Capítulo 40
—Cariño casi no tienes glóbulos rojos en la sangre —mencionó la abuela preocupada—, estas tan cerca de tener anemia.
—Por tal motivo tienes una infección, tus defensas son bajas Laura —agregó el abuelo escuchándose preocupado pero a la vez enojado—, tuviste una taquicardia.
—¿Quién estaba al pendiente de tu dieta antes de llegar acá? —preguntó la abuela—, ¿o tú te estabas alimentando incorrectamente?
Amelie. Ella fue quien estaba al pendiente de cómo me alimentaba para que no "engordara".
—Esto no es de unos meses atrás mi niña, y yo ni me había dado cuenta cuando dejabas comida en el plato —comentó mi abuela sentándose al filo de la camilla.
—No, no es tu culpa abuela —interrumpí rápido—, simplemente... —me quedé pensativa—, simplemente estaba acostumbrada a comer así.
Flashback:
—Vas a dejar de comer eso Laura y empezarás a hacer ejercicio diariamente —Amelie sonó amenazante—. Empezaré a controlar más tu dieta porque al parecer comes lo que se te dé la gana, y me cambias esa cara —alzó la voz notando mi enojo—, que todo esto es por tu bien.
(...)
—No quiero que subas de peso ni un kilo más —decía ella mientras intentaba no virar mis ojos—, o tu cuerpo se desfigurará y así ni te regresarán a mirar.
—Ya lo sé, siempre me lo has dicho —le recordé de mala manera.
Fin del flashback.
(...)
—Te quiero Laura —Benjamín sonó sincero—, y siempre ten presente que estaré aquí para apoyarte y escucharte, a pesar de todo estaré siempre aquí —acaricio mi mano mientras me miraba.
Me solté en llanto y me abalancé a Benjamín abrazándolo.
—Todo mejorará, todo estará bien amor —susurro mientras sobaba mi espalda.
Las lágrimas que llevaba aguantando semanas explotó al tocar el tema de mi madre.
—Llora amor, llora y desahógate —decía mientras más me aferraba a su cuerpo.
—Me duele mucho Benjamín, me duele mucho porque ella solo me hace daño —conté entre sollozos—. No quiero volver a lo mismo —lloraba intentando tranquilizarme—, no quiero verlos.
—Las cosas cambiarán —murmuró dejando besos cortos en mi cabeza—, tú estarás bien, yo haré que tú siempre estés bien.
Después de pocos minutos me tranquilicé pero no deje de abrazar a Benjamín.
—Llorar alivia el alma —mencionó Benjamín alejándome de él con delicadeza y tomándome en sus brazos como a una bebé, me alzó del sofá yendo hacia las escaleras.
Me subió hasta mi cuarto y como pudo logró colocarme en la cama junto a él. Después de eso cogió la manta que estaba al filo de la cama y la extendió arropándonos.
Me abrazó de nuevo y una palabra salió de mi boca, —Gracias.
Sonrió ligeramente sin decir nada.
Después de varios minutos con los ojos cerrados ya estaba cayendo dormida, y Benjamín al parecer pensó que ya lo estaba.
—Pequeña diablita —susurró—, te ves tan fuerte y a la vez tan frágil, no mereces todo lo que tus padres te han hecho.
Fingí estar dormida para ver si me decía algo más pero no. Benjamín estaba logrando entender que estaba pasando en mi vida y por un segundo por mi mente se pasó la idea de qué tal vez eso lo pueda utilizar en mi contra algún día.
(...)
No quería que Ethan se enterara de que estuve en el hospital, pero eso iba a ser imposible aunque no le contestara las llamadas y lo ignorara, los abuelos habían tomado la decisión de acompañarme a casa de mis papás y hablar con ellos, tenía que quedarme una semana más pero los abuelos ya no quisieron.
Benjamín viajó con nosotros ya que había arruinado sus planes. En un cerrar y abrir los ojos me encontraba de nuevo en la ciudad.
Estoy a minutos de enfrentar a mis padres, pero no lo haré en frente de los abuelos, aunque espero que mi autocontrol no me traicione y terminé diciéndoles todo antes de que ellos puedan hablar.
—¿Quieres que te acompañe? —susurró en mi oreja Benjamín.
—No quiero que estés metido en esto —soné un poco cruel—, ve a casa, descansa y si pasa algo yo te llamo —miré que ya llegábamos a su casa—. Richard —llamé al conductor—, estaciónate aquí por favor —pedí y lo hizo.
—Realmente me alegra mucho conocerlos —miro a los abuelos—, gracias por su acogida y amabilidad, espero volver a verlos pronto —sonrió delicadamente.
—Gracias a ti Benjamín —acentuó su nombre el abuelo—, gracias por viajar tanto por ver a mi nieta —recordó—, sé que ella te estaba extrañando —regresó a mirarme desde el asiento delantero y sonreí al igual que él.
—Cuídate nieto mío —dijo la abuela y me sonroje junto con Benjamín, ellos ya sabían que Benjamín y yo somos novios—, también esperamos verte pronto, siempre te recibiremos con los brazos abiertos —informó tierna y Benjamín aceptó bajando su cabeza mientras sutilmente les devolvía una sonrisa.
—Te quiero, diablita malcriada —volvió a susurrar sacándome una sonrisa, de inmediato se bajó del auto y cerró la puerta, esperamos a que Richard bajara sus maletas y después fuimos a casa.
Con sentimientos encontrados entré a esa casa, encontrándome con mis padres sentados en la sala, al parecer se veían ansiosos por nuestra llegada, busque a mi hermano con la mirada sin encontrarlo.
—Laura —nombro papá pero lo ignoré—. Papás, ¿Qué tal el viaje?
—¿Cómo estas princesa? —preguntó la cínica de madre.
—Iré a mi cuarto —avise a los abuelos sin emoción.
Voltee con dirección a las escaleras, las subí dejando un silencio entre mis abuelos y padres.
Al caminar hacia mi habitación me encontré con la menos inesperada sorpresa. De golpe se abrió una de las puertas de los cuartos para las visitas, saliendo Alessandro de ahí, pasé por su lado mirando que tenia unos cuantos tatuajes en sus brazos.
—Bienvenida a casa —pronunció y acentuó con suspicacia.
—Gracias hermanito —respondí con una sonrisa falsa entrando a mi habitación, esta estaba intacta, Alessandro me siguió entrando a mi cuarto.
—Aquel día empezamos mal —recordó—, y como disculpas te compré esto —mostró una pequeña caja—, lamento todo pero te ocultan muchas cosas.
—Me da igual —respondí grosera—, sal de mi habitación —ordené atacando con mi mirada mientras lo empujaba para que salga.
Alzó sus cejas haciendo una mueca e hizo lo que ordené pero antes dejando su regalo en el mueble al lado de mi cama.
Recuerdo que cuando vi a Benjamín por primera vez parecía que no había dormido en días, en cambio Alessandro parece que no ha dormido en años, porque sus ojeras son tan notorias, al igual que sus ojos hinchados y su cuerpo un tanto definido.
Únicamente me bañé y me cambié de ropa para poder salir a comprar unas cosas que necesitaba.
Cogí las llaves de mi auto y salí de mi habitación, al bajar las escaleras vi como mis padres aún seguían conversando con los abuelos.
—Laura ven por favor —pidió la abuela cordialmente y me acerqué—. ¿Quién se encargaba de tu dieta? —preguntó y regresé a mirar a Amelie.
—¿Preguntas eso porque casi no existen glóbulos rojos en mi sangre?, ¿o porque dejo comida en el plato? —pregunté pero rápidamente respondí—, si es así, la que se encargaba de mi dieta siempre fue Amelie, abuela, ella fue la que me decía que si engordaba nadie me querría.
Papá me miró pero inmediatamente bajo la mirada, Amelie solo miraba a algún punto de la casa.
Los abuelos se quedaron callados y ambos miraron a mis padres con enojo.
—Jack —llamé a mi papá con un tono de voz grotesco pero doloroso, jamás lo había nombrado por su nombre—, Amelie —nombré a mi mamá—, les dejo ver el tatuaje que me hice con Ethan en la espalda el día de mi cumpleaños —alcé mi camiseta dándome la vuelta y mostrandoles mi pequeño tatuaje—, aquel tatuaje que la chica de las fotos íntimas que supuestamente era yo, no tenía —terminé de decir y abrí la puerta saliendo de la casa.
Me dirigí al garaje, y desde lejos pude observar mi auto que estaba cubierto, quité la tela que impedía que entrara el polvo y me subí, solté un suspiro y prendí el auto, arranqué saliendo de esa casa dirigiéndome al centro comercial, no paré cuando vi a papá saliendo de la casa y diciéndome que espere.
Valentina ya me había estado esperando en la entrada así que solo estacioné el auto y fuimos a comprar lo que necesitaba.
Desde que había llegado a Londres estaba sacando dinero, cierta cantidad cada semana para que no sospecharan, después lo depositaba en la cuenta de Benjamín, primero le pedí a Gustav que me guarde ese dinero pero no tenia una cuenta de banco propia, así que preferí no meterle en problemas, entonces Benjamín se ofreció y desde entonces saco dinero con la tarjeta que mi papá me obsequio. Lo hago porque si algo llega a pasar mi papá puede bloquearme la tarjeta de inmediato y no tendré ni un dólar, entonces así estoy mas precavida por si algo sucede ya por lo menos tendré para quedarme en un hotel.
—Vale, mira —empecé a explicarle—, compra lo que quieras y paga con mi tarjeta, pero ese dinero me lo das en efectivo o me lo depositas a una cuenta.
—¿Para que tu papá no se de cuenta que estas sacando mucho dinero? —preguntó mientras subíamos el ascensor.
—Exacto —le di la razón.
—Entonces vamos de compras —exclamó sonriente saliendo del ascensor.
Más de tres horas comprando ropa, si es por Valentina se llevaba todo de cada local.
—Adivina cuánto gastaste —murmuré viendo el saldo que gastó hoy.
—Ohm —pensó por un momento—, más de tres mil —contestó dejando las bolsas en los asientos de atrás.
—Tres mil novecientos cuarenta y cinco —corregí—, no valía la pena gastar 300 dólares en esa cartera —mencioné acomodándome en mi asiento.
—Pues ya la había manchado de helado —se excusó—, tenía que comprarla, no esta tan fea —agregó mientras chupaba su helado.
Aplasté el botón que metía el techo panorámico obteniendo más frescura, —¡Ay!, que calor infernal —exclamé saliendo del estacionamiento—. ¿Y qué más hicieron sin mí en estas vacaciones?
—No mucho la verdad —respondió—, Ángeles y Alex de nuevo están juntos, pero como novios —contó sin dejar a un lado su helado.
—Nunca me ha caído bien Alex —resople—, me da malas vibras desde que se fue como si nada en el campamento.
—Pensé que solo era yo la que pensaba eso —concordó conmigo—, siento que... —se calló—... que Ángeles se merece más.
—Sí pero no nos podemos meter —recalqué conduciendo hasta casa—, esperemos que no sea como creo que es.
—Casi me olvido de contarte —Valentina recordó algo—, un día después de que te fuiste, cada periódico o página web que habló sobre las famosas fotos falsas ofreció una disculpa para tu familia y para ti porque al siguiente día se aclaró que no eras tú, aunque ya daba igual —alzó los hombros.
—Sí sabía que algo así pasó, pero no me interesa, después de borrar casi todas mis redes no me entere de nada y fue mejor para mí —admití sin dar tanta importancia—. ¿Y tú?, ¿qué tal vas con Max?
—Me ha invitado a comer con sus padres, todo marcha bien —confesó feliz.
—Estoy feliz por ti Vale —sonreí con ella—, te mereces lo mejor del mundo, aunque básicamente lo mejor del mundo sea yo.
Ella carcajeo virando los ojos y después nuevamente habló. —¿Y tú que tal con el cara de culo?
—Me pidió matrimonio —solté entrando al garaje de la casa.
Valentina se atraganto al escuchar lo que dije, —¿Qué te pidió qué? —inquirió sorprendida.
Estacione el auto antes de repetir lo que había dicho, —Benjamín me pidió matrimonio —indiqué mi anillo.
Mi amiga se sorprendió mas y abrió su boca en forma de o.
—¿Estas en shock? —me burlé de ella.
—¿Te casaras con Benjamín? —preguntó más sorprendida aun—. Laura tienes dieciséis, ¿comó te puedes casar?, disfruta tu juventud un poquito —reprochó.
Me burlé más, —Me casaré en 10 años mínimo —mencioné obvia—, es solo un anillo para recordar que me casaré —alcé mis cejas junto con mis hombros.
—Pero te dio el anillo, ¿y ya? —cuestionó.
—Exacto, ya sabes como es Benjamín —recordé sonriendo—. Acepté casarme con él, pero en algunos años indefinidos —agregué bajándome del auto con las bolsas de ropa.
Valentina de inmediato me siguió con las bolsas faltantes, —Es que no me lo puedo creer —exclamó—. Quiero ser la madrina de bodas —pidió entrando conmigo a la casa.
De inmediato la sonrisa se me borró del rostro cuando vi a mis padres.
—Buenas noches —saludó Valentina amablemente.
—Buenas noches —hablaron al unisonó los abuelos y mis padres.
—Buenas noches —subí rápido las escaleras.
Valentina me siguió, y dejamos las bolsas en mi cuarto.
—Sigue bajando —ordené—, tiraré las bolsas y tu las coges poniéndolas en mi auto para irte a dejar —aclaré.
—Voy —dijo saliendo de mi habitación.
Salí al balcón y con cuidado empecé a tirar las bolsas, después salí rápido para ayudar a Valentina. Pero mi corazón saltó al ver a Ethan.
Rápidamente nuestras miradas se encontraron y nos quedamos helados.
Mi hermano sonrió y se acercó a mi rápidamente, llegó a mí abrazándome y me levantó del suelo, sonreí de alegría aferrándome a él.
—Te extrañé tanto —confesé con los ojos cristalizados.
—Te extrañé mucho más mi pequeña Lau —expresó bajándome pero no deje de abrazarlo.
—Laura necesitamos hablar contigo —mencionó Amelie.
Me separé de Ethan y regresé a mirarla, —Dejaré a Valentina en su casa primero —informé ruda—. Regreso en quince minutos—informé nuevamente y salí de casa.
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