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Capítulo 44


Benjamín y yo estábamos bailando entre la multitud que nos rodeaba, los dos con una botella de cerveza en mano, mi novio movía su cuerpo al ritmo de la música sacando unos pasos impresionantes y yo no podía seguirle el ritmo así que nos reíamos el uno del otro.

Aun así nos divertíamos y poco a poco iba entendiendo sus pasos y dejándome llevar por él, aunque estaba queriendo tropezarme a cada momento, pero él me sostenía y no me dejaba caer.

Pronto se dejaban caer en la piscina oscura algunos individuos, y mi sonrisa malévola apareció.

Entre cada paso que dábamos yo empujaba a Benjamín sin que se diese cuenta a la orilla de la piscina, y cuando ya estaba muy cerca no lo dudé, me acerqué hacia su boca, le di un beso y lo empujé haciendo que caiga de espaldas a la piscina, carcajeé y él rápido saco su cabeza pasando sus dedos por su cabello mojado.

—¡Diablita malcriada! —gritó desde la piscina burlón.

Sonreí y tomé impulso para lanzarme a la piscina con todo y ropa.

De un chapuzón terminé casi cerca de Benjamín, subí mis piernas a su cadera rodeándola y él me tomó con sus fuertes brazos.

—Solo tuya —sonreí pasando mis brazos por su cuello pero a la vez acariciándolo.

—Mi pequeña diablita —me miró con ternura—, no sabes lo mucho que te quiero. Te quiero tanto que ese anillo que llevas en tu dedo anular lo significa todo para mí, te quiero tanto que intento ser una mejor persona para ti —acarició mi mejilla con las yemas de sus dedos y mis ojitos se cristalizaron, su forma de decirlo era tan tierna—, para que yo nunca pueda hacerte daño, porque no quiero alejarme de ti. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo —confesó—, te quiero siempre.

—Te quiero siempre, amor —sonreí abrazándolo con fuerza.

Mi sexto sentido me quería decir algo pero no sabía que era, de todas maneras no presté mucha atención.

(...)

Observaba detenidamente que hacía Alessandro, él se atrevió a sacar cocaína en frente de todos, lo regó en la superficie de la mesa que estaba alejada de la casa y empezó a hacer líneas, él me estaba tentando a probar, desde hace tiempo atrás tenía ganas de probarlo solo por primera vez y hoy todo me estaba diciendo que lo haga. Y aunque fuera extraño, quiero sentir de nuevo aquella sensación solo que esta vez quiero estar tranquila y disfrutarlo al máximo.

—Amor, voy por otra cerveza, ¿quieres otra? —inquirió Benjamín poniéndose de pie con la botella de la cerveza vacía, subí y baje mi cabeza insinuando que sí.

Aproveché y me levanté caminando hacía donde Alessandro y sus amigos.

—Hola —saludé coqueta a todos los que estaban en esa mesa, inmediatamente el olor de la marihuana invadió mi nariz y Alessandro se quedó frio—, ¿qué haces hermanito? —pregunté como si no supiera que se estaba drogando—, ¿me dejas probar? —pedí para ver su reacción.

Sus amigos se rieron, al ver que él no decía nada uno intervino. —¿Qué quieres probar bonita?, tenemos coca, éxtasis, cristal, weed, codeína, todo lo que tu quieras —acentuó esta ultima frase guiñándome.

—Gracias —sonreí cogiendo el billete de 20 que estaba envuelto—, hoy me apetece probar lo que Alessandro probó —mojé mis labios pasando mi lengua.

Bajé mi espalda acercando mi nariz a la mesa donde estaban las líneas, con una mano sostenía el billete envuelto y con un dedo de la otra mano tape el orificio izquierdo de mi nariz, estaba lista para probarlo, incluso inhalé un poco pero alguien evitó que siguiera jalándome del brazo. Estornude fuertemente y regresé a ver.

—No lo puedo creer Laura —soltó Benjamín enojado y decepcionado a la vez—, de verdad que no lo puedo creer —volvió a repetir dando vuelta y yéndose.

—Benjamín —intenté detenerlo pero él no quería—, Benjamín espera por favor —rogué atrás de él porque presentí que si se iba ahora no me escucharía después—, ¡Benjamín! —alcé la voz pero él no se detuvo, a pasos largos se fue alejando de mí, subió a su moto y sin importar nada arrancó y se marchó.

Di media vuelta y me llevé las manos a la cabeza jalándome el cabello.

Lo arruiné. Sabía que lo arruine porque él nunca reaccionaria así por cosas pequeñas. Él no se hubiera marchado si en verdad no se hubiera enojado.

Entré a la casa en busca de mi celular.

Mi mente estaba en otro lado, no sabía que hacer, ¿debía darle espacio y esperar a que se tranquilizara? ¿O debía ir a buscarlo y arreglar las cosas en este instante?

Cogí mi celular desesperada y marqué su numero, pero antes de llamar recordé el porqué no le gustaba ni escuchar el tema de las drogas, recordé cuan mal Benjamín estaba después de que me habían drogado.

Él tiene miedo a las drogas, tiene miedo a que otra vez la historia se repita, tiene miedo porque las drogas mataron a su mamá.

Yo sabía su miedo, él me lo contó y aun así hice eso.

—Soy una tonta —dije reprochándome con mis ojos llorosos.

No quiero dejar las cosas así, no quiero que todo se vaya al carajo por un error mío.

Pero también quiero darle su espacio, no quiero aturdirlo.

Lo llamé y directo fue al buzón.

—Benjamín —no sabía como disculparme porque mi voz estaba como un hilo—, lo siento mucho —respiré hondo para poder hablar—, lo siento tanto, de verdad no quiero que te alejes de mí, por favor —rogué casi yendo a llorar—, no quería arruinar todo lo nuestro.

Suspire fuerte sentándome en una de las sillas de la isla de la cocina, el ruido de la puerta abriéndose no me hizo regresar a mirar, sabia que era Alessandro.

Se posiciono frente a mí, yo estaba con la cabeza baja, no quería que me viera así. Del bolsillo de su remera sacó algo y lo lanzo a la isla, en mi frente.

—Toma —esparció lo que parecía droga—, prueba lo que se te dé la gana, yo te lo doy —escupió egocéntrico—. Metete lo que quieras hermanita, ahí hay de todo —terminó de decir y alcé mi mirada con rabia, aunque mis ojos aun seguían llorosos.

—Jodete —me levanté bruscamente haciéndolo a un lado pero el no me dejó ir y me cogió la muñeca con fuerza—. Suéltame —dije entre dientes, no estaba para aguantar nada.

Me soltó pero cogió mi mandíbula, esta vez tomé su mano con fuerza quitándola de mi cara inmediato.

—Ese imbécil no te merece —me dijo intentando limpiar mis lagrimas, el olor a alcohol que salía de su boca directamente chocaba con mi nariz.

—No te metas —solté alejándome con dirección hacia mi cuarto.

—Él solo te va a causar daño —insistió antes de que me alejara lo suficiente para no escucharlo.

Con apuro busqué las llaves del auto, yo realmente no quiero dejar las cosas así, quiero solucionar todo.

Apenas pude cambiarme de zapatos y salí del cuarto esperando ya no encontrarme con mi medio-hermano.

No fue así. Él estaba esperándome al final de las gradas.

—Tenemos que hablar —se escuchó preocupado.

—No estoy para escucharte —intenté esquivarlo pero como suele hacerlo tomó mi brazo deteniéndome.

Suspiró sin despegar sus ojos de mí. —Es acerca de Benjamín.

—No —hablé de inmediato antes de que continuara—, no me vas a meter cucarachas a la cabeza y menos vas a hablar de Benjamín —dije con tono amenazante—, de mi novio —aclaré fuerte y fui a la cocina.

—Que conste que yo te lo quería decir —murmuró saliendo antes que yo.

La fiesta aun seguía, caminé hasta el garaje y me subí al carro, por suerte no había muchas personas y las que estaban se retiraron.

Rápidamente salí con dirección a la casa de Benjamín. El trafico era terrible, me estresaba no llegar pronto, después de unos 20 minutos logre llegar y estacionar al frente, las luces de la sala estaban prendidas y eso me alivió un poco. Me acerque y toqué el timbre, me sentía muy nerviosa. De pronto Vicenta abrió la puerta.

—Cariño —habló antes que yo, un poco sorprendida.

—Buenas noches —sonreí amable, no sabía ni que decir—. Yo... yo...

—¿Benji no estaba contigo? —preguntó antes que yo.

—Sí, pero... —me callé— ¿No ha llegado aun?

—No —respondió segura—, no lo he visto desde la mañana. Pero pasa cariño —extendió su mano hacía adentro.

—No se preocupe —me negué a entrar—, ya tengo que irme —me excusé—. Pero por favor dígale que estuve aquí —pedí de favor.

—No te preocupes Laura —sonrió cálidamente—, yo le digo, ¿todo está bien?

—Sí —mentí—. Muchas gracias, bonita noche Vicenta—me despedí y di media vuelta.

—Bonita noche cariño —respondió entrando a su casa y yo subiendo a mi auto.

Busqué entre mis contactos a Max, lo llamé pero no contesto, así que me decidí por llamar a Alex, al segundo tono contestó.

—Dime —dijo él, de fondo se escuchaba música.

—Pásame a Benjamín —pedí como si yo supiera que estaba con él.

—Yo no estoy con él —respondió—, ni lo he visto.

—Ajá —aclaré la garganta pensando que me estaba mintiendo—, ¿y donde estas tú? —inquirí.

—Muy lejos de ti, cariño —sonó arrogante y lo colgué.

De camino a casa estuve buscándolo y llamándolo por casi una hora, pero simplemente él había desaparecido.

Me sentía mal, era tan rara esta sensación. Apartando todo, todas estas semanas él me había hecho sentir tan bien a pesar de todo, siempre estaba conmigo sacándome una sonrisa, y me dolía que yo le haya causado daño.


La jodida fiesta aun continuaba, y el reloj casi marcaba la una, estaba cansada y quería dormir, pero antes bajé a la cocina por un vaso de agua.

Por la ventana miré que todos se divertían.

—A la mierda —solté saliendo de la casa, me escabullí entre la gente y terminé en la mesa donde temprano estaba Alessandro con sus amigos, ahora ya no había drogas, solo vasos y botellas de alcohol, pero vi una botella de vodka que aún estaba sellada y la cogí—. Mierda —solté cuando desde lejos vi a Nayeli besando a Alex, casi estaban devorándose, por ningún lado vi a Ángeles, supongo que ya se había ido, pero con disimulo tomé una foto de aquellos dos.

Volví a la casa, bloqueando la puerta para que ningún desconocido entre.

Dudaba en si enviarle la foto a Ángeles, así que mejor preferí decírselo en persona.

Laura Bell:

—¿Aun estás en mi casa?

Envié a Ángeles. De inmediato respondió.

Ángeles:

—No. Me fui hace dos horas, ¿todo bien?

Laura Bell:

—Sí, todo bien. Alex esta aquí y pensé que tu igual.

Ángeles:

—Él y yo terminamos.

No quería ser cruel con ella. Es mi amiga, a pesar de que se besó con el idiota de Alessandro.

Laura Bell:

—Si quieres mañana puedes venir a mi casa y charlamos un rato.

Ángeles:

—Estaré ahí a las 11 :).

No respondí de nuevo, la dejé en visto y subí con la botella en mano a mi habitación.

Otra vez intenté llamar a Benjamín pero no contestaba, y esta sensación que tenía me estaba matando.

Yo quería tenerlo aquí, a mi lado y abrazarlo, porque justo ahora estaba sintiendo que todo se estaba desmoronando y si yo tenía razón, mi corazón pronto se rompería en mil pedazos si no arreglaba lo que hice.

El sueño me ganó, solo guardé la botella para mañana y apenas alcancé a cambiarme de ropa y lavarme la cara antes de caer rendida.

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