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(VIII) ¿Paraíso?

Enzo

La familia de Erica era tan... ¿Amorosa? Y mirá que lo dice alguien con un cariño eterno de familiares.

La abuela, Lourdes, si no mal recuerdo, había preparado múltiples platos de comida apetitosa para nosotros.

Estaba gozando de eso, pero aún más  de la dinámica y fluidez entre los familiares y yo.

—Así que— adentrándose en la conversación, dice una tía suya, creo que Giovanna era su nombre —, ya todo este sector adolecente tiene pareja, ¿Eh?

—Mami, Erica está soltera— le informa Wyn.

Giovanna se gira a verme, con sorpresa.

¿Que creía que era yo?

No era su pareja.

Por ahora.

Maldita conciencia.

—Oh, lo siento— lamenta su insinuanza ella.

—No hay problema— le dice la caprichosa con la que me acababan de emparejar.

Giovanna le devuelve una sonrisa amable y voltea avergonzada, abandonando la conversación.

—Aunque no estarían mal— le intenta susurrar Wyn a Erica, y, aunque creo que piensan que no las escuchó nadie, la realidad es que las escucho yo y varias personas más.

La caprichosa se sonroja y una sonrisa cubre mis labios al ver que esos ojos marrones se posan en los míos.

Dios, ¡Sí que es hermosa!

Y lo supe desde siempre, conciencia, pero igual la odiamos.

Por ahora.

—Creo que hay que hacer algo más divertido— Killian comenta, mirando a Zyran con una sonrisa malévola. ¿Qué planeaban éstos ahora?

—Vamos arriba— añade el último —, así no nos molestan ellos— señala a sus familiares mayores.

Nadie responde nada, solo nos paramos de nuestro lugar y dejamos -o más bien yo dejo, ya que el resto conocía la casa- que nos guíen hacia el piso de arriba, para entrar en una habitación que supongo es una sala de estar.

Killian coloca una botella en el centro de la ronda que armamos y la gira. Todos nos concentramos en ver sobre quién frena la botella.

Wyn es la señalada, así que entre todos pensamos una pregunta al ver que eligió verdad.

—¿Has sido infiel?— le pregunta Zyran, por más que no habíamos acordado hacer aquella pregunta.

Nadie se sorprende por la firmeza que tiene el tono de voz de Wyn al hablar.

—Nunca, ni lo pienso hacer— responde. Atlas rodea su cintura entre sus brazos y le da varios besos cortos en su cachete.

—Sigamos— Erica dice y toma la botella, volviendola a girar —. Yo soy más atrevida que Wynky— cuando se detiene sobre ella comenta _, reto.

Todos se dan vuelta para pensar un reto a la caprichosa, junto conmigo.

—Ey, ey, ey— me detiene Maliah al ver que me acerco a la ronda que arman para charlar el reto —, tú quédate con Erita, así no podrá escuchar que decimos, porque estarás monitoreando.

Vuelto los ojos, pero sin quejarme, me alejo para volver al lado de Erica.

—¿Nerviosa, caprichosa?— comento con una sonrisa malévola al ver la mueca que forma.

—Naa— aunque no le creía —, por algo es que no elegí 'verdad'.

—Dudoso.

—Dudoso es el saber porque tú no estás con el resto.

—Para chequear que no escuches que dicen.

—Pero con Wyn nadie se quedó— tenía razón, no iba a negar la rareza del hecho.

Pero antes de que pudiera comentar algo, todos se giraron hacia nosotros con una sonrisa notablemente malvada.

—¿Escucharon hablar de "siete minutos en el paraíso"?— pregunta Maliah con una sonrisa más malévola aún, si es que eso era posible.

M I E R D A. Con todas las letras.

Pero mientras sus risas iban aumentando, mis nervios junto a éstas.

No, era una mala idea encerrarme con Erica.

—¿Qué mierda es eso?— la inocencia de la caprichosa casi me hace reír, pero me es imposible al volver a recordar que el reto me involucraba.

—Enzo y tú se quedarán solos encerrados en ese armario durante siete minutos a oscuras— explica Atlas —, puede pasar lo que ustedes quieran, nosotros no sabremos nada hasta que salgan. Los esperaremos afuera.

—Aunque— sobresale Wyn —, les trabaremos la puerta— se gira a Erica brutamente —... No vaya a ser que alguien se quiera escapar.

Intento disimular mis nervios y me quedo callado, pero la caprichosa sí que está roja, juraría que del color, o más aún, de un tomate.

—¿Y— empieza Erica —... ¿Por qué me dan este reto? ¿Y por qué con él?

Wyn la mira fijamente con un tono serio que se mantiene callado, pero en sus labios puedo leer un 'luego me lo agradeces".

—Bueno— soltando un suspiro, se levanta Aven, y el resto lo imita —, creo que llegó la hora de que entren a ese armario.

Miro a Erica. Ella me mira a mí.

¿No me puedo rebelar?

La caprichosa empieza a dar pasos hacia el armario mientras que yo me quedo fijo, pensativo.

Cuando ella se da vuelta al notar que no avanzo, comienzo a hacerlo hasta quedar frente a frente, justo al lado del armario.

Zyran abre las puertas del guardarropas y con pasos tan nerviosos como confundidos y tímidos entramos.

Uno de ellos, que no puedo ver a causa de que las puertas ya están cerradas, hace un movimiento que supongo que es para aplicar algún tipo de traba.

Luego de comprobar varias veces que el closet no se puede abrir, todos se retiran del cuarto, no sin antes prender una alarma de siete minutos y avisarnos que estarían cercanos para escuchar nuestros gritos si llegaba a pasar algo.

—¿Enzo?— murmura Erica.

—¿Mm?

—Yo— su voz parece mucho más tímida que siempre —... Nunca dí mi primer beso.

—Erica— una sonrisa juguetona se forma en mis labios y doy un paso que me deja suficientemente cercano a ella para lograr distinguir el color de sus ojos entre la casi total oscuridad —, ¿Por qué me dices eso ahora?

Puedo ver en sus mejillas un rojo tan intenso como la escarlata, mientras que sus ojos están abiertos como platos.

—Eh... Enzo, ambos sabemos porqué nos metieron juntos aquí adentro.

—Yo no lo sé— obvio que lo sabía, solamente quería escuchar a su boca decirlo.

—Pues púdrete.

—Me pudriré contigo si hace falta— no sé por qué me sale decir eso.

-Mierda, Enzo- maldice, aunque no entiendo del todo el motivo.

Mi mirada se mantiene fija en la suya por unos minutos, pero no sé que accesorio suyo hace ruido contra el piso, dejándome entender que se cayó.

—Dios— parecía algo estresada.

Le doy una última mirada antes de frenar su agache para hacerlo yo. Podría caerme bien o mal, pero caballeroso siempre debía ser, era lo que me enseñaron.

Mientras subo, mi cabeza choca contra su entrepierna.

&Mierda— gruño al sentir la fuerza con la que le dí.

-¡Enzo!- gime por el dolor -; duele, duele- chilla.

-Disculpa- me apresuro a decir, acomodandome en mi lugar.

-Auch- grita por última vez. Sus suspiros son tan fuertes que se escucharían hasta en otro planeta -, encima estoy en mi segundo día.

Cruza sus piernas y deja de quejarse en voz alta un rato, aunque, a juzgar por su expresión, sigue adolorida por mi culpa.

-El segundo es el peor, ¿verdad?- pregunto recordando las múltiples veces que mujeres en redes sociales hablaron de eso.

-Sí, por poco que me desangro- afirma.

Asiento con mi cabeza y ambos nos sentamos un rato, acomodando nuestras piernas para que, de alguna forma, logremos entrar.

-A la mierda- dice después de un tiempo, parándose, rompiendo el contacto visual.

Empieza a tironear de la puerta, haciendola moverse agitadamente.

Me levanto junto a ella, pero no hago nada. Me quedo mirando como su cara se vuelve roja del esfuerzo por abrir el closet y escapar de su reto.

Empieza a soltar gemidos y suspiros de queja por la fuerza que ejerce, pero sus brazos siguen tironeando, es más, hasta más rápido.

-Mierda- jadea la caprichosa, poniéndose de espaldas a las puertas, soltando un suspiro sonoroso, dejando caer su cabeza hacia atrás y agachándose de nuevo.

-Tranquila, ya debe faltar un poco- la calmo, aunque mi realidad es que yo también quiero salir de ahí lo antes posible.

-Pues no- capricha -, no soporto estar encerrada, y mucho menos hoy.

Me siento junto a ella y dejo pasar un brazo por su hombro sistemáticamente, dejando mimos reconfortantes.

Pasamos un rato así, en silencio, abrazondala de costado, mirando a la nada.

-¡Ya se liberarán!- la voz Maliah nos alegra tanto que se siente calmante.

Ambos nos levantamos y empezamos a escuchar cómo manipulan la traba que habían puesto para abrir y dejarnos salir.

-Al fin, aire fresco, empezaba a ahogarme- la caprichosa comenta.

-Si claro, estabas gozando del olor de mi perfume.

Erica y Wyn empiezan a caminar y adelantarse junto al resto, mientras que noto como Aven se queda atrás conmigo, probablemente para hacerme algún comentario.

-Oye, yo no sé que pasé entre ustedes dos- murmura -, pero cuídala, que yo sepa Erica era virgen... Pero solo era.

-¿Qué insinuas?- no entendía por qué de pronto empezaba a darme un discurso parecido a los de cualquier padre que sospeche que su hija tendrá sexo.

-Se escuchaban los gemidos desde afuera- susurra.

-¿Gemidos?- pregunto sobresaltado.

Él se acomoda frente a mí y nos detiene, viéndome cara a cara, como si fuera un asunto serio.

-Sí, Enzo, se escucharon los gemidos de Erita y tus gruñidos.

Hago una mueca notoria, extrañado.

-Pero Erica no gimió y yo no gruñí... O no por lo que crees.

-Explícame entonces.

Suelto un suspiro, cansado y frustrado. ¿En serio creían que habíamos tenido... Sexo?

-Me golpeé por accidente con Erica y sus gemidos eran de dolor, y luego, intentando abrir las puertas, soltó varios suspiros desesperados... Pero no hubo nada de sexo, tampoco soy tan cochino como para hacerlo en un armario en casa de su abuela.

Aven suelta todo su aliento en un gran suspiro de tranquilidad, de calma.

Si tan poco confiaban en mí, ¿Por qué me habían dado ese reto?

-Gracias a Dios- dice -, luego le aviso al resto; aunque, por favor, no le digas nada a Erita, sé que me juzgará justamente por creer ésto.

-Entendido- aunque no, no estaba entendido.

***

Lunes. Odioso lunes.

¿Cómo podía haber gente a la que le gustarán los comienzos de semana?

El sonido aturdedor del despertador hace su presencia, aunque no consigue nada, ya estaba despierto desde antes.

Bajo las escaleras con dirección a la cocina y preparo un desayuno liviano, intentando recargar la energía que necesitaría a lo largo del día.

Dejo una nota en la mesa, aclarando a la caprichosa que estaría en la universidad , que no metiera la pata y que si me necesitaba no dudará en llamarme.

Fui rumbo a la puerta, a punto de ir al colectivo, aunque sabía que Eros se ofrecería a llevarme, me negué, porque no quería abusar de estar viviendo en casa de un multimillonario.

Corro para alcanzar a la parada del bus antes que éste y lo logro por apenas segundos.

Subo, pago el viaje y me siento en la parte de atrás.

De pronto, una chica que, no sé de dónde, pero la conozco, entra al vehículo y me mira.

Empieza a acercarse hasta a mí y siento algunos nervios por no saber quién era, pero que probablemente ella sí me reconocía.

—-Tú otra vez— me comenta, dando vuelta los ojos.

—Sí, yo otra vez— sin saber qué responder, digo.

—¿Sabes que eso no se hace?— mierda, ¿De qué hablaba?

—¿El qué?— esperaba que no se diera cuenta de que no sabía nada al respecto.

—¿Te parece bien dejar tirada a una chica después de follar y nunca más hacerse cargo?

Oh, así que era eso... Una chica con la que había follado y la dejé tirada.

No solía hacer eso, así que alguna cosa me habría pasado aquel día en que lo hice; o estaba muy borracho, o ella había hecho algún tipo de cosa que me enojará.

—Te voy a ser sincero: perdón, no suelo hacer ese tipo de cosas— confieso.

—Está bien, pero ahora tendrás que recompensame, ¿No te parece?

—¿Y cómo hago eso?

—Dejando que te haga lo mismo que tú a mí— murmura —, y eso incluye todo.

¿Qué carajo?

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NOTA DE LA AUTORA: Amé escribir este capítulo, lo disfruté mucho.

Se vienen cosas fuertes... JEJEJE.

Creo que no hay nada más que decir.

¡Besitos!,
Ratita 🐀🐭.

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