(XIII) Fotografía
Enzo
—Buenas noches, Enzo.
Cierro la puerta y voy hacia mi cuarto, abrumado.
Ay, caprichosa, ¿algún día me dejaras respirar?
***
—En el momento en el que sacan una fotografía, deben fijarse en cada pequeño detalle. Si saco una fotografía desde un lado, no será lo mismo que del otro, todo cambia. El color es algo que varía mucho, depende de casi todo, por eso es tan importante aprender a jugar y a aprovecharse de este.
Mi profesor de Color e Iluminación, Lulity, explicaba. Él era de mis profesores favoritos, pero sobre todo su materia lo era, me parecía muy interesante y útil.
Cuando, luego de tantas explicaciones, sonó el timbre, el profesor nos aclaró la tarea.
—Para la clase que viene, quiero que le saquen una fotografía a algo que les guste bastante, jugando con el color e iluminación. Hasta la semana que viene.
Se despidió —solo teníamos clases con él, lamentablemente, los lunes — y yo me despegué de mi banco para ir hacia el recreo junto a mis amigos.
—¿A qué le sacarás una foto? — preguntó Dani, acerca de lo dicho por Lulity.
—Todavía lo estoy pensando. ¿Y tú?
—Algo simple, supongo. ¿Es muy bizarro si elijo fotografiar una pelota de baloncesto? Ya sabes, como juego seguido.
—Meh, está bien, supongo, no creo que Lulity te juzgue ni nada de eso. Haz lo que quieras.
—Comprendido.
Nos sentamos juntos, esperando a Jaxon y a Ilya, mientras yo no me sacaba de la cabeza el pensamiento de que no tenía qué fotografiar.
—¿Cómo están estos inutiles?
—Qué bonita manera de saludarnos, Jax — río.
***
—Así que sigues sin saber qué retratar — en el colectivo me preguntaba Dani (que había ciertos días que venía por el mismo camino y me acompañaba), pasando su brazo por encima del mío, abrazándome de costado en el asiento del bus.
—Exacto. ¿Tú harás lo de la pelota de basket?
—Eh, sí, puede ser, no me convence, ya sabes, lo siento muy simple, como bizarro.
—A mí me gusta la idea.
—Pues hazla tú, yo pensaré en otra cosa.
—Eh, no lo creo, puedes hacerla tú. Es que, no juego demasiado al baloncesto, siento que sería una falsedad, ya que quiero sacar una foto a algo que me represente.
—Poético.
Me quedé en silencio cuando Dani bajó del colectivo. Se me empezaban a hacer ideas a la cabeza sobre lo que retrataría.
***
—¿Qué haces? — sobresalté al escuchar de pronto la voz de Erica. Ya se había levantado.
—Pensé que estaba claro. Tarea, estudio fotografía — aclaro, mientras cambio de angulo para cambiar la luminosidad de la naranja. Sí, una naranja, no me gustaba la idea, pero no se me había ocurrido nada más.
Y de pronto, algo hizo click.
—Oye, tengo una sorpresa para ti — digo, haciendo que ella frunza el ceño, confundida.
—¿Para mí? — señalaba su pecho con su índice derecho, con duda.
—Sí, vístete bonito, después de almorzar te llevaré a un lugar especial. Yo manejo.
—Oh, okey — lo confuso se notaba en su cara —, ¿me das una pista? Ya te dije que la intriga siempre me consume.
—Pues que la intriga te consuma. Es una sorpresa.
Cruzó sus brazos, con cierto fastidio, frunciendo el ceño, pareciendo por completo la caprichosa que era.
—Ought, contigo no se puede negociar nada — chilló como un perrito.
Cuando baja, con un vestido blanco suelto con dibujos de naranjas, río. Era perfecto.
—Preciosa — halago.
—Yo siempre — decía mientras levantaba las cejas en señal de obviedad.
—Cierto — reí. Me senté en la mesa, apartando la naranja, y recibí la deliciosa comida de Luisa.
—Gracias — dijo Erica con una sonrisa.
Es como si la hubiéramos criado, ya aprendió.
La miré con las cejas levantadas y una sonrisa, en forma de aprobación.
—Gracias, Luisa — me giré hacia la cocinera y agradecí. Ésta se fue y Erica y yo quedamos solos. Ella, yo, y un plato de spaghetti.
Al terminar de comer, tomé el auto — luego de preguntarle a Boris si estaba de acuerdo con que manejara yo — y la caprichosa se subió junto a mí, emprendiendo un viaje.
—¿Ahora sí me puedes decir dónde vamos?
Giré casi al instante, al llegar al semáforo, hacia ella.
Apreté su cachete en burla.
—No, corazón, no.
—¿Otro apodo más? Caprichosa, y ahora ¿corazón? Uno es peor que el otro.
Reí por lo dicho.
Erica es graciosa.
—Inventaré diez más solo para molestarte.
—Eres muy amoroso, ¿sabes?
—Me lo dicen seguido.
El volante giró en mis manos mientras que el acelerador era presionado para subir a la ruta.
—Okey, ¿a dónde vamos?
—A mi lugar favorito.
***
Cuarenta minutos de viaje. No es poco, pero tampoco demasiado. Vale la pena el viaje cuando se trata de un lugar tan especial.
En el momento en el que la magia vuela todo vale la pena, incluso cuarenta minutos encerrados en un auto hacia el orizonte.
Llegamos al fin a la plaza de mi infancia. La plaza rosa, como solía decirle de niño.
Era una plaza llena de cerezos que le daban su toque rosado en un pueblo alegre al que mi madre me llevaba porque le gustaba tanto como a mí
Era donde mi madre se había criado.
—¿Qué es este lugar? — preguntaba con los ojos abiertos, contemplando con las cejas levantadas y la alegría en la cara por el ambiente que la rodeaba.
—Mágico, ¿cierto?
—Es como… es como si las hadas volaran ante tus ojos en este lugar.
—A veces, cuando vengo, solo tengo ganas de extender mis brazos y dar vueltas mientras miro los rosados cerezos.
—Pues hazlo.
Sonreí y acepté el reto.
Abrí mis brazos y alcé la cabeza, mirando hacia arriba mientras imaginaba ser un videoclip.
Giraba y giraba mientras veía la combinación que hacía el rosado de las plantas con el celeste del cielo despejado.
De pronto, choqué contra Erica.
—Auch — dijo, mientras su trasero caía contra el piso fuertemente.
—¡¿Estás bien?! — sobresaltado pregunto, mierda.
—Sí, creo — tocando su cabeza, mareada, respondió.
—Mierda.
Abrió los ojos, perpleja.
—¿Enzo diciendo una grosería? ¿Esto es un sueño?
—Sí, sí. Ahora levántate, me da estrés que te cayeras por mi culpa.
—No te preocupes, estoy bien — tomó mi brazo, deteniendo el sana, sana colita de rana que estaba por hacer en su cabeza golpeada —, en serio.
—
Okey, te creo — digo, algo disgustado por lo que acabo de hacer.
Ella se posó frente a mí, ya estable luego de su caída, y clavo su mirada fría en la mía.
—Ahora sí, ¿para qué estamos aquí? — Preguntó, sin despegar su vista, intentando intimidar con aquellos ojos cafés que llevaba.
—Te fotografiaré, si tú aceptas, claro — declaro —. Me pareció una buena idea que me ayudes a hacer mi tarea. Es fácil, serás como mi modelo.
—Oh, o-okey, pero no prometo hacerlo bien — dice.
—Si sonríes a la cámara lo estarás haciendo bien — tranquilizo. Tomo su brazo, posisionandome detrás de la caprichosa, para luego jalar de este y acomodarla donde quiero.
Ella frunce el ceño, algo confundida, mientras yo me agacho con la cámara, de frente a ella nuevamente, y enfoco.
Miro por el lente. Es, simplemente perfecto.
La sonrisa de Erica, los árboles rosados de fondo… es justo lo que busco captar.
Sonrío, con la boca apoyada casi sobre la cámara por tenerla en mi cara, y empiezo a sacar fotos.
Le digo que se mueva hacia un lado, hacia el otro, que esté en movimiento durante algunas imágenes, etcétera. Ella parece comprender todo a la perfección y hace lo que le pido, dejándome una fotografía excelente.
Aprobaremos gracias a Erica.
Sale perfecta.
Pues había que darle la razón a mi conciencia, las fotos estaban saliendo de lujo, todo era una joya.
Al terminar la no demasiado larga sesión, muestro a la caprichosa la cámara para que vea qué tal salió.
—Están increíbles — Digo, haciendo un poco de zoom para que logre contemplar todo.
—Wow, Enzo, eres muy talentoso — comenta, haciéndome sacar una sonrisa, que se posa en toda mi cara.
Río levemente, aceptando su halago.
Alerta de ego alto.
—En serio, tienes mucho futuro en el mundo de la fotografía.
—Bueno, tu podrías seguir siendo mi modelo — agrego —, hiciste todo bien y las fotos quedaron mágicas.
—Ought, por favor, no es gracias a mí que quedaron tan bien, sino gracias a tu talento y a este hermoso lugar. Creo que es mi nuevo lugar favorito en el mundo. Mi zona de confort.
Sonrío ante lo que dijo. Ya éramos dos fans de este lugar.
Y de pronto, algo dentro de mí se apaga.
Comprendo una cosa que me deja estupefacto.
Y es que la tarea era fotografíar algo que nos gustase mucho, y yo, de todo lo que podía fotografíar, la elegí a ella.
¿Por qué Erica me pareció la mejor idea? Si había que capturar a lo que nos guste, y yo capturé a Erica, entonces…
¿Significaba que mis sentimientos por ella eran reales?
Todo era una masa homogénea revuelta, en la que ningún elemento se podía distinguir, y era difícil ver entre lo cierto y la mentira.
—Ey, ¿qué te pasa? Parece que viste un fantasma — preguntó después de un tiempo de verme con los ojos abiertos, dudando internamente.
—Erica, yo… creo que me gustas.
Sus ojos se abrieron y su ceño se frunció, mostrando su sorpresa.
Y es que hasta a mí me sorprendía.
Pero, si repasamos los hechos, todo giraba en torno a que la caprichosa me gustara.
Primero, con lo del beso. La única excusa que se me ocurrió fue besarla, ¿por qué?, y, además, cuando ella me dejó de besar luego, sentí una sensación de frío.
Y ahora con esto.
¿Qué me pasaba?
Ella se queda igual que yo, perpleja, por un rato, hasta que da unos cuantos pasos hacia mí.
De pronto, toma mi cara entre sus manos y estampa sus labios contra los míos.
Segundo primer beso.
Yo, entre la sorpresa, tomo un poco de tiempo antes de devolver el dulce beso que me daba.
Era tan mágico. Entre la magia de la que tanto hable que llevaba el lugar y este beso único, ya parecía un cuento de hadas.
Enrosco mis brazos en sus caderas y ella pasaba sus manos por detrás de mi cuello, acercándonos, intensificando el beso.
Nuestros labios siguieron completándose por un rato hasta que escuché la risa de una niña, me giré y vi a una madre e hija viéndonos.
Al parecer, Erica también lo notó, ya que su nerviosismo era notable y su vergüenza e incomodidad eran evidentes.
Se aclaró la garganta y yo reí al ver la rojez en su cara.
La abracé de costado y caminé hacia la salida del parque sin despegarla de mí.
Al llegar al auto, por fin la suelto, dejando que suba junto a mí en el asiento del copiloto.
Dejó sonar un suspiro y las palmas de sus manos cayeron sobre sus muslos.
—Bueno, así que, ¿ya volvemos?
—Sí. Ya sé que te desiluciona volver, ¿no es cierto? Es que, ¿quién no se querría quedar allí para siempre?
—Solo un lunático — respondió, haciéndome soltar algunas risas.
—Sobre… sobre lo que pasó en la plaza… — se empezó a nerviosar, por lo que decidí hablar yo.
—Lo que dije, fue en serio, me gustas, Erica, y ahora lo entendí, me gustas y mucho.
—Pues, no estoy segura de qué es lo que siento, es… confuso.
—Entiendo, todo esto es como un mar turbio que hay que aclarar.
—Sí, eso creo. Y mi mar es completamente turbio, no hay ninguna parte legible, es todo una mezcla de sentimientos extraña.
—Es que me siento igual, pero por eso me siento capacitado para descubrir todo esto estando a tu lado.
—E- eso creo, sí.
Su confusión me mareaba, parecía no estar segura de si lo mejor era estar a mi lado para navegar por este mar oscuro de pensamientos.
Y me ponía nervioso, mal.
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NOTA DE LA AUTORA: ¡Al fin publico! JA JA JA, es que me estaba costando encontrar inspiración para las palabras.
Hice lo que pude, JA JA JA.
Bueno, ¿qué opinan del capítulo? A mí me encantó. El próximo, como siempre, va a estar narrado por Erica, así que nos puede explicar todo desde su punto de vista para que entendamos qué es lo que siente y qué pasa por su cabeza.
¡Besitos!,
Ratita 🐀🐭
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