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Mi mascota

Catra estaba hastiada de todo, de Hordak, de la Rebelión, de que todos la abandonaran. Y para coronar la situación, no hacía más que recordar a Adora en esos días, le atormentaba pensar que pasaría si hubiera desertado de la Horda por ella. Al no encontrar a Scorpia por las pantallas, se fue a deambular a la zona del terror, donde había un mercado negro, el lugar perfecto para distraerse.

En aquel lugar vendían prácticamente de todo, desde baratijas hasta mascotas sexuales. La felina se paseaba por el lugar, mientras se preguntaba qué se sentiría tener una mascota de ese tipo. De pronto, un olor familiar le llegó, no lo podía creer. Corrió en dirección a ese aroma que conocía tan bien, esperando que sus sentidos no la engañaran, fue entonces cuando la vio.

Adora estaba de pie, amarrada con un collar que claramente contenía tecnología de los primeros, y estaba siendo vendida como mascota. Transformada en She-ra, tenía se veía como toda una noble, pero resignada, miraba hacia el horizonte sin fijar su mirada en nada realmente. Tenía unas ligeras heridas de batalla, por lo que supuso que había sido emboscada.

Catra se subió a la plataforma, observando con descaro y tocando con suavidad el cuerpo de la guerrera. Preguntó por su precio, y aunque era elevado, pagó la mitad amenazando al vendedor, que finalmente accedió por miedo. Le explicó que el collar mantendría a salvo al dueño, porque volvía dócil a la guerrera, ya que era un poderoso artefacto de los primeros.

La felina sonreía satisfecha, mientras se llevaba caminando a Adora a uno de sus escondites. Le gustaba tenerla así, sometida a su voluntad e incapaz de negarse a sus deseos. La idea le estaba excitando cada vez más, haciendo que se relamiera los labios e incluso se riera por lo bajo. Adora, sin embargo, guardaba silencio. Sus instintos le gritaban que luchara, pero con ese collar restringiéndola, lo único que podía hacer era esperar convencer a Catra que la soltara para volver con sus amigos, aunque, por alguna razón, se sentía tranquila, no tenía miedo de la felina.

Llegaron al escondite de Catra, que consistía en el casco de una nave abandonada, la había reparado hasta convertirla en una cómoda habitación, que contenía una gran cama que ocupaba gran parte de la superficie, y un casillero doble donde Catra guardaba ciertos objetos que jamás había usado en nadie.

La felina le quitó la espada a Adora, dejándola en el suelo, mientras que a la rubia la empujó a la cama. Adora vio sorprendida el rostro de Catra, que no era malvado como solía ser, sino que tenía una expresión lasciva en su cara. Su corazón se aceleró, era la primera vez que su enemiga le mostraba su verdadero deseo. La felina se acercó a la guerrera, que estaba sentada en la cama, y con una mano tomó su mentón para levantarlo.

—Oh, Adora, haré tantas cosas contigo...

—Catra, espera, por favor escúchame. Antes que nada, tengo algo que decirte...

—Esa es la cuestión, Adora, no tengo por qué escucharte. Eres mi mascota ahora, y te castigaré por todo el daño que me hiciste.

La felina sacó un bozal del casillero, que tenía una pequeña bola al medio, y se lo colocó a la guerrera, que no pudo hablar más. Soltó una risilla malvada, tener a Adora así le había arreglado bastante su mal humor. La guerrera la miraba suplicante, se volvía cada vez mejor. Luego retornó su mirada al cuerpo de She-ra, le causaba curiosidad verla completamente desnuda.

Con la garra de su dedo índice fue rasgando la tela, recorriendo el pecho de la rubia, que sintió escalofríos con su toque.

—Arriba —le dijo, tirando del collar. Adora se quedó de rodillas sobre la cama. Catra se dedicó a romper su ropa claramente complacida. Le ordenó que se quitara las botas también. Sin soltar la correa, fue por un par de esposas e inmovilizó las muñecas de la rubia, dejándole los brazos hacia su espalda.

Tomó del cabello de la guerrera, lo tiró levemente hacia atrás, haciendo que se tensara. La felina observaba extasiada los músculos de su espalda, acariciando la zona con su mano, su piel suave le hizo sonreír. Con sus garras rasguñó la zona, arrancándole un gemido ahogado a la rubia.

Se acercó más a ella, y comenzó a manosear sus pechos, pellizcando sus pezones. Pero Catra sentía que no gemía lo suficiente, así que mordió su hombro, enterrando profundamente sus colmillos y arrancándole sangre. Adora gritó, pero no de la forma que la felina esperaba, parecía que lo disfrutaba. Soltó su hombro, y notó que la herida cerraba lentamente. Sonrió con malicia, no importaba cuánto daño le hiciera, su cuerpo mágico la curaría.

Giró alrededor de Adora hasta quedar frente a ella. Respiraba agitadamente, y sus mejillas estaban rojas, la felina estaba fascinada con su expresión corporal. Notó que la rubia comenzaba a babear sobre el bozal, lo que la excitó aún más. Tenerla ahí, de rodillas, humillada y literalmente babeando por ella, la encendía como nadie.

Revolvió su casillero y colocó varias cosas sobre la cama. Desenganchó la correa del collar, y trenzó con impaciencia el cabello de la guerrera. Adora intentó hablarle en vano, ya que no se le entendía nada a causa del bozal. Catra se rio de forma burlona de ella, era divertido ver que seguía intentándolo.

Luego la empujó con brusquedad hacia adelante, haciendo que su cabeza se apoyara contra el colchón, mientras su trasero seguía levantado. Catra se tomó su tiempo para admirar su obscena posición. La felina pensó que esos glúteos firmes merecían ser azotados. Se mordió el labio inferior mientras agarraba una fusta, que era un tanto fina. Pero de todas maneras, antes agarró una crema de calor, y comenzó a untarla en los muslos y glúteos de la guerrera.

Masajeaba la zona con cierta dedicación, y entonces notó la humedad de Adora, lo que la hizo sonreír con lujuria. A la rubia le gustaba lo que le hacía, aunque lo negara, su cuerpo no podía mentirle. Divertida, tomó la fusta y luego se acercó y le quitó el bozal. Quería escuchar completamente a Adora, sin ninguna interferencia, aunque la rubia pensó que era un buen momento para hablar.

—Catra, yo quería decirte algo desde hace...

Antes de terminar la frase, Catra le azotó en los muslos, haciéndola gemir de la sorpresa. Lanzó una serie de azotes más, haciendo que Adora jadeara más, mordiendo las sábanas, intentado no darle el placer de escucharla gemir, porque había notado la satisfacción que le causaba a Catra.

—¿Cuánto tiempo más podrás aguantar tus gemidos, princesa? — preguntó Catra, agarrando con su mano su trasero, clavándole ligeramente sus garras, que hizo que a Adora se le escapara un gemido de placer. Catra soltó por un momento la fusta, y en su otra nalga, la mordió con fuerza, aunque no tanto como lo hizo con su hombro. Adora jadeó otra vez, incapaz de contenerse.

Guiada por el olor, Catra se posicionó frente a su húmedo sexo, que parecía pedirle a gritos que le lamiera, y así lo hizo, introdujo su lengua, saboreando con placer la esencia de Adora, que ya se había entregado a ella y gemía sin vergüenza alguna.

Entonces la felina decidió recostar a Adora boca arriba, y luego le abrió las piernas, donde volvió a lamer con ferocidad, pero esta vez enfocándose en ese notorio nodo de placer. La guerrera comenzaba a mover sus caderas descontroladamente, mientras Catra la sujetaba con fuerza, haciendo que sus garras la rasguñaran, pero aquello parecía excitar más a Adora, que había perdido la cabeza con la lengua de Catra.

De pronto la felina se detuvo, y le sonrió maliciosamente a la rubia, que no entendía por qué se había detenido. Entonces vio que Catra se colocaba un arnés, con el cual comenzó a penetrarla lentamente primero, y luego a un ritmo frenético. Mientras lo hacía, se dedicó a masajear y lamer los pezones de la guerrera, quien gemía cada vez más alto el nombre de Catra, hasta que su mente quedó en blanco y alcanzó el orgasmo.

La felina se retiró cuidadosamente del interior de la rubia, y luego se quitó el arnés. Sonrió con suficiencia, pues había sometido completamente a Adora. Pero no era suficiente, pues sólo había humillado a She-ra, no a su enemiga real: Adora. Se acercó a la guerrera, quien poco a poco estaba calmando su agitado pecho, y le quitó el collar, que hizo que volviera a su forma normal.

Su corazón se disparó cuando vio el verdadero cuerpo de Adora, tonificado, brillando por el sudor, era hermosa. Vio la mirada dulce que le lanzó la rubia, agradeciendo que le quitara aquel collar.

—No hemos terminado —le dijo en tono ronco Catra.

Se acercó más a Adora, su cuello tenía marcas del collar aún. La felina lamió la zona, lo que hizo jadear a la rubia, tenía cierta sensibilidad por aquella zona. Mordió con cierta suavidad, obteniendo el mismo resultado. Se separó sonriendo con suficiencia.

—¿No piensas quitarte esa ropa? —se atrevió Adora, levantando una ceja.

—No, aquí la única castigada serás tú.

—¿Estás segura de eso? —le respondió con sarcasmo la rubia.

Catra se alejó instintivamente, pero ya era tarde. Adora se había librado de sus esposas, y la agarró de un brazo, con la otra mano atrapó su nuca para acercarla de vuelta y finalmente besarla. Sus lenguas se movían en un vaivén intenso, como si en aquel beso intentaran decir lo mucho que se deseaban.

La felina cedió, se quitó la ropa rápidamente y se acercó hasta sentir la piel de Adora contra la de ella, lo que le produjo un placer indescriptible, al igual que a la rubia, que bajó una mano hacia su cintura empujándola más hacia sí misma, para sentirla mejor.

Catra se separó de la boca de Adora, frustrada consigo misma. Luego reparó en la mirada de Adora, que expresaba de alguna manera el fuerte deseo que sentía por ella. Y aprovechó la distracción de la felina para girarla y posicionarse sobre ella, sonriendo con picardía.

—Adora, ¿no te molesta lo que acabo de hacerte? —la cuestionó.

La rubia desvió la mirada, con las mejillas sonrojadas otra vez.

—La verdad, no me importa si me lo haces tú...—murmuró.

Catra se rio a carcajadas de la rubia, era demasiado ingenua.

—No deberías reírte de mí, no estás en posición de burlarte —le dijo Adora levantando una ceja. Luego tomó de las muñecas a la felina, poniéndolas sobre su cabeza, sujetándolas con firmeza contra el colchón. Contempló extasiada los pechos de la felina, que notó que la expresión de Adora cambió a una mucho más lujuriosa.

Catra sintió de pronto la lengua húmeda de Adora estimulando sus pezones, y no se molestó en evitar gemir como la rubia lo había hecho antes. Adora soltó sus muñecas, quería tocar más a Catra, su piel suave le llamaba.

—¿Cómo pasó esto? — cuestionó Catra entre jadeos — Se supone que tú eres mi mascota ahora.

Adora se detuvo por unos segundos, mirándola directamente a los ojos antes de responder.

—Y podría haberlo sido desde hace mucho antes, Catra.

Siguió con su tarea, pero sus palabras calaron hondo en la felina, quien la empujó, quitándola de encima. Por alguna razón, sus palabras le recordaron todo ese rencor guardado hacia ella, hacia su abandono. Ni por el mejor sexo del mundo la iba a perdonar.

—¿Catra, estás bien?

La felina se levantó de la cama, colocándose nuevamente su ropa. No, nada de eso estaba bien. Adora seguía siendo su enemiga, jamás sería su amante, mucho menos después de todo lo que había hecho.

Se volteó brevemente, mirando con seriedad a la rubia, que la miraba desnuda desde la cama, sin comprender su cambio de actitud repentino.

—Esto no puede seguir, Adora. Vuelve con tus amigos, ahí tienes tu espada. Creo que el mejor castigo para ti es estar lejos de tu alcance.

La felina salió con rapidez de la habitación, cerrando la puerta de un portazo, sin escuchar a la rubia replicar. Caminó furiosa de vuelta a la base, sin poder evitar que las lágrimas se derramaran sin control por su rostro.


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Nota: Este fanfic está basado en la imagen multimedia del título, espero lo hayan disfrutado, esto sucede antes de que se active el corazón de Etheria y llegue Horde Prime.

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