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1.

Me encontraba en la sala de mi casa esperando a Enif, mi hermana menor, para irnos a la escuela; papá, como todos los días, nos llevaría a la escuela.

Miraba mi celular con un poco de desesperación; un tercer retardo y no me dejan entrar a la escuela, carajo.

Movía con ansiosa mi pie derecho, mordía mis ya antes largas uñas. Papá había bajado y miraba el reloj respolando.

— ¡Enif, ya es tarde hija! — gritó papá.

— ¡Ya voy! — gritó mi hermana enojada desde su habitación. Se sentó en el sillón solitario de la sala y cerró los ojos. 6:49, marcaba el reloj.

Enif bajó cepillando su húmedo cabello.

— Enif, te había ido a despertar desde las 5 para evitar esto — le dije molesta.

— Ay ya, pues te hubieras ido sola — me dijo con tono grosero.

— Ya niñas, vámonos.

— Papá... — le dije y enseñé el reloj.

— Vamos a hacer el intento, Venus.

Mire enojada a Enif, por su culpa era la tercera vez que llegaba tarde en el semestre; considerando que apenas llevamos casi un mes de iniciado éste mismo.

Papá manejó rápido; eran las 7:15 a.m.; a Enif la dejaron pasar porque es parte del comité estudiantil; debería de ser del comité hostil. En cambio a mí, me negaron la entrada; miré a papá desde la entrada de la escuela y él me hizo señal para regresar al auto.

— ¿Qué pasó?, ¿no te dejaron entrar?

— No pa. — me miró serio — No sé si recuerdes pero cuando venía con Dorian, siempre llegábamos temprano; no fue ni ha sido mi culpa, papá.

— Vale... acompáñame a Walmart, tu mamá quiere que haga la despensa antes de que ella regrese de su viaje de trabajo.

Papá manejó en dirección a ese lugar mientras intentaba conectar su teléfono a la bocina del coche.

Cuando llegamos, él sólo tomó el carrito y me pasó la hoja con la lista de despensa.

.

Me había comprado un croissant y café en una cafetería cerca de casa, lo ayudé a bajar las bolsas con todo lo que compró y los dejé en las encimeras de la cocina.

— Ve a cambiarte para que desayunemos, hija — dijo papá y asentí.

Por Dios, son casi las 9 de la mañana, claro que me voy a poner de nuevo mi pijama.

Después de cambiarme, bajé a la cocina y empecé a ayudar a poner la mesa. Él cantaba en voz baja una canción; papá a veces podía intimidar, pero realmente era un pan de Dios. Me distraje tanto que ni siquiera me había percatado que había dejado un ramo de mi siembra de margaritas en el fregadero de la cocina.

— Papá — dije y tomé mis flores ya muertas — te he dicho millones de veces que no hagas ésto. Son como mis bebés; acabas de asesinar a tus nietos, Andrés.

— Venus, ponlas en el florero, anda
— y me tendió el florero, el ataúd de mis pequeñas.

— La próxima vez que vayas a comprar cosas, asegúrate de comprar unas sintéticas.

— Pero, no olería igual de bien, hija.

Suspiré y puse mi croissant en mi lugar para empezar a comer. Él se sentó junto a mí y comenzamos a desayunar.

— Oye hija, ¿cómo va Dorian?

— Pues... bien — le dije cuestionando con la mirada esa pregunta.

— Es que estudian en la misma escuela, quería saber.

— Papá.

— Ya, ya hija. No lo tomes personal; es el sueño de ambas familias que ustedes sean los nuevos herederos de ambos apellidos y juntos; y de la empresa que ambos manejamos.

Era cierto, papá conoció a mamá en la universidad, donde ella y su mejor amiga Sahara conocieron a dos muchachos muy extraños, a papá y a Edward. Los cuatro decidieron fundar su empresa de astronomía, cuyas cabecillas lo son mamá y Sahara, teniendo de apoyo a los otros dos.

— Alucinan papá.

— Es la mera verdad hija. Oye, ¿por qué no vuelves a ir a la escuela con Dorian?, así como lo hicieron el semestre pasado.

— Papá... no sé si Dorian quiere; lo acaba de dejar Amanda y está muy hostil. No lo soporto.

— Pero llegarías temprano, sabemos que Enif no tiene remedio, ella va a seguir yendo tarde y más si sabe que con eso te hace daño. Cierto, ¿por qué está tan enojada contigo? Anoche le dije que te guardara pastel de chocolate que hizo Edward, y ella se lo acabó argumentando que no te gusta. 

— ¿Que hizo qué?

Papá me miró y siguió comiendo, evadiendo así mi pregunta y mi tan notorio enojo.

— Porque ella quiere hacer su voluntad; si no sale con Joseph Lewis, ella no es feliz.

— ¿Y ese quién es?

— El jefe del comité estudiantil, va en mi grupo pero es muy... ojo alegre, vaya. Yo hace dos semanas le dije que se alejara de ella sino le iba a ir muy mal, se fue a quejar con ella y no me quiere ver ni en pintura.

— Hija, es que tú no decides eso.

Sí, papá es el pasivo de su matrimonio, mamá es la dominante, la que impone reglas. Papá casi bien podría ser nuestro cuate.

— Ya sé papá, pero es que ella no se da cuenta que él solo la va a usar.

— Pues déjala, deja que ella aprenda.

<<Qué mierda>> pensé.

Me levanté de la silla para lavar mis trastes y subí a mi habitación, dispuesta a pedir los trabajos que hoy hagan en clases.

.

Escuchaba un audio de Apra donde me contaba con lujo de detalle qué había pasado el día de hoy en clases. ¿Cuánto es que podía hablar la rubia?

— Hey — escuché en el marco de mi puerta, era Dorian-, ¿por qué no fuiste hoy?

Dejé mi teléfono en mi escritorio y me volteé a mirarlo.

— Enif. 

— ¿Así le llamas ahora a tu flojera, querida Parks? 

— Cállate — le dije y reí. 

— Toma — me dio su libreta y le sonreí. 

— Gracias, Sellers. 

— Apúrate, que tengo que hacer mi tarea. 

— ¿No puedes irte a molestar a otro lado?

Dorian rió y me miró, se sentó en el sillón de mi habitación y sacó su teléfono.

Comencé a tomarle fotografías a las páginas del cuaderno y las pasaba a mi computador.

—  Oye Sellers — me miró — ¿crees que podamos irnos juntos a la escuela?

— 5:20 paso por ti, 5:25, si no sales, me voy.

— ¿Tan temprano?, Dorian, la escuela empieza a las 7:00, no seas exagerado.

— Es para no llegar tarde.

— Ya, no seas exagerado.

— ¿6:20? 

— Me parece bien.

— Si llegamos tarde, durante todo el semestre nos iremos más temprano.

— Sí, sí, ve a llorar. 

— Ya; ¿ya terminaste?, ya me quiero ir.

Le tendí su cuaderno, él sólo me levantó el dedo de enmedio y salió de mi habitación. 

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