo o por historias de fantasmas. No... era el genuino terror de perder algo que más amas... o a alguien...

Mi ritmo cardiaco comenzó a acelerarse. Podía escuchar el bombeo de la sangre en mis propios oídos, haciendo un estruendoso ruido que me impedía guardar la calma.

Ha pasado mucho tiempo desde que me sentí así. Si mi memoria no me falla, la última vez fue cuando recibí aquel mensaje de mi madre durante la cita de noche buena junto a Yukito.

Sufría un ataque de pánico.

"¿Q-Qué fue lo que dijo...? ¿P-Por qué me pide que terminemos? N-No lo entiendo d-debí haber escuchado mal... ¡Sí, es eso! Quizás oí mal...".

Pensé, hiperventilándome y deseando equivocarme, que lo que mis oídos captaron fue un mensaje distorsionado al ser recibido.

Centré mi visión en él. Sus ojos estaban completamente cerrados y presionados por sus párpados. Era como si el expresar su solicitud le resultase extremadamente difícil.

Poco a poco esa fuerza se fue reduciendo. Comenzó a abrirlos y mirarme fijamente. Pasaron los segundos y yo permanecí estática a la espera de una confirmación de lo anterior. Pero... su expresión me hizo comprender que estaba a la espera de una respuesta por parte mía, una que estoy postergando.

"¿Y si no escuché mal...?".

Se formó un nudo en mi garganta ante esa posibilidad. A ese síntoma también le acompañó unas increíbles ganas de llorar que a duras penas fui capaz de contener.

"Calma, calma. Podemos arreglarlo, lo evitaremos... ¡No permitiremos que esto suceda!".

Declaré internamente, manteniendo mis emociones a raya para que la desesperación que me azotaba en ese preciso instante no tomara control de mí. Sin embargo era más difícil decirlo que hacerlo y mantenerlo.

Las dudas comenzaron a brotar como las flores en primavera. Emergiendo de todos lados y llenando mi cabeza de incertidumbre.

"¿Qué fue lo que hice mal? ¿Por qué quiere terminar conmigo? Hice todo bien ¿No es así? Hemos pasado cuatro años juntos ¿Qué provocó que tomara esa decisión tan repentina?".

Varias interrogantes de esa índole me abordaron. Cerré los ojos para que no se notara el enrojecimiento en los mismos productos de el dolor en mi pecho y las ganas de llorar que no me abandonaban. Se me complicaba contenerlas.

Volví a respirar de forma irregular. El aire se volvía pesado al igual que la atmósfera. Inhalar oxígeno se hizo casi imposible y el ardor al exhalar insoportable.

"No entres en pánico. No te asustes, no te asustes...".

Crucé la mano y sostuve mi brazo, apretándolo. Tal vez el dolor físico podría combatir con el emocional en situaciones como estas y facilitarme el manejo de la misma.

No obstante, ante este choque repentino y estruendoso... la sombra de mi madre hizo acto de presencia sin forma de detenerlo.

Sus palabras resonaron con fuerza en mi cabeza. Esa frase que odiaba todo mi ser, esa que... ha condenado y condicionado mis relaciones, tanto la amorosa con Yukito como las amistosas con el resto de mis compañeros, impidiéndome el formar vínculos con los demás.

"El amor se acaba, te arruina...".

Su voz, clara como el agua y fría como la nieve, se originó en lo profundo de mi subconsciente.

Mis párpados se despegaron de golpe, volviendo a la realidad. A pesar de eso... mi alrededor era oscuro. La completa negrura cubría cualquier sitio al que mirara.

No era capaz de siquiera ver a Yukito, quien se hallaba a pocos centímetros de mí.

Estaba segura de que no han transcurrido más de 5 segundos desde que él me pidió terminar nuestra relación. No obstante, por razones desconocidas, ese tiempo me resultaba mayor al real. Parecía que el mundo se había congelado, reduciendo la velocidad lo que ocurría en él y que yo era la única a un ritmo normal.

Incrusté mis uñas en el brazo que sostenía. A pesar de que la tela del suéter que usaba impedía que estas hicieran una herida profunda, la punzada y la fuerza ejercida provocaban ardor en la piel.

"Permitir que ese sentimiento entre es como darle paso libre a una enfermedad...".

Otra vez se manifestó la madre de mi imaginación con su frase desesperanzada sobre lo que era el amor.

"¡N-No es cierto! ¡Tú y yo no somos iguales! Yukito me... ama... Yukito y yo... yo...".

La seguridad con la que antes afirmaba diferenciarse de esa mujer, la confianza que mostraba cada que presumía para mí misma que mi relación difería de la que papá y mamá sostuvieron , se desvanecía como las cenizas siendo desprendidas y perdiéndose en el aire.

"No somos iguales... yo no soy como tú... no...".

Mis labios temblaban ante la inseguridad en mis argumentos.

Agaché la cabeza. Pude sentir el roce de los cabellos del flequillo contra mi frente, los cuales ayudaban a esconder la expresión que seguramente me distorsionaba el rostro.

Lo que antes era ansiedad y nerviosismo se convirtió en dolor puro. Algo en mi interior se rompía, haciendo eco en cada zona. La presión en mi pecho no cesaba. El corazón que cuestionaba no se tranquilizaba.

Tragué saliva y, después de lo que pareció una eternidad, hablé.

-¿Para eso me citaste aquí...?-.

Interrogué de forma fría y severa sin intención. Era la manifestación de mi frustración y terror, al igual que de mi feroz resistencia a romperme, por lo que no pude regularlo. A eso hay que añadirle que nunca he sido buena a la hora de modular mi voz para proporcionarle una entonación amable y cálida como las demás personas.

Normalmente eso no me causaría interés de ningún tipo. Pero la persona a la que le dirigía esa aparente hostilidad no se trataba de cualquiera.

Cuando acudí de reojo a él en busca de un gesto o algo que me indicara lo que cruzaba por su mente solo noté sorpresa y disgusto.

Eso me quebró un poco más...

Por segunda ocasión me presioné el brazo. En definitiva dejaría una marca o edema una vez finalizado esto.

"Dime que es una broma, por favor. Una broma de mal gusto, una prueba para que te asegures de que te amo. De ser así podré sentirme aliviada. De ser ese el caso solo me enojaré un poco y te perdonaré. Por favor... por favor... no me abandones... no te vayas de mi lado...".

Rogaba con desespero y aferrándome a la esperanza de que nada de lo que sucedía fuese real. Deseaba en lo profundo de mi corazón que se tratase de una mentira.

Posé mi mano en el pecho, formando un puño. Sentía mi corazón latir con una fuerza desmedida, como si intentara romper las barreras de mi pecho. Al oír el sonido característico que Yukito hacía al hablar, presioné mis párpados contra mis ojos, esperando el ataque que sabía que vendría aunque aún me mantenía aferrada a que este no ocurriese.

-Sí, fue por eso. Quiero que terminemos nuestra relación aquí y ahora...-.

Mis piernas vacilaron. Sentí como si el suelo desapareciera bajo mis pies. Mi puño se cerró con más fuerza y tragué saliva, intentando sofocar las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Unas ganas incontrolables de llorar me abordaron, y un dolor agudo se instaló en mi pecho, abrumándome por completo.

Abrí los ojos lentamente y vi la completa decisión en los ojos de Yukito. Había una determinación fría en poner fin a lo que habíamos construido durante cuatro años. Cuatro años que, en ese momento, parecían desmoronarse poco a poco sin aparente detenimiento.

Eso hizo que mi corazón se rompiera un poco más.

"Creí que íbamos bien... en serio lo creí... ¿En qué fallé? ¿En qué?"

Me cuestionaba mentalmente, respirando de manera irregular y perdiendo cualquier minúscula esperanza de que el resultado cambiara. Cada inhalación era una lucha, y el dolor en mi pecho hacía que me costara trabajo obtener el aire necesario.

Miré de reojo a Yukito y vi... ¿enojo?

"¿D-Donde está tu sonrisa...? ¿D-Donde? ¡¿Dónde?!".

Grité internamente, incapaz de comprender la transformación del chico que tenía frente a mí. No reconocía al hombre del que me había enamorado. El Yukito que amaba jamás terminaría con nuestra relación, jamás pondría esa expresión en su rostro.

El novio que tanto amaba...

"Mi Yukito... desde hace años dejó de sonreír como cuando nos conocimos..."

Repentinamente lo comprendí, como si una verdad dolorosa me golpeara de lleno. El brillo de aquel chico se fue apagando lentamente, y aunque me di cuenta de ello, nunca me cuestioné el motivo, ya que nuestra relación continuaba en una aparente normalidad.

"M-Mi Yukito... ¿Dejó de serlo desde hace mucho...?"

Inevitablemente lo puse en tela de juicio, cuestionando lo que creía hasta ahora, mientras el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Sentí una opresión tan profunda que apenas respiraba. La frialdad de sus palabras hicieron que todo mi ser se quebrara.

-Hmm...-.

Emití ese sonido al querer llorar, pero me lo impedí. Respiré hondo, buscando algo imposible... calmarme en esta situación.

-¿Puedo...? ¿Puedo preguntar por qué?-.

El inicio de mi pregunta fue pronunciado a un volumen tan bajo que Yukito no pudo escuchar mi breve titubeo.

"Quiero saber en qué fallé..."

Pensaba mientras sentía que cada palabra era como una puñalada en el corazón.

-¿Acaso te interesa?-.

La respuesta hostil que recibí agrietó aún más mi ya adolorido corazón. Cada cruce de palabras era dañino, cada segundo de esta conversación hacía que todo doliera más. No reconocía a Yukito... pero estaba segura de que era responsabilidad mía. Solo no sabía de qué modo, porque... era imposible que Yukito fuera el que quisiera irse sin un motivo que fuese razonable.

-Sí, sí me interesa-.

"Quiero escuchar tus motivos..."

Dije lo primero y pensé lo segundo, sintiendo cómo cada palabra se atoraba en mi garganta.

-Yo... esperaba algo diferente de nuestra relación. Aguardé mucho tiempo a que por fin sucediera lo que deseaba, pero al final mis expectativas no fueron cumplidas-.

Declaró Yukito, causando que mis ojos se abrieran en demasía. Sentí un nudo en el estómago, y el peso de sus palabras me dejó sin aliento.

"T-Tus expectativas... ¿Aguardaste a que sucediera qué?"

No fue necesario formular la pregunta, por lo que esta no salió de mi mente. Supe de inmediato a qué se refería.

Él siempre intentó dar un paso hacia adelante en nuestra relación. La cita la propuso él, tomarnos de las manos fue su sugerencia. Yukito tomaba la iniciativa para caminar hacia la salida juntos. A pesar de que yo creía que tenía el control de la situación por ese contrato... la realidad era que solo fui partícipe rechazando los esfuerzos de mi novio.

Los recuerdos comenzaron a inundar mi mente, cada momento en el que Yukito intentó acercarse más, solo para ser detenido por mis miedos y dudas. El dolor en mi pecho se intensificó, cosa que creía imposible, como si mi corazón se partiera en mil pedazos.

"Yukito solo quería que fuésemos... ese tipo de pareja..."

Di con esa revelación tardíamente, y el peso de mi error me aplastó. Aquello que jamás noté, lo que siempre estuvo frente a mí, ahora me golpeaba con una fuerza devastadora. Me di cuenta de que, sin saberlo, había destruido la esperanza de alguien que solo quería estar a mi lado. Y ahora, lo estaba perdiendo para siempre.

"¿Cómo no me di cuenta? Soy... una tonta. Quizás si..."

Pensé mientras una pequeña chispa de esperanza surgía en mi interior. Tal vez si le prometía que haríamos las cosas que una pareja hace, podría reconsiderar el término de la relación.

No obstante, al mirarlo fijamente, no vi vacilación ni intenciones de retroceder en los ojos de Yukito.

-Es por eso que quiero terminar contigo-.

Repitió Yukito, añadiendo a su comentario anterior. Sus palabras fueron como un cuchillo que atravesó el último vestigio de esperanza que me quedaba. Esas simples palabras y la expresión de aquel hombre que amé la sepultaron.

Vi el reflejo de mi propia tristeza y desesperación en sus ojos, pero también una determinación inquebrantable.

Las cosas no tenían reparación. No había una solución. Todo se acabó. Cualquier intento de respirar con normalidad fue sofocado.

-¿Estás completamente seguro de esto? Porque si es así... no hay vuelta atrás-.

Agaché la cabeza y pregunté aquello, sintiendo que ya el llorar era imposible de seguir regulando. Sabía que si permanecía más tiempo en la conversación, acabaría llorando frente a él.

-Por supuesto. Estoy completamente seguro. Ya no es beneficioso para ambas partes. Rompamos ese contrato de compromiso y que cada quien tome su camino, Haruka... no... Azusagawa-san...-.

Otro crujido, el último, rompió en pedazos mi corazón. Sus palabras resonaron en mi mente, cada sílaba un golpe más fuerte que el anterior.

"¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me llamó de ese modo? Mi apellido no había sido usado por él a la hora de dirigirse a mí desde que comenzamos la relación"

Me cuestioné, frunciendo el ceño y arrugando las cejas en un pobre intento de contener mi tristeza. Sus palabras formales me atravesaron como una daga, marcando la distancia que ahora existía entre nosotros. La realidad de nuestra separación se volvió ineludible.

"Si lo que quiere es... cortar el compromiso... debo hacerlo de modo que... no haya tentaciones..."

Estaba en shock. No había expresión en mi rostro. El dolor me consumió y se apoderó de mí, dejándome como un cascarón vacío, igual que cuando mi madre se fue, abandonando a mi padre y a mí sin remordimientos.

Me volví a romper.

-De acuerdo, Yukihira. Te libro de nuestro contrato. Eres libre...-.

Declaré con completa inexpresividad y sequedad. Mi tono de voz era tan frío que resultaba difícil reconocer lo que sentía. Las palabras salieron de mi boca como si no fueran mías, como si las dijera alguien más.

Vi que Yukito suspiró de alivio y eso... me hirió profundamente. Fue como si ese suspiro confirmara que todo había terminado, que nuestra relación era solo una carga para él. Pero ya no demostraría mis emociones. Me negué a darle la satisfacción de ver cuánto me había destrozado.

"Tú lo dijiste, ¿verdad, mamá? El amor... te arruina..."

Pensé, recordando las palabras de mi madre cuando se fue de casa cuando apenas era una niña. En ese momento no lo comprendí, pero ahora que la poca felicidad que había recolectado al lado de este chico se iba, lo entendía perfectamente.

Incluso me cuestioné si en verdad fui amada por Yukito, si él había sentido algo real por mí, o si simplemente fui una conveniencia, una distracción temporal en su vida.

Las palabras de aquella mujer que odio resonaron en mi mente, repitiéndose sin aparente fin. Sentí el peso de su advertencia haciéndose presente en mi vida una vez más. ¿Había sido el amor una ilusión para mí? ¿Había imaginado toda nuestra relación? Los recuerdos de momentos felices se entrelazaban con la amargura de la realidad que ahora enfrentaba.

Yo estaba siendo sugestionada por su influencia. Ya no identificaba con claridad lo que nuestro noviazgo representó en ambos.

Y, producto de esa confusión, tristeza y frustración, posiblemente hablé de más, diciendo cosas que... en verdad no pensaba.

-Fuiste un buen sujeto de pruebas-.

Mi mirada se nublaba. No era capaz de siquiera verlo al momento de expresan tan crueles y poco sinceras palabras.

"¿Qué es lo que digo?".

Me cuestioné, pero no detuvo la rienda suelta de mis labios, continuando con la respuesta. Actuaba en modo automático.

-Solamente lamento-.

Tuve una vaga idea de lo que estaba a punto de decir.

"No, no es cierto. Yo no... yo no...".

No lograba coordinar mente y boca. Lo pensado con lo pronunciado distaba en demasía.

Ese sufrimiento me obligaba a decir algo que no quería, que no pensaba y que... no sentía.

-Solamente lamento haber perdido 4 años en este experimento sin un resultado satisfactorio-.

Moví las manos y retiré la mochila que se posaba en mi espalda, sosteniéndola enfrente mío.

Sujeté el zíper y lo abrí, dejando a la vista lo que había al interior.

Lo que buscaba fue tomado rápidamente y la mochila volvió a cerrarse.

Era una carpeta repleta de papeles. Documentos que consideraba importantes y vitales. Documentos que... enlazaban mi vida con la de Yukito.

Se trataba del contrato de noviazgo que él firmaba cada mes para su renovación. Aquel que yo redacté para que hubiese legalidad de ese vínculo para que no se rompiese.

Sin embargo...

"No quiero... atarlo...".

Pensé. Mis brazos temblaron al observarlo.

Negué brevemente y avancé con lentitud al bote de basura ubicado al costado de nuestra posición.

Eran unos cuantos metros, no obstante... la distancia parecía hacerse mayor conforme me acercaba.

Miles de sentimientos y mucha nostalgia me azotaron conforme daba los pasos hacia ese contenedor. Cada paso parecía arrastrar conmigo el peso de todos los recuerdos y esperanzas rotas.

Mis dedos no soltaban tan importante documento, aferrándose a él como si fuera lo único que quedaba de nuestra relación.

Lo hojeé rápidamente y en la última página, ya pasado el contrato, había un evento en el calendario encerrado de rojo...

La fecha indicaba un día que llegaría dentro de cuatro años y dos meses.

El nudo en mi garganta se tensó. Me mordí el labio inferior.

-Casarnos-.

Era la indicación escrita.

Sí. El calendario no abarcaba solo el proceso e itinerario que seguiríamos en la relación, ese no era el objetivo a la hora de ser redactado. Su finalidad era fungir como un seguro previo al verdadero contrato, el que enlazaría nuestras vidas... el de matrimonio.

No obstante ¿Qué importaba eso ahora? Todo se acabó.

Me desprendí de la carpeta, permitiendo que poco a poco las hojas en su interior cayeran al bote de basura para que después la propia carpeta sufriera el mismo destino.

Aquello en lo que plasmé mis esperanzas de que esta relación funcionara era desechado así sin más.

Di la vuelta lentamente. Yukito permanecía estático en su posición, pasmado. Quizás él no comprendía el significado que esa "pila de papeles" tenía para mí. Y no lo culpo, estoy segura de que jamás lo leyó por completo.

Contrario a lo que pensarían, eso me hacía feliz. Estaba tan seguro de querer mantenerse conmigo que no le importaban las condiciones. O al menos fue lo que pensé hasta el día de hoy. El día en que todo ha terminado.

Al cruzar enfrente suyo nuestros hombros se rozaron en un último contacto físico.

Continué mi andar hasta detenerme delante de él. Lo escuché girar y suspiré.

-Este es el adiós, Yukihira. No vuelvas a dirigirme la palabra y demos por muerto este asunto. Es la forma más eficiente de fingir que esto nunca sucedió-.

Declaré antes de volver a caminar y retirarme de ahí. Las palabras salieron frías y duras, pero cada sílaba era un esfuerzo por mantenerme entera.

Avancé y avancé sin rumbo fijo. Mis pasos eran automáticos, guiados por la inercia del dolor. De alguna manera llegué al aula y asenté mi mochila en su lugar, sin embargo... no me senté ahí.

Me quedé de pie, sintiendo cómo el peso de todo lo ocurrido me aplastaba. El aula, normalmente un lugar de rutina y normalidad, ahora parecía ajena y distante.

Salí del aula y me dirigí al baño. Normalmente no visitaría ese lugar porque opinaba que los baños públicos eran antihigiénicos. Pero... no iba para hacer mis necesidades.

-Tengo clase... no es momento... no es momento de...-.

Me repetía una y otra vez hasta que entré y vi que estaba vacío.

Entré a uno de los cubículos. Para mi fortuna, todos estaban vacíos.

Me senté encima de la tapa, levanté mis pies y... abracé mis piernas.

-No debo... no es momento de...-.

Mis lágrimas caían y caían, empapando mi vestimenta. Sentí cómo todo el dolor que había contenido finalmente se desbordaba. Los quejidos ahogados resonaron en ese baño, mi refugio temporal.

-Yukito... Yukito...-.

Repetí el nombre de mi ahora ex novio, como si decirlo una y otra vez pudiera aliviar el dolor. Cada vez que pronunciaba su nombre, sentía una punzada en el corazón, una confirmación de la pérdida que estaba enfrentando.

Lo que tanto añoraba en las noches antes de dormir se alejaba.

Aquel futuro en que ambos eran marido y mujer se disipaba.

No tenía ganas de nada.

Incluso pensé en faltar a clases, pero después de unos cuantos minutos, limpié mis lágrimas con el antebrazo de mi suéter y abandoné el baño.

"Yo... solamente quiero que este día termine...".

Caminaba por los pasillos, simulando estar bien. Cada paso era un esfuerzo por mantener una apariencia de normalidad.

"Quiero acostarme a dormir y que a la mañana siguiente... esto haya sido una pesadilla".

Rogaba internamente, deseando con todas mis fuerzas que la realidad pudiera cambiar.

-Quiero... al menos creer un momento que todo esto es una mentira...-.

Finalicé, entrando al aula y disimulando lo mejor posible.

He de admitir que fue sumamente complicado mantener la calma en un lugar donde estoy junto al responsable de mi sufrir y pesar.

Por momentos olvidaba que terminábamos y, como si fuese normal, producto de la rutina que seguimos antes, sentía ganas de hacerle preguntas y asegurarme de que haya entendido las clases. Pero cuando me percataba de lo que estaba a punto de realizar, me detenía en seco.

Yo fui quien sentenció cualquier contacto. Cumplir con mi palabra era lo mínimo que debía hacer.

Las horas pasaron sin que puédense concentrarme en otra cosa que no fuese en la situación actual que atravesaba.

El momento de retirarnos del aula se presentó para sorpresa mía. Era como si de un suspiro el atardecer nos recibiese.

Pude ver a Yukito partir del aula una vez finalizadas las clases y... simplemente agaché la cabeza y me fui.

Por primera vez en años... mi salida se sentía solitaria.

Me había acostumbrado a ser acompañada por Yukito en ese tramo hasta la calle principal.

Y ese era... el primer día después de eso que no sucedía.

No me percaté de que mis pies no se detuvieron en la acera como normalmente lo hacía. Solía detenerme ahí a esperar a mi padre para que me llevara a casa, sin embargo... esa vez no fue así.

Caminé con la cabeza agachada y con la mente en blanco.

Caminaba y caminaba hasta que llegué a mi hogar a los pocos minutos.

Justo cuando iba a abrir la puerta, mi padre salió.

La sorpresa en sus ojos era evidente. Me miró con preocupación, probablemente notando mi aspecto abatido y los rastros de lágrimas en mi rostro.

-Haruka, ¿qué pasa? ¿Por qué llegaste sola?-.

Me preguntó, notablemente preocupado.

Ante él no había forma de ser fuerte ni necesidad. Mi padre era la persona que me leía como un libro abierto y me amaba con todo su ser. No podría mentir y mucho menos pretender normalidad.

No pude poner en palabras el cúmulo de emociones que me abordaba, por lo que demostré lo mal que me hallaba de una forma sencilla.

-¿H-Haruka...?-.

Me nombró luego de que lo abracé, aplastando mi rostro en su pecho.

Un escalofrío le recorrió la espalda cuando su camisa comenzó a empaparse de lágrimas.

-¡¿Haruka?! ¡¿Qué te sucede?!-.

Él me sujetó de los hombros y me separó de él para que pudiese tener una mejor vista de mi estado actual.

Ah~ la escena se repetía. Era idéntico a ese día luego de que mi cita en el festival con Yukito finalizó de la peor manera tras recibir el mensaje de mi madre.

Estoy segura de que la expresión que notó en el rostro de su amada hija es un que... no veía desde que mamá nos abandonó.

Mis labios temblaron, entrecerré los ojos que se inundaban de lágrimas y hablé.

-Papá... lo arruiné... esta vez sí lo arruiné. Y no hay disculpas suficientes para arreglarlo...-.

Rompí en llanto. Estaba hecha pedazos.

Él me envolvió con sus brazos y me abrazó.

Mis piernas fallaron y de no ser por papá hubiese caído al suelo de rodillas.

Me sostuvo e hizo que ambos nos sentáramos en el pequeño pasillo previo a la entrada.

-¡Me duele...! Me duele...-.

Murmuré mientras mi padre ahogaba mis gritos al presionarme contra su pecho. Sentía cómo su abrazo intentaba contener el dolor que me desgarraba por dentro, pero las lágrimas seguían cayendo sin control.

-Yukito... perdón... perdón por todo...-.

Me disculpaba con genuino arrepentimiento y una tristeza sin aparente fin. Las palabras salían entre sollozos. La ruptura me había marcado emocionalmente, pero sabía que los días que vendrían tras mi rompimiento con Yukito... no serían mejores.

"Mamá... tenía razón...".

Luego de casi dos horas de esa forma, concluí. Cuando no hubo más lágrimas que derramar ni gritos a emitir. Yo estuve de acuerdo en algo por primera vez con esa mujer.

El amor... te arruina. Pero había una diferencia clara entre nosotras.

Ella culpó a mi padre...

Yo me culpo a mi misma.

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