Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Son unas gallinas

Jenna Black

—No pienso darle ni un bocado— queja Alan dándole una patada a la bandeja y derramando en el suelo todo lo que contenía.

Siendo sincera no se veía comestible.

Entonces en un silencio no muy incómodo nuestros ojos se cruzaron en una señal de complicidad, sabiendo que ya era hora Bength decide dar el primer paso quitando los barrotes frente a su celda y asomándose en la escalera por la que se retiraron los oficiales.

—Vamos, muévanse— me acerco también al límite de mi celda, aprieto mis puños en los barrotes y con fuerza jalo hacia arriba, luego de forcejear un poco logro sacarlo.

Con uno es suficiente para que yo salga, cuando miro a la celda de al lado veo que ya Alan está fuera mientras que Natalie sufre intentando quitar alguno.

Debo admitir que se ve realmente tierna de vez en cuando.

—Déjame ayudarte— voy a su dirección y pongo mis manos encima de las suyas, con mi ayuda logramos zafarlo y ella logra salir con éxito.

—Gracias.

—No hice nada.— le pongo la mano en su cabeza y acaricio su pelo de forma juguetona. —Eres demasiado tonta como para hacer cualquier cosa sola.— dándole un golpe suave como despedida me alejo de ella.

Subimos los cuatro las escaleras y al final de ellas se encontraba una puerta en el techo como las entradas de los áticos.

—Bien, ahora saldré con cuidado, veré nuestro alrededor y estén pendientes de mis manos porque les avisaré cuando sea seguro avanzar.— Bength abre la puerta de madera empujándola hacia afuera y se asoma brevemente por el borde que deja.

De un tirón la deja caer cerrándose de nuevo, el chico casi cae pero se mantiene firme en aquel primer escalón.

—¿Qué carajos viste?— pregunta Alan al ver el semblante de pánico que mostraba Bength. —¿Un fantasma?

—Esas cosas no existen.— agrega Natalie.

—Los zombies tampoco.— comento y observo a Bength anunciándole que puede hablar sin la interrupción de estos dos tontos que nos tocaron por compañeros.

—Están atacando el campamento los zombies, no son muchos pero los militares están perdiendo.

Natalie y yo dejamos caer nuestras mandíbulas de la sorpresa para nada gratificante.

—¿Ahora que hacemos?— cuestiona la rubia apoyándose en mí.

—¿Es que acaso están tontos?— Indaga Alan de modo hostil. —Esto es más que una oportunidad perfecta, los militares están entretenidos con los muertos vivientes, podremos salir sin importarles un carajo.

Bength lo piensa un momento poniendo su mano en la barbilla y sacando de su bolsillo la mascarilla de tela que pensé que había perdido ante tanto disturbio.

—Él está en lo cierto, salgamos de aquí.— pone su capucha que se había bajado del salto y vuelve a la puertilla de madera.

Natalie toma mi mano mientras tiembla, cruzamos miradas y me suelta de inmediato pensando que me es incómodo; pero al ver que está tan nerviosa siento lástima y vuelvo a tomarla.

—A la de tres voy a abrir esta puerta completamente y cuando lo haga todos deben salir corriendo.— afirma el encapuchado estrujando las cejas, obviamente preocupado. —Uno... Dos y... Tres.

Él abrió la puerta hasta atrás y sale de un salto, Alan lo sigue y yo me detengo a ayudar a Natalie quien como siempre anda con torpeza.

El campamento que de por sí no tenía una seguridad de lo más confiable se encontraba por los suelos, de alguna forma ni los tanques, ni las granadas, ni las ametralladoras podían contra la pequeña horda que se hacia cada vez más grande consumiéndolos a una velocidad inesperada.

—Vamos, nos pierdan el tiempo.— me despierta Bength llamando mi atención, llevándonos a rastras a Natalie quien aún me sostenía, y a mí.

Corrimos en dirección contraria de la carretera, nos adentrábamos en el bosque claramente visible por la luz del sol de la tarde, pero a pesar de eso una neblina breve daba vueltas alrededor de los árboles con la fría ventisca de otoño.

Un pequeño grupo de militares miedosos desviaron la horda hacia nosotros, corriendo en nuestra dirección.

—No puedo creerlo, ¿se supone que esa gente protegía al país?— cuestiona Nat mientras corremos mirando a nuestras espaldas. —Son unas gallinas.

—Sigo sin entender como es qué ellos nunca sobreviven a estos desastres.— comento por lo bajo y todos alzan los hombros por respuesta.

Venían exactamente tres y dos de sus rostros se me hacían conocidos de cuando llegué a aquí.

—¡Los prisioneros escapan, suelten a los perros!— grita un señor desde lo más alto de uno de los tanques de guerra que aún no estaban volcados, podría jurar que es el tan serio oficial del cigarrillo.

—Pero señor, estamos perdiendo a nuestros hombres, esto es más importante que ellos.— el comandante que había dado el primer grito ahora tenía al segundo tomado de la camisa, sus pies no tocaban el techo del vehículo.

—Dije que soltaran a los putos perros.

—Sí, señor.— el superior lo suelta y dan la orden.

—¡Corran más rápido!— nos anuncia Bength.

Los perros superaron con facilidad a algunos de los muertos que intentaron atraparlos, no todos lo lograron, pero sí la gran mayoría. Nos seguían el paso y casi nos alcanzaban, nos encontrábamos corriendo con todas nuestras fuerzas en este momento.

De repente un subidón de adrenalina, de esos que sabes que superan tus límites, en este segundo corre por mis venas esa sensación cuando dos de los caninos se encuentran tocándome los tobillos.

—¡Jenna!— Natalie sigue corriendo pero a un paso más suave yendo hacia mí.

—¡Ni se te ocurra acercarte, sigue corriendo!— la alejo de mí, pero Alan corre a mi lado.

—Yo los distraigo preciosa— guiña un ojo y llama a los perros.

Ellos de alguna forma le hacen caso o más bien lo persiguen con ganas de arrancarle las estremidades, mientras me alejo de él sin parar de correr, con éxito me uno a Bength y a Natalie.

—¿Estás bien?— Indaga la rubia jadeando.

Abro la boca para contestar pero, Alan tropieza.

Al caer, dos zombies lo alcanzan, solo tocan sus piernas mientras él se sacude pataleando por su vida. Bength se acerca a ayudar, de una patada le quita a los dos de encima lanzándolos justamente hacia los perros y levantándolo a él por los brazos volvemos nuevamente a la maratón.

—Gracias amigo, te debo una.— suspira Alan.

Nos detenemos ya que nuestros pies se hunden en lodo pegajoso.

—¡Un río!— grita Natalie tan exhausta como emocionada. —¡Un bote!

—Podemos quedarnos aquí.— hablo agitada y recuperando aliento apoyada en mis rodillas.

—Los zombies no saben nadar. Con una pequeña purificadora de agua y conocimientos de pesca, tenemos prácticamente todas las necesidades cubiertas.— Bength se baja la capucha del abrigo y deja reposar a Alan sentándolo en el suelo.

Al tocar las hojas secas el chico suelta un quejido mientras se tocaba la pierna.

—¿Todo bien Alan?— cuestiono al ver su semblante lleno de sufrimiento.—Alan.. te mordieron.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro