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Descanso

—Sabes... Papá ama limpiar la casa.

Aquel comentario que su hija lanzó al aire, fue más que suficiente para detener sus actividades.

Miró directamente a Shikinami, notando como está se ocultaba detrás de la pantalla de su celular, evitando cualquier contacto directo con ella.

—¿Qué me estás tratando de decir? —preguntó, esperando que su hija esclarezca su duda.

—Dios... Papá es un amo de casa. ¿Acaso crees que no se aburre cuando lo mandamos a descansar con la tía Rei? —su hija parecía molesta, aunque eso era más una herencia de su parte—. Él ama a la tía Rei, pero adora más estar con nosotras... Conmigo.

—¿D-De verdad?

—Sí.

Ahora sí detuvo por completo sus deberes. Tomó asiento junto a Shikinami, notando entonces como esta apenas había tocado su desayuno.

Ella tampoco había probado el suyo. Siempre sintió asco por su comida tras quince largos años probando el sazón de su marido y esta vez no sería la excepción.

—A mí tampoco me gusta lo que cocino—confesó, dándole otro bocado al huevo que preparó—. ¿Cómo es posible que no sepa hacer un simple huevo? —una risa escapó de entre sus labios apenas dijo eso.

—Papá la ama—dijo Shikinami—. Siempre la come con gusto.

—Pues claro. Siempre ha tenido un pésimo gusto. ¿Mira a quien terminó por escoger para que fuera su esposa? —se burló, pero no de su marido, sino de ella misma.

Su matrimonio con Shinji fue un tanto especial, más que el de Ayanami con Kensuke.

Ambos, apenas ella cumplió los quince años, terminaron en la cama haciendo el amor como si no existiera un mañana para los dos.

Ese día, el invencible Shinji, demostró ser una bestia sin compasión. La montó, se adueñó de su cuerpo y finalmente, sin que ella lo esperara, terminó por confesar ese amor que hasta el día de hoy sigue entre los dos, dándole de vez en cuando sustos a su hija, quien sufría en una casa donde el sonido de los aplausos nocturnos era el pan de cada día.

—Tal vez soy muy dura con él al enviarlo lejos para que descanse—dijo al aire, recordando así las veces que Misato casi le daba un beso por haber limpiado aquel departamento que fue su hogar por muchos años—. Pero nunca lo he visto descansar.

—¿Crees que papá esté descansando ahora mismo?

—No, lo más seguro es que el tío Ken le esté rogando para que no piense en nada más que en su descanso.

—¿Debemos ir por él?

—Toma las llaves del carro. Papá seguramente está esperando por nosotras.

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