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Capítulo 19: Un último adiós

Respiré hondamente, me recargué en la pared y esperé unos cuantos segundos a que se acercara.

—...gracias por venir —terminó la oración.

—Lo lamento mucho.

Estaba vestida con un ligero chaleco y un pantalón negros, no de vestir, pero tampoco era un jean, no podría describirlo, y con unos rayos en su cabello, noté que había cambiado mucho desde la última vez que la vi hace un par de años.

No sabía nada de ella, y tampoco era mi prioridad. La miré fijo tratando de descifrar su mirada, pero no pude. Ella miró un poco alrededor y se extrañó un poco. No sabía porque lo había hecho por lo que me confundí bastante.

—¿En dónde están Diana y el bebé? —preguntó extrañada.

En ese momento me quebré, me rompí y cada pedazo y célula de mi cuerpo se destrozó. Creí que ese dolor se había sepultado desde la última vez que hablé de ella, pero no. Mi corazón y mis sentimientos me habían engañado, se sentía como si la herida se hubiera abierto de nuevo y ahora estuviera más que fresca. Me invadió un sentimiento de tortura, cada hueso de mi cuerpo se sintió despedazado.

—Ellos... —ahogué una lagrima— murieron hace dos años.

Ella no dijo ni una palabra, parecía en shock, abrió ligeramente la boca intentando hacer algún sonido, pero no salió nada. Quería irme de ese lugar o que me tragara la tierra, quería desaparecer.

Me levanté del muro y caminé hacía la entrada dejándola atrás. Salí de la capilla y doblé en una de sus esquinas, me recargué en el costado y me senté en el suelo pastoso. Los recuerdos me invadieron y la tortura era intensa.

---- Hace dos años ----

El salón era oscuro, no por la luz que entraba que era bastante, sino por cómo me sentía ahí. Los ventanales que estaban casi llegando al techo dejaban tener suficiente luz para poder ver bien, pero hubiera deseado con toda mi alma no poder ver esa imagen tan desgarradora.

Con la puerta cerrada y en soledad, veía el horror de tener dos ataúdes frente a mí. Mi mirada me pesaba tanto que era incapaz de subirla, pero solo quería despedirme y darles la paz que tanto debían de tener. Esos dos ataúdes, uno grande y otro pequeño, dolían tanto dentro de mí que no sabía cómo mi corazón lo estaba soportando. La imagen de Diana sonriente y la del ultrasonido a un lado, ambas arriba de los féretros, lastimaba demasiado.

¿Por qué ustedes?

Me dolía tanto que sentía como si me faltara vida, lloraba y con la cabeza abajo, mis lágrimas llegaban al suelo con más volumen y rapidez.

Levanté mi rostro y al ver esa escena tan dolorosa me empezó a invadir rabia por la impotencia que sentía por no poder salvarlos. Las cosas que estaban alrededor de mí las tiré con ira al suelo. Agarré una silla de madera y la rompí contra la pared, inmediatamente empecé a golpear el muro en un llanto desesperado, la rabia se había convertido en tristeza, poco a poco caí al suelo arrodillado recargándome en la pared. Lloraba tan intenso que empezaba a mojar demasiado mi ropa.

Me levanté y caminé tan lentamente a ellos que no quería llegar, pero cuando lo hice, toqué la esquina del ataúd de Diana y miré fijamente su foto.

Teníamos tantos planes.

Mi voz tan quebrada apenas se oía. Volteé hacia el ataúd de mi bebé y juro que me quería morir, me desgarró el alma saber que estaba hecho sin vida en esa pequeña caja de madera. Miré el ultrasonido y lo vi, esa pequeña persona que se suponía que debía de nacer y estar en mis brazos, ese fruto de nuestro amor debía de estar aquí.

Perdón por no poder salvarte.

Cada segundo que pasaba me comía y me quemaba el alma, me sofocaba en un mar de emociones desgarradoras para el corazón. Di un par de pasos hacia atrás para tener una mejor perspectiva de las fotos y en un sollozo incontrolable dije:

Ya no quiero vivir.

Me arrodillé frente a ellos y mi llanto se hizo más fuerte. Vivir sin ellos no es vida, quería morirme y quizás en otro mundo, poder encontrarlos y ser lo que ya no puedo hacer con ellos. Quizás en otra vida, algún día podremos estar juntos.

Vi hacia un lado de mí y vi que una carta entraba debajo de la puerta. Gateé hacia ella y estaba firmada por Diana, me extrañaba tanto que tenía mucho miedo abrirla, pero la curiosidad me mataba tanto por dentro que incluso me sorprendí por ser capaz de sentir otro sentimiento además de dolor.

Abrí la carta y en un segundo supe que ella la había escrito con su puño y letra, esas "i" sin punto y la letra ligeramente curva era imposible para mi confundirla.

Sebastián

"Si algún día llegas a leer esto significa que ya no estamos juntos, pero quiero decirte que a pesar de ya no estar a tu lado quiero que seas feliz, quiero que vivas tu vida y puedas lograr todo aquello que prometimos hacer juntos.

Quiero agradecerte por hacerme la mujer más feliz del mundo, por hacerme sentir tan viva y hacerte saber que tú eres la persona a la que más he amado en mi vida.
Sé muy feliz.

Siempre te amaré."

Siempre tuya, Diana.

En ese momento la poca fuerza que me quedaba se esfumó, me rompí tanto que lloré inconsolablemente.

Abracé esa carta con todas mis fuerzas, que me hacían sentir que ambos estaban conmigo, me tiré y acosté completamente en el suelo y lloré hasta que perdí la noción del tiempo.

---- Época actual ----

Derramaba lágrimas sin darme cuenta. Los recuerdos lastimaban demasiado, pero era imposible olvidarme de esos momentos, era un trauma incapaz de superar y en el ambiente en el que me encontraba ahora todo lo relacionaba con ellos, y eso me torturaba demasiado.

—¿Sebastián?

Escuché una voz cerca de mí, alcé mi rostro y encontré la mirada de Eva viéndome extrañada y un poco confundida. Volteé inmediatamente hacia otro lado, sequé mis lágrimas rápidamente y me levanté en otro segundo. No quería estar ahí y mucho menos que me viera así.

—No tengo ganas de hablar contigo —dije con voz cortante.

Me di la media vuelta y me fui enseguida. No quería darle la oportunidad de que hablara y que me dijera algo que me pudiera alterar o afectar, no tenía fuerzas para eso.

En mi huida logré ver a Ethan acercarse a mí, pero me seguí de él, deduje que se extrañó por lo que le oí preguntarle a Eva.

—¿Qué le dijiste? —dijo ligeramente extrañado e irritado.

—Nada —contestó ofendida.

Yo seguía mi camino sin saber a dónde ir, entré al panteón que estaba al lado de la capilla y el clima se hacía peor, las nubes se cargaban y cada vez se hacían más oscuras.

Caminé entre las tumbas de ahí, viéndolas sin mucho detalle y solo llamaba mi atención aquellas que parecían con algo especial además de flores. Había unas cuantas personas en ese lugar, unas rezando y otras simplemente viéndolas, pero sin decir nada. Encontré a algunas tumbas con fotografías, otras con juguetes, y otras con algún objeto personal del ser que yacía en ese lugar.

Me sentía extraño y triste, seguía dolido y cuando por alguna casualidad llegaba a leer en una tumba el nombre de "Diana", mi corazón se me salía del pecho.

Salí del panteón y vi a una caravana de personas cargando una tumba llevándola por el frente, logré reconocer a Ethan y a Eva entre la multitud. Los seguí con la mirada hasta que llegaron a un pequeño lecho, tierra a un lado y un agujero, allí lo enterrarían.

Me acerqué un poco, pero a unos metros del féretro me detuve, a un lado de las personas sentadas que daban luto mientras que escuchaban al sacerdote decir algunas palabras.

Miré fijamente al ataúd, pero no pensaba en nada, mi cerebro era incapaz de realizar algún pensamiento, todo parecía en blanco. Me sentía pesaroso, el ambiente que se percibía podría deprimir a cualquiera en cuestión de segundos, todo era tan callado y los llantos se oían tan ligeramente que eran parte del ruido de fondo.

Empecé a notar como en mis hombros caían gotas, el cielo se oscureció completamente y empezó a llover, al parecer el clima ejemplificaba perfectamente cómo nos sentíamos cada uno de los que estábamos presentes. Aunque me estuviera mojando no me movía de allí, permanecía quieto sin mover ni un solo músculo, viendo hacia la nada.

Noté un pedazo liso de algún material tocando mi mano izquierda, miré hacia ese lado y vi a la tía de Ethan, me estaba entregando un paraguas, lo tomé, pero ella no me estaba mirando, parecía apenada, culpable o algo así. Se retiró inmediatamente sin decir nada. Lo abrí y me cubrí con él.

Después de unos segundos sentí a una presencia a lado de mí, giré mi cabeza y me encontré a Eva, no había notado que estaba vestida con una chaqueta de cuero negra, jeans negros y botas del mismo color. Me miró y me dio una leve sonrisa, no le correspondí y volteé de nuevo hacia la nada.

Sentía mucho frío y al dejar mi saco en el auto estaba temblando. Sin decir ni una palabra Eva me cubrió con una chaqueta grande, volteé hacia ella y me volvió a sonreír, pero esta vez más alegre.

—Gracias —devolví ligeramente la sonrisa.

Me puse la chaqueta y continué mirando, pero está vez hacía el ataúd que se estaba metiendo en ese hoyo en la tierra.

—¿No te despides de él? —pregunté extrañado.

—No, ya lo hice antes de venir aquí.

Asentí ligeramente y volteé de nuevo, todo ese momento pasaba tan lento que podrías contar los segundos exactos en los que se dejó de mirar ese féretro. Eva apoyó su cabeza en mi hombro, pero no volteé, solo la sentí.

Pasó el tiempo y llegó el momento de despedirse por última vez y retirarse. Así, mientras más pronto se tenga que afrontar la cruel realidad, más pronto se podrá tratar mejor la situación.

Yo todavía seguía procesando lo que había visto y sentido, aun mis emociones seguían frescas y por dentro dolían, pero ahora al menos estar aquí y despedirlo era un ligero alivio para el corazón, mínimo sabiendo que las cosas se hicieron en paz las cosas podrían estar mejor.

Eva estaba a un lado mío de camino al auto, pero se tuvo que separar para irse con sus familiares. Lo bueno es que la lluvia había cesado por lo que no hubo necesidad de tomar precauciones para no mojarse. Ethan me alcanzó y me miró ligeramente preocupado.

—¿Estás bien? —preguntó inquieto.

—Sí, solo que todo esto me recuerda a Diana —respondí cabizbajo.

Lo que dije fue cierto, todo me recordaba a ella, y aunque el recuerdo de enterrarla lo suprimí con todas mis fuerzas, no fue necesario repetir esa memoria en mi mente para volver a sentir el dolor.

—Perdón, no era mi intención.

—No te preocupes, no es tu culpa, perdóname tú a mí por no estar contigo en los momentos más duros.

—Todo está bien —curvó un labio—, con que hayas venido aquí es más que suficiente.

Estaba analizando sus expresiones y por lo que notaba lo llevaba mejor de lo que esperaba. A pesar de que se notaba demasiado triste, se mantenía en pie sin romperse, y eso era digno de admirarse.

Todos se despidieron de nosotros y solo nos encontrábamos nosotros cuatro (Ethan, Eva, su madre y yo). Las mujeres se fueron el auto de Eva, e Ethan y yo nos fuimos en el auto con el que llegamos a la ciudad.

A pesar de que él se veía ligeramente mejor desde que arribamos acá, aún no estaba en condiciones para conducir, por lo que yo tomé la iniciativa al pararme justo delante de la puerta del conductor.

—¿Qué haces? —preguntó confundido.

—Intento no ocasionar un accidente, tú no estás en condiciones para manejar.

No dijo nada y solo rodeó sus ojos, dio la vuelta al auto por enfrente y se subió en el asiento del copiloto. Antes de subir vi a unos metros a las mujeres subirse al auto, pero en especial a la madre de Ethan y Eva.

Tenía que admirar que la señora era demasiado cálida, podría darte apoyo con tan solo mirarte y provocar afecto inmediato. Con su cabello rubio, ojos cafés y en especial su tono de piel blanco, era la que les dio las características físicas más importantes a sus hijos.

—¿A dónde vamos ahora?

—A casa de mamá.

Asentí y no dije nada. Su tono de voz seguía débil y en ocasiones se quebraba. Me preguntaba que pasaba por su mente y cómo sería su reacción y sentimientos al llegar a casa ahora sin su padre. Temía por él, y mucho.

Por suerte recordaba el camino a su casa, quizás no todo el trayecto perfectamente, pero cuando tenía alguna duda Ethan me daba las indicaciones correctas para llegar bien.

En el camino no hablamos de nada, no tenía algún tema en especial y él no tenía muchos ánimos de conversar por razones obvias.

Pasando el tiempo, no más de 20 minutos, llegamos a esa casa. No era tan grande, pero tampoco tan chica, de color blanco y un café oscuro rozando con negro en un tono armonioso, perfectamente podrían vivir cuatro personas sin problemas.

—¿Estás listo? —pregunté aparcando el auto.

—No —dijo ahogando una lágrima—, pero lo estaré.

Inmediatamente se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta, exhaló pesadamente y salió del auto, cerró la puerta y se quedó mirando a la casa. Yo salí del auto y llegué hasta él, lo miré y cuando él dio el primer paso hacia la entrada yo lo seguí.

Eva y su madre ya estaban en el pórtico, por lo que solo nos estaban esperando. Abriendo la puerta poniendo la llave en el picaporte, cuando giraron la manija todo se sintió diferente. El sentir de pesadez del funeral había regresado, incluso el aire y la temperatura eran diferente. Mis ojos recorrieron la sala mientras entraba y veía cosas personales, unas tiradas en el suelo y otras perfectamente acomodadas, como si nadie las hubiera movido en un largo tiempo.

Entramos complemente a la casa y poco a poco cerramos la puerta. Todo se sentía extraño, como si fuera la primera vez que se entraba a esa casa, y no solo lo notaba sino también por las expresiones de Ethan y Eva sabía que sentían lo mismo que yo.

Pasó el tiempo y se volvió noche, en el transcurso del resto del día recogimos algunas cosas, arreglamos otras y guardamos los sobrantes.

Llegó la hora de la cena y tomé la decisión de prepararla, fue algo sencillo, pero rico, al menos esperaba que fuera así.

Nos sentamos en la mesa y serví todos los platos, cuatro en total, incluyéndome obviamente al final. Pero quizás sentarnos en la mesa fue una pésima decisión, a la cabecera estaba una silla desocupada, el absentismo se podía sentir en el aire y era sorprendente como una simple silla vacía podía generar tanta diferencia.

—No puedo —dijo la madre de Ethan intentando no llorar.

La seguí con la mirada mientras iba corriendo hacia un cuarto de la casa, a la par Ethan la seguía, ver la falta de la imagen del amor de su vida le afectó demasiado. No sabía exactamente cómo reaccionar por lo que solo me quedé sentado en la mesa junto a Eva, era incomodo, a decir verdad.

Eva intentó hacer conversación y a pesar de mi negativa inicial, logró meterme a su plática, y pensándolo bien, no veía porque no podía hablar con ella, no creo que aquí se digne a recordar el "tema pendiente".

—¿Por qué no lloraste? —pregunté confundido.

—Ethan siempre fue el preferido de papá —empezó—, no me dejaba cambiar una llanta o cambiar un foco, eso siempre se lo dejaba a mi hermano.

—Hizo lo que creyó que era mejor —respondí encogiendo mis hombros.

—Eso lo sé, y no me estoy quejando, amo quien soy ahora, amo lo que hago, pero... —desvió un poco la mirada— me hubiera gustado saber cómo sería si las cosas hubieran sido diferentes.

La abracé por el hombro, me acerqué a ella y puse su cabeza en mi pecho. Tenía la sensación de querer llorar, quizás necesitaba un abrazo y así poder sentirse mejor. No recordaba esta parte sensible de ella, siempre fue la chica que no le afectaba nada y que se hacía la fuerte, pero podía quitarse esa armadura al menos por unos minutos para desahogarse y sentirse mejor.

A pesar de que aún recordaba las palabras desafiantes que dijo, no iba a ser demasiado cruel como para no apoyarla en estos momentos.

De un momento a otro Eva se fue a donde lo había hecho su hermano y su madre, yo me quedé en la sala, a la espera de no saber qué hacer.

El celular de Eva que había dejado en la mesa sonaba demasiado, al parecer eran varios mensajes. Al principio los ignoré, pero conforme cada vez se hacían más y más, llegué a desesperarme y agarré su celular para ver quien la estaba buscando tanto.

Logré ver en la pantalla del teléfono el nombre del remitente y al leerlo "Laura", me pregunté si era la misma.

Pasaron las horas hasta el momento de tener que acostarse, ya se había hecho tarde y el cansancio cada vez se hacía más fuerte y nos inundaba a todos. Acomodamos todo lo necesario para descansar.

La madre de Eva no tenía fuerzas para quedarse en su cuarto ahora sin su compañero, por lo que fue mejor al cuarto de visitas, curioso o no, sus hijos aún conservaban sus cuartos, por lo que fueron a dormir allá y yo me quedé en el sillón de la sala.

Me quedé pensando por unos minutos, no conté el tiempo, pero sí sé que fue largo, porque no era común que me estuviese despierto por un rato estando acostado. Platiqué por mensajes con mi amor, para saber cómo estaba y si todo estaba bien por allá. Me dormí.

Desperté un poco tarde, lo sabía porque al abrir mis ojos ya estaba el sol puesto por lo que entraba mucha luz.

Después de unos segundos, cuando recuperé mis cinco sentidos, noté un cuerpo junto al mío, al parecer mis brazos estaban rodeando aquel torso, inmediatamente me llegó un olor demasiado familiar y viendo el cabello que bajaba por la espalda, supe que era algo muy mal.

—¿Qué rayos? —dije de una con asombro.

—Buenos días, mi príncipe —respondió con una voz suave.

En ese momento hice un movimiento hacia adelante y tiré a Eva, me acomodé sentándome. Me sorprendió que ambos estuviéramos en el mismo sillón.

—¿Qué haces aquí? —pregunté irritado.

—Aquí era mi casa.

Respondió irónica mientras estaba sentada en el suelo con el cabello cubriéndole todo el rostro. Estaba bastante despeinada, a decir verdad. Rodeé mis ojos y solté un bufido, no estaba para sus cosas.

—Me refiero, ¿qué hacías conmigo?

—Tú me abrazaste —dijo quitándose el cabello del rostro.

La miré sarcástico intentando no decir alguna palabra fuera de lugar. Bueno o no, mi sueño es bastante pesado en algunas ocasiones, y esta fue una de ellas como para no notar su presencia mientras dormía.

Entró Ethan con los ojos hinchados a la sala, y al verlo me dio un escalofrío por todo el cuerpo, nunca lo había visto tan mal físicamente, ni siquiera cuando se emborrachaba y perdía todo el conocimiento. Me sentí mal por él.

—Ethan —empecé—, necesito irme.

—¿Qué pasó?

—Nada, hermano —respondió Eva aun desde el suelo.

Ethan se confundió, pero con mi mirada con un poco de pánico supo que algo no bueno había pasado. Exhaló fuerte y pasó sus manos por su rostro.

—Me tengo que quedar —dijo él sin ánimos.

—Nos hubiéramos ido en mi auto.

—Lo sé —respondió con una ligera risa.

Eso me extrañó, pero me alegró bastante, no había visto su sonrisa desde que lo vi ayer, y que sonriera, al menos por un poco, significaba que estaba mejor, o al menos no tan mal.

Recogí y guardé mis cosas, compré los boletos de avión y me dispuse a retirarme del lugar que me dio posada.

Pasaron un par de horas hasta que llegó el momento para irme al aeropuerto, me despedí de Ethan y de su mamá, intenté darles ánimos y hacerles saber que estaba con ellos para lo que necesitaran.

—¿No te despides de beso de mí? —preguntó Eva cuando estaba en la puerta.

—No.

Crucé la puerta y justo cuando estaba a punto de poner un pie en la alfombra de entrada, Eva me agarró del brazo que tenía libre.

—No hice nada porque papá murió, pero créeme que lo haré si sigues menospreciándome —dijo en voz baja.

—Me tengo que ir.

Me deshice de su agarré y fui al taxi que ya estaba esperándome. Di una última vista a la casa y entré sin esperar nada.

Pasaron las horas y el vuelo. En todo el camino estaba pensando dos cosas muy importantes, la primera era como serían las cosas de ahora en adelante, con la muerte del padre de Ethan todo sería diferente, me intrigaba y preocupaba demasiado como lo superaría Ethan, esperaba que no se refugiara en el alcohol o en alguna sustancia tóxica, no solo podía arruinar su carrera, sino también su vida.

La segunda era como estaría casa al regresar, si mis amores estuvieron bien y como estuvo el baby shower, esperaba que todo hubiera estado de maravilla y que nada malo fuese reportado.

Salí del aeropuerto y me dirigí a los taxis, en donde agarraría uno para irme a casa, pero justo cuando estaba haciéndole la parada a uno, vi a una chica que estaba haciendo lo mismo, pero al percatarse de mi presencia, se me acercó.

—¿Qué hace aquí, profesor? —preguntó Scarlett.

—Voy para casa, ¿y tú?

—Vine a dejar a una prima, ¿compartimos taxi? —dijo cuándo uno llegó.

—Claro.

Dejé mis valijas en el maletero y entré justo después de que ella lo hizo. Noté que su embarazo avanzaba bien y su vientre muy ligeramente estaba alzado.

—¿Y a dónde fue mi profesor preferido?

—Vengo de San Diego.

—¿Fue a visitar a unos familiares?

—El papá de Ethan murió.

Cuando le dije la noticia parecía en shock, estaba digiriendo lo que le estaba diciendo y pensaba bastante, eso lo deduje por su mirada distraída.

—Espero que Ethan no sea el padre, sino las cosas serán... ya sabe —intentó explicarlo con las manos.

—Comprendo, sinceramente también lo espero.

Hablamos durante todo el camino de varias cosas, como de la escuela, de su embarazo y de nuestras vidas a gran escala. Todo se sentía cálido a lado de ella y veía una luz en sus ojos, parecían que brillaban y siendo sincero eso fue lindo, era raro ver a una chica así.

Llegamos al edificio y me dirigí a bajarme, mientras ella se quedaba en el auto, por lo que me dijo tenía que comprar unas cosas en el centro.

—Aquí vivo, puedes venir, tenerme confianza y contarme lo que sea de tu embarazo cuando quieras —di una cálida sonrisa.

Asintió y cerré la puerta del auto, saqué mis maletas y me dirigí a pagarle al conductor el trayecto mío y el de ella. El taxi se fue y caminé hasta la entrada del edificio en donde estaba James, como siempre.

—¿Ocurrió algo? —pregunté.

—No, todo estuvo tranquilo.

Entré al edificio y en la recepción saludé a Vanessa, quien arreglaba un correo. Caminé hasta el ascensor y llegué hasta el último piso, el mío. Salí del elevador y transité hasta la puerta. La abrí girando la manija y cuando logré ver bien, estaba mi amor sentada en el comedor desayunando con su hermoso pijama. Juro que verla me hizo inmensamente feliz, la había extrañado demasiado y observarla fue como si mi corazón latiera a mil una vez más.

Cuando me vio dejó todo y se acercó a mí, con una enorme sonrisa que me hacía sentir en casa. Dejé mi valija y corriendo fui hasta ella, le di un efusivo abrazo y después de unos cuantos segundos la besé, al fin podía sentir sus labios otra vez, sentir esa parte dulce de ella, que sus besos me hacían sentir vivo otra vez.

—Te extrañé mucho —dijo llorando un poco.

—También te extrañé mucho mi amor, pero ya estoy aquí.

Le di una sonrisa, tomé sus mejillas, sequé sus lágrimas y la volví a besar. No me gustaba que llorara por lo que besarla fue un intento de calmar sus emociones.

—El bebé ha estado muy inquieto, te ha extrañado mucho.

Cuando dijo esas palabras tan bellas, me dieron ganas de llorar de felicidad, había extrañado tanto al bebé que saber que él también me había extrañado, me hacía muy feliz. Bajé y besé su vientre levantando la playera que tenía.

—Ya volví, mi pequeño —dije intentando no llorar de alegría.

Puse mi oído en el vientre y cuando logré percibir una pequeña patadita, volví a besar y regresé subiendo hasta mi amor.

—¿Y cómo estuvo tu viaje de regreso?

—Bien, amor, me vine con Scarlett.

—¿Tu alumna?

—Sí, cielo.

—Como que se ven todos los días, ¿no crees?

—Es mi alumna, tengo que verla todos los días.

—Lo sé, pero no tiene que verte los fines de semana —noté celos en su voz.

—Mi amor, no estés celosa, yo te amo mucho a ti, te amo más que a mi propia vida, ¿y sabes?, no podría vivir sin ti —sonreí muy cálidamente.

—En serio te amo.

En ese instante me besó de nuevo, y en serio amaba sus besos y más lo que me hacían sentir, tan bien y tan vivo, que de verdad todas las penas que se habían acumulado se habían ido en un instante.

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