10. Eres Mía
Mi Más Alejado Deseo
Capítulo 10
Ese beso no fue como esperaba que fuera, hace mucho deseaba que él me besara, pero esperaba que fuera un momento mutuo y no por sorpresa. La incertidumbre por saber el porqué lo hizo me está volviendo loca, será que extrañaba hacerlo tanto como yo o simplemente se dejó llevar por el momento.
Aza es lindo e incluso cuando frunce su ceño, pero ¿cómo hago con este deseo? Esté que cargo dentro de mí que incontables veces me pide que lo bese y calmemos la furia de nuestros cuerpos; el simple hecho de ver si dorso desnudo cada mañana logra calentar mi entrepierna al mismo tiempo que mi imaginación vuela a aquellos recuerdos dónde esa noche me hizo suya, esa noche donde nos entregamos entre millones de caricias y fundimos nuestros cuerpos en el placer y el sudor de los mismos.
Recibí su mensaje ya han pasado treinta minutos el pobre niño debe tener hambre ¿Y si necesita de mi ayuda? No creo que les haya sucedido nada, creo que debería enfrentar esto como toda una adulta, solo fue un beso, solo debemos hablarlo y todo se resolverá, o eso es que mi loca mente cree.
Caminaré en busca de ellos, por más que sea yo trabajo para él y debo cumplir con mi trabajo. Debo solo concentrarme y calmar todo lo que sienta, dominar mis deseos y la furia de mi cuerpo.
De lejos logro verlo, con su niño en brazos y la luz de un hermoso atardecer cayendo sobre ellos, sus ojos verdes reluciendo, esos ojos que admiras de lejos pero si los ves de cerca logras admirar por completo su belleza.
—Hola —la voz suave de Alana tratando de esconder todo lo que en esos instantes quisiera decir, pero que solo trata de dominar.
—¿Estás bien? —Aquel hombre asustado por esperar a que la chica de lindas curvas apareciera, esa que lo vuelve loco y que no aguanta ocultar el deseo de volver a hacerla suya en su cama como aquella noche en la que ambos se entregaron.
—Sí, solo debía calmarme un poco y poder regresar otra vez —ella no miente debió tomar un respiro, se sentía asfixiada en aquella cabina dónde solo podía escuchar la respiración de Azael y oler su agradable perfume de hombre.
—Me alivia que te encuentres bien.
Ella se sienta a su lado viendo el atardecer frente a ellos, sus respiraciones calmadas pero un rotundo silencio, como acabar con el, que deben decir es el cuestionamiento de los dos.
Lo mejor será hablar cuando lleguen a la casa y que puedan charlar o simplemente seguir como si ese beso no hubiese ocurrido.
—Creo que ya deberíamos ir a casa, le podría hacer daño tomar el frío.
—Ti, tienes razón —comenta aquel musculoso hombre entre tartamudeos leves.
—Dejame ayudarte con él —señala a Jadhiel en su carreola —mientras buscas el auto, te esperamos en la salida del parque.
—Esta bien, cuidense mientras vuelvo.
Todo en mi es un completo alboroto, por más que trato calmar las ganas de avanzar mis pasos y colgar mi brazos es sus hombros acercar sus labios a los míos y envolverlos en un beso lleno de lujuria y pasión, ese que tal vez sea el empujoncito que necesitamos para repetir lo que aquella noche entre gemidos le pedía que siguiera dentro de mi. Quisiera borrar aquel momento de mi memoria pero como le hago si tengo tatuado en mi piel cada uno de sus besos al igual que sus caricias, esas que me elevaron a una nube en el infinito cielo, me hizo tocar una estrella, pero me hizo sentir en la luna.
Como sacar dentro de mí aquellas palabras que disfrutaba oír mientras su miembro se movía con total placer en mi interior, ¿Cómo olvidar aquella noche que vimos una película juntos?esa noche fue mágica, solo los dos sin que nuestras miradas se separaran. Él tratando que mis ojos grises brillaran junto a sus encantadores e iluminados ojos verdes, esos que mientras se encuentran en la naturaleza brillan a todo fulgor, nada logra detener el encanto de su rostro.
Éramos aquello que tanto deseamos ser. Los desayunos que pasamos juntos, esperar a que él regrese a casa y pueda verlo un día más; pero el miedo que corroe mi alma de tan solo pensar que puedo llegar a salir lastimada no es que me motive demasiado, es un sentimiento inexplicable porque a pesar de todo aun no se si quiero estar con Azael, no estoy segura de querer dar un paso más, literalmente esto lo he vivido incontables veces, saldré lastimada otra vez y no quiero sentir mi pecho quebrarse como aquella copa de vidrio al caer y toparse con el vidrio.
—¿Me demoré mucho? —Pregunta aquel chico al estacionarse frente a ella que aún esperaba por el dueño de sus sentimientos en la entrada del parque.
—No para nada. —Ella le ofrece una agradable sonrisa.
—Vamos entra debemos ir a casa.
Él sale para tomar la carreola de mano y colocar a Jadhiel en el asiento de atrás, este mismo me abre la puerta del copiloto, al entrar me miró en el espejo mientras él da la vuelta para llegar a su asiento y comenzar a conducir.
—Ya me puse el cinturón de seguridad, puedes comenzar a conducir.
—Alana, desde ya quiero decirte que —ella le tapa la boca con la palma de sus manos, los nervios la carcomen y no cree conveniente hablar en el auto.
—Hablemos cuando estemos en casa, por favor —Azael asiente en aprobación a la sugerencia de la chica gris.
El auto comienza a andar y un silencio se apodera del poco espacio del auto, ella solo escucha su corazón latir con tanta fuerza que al mismo tiempo la ensordece; la duda de querer saber que hacer con sus sentimientos, esos que la hacen perder el control y el dominio de su ser.
Luego de tanto andar por la oscura carretera iluminada por la luces de los autos, unas cuantas lámparas y la luz blanca de la luna, esa que nos acompaña cada noche ya sea en días lindos y sonriente o aquellos tristes llenos de nostalgia. Llegamos a casa y mi cabeza es una completa locura; el momento de hablar ha llegado pero siendo sincera ahora siento dudas, creo que debo pensar mejor la situación, tal vez solo sea yo la que se está confundiendo.
—Listo hemos llegado a casa. —Él deslumbra con su fina y hermosa sonrisa.
—Por fin, estoy tan cansada. —Aquella estira su cuerpo y bostezo se hace presente.
—Me esperas en la sala yo acuesto a Jadhiel.
—Pobre se quedó dormido.
Aquella espero pacientemente en el sofá, sus zapatos dejaron de ser un estorbo en sus pies, de esa manera se recostó en el sofá esperando por el dueño de sus dudas.
Él sale de la habitación y se acerca suavemente a ella, sin quitarla del sofá se sienta dejando su cabeza en su regazo, acariciando su cabello y admirando sus labios con ganas de volver a juntarlos a los suyos pero está vez en un apasionado y largo beso que tal vez la haga ser de él nuevamente, solo ellos dos en su cama entre besos y caricias.
Luego de un agradable silencio sus palabras se hicieron presente, por más que ambos quisieran él debía disculparse.
—Disculpa no debí besarte, fui un imprudente al hacerlo sin saber si tú querías o no.
—No te disculpes, yo también quería hacerlo solo que me llevé una gran sorpresa y por eso salí huyendo.
—¿Y porque no lo hacías?
—Azael yo no quiero confundirme hemos estado viviendo juntos por varios meses desde que estoy cuidando al niño, quiero organizar mi mente y ver si de verdad quiero esto.
—¿Y mientras que hacemos? Yo quiero besarte y tenerte en mis brazos como aquella noche, sentirme bien estando así contigo, acariciando tu cabello y tener tu cuerpo junto al mío.
—Yo también lo quiero, pero no puedo apresurar mis decisiones.
—No te estoy pidiendo que las apresures solo quiero que mientras pienses en eso dejes que vuelva a besar tus labios, e incluso volver a tenerte en mi cama.
—Yo no creo que sea lo más conveniente.
—¿Conveniente? Por favor Alana mi cuerpo extraña sentir al tuyo cada noche cuando el frío comienza a congelar, es allí cuando recuerdo el calor que emanaste aquella noche con tu cuerpo desnudo pegado al mío. Por favor, solo déjame tener la oportunidad de estar junto a ti, ser el dueño de cada uno de tus gemidos, e incluso ser el causante de tu sudor a brincar sobre mí, quiero que volvamos a estar juntos.
—¿Y tú crees que no siento lo mismo? Por favor Azael debo cada mañana ver tu cuerpo desnudo, y me excita como no te imaginas porque desde ese punto mi imaginación vuela a aquella noche cuando estabas recorriendo mi cuerpo entre besos y caricias.
—¿Que esperamos entonces?
—No lo sé. —Ella se levanta de sus piernas, pensando en irse a su cuarto.
—¿Te vas? Vas a huir justo ahora que por fin estamos siendo sinceros con el deseo que nos está matando.
—No, no estoy huyendo. —De pie se acerca a él para quedar frente a frente.
—Habla claro entonces porqué yo no puedo seguir con las ganas de querer hacerte mía.
—Vamos Azael ¿Por qué tantas ganas de tenerme?
—Por favor Alana nunca te has visto en un maldito espejo, eres una chica sexi, ya he estado encima de ti, e incluso tu has cabalgado en mi, crees que soy de piedra como para que no me hubiese encantado aquella noche que lo hicimos.
—No, no soy ciega. Sé que soy hermosa, pero no pensé que quisieras repetir lo de aquella noche.
—Claro que quiero repetirlo. —En ese momento él se levanta del sillón y la pega a su cuerpo agarrándola de la cintura, y con la otra colocando sus ojos frente a los suyos con un pequeño agarre en su cara.
—Por favor suéltame.
—No te soltaré hasta que seas clara en lo que dices porque justo ahora tu cuerpo me dice lo contrario a tu voz.
—Solo suéltame, déjame ir.
—No, yo sé que tú también quieres.
Él sin permiso junta sus labios a los de ella, sus labios se sienten duros no queriendo recibir el beso. Poco a poco ella va relajando su cuerpo y corresponde al beso, ese beso que los excita a ambos por lo apasionante y rudo que puede ser.
Él se vuelve a sentar en el sofá dejándola a ella encima de él, aquella que seguía con aquel apasionado beso.
Poco a poco comenzaron a despojarse de la tela que impedía sentirse piel a piel, quedando completamente desnudos. Él acariciando cada centímetro de ella admirando por completo su desnudez.
Dejaron que el deseo se apoderará de ellos, y volvieron a unir sus cuerpos, él acariciando sus redondos senos mientras que su boca juega con sus erectos pezones, escuchando solamente los gemidos de Alana volviéndose la mejor melodía para Azael.
Está vez se entregaron con el deseo acumulado y los sentimientos revueltos.
La desnudez se ha convertido en la mejor fantasía, la desnudez de aquella chica le permite admirar su belleza como aquel pintor esperando a su musa.
—Calma la furia de mi ser con tu cuerpo Alana.
—Y tu el calor de mi ser con tus besos en cada parte de mi.
Debíamos complacer nuestros deseos más oscuros y pasión antes como lo haremos está noche.
—La noche es joven.
—Y debo aprovecharla para hacerte mía por completo.
—¿Hacerme tuya?
—Si, solo mía.
—¡Estás loco! —Responde aquella ahogándose en el placer que él le brinda.
—Para nada, tu eres completamente mía, nadie tiene derecho a tocar lo que es mío.
—Entonces demuéstrame porqué debo estar contigo y aceptar ser solo tuya.
Le dieron acceso a hacer con ella todo lo que fuese posible para que ella aceptara que nadie más la tocará excepto él.
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