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Capítulo 26: Una promesa (final)

Afuera de la habitación, me sentía impotente, me sentía débil que no creía poder estar mucho tiempo en pie, no podía creer que estaba perdiéndola, no podía creer que estaba en esta situación y mucho menos que la muerte me seguía persiguiendo, ya había perdido a Diana, no quería perder a Ximena.

Lo bueno de ahora es que el bebé había nacido y se encontraba bien, aunque no sabía en donde estaba, ya por la situación del momento todo había ocurrido muy rápido.

Una enfermera que estaba por los pasillos me encontró y me quitó la bata para que pudiera regresar a la sala de espera. Caminé hasta que salí a la sala de espera, ahí estaban Ethan y Kendall platicando, parecían felices, pero cuando me vieron afligido y desconsolado, la sonrisa se les borró del rostro.

Llegaron rápidamente a mí, en un segundo abracé a Kendall y en ese momento me quebré, lloré tanto, me sentía tan roto, que no sabía cómo podía estar vivo, mi corazón dolía y cada sentimiento que tenía era de dolor y tortura, me dejé casi caer en Kendall, e Ethan le ayudó para ponerme en la silla más cercana.

—¿Qué pasó? —preguntaron al unísono.

—El bebé ya nació, pero perdían a Xime...

Les conté todo, todo lo que había pasado en el momento del parto y me volví a romper, lloraba con un niño pequeño que había perdido a su mamá, me sentía solo, me sentía desconsolado, me quería morir en verdad.

Pasaron unas horas desde la última vez que vi a Xime y a mi bebé, ya era muy tarde y el sueño ya me estaba ganando, por todo el esfuerzo que había hecho en el día, me recosté en las sillas e intenté obtener insomnio para poder quedarme despierto, pero mis esfuerzos fueron en vano.

---- Sueño ----

Era una habitación blanca, totalmente blanca, las paredes, el suelo, el techo, todo era de ese color. Era una habitación grande y muy alargada, hasta el fondo pude ver a una persona, una persona que había marcado tanto mi vida. Era Diana, embarazada, estaba tocando su vientre y dándole cariño, caminé hacía ella, pero un llanto, un llanto de un bebé en una cuna me detuvo, el bebé lloraba, pero, aunque quería ir hasta Diana, mi corazón me decía que no podía dejar al bebé llorando, la vi indeciso y ella me miró, sus grandes y hermosos ojos se fijaron en mí, y me sentí totalmente desplazado.

No puedo decía a lo lejos.

Algún día nos volveremos a ver respondió con una voz melódica y tranquila.

Dio la media vuelta y se fue caminando, yo me acerqué a la cuna, y vi al bebé, un hermoso bebé, el que había nacido de Xime, estaba conmigo.

---- Fin del sueño ----

Ethan me despertó y me sentía diferente, me sentía extraño, en todos estos años la muerte de Diana me había afectado, pero ahora no desperté llorando, me sentía liberado.

—Ten, un café —dijo mientras me entregaba uno.

—Gracias.

Le di un sorbo y me supo a capuchino, podía sentir la cafeína dentro de mí, y me sentía un poco más relajado. Aún tenía la preocupación por no obtener noticias de Xime, y eso cada vez más me mataba por dentro.

Vi a la doctora llegar, se veía tranquila, eso era buena señal. Me levanté de la silla y fui hasta ella, Ethan me siguió.

—Su bebé está bien, puede verlo en la sala maternal.

Dijo con una expresión que no pude descifrar, era extraño que hiciese eso, normalmente lo hacía de una forma en la que sus emociones la delataban, pero está vez nada. No me dijo nada sobre mi esposa y me entregó un pase para poder llegar hasta la sala maternal. Se fue inmediatamente y me quedé con Ethan, lo miré fijo y me apoyó para que fuera.

Entré por un par de puertas hasta un pasillo y ahí busqué la sala maternal, hasta que lo encontré.

Me quedé detrás de un vidrio, en donde estaban todos los bebés en sus incubadoras, busqué al mío y en unos segundos lo encontré, estaba enfrente de mí, era una niña, una preciosa niña. Estaba dormida, se veía tan tierna, tan pequeña, tan indefensa. Al fin, después de muchos meses, podía verla, y la espera había valido la pena, era tan hermosa que me enamoré de ella con tan solo verla. Me sentía increíblemente feliz, podía ver a mi hija, y tenía ganas de llorar de alegría, todo es tan bello, que era lo mejor que podía ver en la vida, era lo más perfecto que alguien podía tener en la vida.

Me quedé observando expectante por un tiempo largo que no pude recordar, pero fue demasiado hermoso.

La doctora White llegó a mí y me sonrió, esta vez pareció diferente, como si algo hubiese pasado como para que su estado de ánimo estuviera mejor.

—¿Cómo está mi bebita? —pregunté preocupado.

—Su bebé está bien —sonrió—, muy bien de hecho, es increíble que naciera sin secuelas a pesar de ser prematura, su bebé es fuerte.

—Salió a su padre —respondí y ambos reímos—. ¿Cómo está mi esposa?, ¿ya puedo verla?

—Su esposa despertará en unos momentos, tenga —me entregó un pase—, con eso puede entrar a verla a su habitación, yo les llevaré a la bebé en unos momentos.

Asentí y ella se fue. Algo curioso es que su mirada cambió cuando habló de Xime, como si la situación de la bebé y su madre fueran diferentes.

Me despedí de la bebé y fui directo a la habitación de Xime. Entré y la encontré dormida en la cama, se veía tan tierna y tranquila, que parecía un ángel. Sentía que la amaba, quería estar con ella por siempre, hasta el resto de mis días, y hacerle saber que la amaba hasta la eternidad. Me senté a su lado y por accidente la desperté.

—¿Cómo estás, mi amor? —pregunté.

—¿Cómo está el bebé? —dijo preocupada.

—La bebé, querrás decir —sonreí.

—¿Es una niña? —preguntó emocionada.

—Sí, es una hermosa niña, tuvimos una preciosa niña, mi amor.

Dije y casi estallé en llanto de nuevo, esto era muy hermoso, habíamos pasado por tanto, que ya nos merecíamos paz y felicidad, y estaba convencido que ahora la podíamos tener.

La besé, la besé con intensidad y ternura, la sentía de nuevo conmigo y deseaba que este momento no se acabara de lo hermoso que era.

—Mi amor —empecé—, nos traerán a la bebé en breve. ¿Tú cómo estás, corazón?

—Bien, agotada y adolorida, pero bien.

Eso era verdad, se veía muy cansada, pero feliz, eso era lo mejor, estaba feliz y al fin se sentía mejor, y eso era algo que no iba a cambiar nunca. Juré que mantendría su sonrisa para toda la eternidad, para que estuviéramos felices y poder ser una hermosa familia.

—Hola —dijo la doctora entrando con la bebé en brazos.

La vimos y nos emocionamos mucho, al fin podíamos tenerla en nuestros brazos, la llevó hasta nosotros y se la entregó a Xime. Ella la veía con espectacularidad, la veía con hermosura y encanto, la veía increíble admirándola.

—Su hija está muy bien, felicidades, dieron a luz a una niña muy fuerte y hermosa —sonrió la doctora.

La bebé estaba dormida y se veía tan angelical así, no queríamos despertarla. Xime y yo nos vimos y sonreímos, no podíamos creer que por fin había llegado este momento, el momento de tenerla entre nuestros brazos y ser la familia que tanto deseamos.

—Sebastián —dijo la doctora—, necesito que me acompañes a firmar unos papeles.

—Está bien —la miré un poco confundido—. Ahora vuelvo, mi amor.

Dije a mi esposa dándole un beso en la frente y ver a mi bebé. Salí de la habitación y vi que la doctora cambió su expresión bruscamente.

—Hay algo que debo decirle —dijo preocupada.

—¿Qué pasó?

—Su esposa no está bien, la operación de la bala y el parto, ambos que se complicaron, corrompieron su sistema, no aguantará más de unos días.

Y en ese momento, otra vez, mi mundo se hacía pedazos, todo mi mundo cayó y me desmoroné, eso había sido como un balde de agua fría.

—¿No hay nada que se pueda hacer?

—Hay un tratamiento, pero es experimental, no hay seguridad que pueda funcionar, sería como arrojar una moneda al aire.

—No importa, haga lo que sea necesario.

La doctora asintió y me dejó en el pasillo. Me quebré tanto que empecé a sollozar, pero debía de ser fuerte, y si me quedaba poco tiempo con Xime, tenía que aprovecharlo al máximo. Me sequé las lágrimas y entré a la habitación.

—¿Cómo estás, mi amor? —pregunté.

—Ahora muy feliz —sonrió como nunca en la vida.

—¿Y cómo la llamaremos?

—Me gusta el nombre de Lindsey.

—Te llamarás Lindsey Flores Díaz, pequeña —dije a la bebé.

El nombre era bastante bueno, realmente me encantaba. Puede que parezca algo simple, pero poner el nombre a una vida es algo espectacular.

—Te amo mucho, amor de mi vida —besé a Xime.

—¿Amor de tu vida? —preguntó ligeramente confundida.

Agarré el estuche que tenía en el bolsillo, lo abrí y saqué el anillo que contenía. Tomé una de las manos de Xime y le coloqué el anillo.

—Eres el amor de mi vida, por eso quiero que te cases conmigo —dije sonriente.

Xime me miró emocionada y feliz, yo lo estaba, y quería hacerla mi esposa, mi esposa a como diera lugar, no importa lo que pasara, quería casarme con ella y tener una hermosa familia.

—Pero me prometiste que te quedarías conmigo hasta que naciera la bebé.

—Y así lo cumplí, ahora quiero prometerte que estaré contigo hasta la eternidad.

—¿Es una promesa?

—Mi mejor promesa.

En ese momento la besé y sabía que quería tenerla conmigo para siempre.

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