Capítulo 16: Un vaso roto
Estaba asustado, impactado, anonadado. No sabía ni recordaba lo que había pasado. ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué no traigo mi ropa puesta? ¿Qué hice anoche? Esas eran preguntas que me atormentaban.
Todo el sueño que hubiera podido tener se esfumó en el instante que me sentí abrumado. Solo mi respiración se hizo más intensa, al igual que mis músculos se tensaron.
Vi como Dayely traía una gran sonrisa en su rostro, de oreja a oreja. Era un poco de pan tostado, huevo y una taza de café caliente lo que traía en su bandeja. Al ver mi asombro y desesperación, no tardó en poner la comida en una mesita cercana.
—¿Todo bien? —preguntó extrañada.
—¿Qué pasó anoche? —insistí.
—¿No te acuerdas? —frunció el ceño—. Anoche me besaste y me dijiste que me amabas. Que querías estar conmigo y dejar todo atrás. Después de eso tuvimos una sesión de sexo apasionado y desenfrenado.
En ese momento sentí como la sangre de mi rostro había desaparecido. Eso se sintió como una cubetada de agua fría. ¿Qué estaba diciendo?
—¿De verdad? —pregunté preocupado.
En ese momento Dayely, y algo que en verdad no me esperaba, estalló en risa. Su carcajada podía escucharse a kilómetros de distancia, lo cual me extrañó aún más.
—No puedo creer que de verdad te hayas creído eso. ¿Qué tan confundido estás? Eso increíble —se siguió mofando.
—De verdad que te odio —negué con la cabeza y con una sonrisa ligera—. Se me olvidaba lo bromista que eres.
—No te preocupes, no pasó nada anoche —guiñó el ojo—. Un amigo tuyo rubio te trajo aquí.
—Entonces... —pensé detenidamente—, ¿por qué estoy en ropa interior?
—Estabas tan ebrio que quisiste tomar agua, claramente no pudiste y te la tiraste encima. No podía dejar que durmieras mojado.
—De acuerdo, eso lo puede explicar, pero... ¿por qué tengo los labios hinchados? —cuestioné.
—Te frustraste por tirar el agua, así que, en una rabieta, te golpeaste la cabeza con el muro. Creo que eso también puede explicar el dolor de cabeza que creo que tienes.
—Comprendo, tiene lógica —asentí ligeramente—. Solo tengo una última duda. ¿Por qué tienes puesta mi camisa?
—¿Qué? ¿Esto? —señaló su propia vestimenta— No es tuya. Sé que es similar, pero esta tiene los botones al revés.
A decir verdad, eso me aliviaba bastante. Sentía como un peso había dejado de estar encima de mí. Saber que lo único que hice anoche fue el ridículo, fue una calma bastante poderosa.
Veía a Dayely con una mirada que no podía descifrar. Parecía contenta y feliz, pero había algo dentro de ella que todavía no terminaba de averiguar.
—De verdad eres muy divertido cuando estás borracho —rio ligeramente.
—Gracias por eso, supongo —fruncí el ceño—. ¿Crees que podrías darme mi ropa? No me siento muy cómodo así en tu sala —dije apenado.
—Está bien. Iré a revisar si tu ropa está seca. Por favor, come el desayuno, que lo hice especialmente delicioso para ti —sonrió finalmente.
Asentí instintivamente y ella se alejó a buscar la ropa. No dudé en ir por la comida. Moría de hambre, así que lo único que podía hacer era disfrutar del manjar que ella había preparado.
Así pasó una parte importante de mañana. Tuve un desayuno ameno con mi secretaria, mientras que, después de eso, me puse mi ropa completamente limpia y seca. Debía de admitir que olía rico.
Después que ella se arregló ligeramente, ya que era fin de semana y no había que ir al trabajo, nos sentamos en la mesa de su comedor, sentía que teníamos que hablar de algo.
—De verdad lamento mucho lo que pasó. No quería que me vieras en ese estado.
—No te preocupes, además, fue algo lindo y divertido. Aunque... no dejabas de repetir unas palabras cuando dormitabas.
—¿Y esas eran...? —intenté que prosiguiera.
—"No quiero perder a mi familia". Eso fue duro de escuchar.
En ese momento me congelé. No era algo que realmente esperaba escuchar. Sé que era un miedo interno, algo que deseaba que no saliera a la luz, pero... ¿tan traumado estaba? No quería pensar en ello.
Dayely, en un intento por ayudarme, se sentó a mi lado, giró mi silla y nos miramos frente a frente, mientras nuestros muslos se tocaban ligeramente.
—Sé que Ximena es muy afortunada en tenerte, tanto como su esposo, como padre de sus hijos. No puedo ni imaginarme lo que sientes y estás pasando, pero sé que saldrás adelante, siempre encontrarás una forma de hacerlo.
Ella se acercó ligeramente a mí. Tocó levemente mi mejilla y me dio una cálida sonrisa. Debía de admitir que eso se sentía muy encantador, algo que sabía que me gustaba con todo mi corazón.
Sentí una gran paz al sentir su tacto, las yemas de sus dedos recorriendo tranquilamente mi mejilla, y una sonrisa que te hace sentir seguro. ¿Era raro que sintiera eso? No lo sabía, pero me gustaba esa sensación.
Poco a poco iba pasando el tiempo y era momento de regresar a casa. Me despedí cordialmente de Dayely y le agradecí por mi estancia en su hogar.
Bajé de un edificio rojo con detalles en color blanco. Llegué hasta la acera de la calle y tomé mi celular. Era la primera vez en todo el día que veía mi móvil, y encontré un mensaje de Ethan, pero ni una sola llamada o mensaje de mi esposa. ¿Es normal que si desaparezco una noche completa, mi esposa no intenté buscarme ni un segundo? Eso es algo que realmente me rompió.
"No había lugar donde dejar tu auto, así que lo regresé al edificio de tu casa. Lo siento"
—Ethan Brown.
Asentí ligeramente y tomé el primer taxi que encontré para ir a casa. No sabía que tan largo el viaje, pero sí era formidable la forma en cómo estaba nervioso por llegar a casa. ¿No era algo qué temer? Supongo que lo averiguaría pronto.
Bajé del taxi después de pagar la respectiva tarifa, entré al edificio y me encontré a James, el jefe de seguridad del edificio, con un café en la mano, después de recogerla en el dispensador que estaba a un lado del ascensor.
—Ya te dije que tomar café en exceso no es algo bueno para ti —comencé.
—Lo sé, pero el café es demasiado delicioso. Es como un manjar irresistible —dijo para después tomar un sorbo.
—De verdad que eres un sin remedio —reí ligeramente—. Por cierto, ¿mi auto está aquí?
—Así es —asintió—. Ethan, creo que así se llama, lo trajo anoche, aunque se me hizo extraño que no llegara usted con él.
—Unos problemas —me limité a decir—. Gracias por eso, James.
Me despedí de él, tomé el ascensor después de esperarlo unos breves segundos, y este comenzó a subir hasta el pent-house, mi hogar.
En todo el camino estaba pensando en lo que diría al llegar. Era algo que debía meditarse con seguridad, pero tenía la sensación de que no debía de esperar mucho.
Arribé a mi casa después de bajar del ascensor, caminar y abrir la puerta principal. Dentro me encontré con la imagen de Selene sentada en el sillón de la sala viendo una película de superhéroes.
—Hola, Selene —dije luego de cerrar la puerta tras de mí y llegar a ella.
—Creo que tomaste muy en serio de tomar mi consejo de distraerte, Sebastián —puso en pausa la película para mirarme.
—Lo sé, de verdad lo lamento. No era algo que planee —reí inocentemente—. ¿Ximena y los niños? —pregunté curioso.
—Los niños están durmiendo, hoy los llevé al parque y regresaron muy exhaustos. Y Ximena..., no ha salido de su cuarto, más que para ir por comida a la cocina.
—Gracias, Selene, por cuidar a los niños. Y de verdad lo lamento —dije apenado.
—No te preocupes, adoro a esos niños con todo mi corazón. Son mis sobrinos y los amo —sonrió alegremente.
—De verdad, gracias por eso. Ahora iré a ver a Ximena.
—Suerte con eso —finalizó.
La expresión de mi hermana cambió de una felicidad al recordar a mis hijos, por una más seria y triste. No creo que esa sea buena señal.
Subí las escaleras lentamente, esperando encontrar una imagen agradable a la hora de verla. Realmente lo deseaba con todo mi corazón.
Llegué a su habitación, o mejor dicho, la que era nuestra, y abrí la puerta. Allí dentro se encontraba Ximena trabajando con su computador, en nuestro escritorio, viendo unos planos en 3D. Creo que era del proyecto en el que estaba trabajando.
—Hola —dije temeroso al hacer un sonido con la puerta.
Dio media vuelta y al encontrarse con mi rostro, su expresión, relajada y tranquila, cambió por una más seria. Pude ver como se dibujó una diminuta sonrisa en su rostro, aunque esa no duró mucho tiempo.
—Milagrosos ojos que te ven —saludó sarcásticamente.
—El sarcasmo no se te da, Ximena.
—Lo que trato de decir es que, me sorprendió lo que hiciste.
—No recibí ni una llamada tuya, así que no creo que haya sido algo que te extrañara.
—Ethan me llamó para avisarme que estabas bien. Así que no me preocupé.
Esto estaba siendo más difícil de lo que esperaba, pero debía de hacer lo correcto, Eso era lo mejor, al menos para mí.
—Te debo una disculpa por lo que sucedió anoche. No fue lo correcto —enfaticé.
Ella dio un gran suspiro, cerró lo que estaba en su computador y caminó hasta sentarse en la cama. Me invitó a sentarme, por lo que hice lo mismo.
—Justo es por esto que ya no podemos estar juntos. No es sano para nosotros —empezó.
—¿Sabes? Te extraño. Extraño lo que éramos. Extraño lo que teníamos.
—Lo sé, sé que es duro —se acomodó su cabello—, pero es lo mejor. Ya no puedo seguir sufriendo y tú siendo egoísta.
—Espera, ¿qué? —negué con la cabeza y me levanté rápidamente.
—Lo que hiciste no fue algo muy empático.
—Lo sé, y ya te pedí disculpas por eso. Si tan solo pudieras entender lo que siento...
—Mejor no digas nada. Tú no sabes lo que es perder a un bebé.
Esas palabras, esas malditas palabras se habían sentido como una puñalada directo a mi corazón. Fue lo más cruel que ella me había dicho. No sé si era por el dolor, el enojo o la decepción, pero, en ese momento, me di cuenta que las palabras eran el arma más mortal del mundo. Te matan sin siquiera rasguñarte.
Mi expresión de tristeza e imploro, cambió inmediatamente a una de dolor y decepción. Me alejé lentamente con pasos hacía atrás de ella, deseando con todo mi ser que ella jamás hubiera pronunciado eso.
—Tienes razón. Tal vez no sé lo que es perder a un bebé en el vientre, pero te recuerdo que yo ya perdí a dos hijos y una esposa.
En ese momento me alejé lo más que pude de ella y cerré la puerta detrás de mí. Esa fue la gota que derramó el vaso.
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