Sus ojos son llamas que encienden cada fibra de mi cuerpo, jamás habíamos estado en un momento tan lleno de tensión como ahora, su sonrisa me enloquece y sus manos en mi cintura bajan lentamente a mis muslos abriendo mis piernas lo más que pueda.

Suelto su cuello y el me mira intensamente.

— Vas a quedarte muy calladito, dulzura.- Asiento mientras me pierdo en como sus manos acarician mi piel.- Jimin, eres mío.

Su ronroneo eriza mi piel, gimo bajito y el toma mi erección entre su mano, no dejo de mirarlo, su dedo pulgar rodea mi punta y yo controlo los sonidos que mi boca emite.

— Solo yo puedo tocarte.- Su otra mano recorre desde mi vientre hasta mi pezon y lo pellizca haciéndome saltar.- Completamente hecho para mí.

Quiero responder, pero su mano empieza a masturbarme y yo me limito a no soltar las mil y un maldiciones que tengo en mi boca listas para ser gemidos fuertes.

Llevo mi mano a su abdomen bajo su camisa y al sentir su dureza empiezo a tomar su camisa, pero me detiene.

— Estoy enojado contigo.- Jadeando frunzo el ceño y lo intento una vez más, pero aleja su cuerpo de mi mano y eso me altera. Tomo su cuello, lo atraigo hacia mi besando su boca de manera necesitada, lamo sus labios y el gime en los míos; su mano me masturba más rápido y yo muevo mis caderas ayudándolo en el proceso.

Cuando siento mi vientre tensarse ante la sensación abrumadora de un orgasmo aproximándose, muerdo su labio y el deja caer su frente contra la mía deteniendo su mano.

— ¿A qué ha venido?

Colma mi paciencia.

Lo empujo, el retrocede y yo bajo del mueble de madera con cuidado, acercándome a él, se deja caer en la cama y yo me subo a su regazo, me inclino y tomo sus labios entre los míos, él toma mis nalgas y yo me desespero porque aún lleva ropa.

— Jimin...

— Quítate la maldita ropa o quien estará enojado seré yo.- Se paraliza, su respiración agitada lo hace levantar el pecho una y otra vez mientras me mira horrorizado, intento pensar, pero no logro nada.- ¿Estás bien?

Él toma mi cintura y cambia de posición dejando mi espalda contra el colchón, cierra sus ojos, besa mi frente y luego empieza a quitarse la ropa, hay algo extraño en todo esto que me hace sentir curioso, su actitud lejos de ser salvaje o sombría, más bien es como si hiciera las cosas en automático.

Tomo su mejilla y el me mira, necesito que entienda que soy yo quien está bajo de él, no hay nadie más que yo.

— Te quiero, mi amor.- Eso lo tranquiliza, se inclina hacia mí, me besa, yo enrollo mis piernas en su cintura y pronto me invade haciéndome arquear la espalda y soltar un fuerte gemido; el tapa mi boca con su mano, mis ojos se llenan de lágrimas cuando siento sus dientes morder mi pezon mientras se mueve en mi interior.

— Si tan solo sintieras esta absurda necesidad de no querer perderte nunca jamás, entenderías mis reacciones.- Lo miro, el aprieta su mandíbula y me penetra con fuerza, con tanta que me sostengo de las sábanas mientras él tapa mi boca.-  Quiero nuestro sexo, no ese tú en el que te convertirás cuando teníamos sexo al inicio ¿Entiendes eso?

Entonces lo entiendo.

Asiento y me entrego a él, mi mano se va a su abdomen marcado, me encanta sentir como sus duros músculos se contraen con cada embestida, ruedo mis ojos, abro mis piernas, el jadea y sisea cerrando sus ojos cuando levanto mis caderas pidiéndole más.

— Bebé cálmate un poco.- Quito su mano de mi boca y vuelvo a empujarlo para dejarlo acostado, me subo a él, no pierdo el tiempo, escupo mi mano lo meto de nuevo en mi interior, mis movimientos son veloces, son fuertes, entre saltos y el meneo de mi cadera. El cierra los ojos, arquea su espalda y yo lamo mis labios mirando el desastre en el que nos convertimos.- Cariño, no pares, no pares por favor.

Mis manos van a su pecho mientras yo subo y bajo mi culo por su polla húmeda y clavada hasta el fondo de mí.

— Nuestro sexo... Me gusta mucho nuestro sexo.- El me sonríe lascivo, apoya sus codos de la cama y se inclina para besarme. Me arrastró sobre su polla y siento su palpitar dentro de mí.- Ay dios, ay dios.

Me ayuda levantando su cadera, la estimulación es demasiada, me derramó en su abdomen y el gime ronco en mis labios cuando me llena de su semen por montones, siento como se desliza por mis muslos y el sonríe en mis labios.

— ¿Vas a decirme quién es?- Jadeo y luego me dejó caer en su pecho.

Quiero prolongar esa conversación, quiero que lo olvide aunque claramente no lo hará, así que en vez de responderle yo me entrego al repentino sueño que he empezado a sentir.

Debo verme como un imbécil guardando un secreto cuando me enoje demasiado porque él me ocultó su vida, aún así decido callar y no agregar más cosas malas a la lista de cosas malas en su vida.

Yo debería ser su lugar seguro, generarle paz, no angustia, no desesperación; los tiempos dónde lidiaba con sus problemas él solo han pasado, ahora voy a cuidarlo tanto como él a mí, sin importar el precio.

No quiero que sea infeliz nunca jamás.

2/3