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Capítulo 19: Segundas oportunidades

Siendo sincero, las cosas se habían sentido un tanto extrañas con Ximena. Aquello había sido como un balde de agua fría, no porque fuera malo, sino porque temía que fuera demasiado tarde.

Ya me había acostumbrado a su ausencia, a su indiferencia, pero su forma de querer acercarse era una extraña sensación.

¿Cómo le dices a alguien que su ausencia te dejó marcado? ¿Cómo le dices a alguien que su indiferencia te hirió de formas inimaginables?

¿Qué me quedaba por hacer? Solo intentaba asimilar todo lo que estaba pasando. No es como si le tuviera un resentimiento, pero ya no se sentía lo mismo.

Era temprano por la mañana. Me encontraba despierto a una hora considerable. Estaba en la habitación de visitas, junto a Selene, mi hermana, ya que le estaba ayudando a hacer su maleta.

—No puedo creer que se hayan terminado tus vacaciones —empecé.

—Tampoco me emociona la idea de irme, pero alguien tiene que hacerse cargo de la tienda, en Londres. Amo la fotografía, y sinceramente también la extraño. Además, ya he empezado mi agenda con unas sesiones fotográficas para bodas.

—Sí que debes de ser muy solicitada —sonreí.

—Ser la mejor en su trabajo es lo que atrae.

—¿Y no querrás encontrar el amor por allí? Nunca he conocido a algún novio tuyo.

—¿Lo dices por alguna razón en específico? —entrecerró los ojos.

—No, solo creo que sería algo genial.

Lo que decía lo hacía con todo el corazón. Realmente esperaba que no estuviera toda su vida enfocada solo en su trabajo, sino que también encontrara el amor. Tal vez ella tuviera suerte y hallara el cariño más sincero de todo el mundo.

Acabamos de meter toda su ropa y sus cosas a su maleta, por lo que salimos por la puerta, mientras que ella estaba metida por completo en su teléfono.

Nos dirigimos al comedor, dónde estaban sus sobrinos, para que se pudieran despedir de ella. La salida del avión era en varias horas, pero primero teníamos que salir a comer, ya que quería tener un tiempo a solas con ella. Necesitaba un par de consejos.

Mis hijos estaban comiendo un rico desayuno que su madre les había preparado, por lo que, al percatarse de nuestra presencia, fuimos el centro de atención.

—Vayan a despedirse de su tía —dijo Ximena de una.

Lindsey y Colin bajaron de sus sillitas y fueron prácticamente corriendo a abrazar a Selene. Mi hermana intentó subirlos al mismo tiempo a sus brazos, pero fracasó, por lo que, después de que abrazara a Colin y luego lo depositara en mis brazos, levantó a su hermana mayor.

—No te vayas —imploró la pequeña.

—Lo sé, yo tampoco quiero irme, pero tengo que trabajar, además, allá también está mi casa.

Lindsey se puso evidentemente triste. No me gustaba que estuviera en ese estado, pero tampoco había algo que yo pudiera hacer.

—No te preocupes. Te prometo que volveré a verte muy pronto —le propuso.

La pequeña se sintió un poco más tranquila, por lo que, después de un efusivo abrazo, Selene la depositó en el suelo.

Todavía faltaba despedirse de un integrante más de la familia, por lo que, sin mucha prisa, se acercó a Primerose, quien estaba acostada en su pequeña cesta color rosa. Estaba un poco inerte a lo que sucedía a su alrededor, pero, cuando mi hermana se acercó y tomó su mano, ella la miró fijamente y expectante.

—No tuvimos mucho tiempo para conocernos, pero quiero decirte que ya eres una parte importante para mí. Espero que puedas crecer en una familia llena de amor y muy unida. Nos vemos pronto, Primerose.

Se acercó lentamente a ella y, con un suave tacto, le dio un ligero beso en la mejilla. De inmediato la bebé tuvo una sonrisa de oreja a oreja. Algo que a cualquiera le pudo haber llenado de vida y de felicidad.

Dejé a Colin en el piso cuando deduje que esas serían todas las despedidas pero, en un acto totalmente impredecible, Ximena se acercó a ella.

—Selene, ¿puedo decirte algo? —empezó titubeante.

—Claro, dime —respondió de una manera un tanto extrañada.

—No he sido muy justa contigo, así que te debo una disculpa. Me he portado muy grosera y no te lo mereces. Espero que lo que hice no haya afectado tus ganas de regresar. Eres parte de la familia, de mi familia, y no quiero que esto arruine tu hermandad con Sebastián.

Juro que estaba apunto de quedar con la boca abierta. Lo que había dicho había sido tan inesperado, que lo único que pude hacer era ver con demasiada atención lo que sucedía.

—No tienes nada de qué disculparte, Ximena —dijo con calma—. Entiendo por lo que pasaste y no soy nadie para juzgarte. Además, por supuesto que regresaré. No quiero perder como mis sobrinitos crecen. Y también te considero parte de mi familia.

En ese momento Selene se acercó a Ximena y se dieron un efusivo abrazo, como si todo se hubiera mágicamente reconciliado. No sabía qué decir. Estaba atónito.

Después de aquel acto, Selene tomó su maleta, dio una última despedida de los niños y de Ximena y posteriormente salió de la puerta principal.

—Yo... voy... a... —balbucee.

—No te preocupes, ve. Lleva a tu hermana al aeropuerto, yo me quedo a cuidar a los niños.

Solo asentí con la cabeza, salí por la puerta principal cerrándola detrás de mí y alcancé a Selene en el ascensor. Estaba tan confundido.

—¿Estás bien? —preguntó Selene frunciendo el ceño.

—Sí, es solo que lo que acaba de pasar fue muy extraño.

—Lo sé, para mí también fue extraño, pero también fue lindo. Tal vez sí merece una segunda oportunidad...

—Espera —la interrumpí—, hace poco me decías que buscara mi felicidad, ¿y ahora me dices que acepte a Ximena de nuevo? No te entiendo.

—Sé que no concuerda con lo que te había dicho, pero también creo que está muy arrepentida. Lo que me dijo lo sentí muy sincero. Tal vez no es tan mala como creí.

Aquello me dejó pensando cuando, justo en ese momento, las puertas del ascensor se abrieron, dando aviso que habíamos llegado a la recepción.

No tardamos mucho en tomar mi auto para ir a un lindo restaurante italiano. Aquel lugar servían pizza, lasaña o pastas. Creo que era un buen lugar para conversar.

—Aún no puedo creer su cambio de actitud tan rápido —comencé.

—No lo sé, tal vez se dio cuenta que no merecía la pena seguir así —respondió después de comer un pedazo de pizza.

—No sé, tengo que pensar. Mi cerebro está totalmente frito ahora.

—Entonces no creo que te vaya a gustar lo que te voy a decir.

—¿Qué? —ladeé la cabeza.

—No te molesta que haya invitado a alguien, ¿verdad?

—¿A quién invitaste? —entrecerré los ojos.

En ese momento iba arribando mi madre. Estaba entre confundido y molesto. No me apetecía hablar con ella, y me molestó que Selene hubiera tomado esa decisión por mí.

—¿Puedo sentarme? —inició tímidamente.

Yo me mantuve absolutamente en silencio. Selene accedió a su petición y mi madre tomó asiento. No estaba dispuesto a conversar con ella.

—Sé que estás molesto porque hice esto, pero debes arreglar las cosas con mamá —insistió Selene.

Seguía en mi estado de la ley de hielo. No planeaba que alguna palabra saliera de mi boca. Quería decir un millón de cosas, la mayoría hirientes, pero prefería abstenerme.

—Tal vez mamá te ayude a resolver el misterio del cambio de actitud de Ximena —dijo sugestiva.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —pregunté confundido.

—Hace 3 días me encontré a Ximena en la calle —comenzó mi madre—, luego que compró unas cosas en el supermercado y, después de insistirle, accedió a tomar un café conmigo. Ahí, primeramente, le pedí una disculpa por la forma en como me había comportado con ella cuando la conocí. También le dije cómo sufriste cuando perdiste a Diana, tu ex esposa, y a tu bebé. Cómo pasaste de ser un hombre alegre y amable, a sentir que su vida acababa.

—Sinceramente me sorprende que sepas eso.

—¿Creíste que no prestaba atención? Estaba más cerca de ti de lo que creías. También le recordé cuando le ayudaste cuando más lo necesitaba, como la amaste y aceptaste tal cual era, y como, desde el primer instante, te amó sobre todas las cosas...

Eso podía sepultar a alguien, especialmente cuando tienes un registro como el mío con mi madre. A decir verdad, era bastante llamativo.

—... Y finalmente le mostré lo que podía pasar si dejaba que su dolor la consumiera por completo. Como yo perdí a un hijo, y ella podía perder al amor de su vida.

Eso se sintió como un puñal clavado en mi corazón. No porque fuera algo malo, sino porque el dolor en mi pecho se hizo más fuerte cuando terminó esa oración.

Tal vez esta era la época de arrepentimientos. Veía como todos se daban abrazos como si todo eso fuera a borrar todo un pasado de dolor y resentimiento. Y, a decir verdad, era lo que estaba sintiendo ahora.

—Entonces, al parecer, es increíble que diga esto, pero te lo agradezco —dije sinceramente.

—No me enorgullece decirlo, pero no he sido buena madre contigo. Sé cuánto has sufrido con Diana, y no quería que te sucediera lo mismo con Ximena.

—Solo tengo una pregunta. ¿Qué detonó el cambió en ti? Para aceptar lo que estaba pasando.

—Selene me convenció de ir a terapia, y eso me ha ayudado bastante. Me hizo comprender que tengo que arreglar las cosas con mis seres queridos.

—¿Cómo sabías lo que me pasaba con Ximena?

—Selene me contó todo.

La fulminé con la mirada, porque no me gustaba que fuera muy chismosa, pero también debía de agradecrle porque, gracias a eso, sentía que poco a poco estaba recuperando a mi familia.

—No quiero que mi familia esté separada. Quiero que estemos juntos de nuevo —finalizó Selene.

Y eso era verdad. Podía sentir en sus palabras como añoraba que la familia Flores, al menos ella y mi madre, estuviéramos juntos, apoyandonos como se supone que debía de ser.

Pasado el tiempo, después de platicar de asuntos varios, Selene mostró su reloj de mano a todos, para hacernos dar cuenta de la hora, ya que el tiempo se nos pasó volando.

—Saben que me encantaría que siguiéramos conversando, pero mi vuelo no tarda en salir —inició mi hermana.

—Cierto, se me olvidaba eso. Tenemos que llegar al aeropuerto pronto —comenté.

—¿Nos acompañas, mamá? —preguntó Selene.

—Me encantaría, pero tengo que hacer unas cosas. Además, viniste aquí por Sebastián, no por mí.

No sabía cómo tomar lo que acababa de decir, solo que sí había una cosa más importante por hacer: llegar al aeropuerto.

Selene se despidió de nuestra madre con un abrazo bastante efusivo. No podía dudar que aquello era una imagen linda de ver. Por lo que no tardó mucho para que llegara mi turno.

Le di un apretón de manos, un ligero abrazo y una cálida sonrisa. No quería tener resentimientos con ella. Al menos no por el momento.

—Me alegra que hayamos hecho las paces, mamá —sentencié.

Eso era verdad. Habíamos hecho las paces. Quería estar bien con ella. Así que eso era lo mejor que podía hacer.

Salimos del restaurante y cada quien tomó su rumbo. Vi a mi madre perderse de nuestra vista cuando giró en una esquina, mientras que Selene y yo subimos al auto y conducía directamente al aeropuerto.

Llegando allí, aparqué el auto en el estacionamiento, apagué el motor y salimos del vehículo. Me percaté de que el lugar era, aunque bastante concurrido, no había muchas personas a nuestro alrededor.

Llegamos al maletero y sacamos su valija de viaje. Aquí fue el punto en el que nos despedimos. Ella tenía que regresar a Londres, mientras que yo tenía que regresar a casa.

—¿Estás seguro que podrás sobrevivir sin mí? —preguntó divertida.

—Por supuesto que sí, pero debo de agradecerte. Si no fuera por ti, tal vez las cosas no habrían mejorado.

—Para eso estamos los hermanos, para apoyarnos en lo que sea. Además, solo quería ayudar.

—De todos modos, no te librarás de nosotros tan fácil. Quizá la próxima vez que nos veamos sea en Londres.

—¿Estás diciendo que me visitarás?

—Puede ser una posibilidad.

Ambos reímos en lo que sabía que sería nuestro adiós. Me ponía triste tener que despedirme de ella, aunque sabía que era algo necesario.

Le di un fuerte abrazo, un gran abrazo de hermanos para, finalmente, dejarla ir. Ella tomó su maleta por la agarradera y caminó rumbo a la entrada, cuando fue allí que la perdí de vista.

Su visita fue, aunque en un principio fue inesperada, había sido uno de los grandes momentos en mi vida últimamente. Di un gran suspiro, dejé que el aire saliera de mi lentamente y conduje de nuevo a casa.

Al llegar a mi Pent-House y, después de abrir la puerta, escuche un llanto de bebé. No era desesperado y desgarrador, era más bien de incomodidad. Sabía eso a la perfección después de criar a dos hermosos hijos.

El llanto provenía del cuarto de Primerose. Aunque su cuna estaba cerca de nuestra cama, para poder cuidarla mejor, eso no significaba que no tendría un cuarto para ella, como lo es con Lindsey y Colin.

Al llegar a la habitación me encontré con la imagen que más añoraba. Ximena tenía a Primerose entre sus brazos mientras la arrullaba para que dejara de llorar.

—Ya bebé, ya estoy aquí, no pasa nada —dijo con una cálida y dulce voz.

La bebé, siguiendo su instinto, poco a poco paró su llanto. Ximena la sostuvo con un tanto que podía envidiar a cualquiera. Me recordaba como arrullaba a Lindsey y Colin.

—Creo que nunca te pedí disculpas, Primerose. Fui muy mala contigo, y de verdad no quería hacerte daño. Tú eres la menos culpable en esto. En un principio sentí que tu papel era reemplazar al bebé que perdí, pero me di cuenta que tu llegada fue una bendición. Y aunque tu madre, si es que se le puede decir madre a una persona que te abandona, fue una inmadura, yo te daré todo el amor que una mamá puede dar. Te amo, Primerose, mi linda pequeña.

La bebé sonrió de oreja a oreja y se pudo escuchar una pequeña risa. Era la imagen más bella de todo el mundo y, sinceramente, quería llorar en ese instante. Pude ver como a Ximena se le llenaban los ojos de lágrimas. Ese fue el sentimiento más perfecto que pudo existir.

—¿Puedo pasar? —pregunté tocando la puerta.

—Sí, claro, pasa —dijo secando sus lágrimas—. No quería que me vieras así.

—¿Sabes? Hace mucho que esperaba que dijeras eso.

—Perdón, Sebastián, no fui una buena esposa contigo.

—Te perdono, Ximena —asentí ligeramente.

—Entonces... ¿Estamos bien? —preguntó curiosa.

—Me lastimaste mucho, Ximena, y eso no es algo que se arregle de la noche a la mañana. Pero hoy aprendí que las personas merecen una segunda oportunidad. Así que, si te esfuerzas lo suficiente, puede que exista alguna posibilidad.

En ese momento di una ligera sonrisa y salí de la habitación mientras mi mano se arrastraba por el marco de la puerta.

Lo que dije era cierto. Mi corazón se llenó de compasión por lo que Ximena había hecho. Era algo que quería desde hace mucho y, verlo con mis propios ojos, fue mejor de lo que me imaginaba.

Detrás de la puerta pude escuchar la felicidad de Ximena, algo que por dentro de verdad me alegraba mucho.

—¿Escuchaste, Primerose? Aun tengo una oportunidad —dijo con gran emoción.

La pequeña soltó una linda y dulce risita. Daría lo que fuera porque este momento durara para siempre.

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