Capítulo 1. Yukito Yukihira.
Efectivamente. La cité aquí mismo con el objetivo de ponerle fin a nuestra relación después de 4 largos años de noviazgo.
Supongo que habrán muchas dudas en ustedes y los entiendo perfectamente.
Preguntas como "¿Por qué terminas con ella? ¿Qué no era tu objetivo conseguir una novia? ¡Ya la conseguiste! ¡No lo arruines!" han de abundar.
Y la respuesta a esas interrogantes es... muy difícil de explicar.
Miren, Haruka y yo hemos tenido nuestros problemas durante la relación. Si no recuerdan mal, yo dije que quería formar este tipo de vínculo amoroso con el objetivo de recibir el amor que tanta falta me hacía y todavía hace. El problema es que... absolutamente nada cambió. Al contrario, la falta de amor se potenció a tal punto que no recuerdo ni un momento en concreto donde haya sido feliz a su lado.
Algunos pensarán que exagero porque ¿Cómo puedes sostener una relación de cuatro años en la cual no ha habido ningún momento feliz para alguno de los integrantes del noviazgo? Y ¿Qué creen? Sí es posible.
Por eso debo ponerlos en contexto.
Bien, el día siguiente a que me le propuse a Haruka, fui realmente emocionado a la preparatoria mientras me pellizcaba repetidamente en el brazo para asegurarme que de verdad no estuviese soñando.
Cuando por fin me presenté al aula de clases, debido a que por mi emoción salí a primera hora de casa, llegué muy temprano y solamente había una persona presente en dicho salón.
Correcto, lo adivinaron. Se trataba de Haruka.
Yo, cual niño emocionado en navidad, fui hasta su asiento y me senté en el que se hallaba aledaño al de ella y se percató de mi presencia.
-Buenos días, Yukito-Kun-.
El saludo dado fue dicho con el mismo tono de siempre. Frío y sin expresar ninguna clase de emoción. Pero no permití que eso me afectara. Al fin y al cabo ella ya era mi novia.
-¡Buenos días, Haruka-San!-.
Le devolví el saludo, esbozando una enorme sonrisa e inclinándome en mi banca. Si hubiesen personas en el aula seguramente también hubiesen escuchado ese acto de cordialidad a consecuencia del volumen que infundí al saludo. No obstante, esto se debía a que en verdad estaba emocionado de verla.
¿Quién no sería feliz al saludar a su nueva novia?
Aunque... el intercambio se limitó a ese saludo.
Estuve sentado con ella durante casi 20 minutos, en los cuales no separó la mirada del libro que leía. Al verla así de concentrada preferí no interrumpirla y solamente aguardé en ese asiento, en silencio.
La gente comenzó a llegar y el salón a llenarse. Naturalmente tuve que devolverle el asiento a la persona que le pertenecía dado que todos tenemos lugares asignados. El de Haruka era al fondo y el mío en la fila delantera porque sufro de problemas de la vista aunque he insistido que con mis lentes es más que suficiente para ver en filas medias y traseras.
-F-Fue divertido. ¿Nos vemos en el receso para caminar y comer?-.
Hablé, ligeramente nervioso. El tono de voz que empleé para hacer dicha pregunta fue lo suficientemente bajo como para que el resto del alumnado no lo escuchara. Ser el centro de atención es un deseo que tengo, pero soy consciente de que a Haruka le desagradaría y debo acoplarme a ella.
En esa propuesta recaían mis más puros sentimientos. Pasar el receso de clases junto a una novia ha sido un sueño que tuve desde que me cruzó la idea de emparejarme.
Ella bajó el libro de enfrente de su rostro y lo cerró. Yo esperaba atentamente su respuesta. Poco a poco sus labios se separaron, esos perfectos labios color rojo natural.
-Ineficiente. El tiempo libre entre clases debe ser empleado en actividades que permitan acrecentar tu conocimiento. Perderlo en mero ocio y en recorridos sin sentido es un desperdicio de tan valioso recurso-.
Qué fría...
-P-Pero... ¿Comer es una pérdida de tiempo?-.
Mi propuesta se centró en dos actividades. Me dio su respuesta respecto a la primera más no comentó nada referente a la segunda.
-No. La ingesta de alimentos es indispensable en el desarrollo humano. Acepto la propuesta siempre y cuando la acompañemos con sesiones de estudio-.
¡Aceptó! O eso creo.
-Entonces... ¿Nos vemos en la biblioteca?-.
-Inaceptable. En la biblioteca no está permitido introducir alimentos-.
Me dio su respuesta tan pronto terminé mi pregunta.
-¿Dónde comeremos si no es en la biblioteca?-.
Le cuestioné.
-Aquí en el aula. En mi mochila traigo muchos libros de referencia que pueden ser útiles a la hora del estudio. También quisiese que revisaras esto-.
Del interior de su mochila sacó una pila de papeles bien escorados y unidos con una grapa, los cuales reposaban dentro de una carpeta de plástico duro.
Ella aproximó dichos documentos hacia mí.
Yo instintivamente los tomé.
-¿Qué es esto...?-.
Pregunté, confundido.
-Es la calendarización de las actividades en pareja que haremos este año, obviamente-.
Eso solamente causó en mí más dudas.
-¿Calendarización?-.
-Sí. Planifiqué una serie de actividades en las que compartiremos tiempo juntos. Van desde el día de hoy hasta el fin del año. Si nuestro acuerdo de noviazgo continúa realizaré el siguiente. Y así hasta lo que dure esta relación. Por favor, léelo-.
¿Un calendario donde describe cada cosa que haremos como pareja? Eso era... ¡DEMASIADO GENIAL!.
Pequeñas lágrimas se salieron de mis ojos por la emoción.
"¡Ella pensó en todo esto para nuestro noviazgo a tan solo un día de la propuesta! ¡De verdad le gusto!".
Ese fue el pensamiento que abordó mi cabeza mientras me tapaba la boca, desviaba la mirada y celebraba internamente.
Abrí la carpeta y chequé su interior. Solo me centré en las primeras páginas.
Seguido de esto, mis ojos se abrieron en demasía y la sorpresa que expresé era mayúscula.
-H-Haruka-San... ¿Por qué dice "Estudiar" en cada casilla de día?-.
Fue la interrogante.
En cada espacio libre entre clase estaba la palabra "Estudiar" acompañada de la materia en la que nos centraríamos ese día.
Matemáticas.
Lenguas.
Ciencias.
Entre muchas otras.
Los fines de semana, de 8 de la mañana a mediodía, aparecía "Estudio en la biblioteca". O al menos en todo el presente mes.
-No hay mejor forma de pasar el tiempo en compañía que estudiando. Fortalezcamos el vínculo amoroso mientras nutrimos nuestros conocimientos, Yukito-Kun-.
Bueno, era de esperarse de ella. No por nada se le conocía por otro apodo además del de "La reina de hielo" el cual era "La computadora viviente".
Sacudí la cabeza.
-¿N-Nada de actividades típicas de pareja?-.
Mi vocecita decepcionada fue oída.
-No comprendo esa pregunta-.
Solo contestó aquello, sin cambiar la expresión facial.
-N-Nada... ¡Me parece genial! ¡Sí! ¡Pasemos juntos cada día de la semana estudiando!-.
Cambié abruptamente el estado de ánimo y respondí adecuadamente, según yo.
Rasqué mi nuca y sonreí.
-De acuerdo. Por favor firma aquí y será oficial-.
Ella apuntó con sus delgados y blancos dedos a una línea debajo de la portada del documento, en la cual aparecía la palabra "Firma".
¿Esto es un contrato o un documento oficial?
Con su mano libre acercó una pluma fuente hacia mí.
-H-Hai...-.
¿Cómo negarme? Ella se esforzó en planificarlo todo. Solamente le correspondí y firmé este acuerdo.
Haruka me arrebató el documento y la pluma.
-Extraño. Esperaba que leyeras los términos al final del calendario. Esta relación debe emocionarte tanto como a mí-.
Una minúscula y casi imperceptible sonrisa se había dibujado en sus labios.
Mi corazón pegó un salto y las mejillas se me sonrojaron ante ello.
Alguien que no fuese observador no se hubiese percatado de esa gesticulación. Pero ese no era el caso conmigo.
"¡Linda! ¡Muy linda! ¡Mi novia es jodidamente linda!".
El adjetivo "Linda" se repitió mentalmente hasta que...
"Aguarda... ¿Términos?".
-Te mandaré el documento en digital para que puedas estar al tanto de todo. Ahora ve de regreso a tu asiento, la clase está por iniciar. Presta atención a ella y cumple la primera regla de este compromiso-.
Su expresión cambió repentinamente a la misma de siempre. Aunque no es como si hubiese cambiado mucho.
"¿Primera regla? ¿Eh?".
Me limité a seguir dicha instrucción.
Después de varias horas en las que, tal vez por instinto o porque Haruka me lo ordenó, presté absoluta atención al profesor, la reunión de estudio, la primera actividad del calendario, dio inicio.
Y... no hubo ninguna clase de avance.
Ella sacó un pesado libro de álgebra con un señor extraño, a simple vista de apariencia extranjera, el cual tenía en la cabeza una bola roja de tela parecida a la que mi madre usa como cortina en la casa.
Baldor era su nombre según la portada.
-Demos inicio. Ten-.
Me entregó el libro tras ojearlo unos segundos. La búsqueda de la página de interés fue realmente rápida. Probablemente lo había preparado.
-Contesta los ejercicios. Te he estudiado y noté que la materia en la que menos rendimiento tienes es en las matemáticas. Primero trabajaremos en ello. Si terminas de resolverlos tendrás derecho a comer tu almuerzo-.
El color de mi piel palideció en demasía.
¿Qué? ¿Ejercicios? ¿Terminarlos para comer?
Del bolsillo sacó un cronómetro.
-Y... ahora-.
Dio la señal y presionó el botón.
Tal vez haya sido mero instinto de supervivencia, pero ni siquiera expresé queja y puse manos a la obra.
Fue realmente jodido. Habían letras con exponentes y números con letras y un símbolo extraño que no entendía.
No sé cómo, pero me las apañé y pude terminar de responderlos. Ojo, de responderlos, ya que estuviesen correctos era mucha avaricia.
-¡Listo!-.
Dije, separando las manos del libro y claramente cansado.
Haruka detuvo el cronómetro y sujetó el libro.
Analizó profundamente las respuestas mientras yo sacaba el bento de mi mochila y comenzaba a comer.
No sé por qué la comida supo muy rica hoy. No me quejaré.
¿Será por su compañía? ¡La comida tiene mejor sabor si la comes junto a la persona que amas! ¡No mentían!
-Hum-.
Ese sonido salió de su boca y arrugó la frente, al igual que las cejas.
Ese gesto se repitió en un total de 5 ocasiones.
Yo continuaba comiendo, preocupado.
Tras varios segundos de análisis cerró el libro y posó ambas manos, una encima de la otra, sobre la pasta dura de aquel material de estudio.
-Yukito-Kun. Hay mucho en qué trabajar-.
Fue su comentario, mostrando cierta decepción.
-¡Ugh!-.
Eso hirió mi orgullo.
La campana que avisaba del fin del descanso chirrió.
-En la siguiente sesión te comentaré los detalles de tu desempeño. Es todo por hoy-.
Se despidió, guardando el libro de álgebra. La gente comenzaba a entrar al aula y varios de ellos nos miraban extrañados porque no era común que la "Reina de hielo" tuviese compañía.
No negaré que alimentó mi ego ser el centro de atención, pero, pensando en mi novia, decidí no darles nada de qué hablar y me separé.
Regresé al asiento que me correspondía, abandonando el costado de Haruka. Ella se limitó a agitar la mano a la distancia, despidiéndose de mí.
Yo le devolví el gesto, regalándole la mejor sonrisa que podía esbozar.
El resto del día fue demasiado normal. Yo siempre he sido un estudiante promedio que en contadas ocasiones demuestra su intelecto. Sin embargo, no sé por qué, pero el día de hoy en verdad me esforcé en atender a las clases.
Tras la finalización de las clases, ambos salimos, caminando a la par.
-Oye Haruka-San ¿Vas a pie a tu casa? Puedo acompañarte si así lo deseas-.
Sugerí. Desconocía el medio de transporte que emplea para regresar a su hogar.
En las novelas ligeras que he leído es común que el novio acompañe a la novia a su casa. Nunca se sabe qué clase de pervertidos acechan en las calles.
-Inútil. El esfuerzo y los minutos gastados en caminatas pueden ser fácilmente aprovechados en algo de mayor importancia-.
Me esperaba una respuesta así.
-Es por eso que mi padre es quien viene por mí-.
Adicionó, respondiendo a lo que le pregunté.
Lo primero sobraba.
-Y-Ya veo. ¿Gustas que espere aquí contigo?-.
También aguardar a la llegada del señor Azusagawa contaba como parte del manual del novio. Asegurarte de que suba al auto y que parta a casa es lo que me correspondía.
-Ineficiente. Emprende el viaje de regreso a tu hogar y concéntrate en estudiar. Lo requieres-.
Se negó.
-P-Pero...-.
Quise contradecirla hasta que el aire gélido pasó, ondeándole el cabello y acentuando aún más esa expresión facial fría e imperturbable.
-De acuerdo. ¡Supongo que sí lo necesito!-.
Me rasqué la nuca y reí para aligerar el ambiente.
Haruka asintió.
Nos despedimos y alejamos el uno del otro.
El primer día en el que oficialmente nos convertimos en novios no fue lo que esperé de una relación.
-Tal vez mañana... sea diferente-.
Susurré, cabizbajo.
No obstante... nada cambió.
Cada día desde mediados de octubre hasta la actualidad la tendencia fue la misma.
Reunirnos en clases para estudiar.
Querer esperar con ella que su padre la recogiera sin éxito en convencerla.
Ir a la biblioteca los fines de semana durante 4 horas hasta que la alarma en el celular de Haruka le avisara que debía retirarse a sus actividades extracurriculares.
Y yo viéndola partir y diciéndome...
"Tal vez mañana sea diferente".
La esperanza no moría.
Cuando la fecha de noche buena, antes de navidad, se presentó, genuinamente estuve emocionado. Ya habían pasado dos meses desde que el noviazgo se oficializó. A pesar de ello, fue muy difícil convencerla de que saliéramos juntos. Según tenía compromisos. Aunque al final, a duras penas, estuvo de acuerdo en ir conmigo a la cita.
Fuimos al centro comercial. En el estacionamiento del mismo había una pequeña feria repleta de juegos. De los cuales resaltaban el carrusel y la rueda de la fortuna.
Fuimos, o mejor dicho, arrastré conmigo a Haruka.
Quería que se divirtiera.
Nos subimos a los carruseles y guardó silencio.
"A lo mejor la velocidad a la que el juego avanzaba era lenta y no le emociona".
Fue lo que opiné respecto a la falta de palabras.
Luego nos aproximamos a la fila de la rueda de la fortuna.
El señor nos atendió amablemente y permitió que entráramos a una de las cabinas. Mi novia iba a mis espaldas sin expresar oración alguna.
Al subir y tomar asiento, el juego se movió.
Ella estaba enfrente mío, posando las manos encima de las rodillas y observando fijamente el piso de metal en vez de la maravillosa vista de la ciudad a esta altura.
Noté que tragó saliva y su respiración se aceleraba.
-Haruka-San... de casualidad... ¿Le temes a las alturas?-.
Fue la hipótesis que tuve.
Su cuerpo pegó un pequeño salto.
-E-Es normal que los seres humanos le temamos a situaciones en la que nuestra seguridad o bienestar peligren...-.
Esa fue la primera vez que la escuché titubear.
-Se trata... del mecanismo de supervivencia...-.
Adicionó a su justificación.
Claramente no me burlaría. La apoyaría.
Abandoné mi lugar y tomé el que estaba al costado del suyo.
Ella volteó a verme.
-L-Lo siento. Si sirve de algo, te acompaño-.
Declaré.
Ya de cerca me percaté de que temblaba.
Posé la mano en el plástico del asiento. Quisiese tranquilizarla, pero no conozco de qué forma hacerlo.
De repente... se aferró a mí.
Su mano se entrelazó a la mía.
Yo salté de la impresión.
No dije nada ni emití sonido. Incluso evité el contacto visual y estoy seguro de que ella también. Pero su lenguaje corporal no mentía. Dado que el temblor de su cuerpo se mitigaba poco a poco hasta la hora de bajar.
Cuando la cabina se abrió nuevamente, se apartó y fue la primera en abandonarla.
Yo fui tras de ella hasta que el encargado del juego me detuvo.
-Muchacho, aquí tiene-.
Dijo, acercando una fotografía.
-Es parte de la experiencia de la rueda de la fortuna. Hay cámaras en las cabinas y les regalamos la foto a nuestros visitantes al finalizar el juego-.
Y ahí aparecíamos Haruka y yo.
El corazón me saltó y mis mejillas se sonrojaron.
-G-Gracias...-.
Guardé la foto en el bolsillo y le di dinero. Sé que no era necesario pagarle. No obstante, en verdad sentía que se lo merecía.
Tras esto corrí hacia mi novia.
La cita continuó. Comimos en un restaurante de comida rápida. O mejor dicho, comí ahí. Haruka solamente bebió agua porque, a palabras suyas, "La comida de este establecimiento rompe docenas de reglas de las normas de salubridad". La verdad es que está en lo correcto así que no le discutí.
Pasaron casi 20 minutos y ya íbamos en dirección a su casa. Ahí sería donde nos despediríamos.
Fue una cita breve y fugaz.
Y... me encantó.
Que hubiese conocido otra cara de Haruka hizo que valiese la pena.
Por fin haber hecho cosas de novios esperanzó a mi corazón.
Cuando llegamos al hogar de la familia Azusagawa, ella agradeció que la acompañara.
Platicamos un rato en la entrada hasta que fue hora de despedirnos. No sin que antes le preguntara si se divirtió.
-Haruka-San... ¿Disfrutaste de la cita? ¿Te divertiste?-.
Cerró los ojos y vi que vapor salió de sus orificios nasales y aliento tras un largo suspiro.
-Sí... me divertí...-.
Internamente celebré al escuchar la respuesta.
-Sin embargo... solo fue eso...-.
Adicionó.
-¿Eh?-.
Eso tuvo cierto impacto dentro mío.
-Diversión... pérdida de tiempo...-.
El pecho me apretaba.
-No gané nada. Fue un día insignificante que no representa nada en mi vida y futuro...-.
Se formó un nudo en mi garganta.
-¿Es así?-.
Murmuré, cabizbajo.
Recompuse la postura y la vi fijamente, regalándole una sonrisa falsa.
Dirán "¿Por qué falsa?" Simple... en verdad no quería sonreír.
-Lo siento-.
Se disculpó.
-¡N-No te disculpes!-.
Negué con cabeza y manos.
-Es entendible. Prácticamente te saqué de casa para ir a un sitio que no es de tu agrado. Es comprensible que no deseases recordarlo. Yo soy quien debe disculparse-.
Expliqué, responsabilizándome de lo ocurrido y riendo nerviosamente.
-Supongo que debo irme... feliz noche buena, Haruka-San-.
Le deseé.
-Feliz noche buena y próspera navidad, Yukito-Kun-.
El deseo fue correspondido y compartido.
Le di la espalda tan pronto cruzó la puerta.
Suspiré pesadamente y, del bolsillo de mi chamarra, saqué aquella fotografía tomada en la rueda de la fortuna.
-Así que... ¿Solo fue un día insignificante?-.
Interrogué al aire.
Los ojos se me cristalizaron.
El que consideraba el mejor momento de nuestra relación no tuvo importancia para Haruka.
Solté la única prueba de que aquella cita existió y esta cayó al suelo tras varios segundos planeando en el aire.
Limpié las pequeñas lágrimas que se desbordaban de mis párpados con el antebrazo y me fui de ahí.
Y, a partir de ese instante, decidí no invitarla a ninguna otra cita y seguir al pie de la letra el calendario de la relación dado que era la única forma en la que podía pasar tiempo con ella sin el temor de sufrir este duro golpe nuevamente. Mi seguridad e intenciones de progresar en el noviazgo se desvanecieron, desaparecieron.
-Tal vez mañana sea diferente...-.
Repetí la frase que, desde mediados de octubre, he dicho al finalizar mis días con ella.
Las fechas importantes posteriores no fueron diferentes.
En año nuevo me mandó un mensaje que decía "Feliz año nuevo".
Los 14 de febrero me regalaba un libro de estudio y... y ya.
En su cumpleaños, el 25 de abril, no permitió que saliésemos juntos después de clases porque "Estaba ocupada". Solo le regalé unas flores, las cuales recibió sin mostrar ni una pizca de felicidad.
En mi cumpleaños, el 12 de septiembre, nunca nos reunimos. Solo me mandaba un mensaje en las mañanas diciendo "Feliz cumpleaños" y durante las clases no tocaba el tema de nuevo.
Y en las navidades... nada cambió.
"Tal vez mañana sea diferente".
Repetí aquella esperanzadora oración durante cuatro años de relación.
Nunca me quejé.
Jamás comuniqué mi inconformidad.
Lo dejaba pasar y daba por hecho que las cosas fueses de ese modo.
O así fue hasta que, en la fecha de mi cumpleaños número 20, exploté.
Yo estaba acostado en mi cama, viendo al techo blanco y pensando en muchas cosas.
Siempre me despertaba 5 minutos antes de la hora de mi alarma para tener estos breves instantes a solas donde reflexionaba.
Cuestionaba seriamente si era feliz.
No había emoción dentro mío a pesar de que fuese el día del cumpleaños.
Seguramente mamá dejaría en el refrigerador un pastel individual para que lo comiera y festejara antes de que ellos se fueran al trabajo, y yo a la universidad.
Rena fue la única que me abrazó y me deseó un feliz cumpleaños, bromeando sobre mi edad y diciendo que soy todo un adulto.
Por actos como esos me es imposible odiarla a pesar de que gracias a ella papá y mamá me ignoraran.
Abandoné la comodidad de mi cama y fui al baño a lavarme la cara.
El agua helada fue recolectada en mis manos en forma de cántaro para después verterla en mi rostro, despertando al 100.
Cuando las gotas de agua se deslizaban por mi rostro, me miré al espejo.
Ya no era el mismo chico de 15 años que cursaba la preparatoria.
La barba me crecía ligeramente.
El cansancio se reflejaba en mi mirada.
El cabello desarreglado.
Aunque... esa sonrisa que me caracteriza seguía ahí.
Suspiré pesadamente y, justo a las 6 de la mañana, mi móvil sonó, alertándome de que recibí un mensaje.
Lo desbloqueé y lo vi.
Era de Haruka, quien escribió "Feliz cumpleaños, Yukito-Kun".
Así sin más. Ni emojis ni nada.
Exhalé el aire de mis pulmones y puse en pantalla de bloqueo el celular, sin responderle hasta que me cepillara los dientes.
-Tal vez... mañana...-.
No pude terminar la frase.
El nudo en mi garganta que se formó al ver mi expresión triste en el espejo me impidió continuarla.
-No... no será diferente...-.
Musité, cerrando los puños en señal de frustración.
-Creo que es hora de... ser sincero... conmigo...-.
Declaré.
-Yukito... ¿Cuándo fue la última vez que fuiste feliz?-.
Le dije al yo del espejo, apuntándolo.
No lograba recordar ningún momento feliz en el noviazgo con Haruka.
Se suponía que... ese fue el objetivo al confesármele.
-No soy feliz...-.
Confesé.
-Debo... recuperarme a mí mismo-.
Lleno de determinación, me miré al espejo nuevamente.
Sonreí como siempre lo había hecho ante las adversidades.
-Debe volver... Yukito Yukihira...-.
Fue ahí donde tomé la decisión que marcaría un antes y después en mi vida.
Saqué de los cajones del baño una afeitadora que le pertenecía a papá y la encendí. Corté esa barba poco abundante y de crecimiento irregular.
Luego entré al baño y tomé una ducha con agua caliente. Mis músculos se relajaban mientras las gotas de la regadera impactaban en mi tembloroso cuerpo.
El vapor empañaba las ventanas y los espejos del baño.
Al abrir la puerta fui al ropero y me vestí de forma adecuada. Yo normalmente, desde que la universidad permitió usar las prendas que deseases al no haber código de vestimenta, usaba ropa con la que me sintiese cómodo. Algunos me preguntaban por qué iba así de andrajoso y desarreglado. Yo solo respondía que es mejor la comodidad que la formalidad.
Tomé el peine y acomodé mi cabello de forma que no pareciese un nido de pájaros revuelto.
Ya estando listo volví a ese espejo que de seguro ya los tiene hartos y... me gustó lo que vi reflejado.
Pero... nada de eso importaba si no cortaba el problema desde la raíz.
Prendí el móvil y le mandé un mensaje a Haruka, citándola antes de la hora de entrada en la parte trasera de los edificios.
Acumulé valor dentro mío y, con una enorme sonrisa que era inversamente proporcional a la confianza dentro de mí, partí.
Caminé 10 minutos hasta la estación y tomé el tren que me llevaría a la universidad.
El viaje duró otros 20 minutos y caminé 5 más.
Ya estando ahí, me dirigí al punto de encuentro.
La brisa azotaba.
Las hojas cafés de los árboles se desprendían de las ramas, planeando junto con las ondas de aire hasta caer al suelo.
Enfrente mío estaba Haruka, mi novia.
Cuando se percató de mi presencia me saludó, agitando la mano a ritmo semi lento de derecha a izquierda.
Cuando nuestras miradas chocaron, muchos sentimientos encontrados quisieron salir al exterior.
Nerviosismo.
Ritmo cardíaco acelerado.
Sudoración excesiva.
Esos síntomas azotaron a este débil cuerpo.
Debía ser fuerte.
Esto ya no funcionaba para ninguno de los dos.
Me esforzaría para comunicarle lo que siento por primera vez desde que el noviazgo inició.
-Yukito-Kun. ¿Para qué me citaste aquí? Se supone que debemos estudiar antes de que inicie la clase, no tardes-.
Haruka preguntó, ladeando la cabeza.
Tragué saliva y respiré hondo.
-Quería decirte una cosa...-.
Hablé.
Ella asintió sin reflejar curiosidad, solo dándome el permiso de proseguir.
Esa imperturbable expresión facial y falta de sentimientos reflejados alteraron mi corazón.
Sacudí la cabeza y me palmeé las mejillas, retomando el coraje.
Si no lo decía ahora, jamás lo haría.
No había cabida para la cobardía porque hoy...
-Haruka-San, quiero que terminemos nuestra relación-.
Esa relación que duró 4 años por fin conocería su final...
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