Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 4: En sus manos

Angy se esmeró en hacer una aparición digna de su presencia, tardó más de una hora en bajar, usando un vestido blanco y llamativo, sobre su cabello rubio lucía un glamuroso sombrero decorado con algunas plumas, los guantes de las manos eran de encaje con una ligera transparencia que le permitía lucir las perlas que portaba como anillo y pulsera.

Todo en ella era seductor, incluso su temperamento.

—Lamento la tardanza, tenía que verme hermosa para la ocasión —mencionó con una gran sonrisa teñida de rojo carmín al tiempo que me guiñaba un ojo.

Extendió el brazo a fin de que yo lo tomara como saludo, no sabía cómo hacerlo, pero ahí estaba imitando a los caballeros de las películas.

—Angy, tenemos que hablar —comenté con toda mi atención puesta sobre ella.

—¿Quién es Samanta? —me preguntó con el Chanel en sus manos.

Esa tarde el restaurante seguía casi vacío, unos cuantos huéspedes almorzaban en el lugar.

—Es el bolso de una amiga —resolví de esa manera, ya que no quería contarle la patética historia del tipo que no podía amar. Era estúpido incluso para el protagonista.

—Todo lo que tienes aquí es extraño... —expresó con el bolso en la mano.

—Ella es... inventora. —Una mentira tras otra y yo me transformaba en un perdedor—. No debiste espiar sus cosas.

—¿Por qué? ¿Es tu novia? Supongo que... ¿Te gusta? —interrogó con una de las identificaciones de Sam.

Le arrebaté tanto la credencial como la bolsa, aun cuando compartíamos alma, estaba seguro de que no era tan insoportable como ella.

—Es algo más que eso, ya te lo dije, es mi amiga —expliqué con un tono de nula paciencia.

—Tengo que decir que, aunque te conocí anoche, me caes bien. Eres como yo, pero más fastidioso —expresó la rubia, adelantándose hasta el ingreso del restaurante, donde logró divisar tanto a Diana como a Mike, sentados en la última mesa. Ella detuvo sus pasos e hizo una mueca de repulsión.

—¿De verdad, Angy? ¿Soy fastidioso? ¿Por qué no encuentras el verdadero amor para que yo pueda irme de aquí? —Estaba harto de esto, no noté cuanto lo detestaba hasta que me vi en esa situación.

—¿El verdadero amor? —cuestionó regresando su atención hacia mí—. Eso lo tengo claro desde hace tiempo y no es ningún hombre.

—¿De qué demonios hablas? —Entender a esa mujer requería de un tipo de inteligencia que yo no poseía.

—Cantar, la atención de mi público, yo misma brillando en cada espectáculo —emitió al tiempo que posicionaba sus ojos en el escenario, del otro lado del restaurante—. Eso es lo que más amo en la vida y si me hubiera casado con Mike, no hubiera vuelto a ser feliz.

Toda expresión en mi rostro se borró, Angy estaba siendo sincera con respecto a sus sentimientos, se encontraba enamorada de su talento, de su vida, de sí misma. No tenía nada de malo y era perfecto para mí.

»Sabía que Mike estaría aquí, ¿pero ella? —preguntó al tiempo que se dirigía hacia ellos, yo me limité a ir por detrás.

—Angy, tienes que decir la verdad —sentenció Mike al tiempo que se ponía de pie para recibir la imponente figura de la cantante.

Aquella posó sus ojos sobre Diana, quien continuaba sentada sin decir nada.

—¿Crees que ella es mejor que yo? —inquirió una vez más.

Yo tomé del brazo de Angy por la parte de atrás, volví su cuerpo para que quedáramos de frente.

—¿Qué haces? —cuestioné confundido, ya que estaba seguro de que diría la verdad—. ¡Mira a ese pobre diablo enamorado y dime que es tu felicidad! —le di media vuelta y ahora sus ojos estaban al frente de Mike.

Por otra parte, Diana respiraba profundo, en su interior añoraba lo que vino escuchar. Mike, de igual modo, evidenciaba el desespero y dolor que las mentiras de Angy le causaban.

Angy los analizó por un determinado tiempo que a mi parecer fueron minutos largos, luego volvió la vista al escenario en el que una noche antes bailó y cantó igual a una verdadera diosa griega.

—Tienes razón —dijo finalmente—, no estoy enamorada de Mike, ni siquiera me interesa como hombre.

Casi podía escuchar los latidos de todos los presentes y sólo Angy sabría lo que saldría de su boca.

»Lo único que me interesa de él es el respeto y la estabilidad que alguien de su posición podría otorgarme; sin embargo, creo que no es suficiente para que yo deje de amarme —resolvió en una sonrisa que presumía frente a Diana.

»Él no me embarazó, apenas si me tocó. —Rodó los ojos e hizo una repulsiva mueca frente a Mike—. Estaba tan ebrio que a complicadas penas llegó a mi puerta.

Diana se puso de pie con el rostro sobre la rubia que parecía hablar para sí misma.

—¿Es eso verdad? —preguntó suplicante.

Angy observó a la mujer y luego a Mike.

—Lamento lo que dije, fue una mentira que en un principio creí que me haría feliz. Luego supe lo que vivir a tu lado me haría y me aterré. El escenario es lo mío y disfruto de mi libertad, así que, prefiero permanecer sola —resolvió con una encantadora sonrisa llena de consuelo.

Yo estaba tan orgulloso como el día que hice mi primer negocio. Angy hizo lo correcto, enseguida la vi dar media vuelta, me guiñó un ojo y continuó el contoneo que la llevaría al escenario que tanto disfrutaba.

Pasaron varias horas desde que Mike consiguió lo que tanto quería, Diana lo perdonó, los padres también lo hicieron e incluso dieron su consentimiento para continuar con el matrimonio. Estaba claro que era un buen partido, dueño de un ostentoso apellido de abolengo y una cuantiosa fortuna. Un desliz como el suyo podía ser perdonado, aunque fuera de aquello, debo decir que Diana lucía bastante enamorada.

Por mi parte, yo no podía dejar de pensar en mi futuro, ese que dejé sin haberlo planeado, ¿qué pasaría conmigo? Se suponía que debía resolver la vida amorosa de Angy, no destrozarla como lo hice, a menos que el amor propio contara para Frida.

Me disculpé con todos, puesto que necesitaba averiguar lo que sucedería; al instante, Diana se puso de pie con la sola finalidad de despedirse. Era hermosa, delicada y sencilla. Sus mejillas se sonrojaron en el momento que me encontró admirándola, fue un atrevimiento de mi parte, pues sería la esposa de un buen amigo. Me inspiraba la misma ternura que en su momento me provocó Samanta. La vi feliz y en un acto de agradecimiento se colgó de mi cuello.

Debo confesar que en el instante que nos tocamos la electricidad nos recorrió. Fue extraño, algo que nunca imaginé y que únicamente nosotros notamos, puesto que el resto seguía sumergido en la reciente noticia.

Los ojos profundos de Diana se encontraron con los míos, me daba las gracias, no sólo con palabras.

—Te agradezco por todo —agregó con su tímida voz.

Esbocé una sonrisa pretendiendo calmar los nervios, si no estuviera en esa situación ya le hubiera robado un beso.

Asentí con ambas manos en el sombrero, luego lo coloqué en la cabeza y antes de darme media vuelta, tomé su mano para depositar un beso en el dorso.

—Fue un placer conocerla, señorita.

Con cierto aire de grandeza me retiré.

Apenas llegué al lobby, me encontré con la reconocida maraña de pelo que era Frida.

—Estás listo —soltó Frida, viniendo hacia mí.

—No tengo idea si lo estoy, porque tampoco sé qué harás conmigo ahora. —Estaba tan cansado de sus juegos, que sólo quería volver a casa.

—No te lo pregunté, te lo afirmé —replicó en un regaño, golpeando mi feo sombrero—. Solucionaste la vida amorosa de Angy, después de todo.

La observé sorprendido, tomando en cuenta que ella seguía sola. ¿Qué se suponía que solucioné?

—¿Entonces, regresaré al 2023?

—Sí, imagino que has aprendido algo —replicó ella con una sonrisa, al tiempo que se escuchaba la voz de Angy desde el escenario, cantaba una melodía a capela para sí misma, sin espectadores ni brillo o glamur, era sólo ella y era feliz.

Enseguida me dirigió al elevador, oprimió el botón de planta baja y dejó que la puerta se cerrara. Seguía tan cansado y confundido que tampoco se me ocurrió hacer más preguntas, mi único deseo parecía volverse realidad.

Segundos más tarde, la puerta se abrió, aparecí en el lobby del edificio de mi departamento: colores sobrios, cristales transparentes, todo lucía igual de elegante y solitario que en el 2023. Me sentí tan dichoso que comencé a reír sin poder detenerme, incluso el hombre de la recepción se acercó a mí con la intención de ayudarme.

Al fin logré contenerme, le pregunté al portero la hora y la fecha, puesto que no tenía noción del tiempo. Para mi sorpresa, el viaje por el pasado duró apenas unos cuantos segundos en la actualidad, fue como si hubiese bajado por elevador sin problemas.

Sentí entre mis manos el bolso de Sam, así que opté por subir a mi automóvil para entregarle aquello en persona. Además, tenía la ilusión de verla, abrazarla y tal vez tener una charla. Fui grosero esa mañana y quería remediarlo de algún modo.

En mi llegada al que fue mi hogar, Samanta me recibió usando un lindo camisón de seda verde, sobre este la bata que cubriría la sensualidad de sus curvas. Respiré hondo, ya que, aunque, nos estábamos divorciando, yo seguía siendo un hombre y ella una hermosa mujer.

Hablamos sobre mi hijo, quien estaba dormido en su habitación. Después ella mencionó algunas cosas que tenía guardadas en maletas para mí, me estaba despidiendo y no me sorprende, pues fue herida esa tarde por las palabras que con brutalidad salieron de mi boca sin haberlas meditado.

¿Qué derecho tenía a tratarla así?

—Lamento haberte hablado como lo hice en la reunión —comenté mientras ella dejaba su bolso en un costado del sillón.

Luego me vio con esos oscuros y transparentes ojos que no hacían más que mostrar fidelidad.

—Mejor no te preocupes, estamos pasando por algo difícil.

Ella comprendía aun cuando no debía hacerlo, ni siquiera yo sabía cómo reaccionar, cómo entender. Tampoco tenía una respuesta de por qué no podía amarla. Enseguida percibí su aroma y permití que mis instintos más bajos embriagaran mi sed carnal, me fui sobre ella con el deseo de besarla de un modo pasional.

Cuando separamos nuestros labios me percaté de la falta de amor que había en mi ser; no obstante, me gustaba, quería tenerla y hacerle el amor, pero ¿eso bastaba? ¿Sería suficiente?

—¿¡Qué fue eso!? —preguntó con sus labios temblorosos.

—Samanta, quiero que sepas que eres perfecta tal cual eres, tú no tienes la culpa de nuestro fracaso y si estuviera en mis manos, con gusto lo intentaría de nuevo —expliqué al tiempo que tocaba sus dedos.

Una ligera chispa surgió en el tacto, algo muy similar a lo que experimenté con Diana.

Ambos sonreímos y lo dejamos pasar, sabíamos que nos veríamos pronto para una nueva batalla, donde estaríamos peleando los residuos de nuestro matrimonio.

Varios días transcurrieron desde que todo volvió a la normalidad.

Lo pensé muchas veces, ¿qué pasaría si me daba una oportunidad con Sam? Ella no era una mala mujer, era perfecta en todos los sentidos, la deseaba, pero no la amaba.

Se abrió la puerta del elevador y pese a que llegué a la oficina igual de puntual que la vez anterior, ahí estaba mi dulce futura exesposa con un detallado traje tipo sastre hecho a la medida. Otra vez vestía de negro, era como si los colores hubieran desaparecido de su closet, lo que me preocupaba después de saber lo mucho que la divertían.

Saludé con un movimiento de cabeza y tomé lugar en la cabecera de la mesa, esperando no arruinar las cosas con Sam, o bien, que un reloj no se interpusiera en mi divorcio.

Creí que pasaría las horas tan aburrido como en la última reunión; aunque no fue así. Pensaba en el beso que le di a Samanta y la manera en la que, tan apasionadamente respondió, seguía muy enamorada, lo que inflaba mi ego. Por otra parte, Frida me acusaba con la mirada, era como si esperara que detuviera los planes de divorcio para volver a casa.

Eso no sucedería.

Luego de dos horas, Michael anunció un receso, lo que me dio un respiro de Frida, salí dando zancadas hasta el tocador de hombres donde de forma mágica estaba el reloj.

—¡¿Qué demonios?! —cuestioné espantado. Me acerqué a este, lo agarré en las manos y casi lo suelto en el momento en el que escuché la voz de Frida.

—¡Ahí lo tienes! —dijo con un tono que sonaba a orden.

—¡¿Qué quieres que haga?! ¡No volveré a viajar! —expresé con desespero.

—Le dijiste a Samanta que, si estuviera en tus manos, con gusto lo intentarías de nuevo —repuso acercándose a mí.

Abrí los labios, sin decir nada, ¿ella cómo pudo saberlo?

—¡Ya lo intenté y no funcionó, tú misma me has dicho que resolví la vida amorosa de Angy! —Señalé la puerta con el dedo, mientras mi voz se elevaba—. ¡Cuando regresé fui a buscar a Samanta, la besé, pero no sentí nada! No hay amor.

—¡Hiciste un intento! —respondió ella, mostrando su dedo índice—. ¿Crees que un solo intento basta para remediar todo el daño que le has hecho?

Sus furiosos ojos estaban sobre mí, mi corazón latió con prisa y volví la vista al reloj. Tragué saliva, no quería volver al pasado.

—¿A qué te refieres con todo el daño?

—No puedo decírtelo. —Frida se dio media vuelta al tiempo que entrelazó ambos brazos—. Tienes que descubrirlo por ti mismo.

—¡Si quieres que lo haga tienes que ser más específica! —grité molesto, después de girarla para que me viera a los ojos.

—No es a mí a quien tienes que amenazar, es tu vida sentimental la que corre peligro. Son tus promesas las que planeas romper, o acaso, ¿no tienes la solución en tus manos? —Atisbó el reloj, lo cogió y lo empujó hacia mí.

Yo terminé tomándolo sin remedio, el corazón estaba en total aceleró, Frida se fue y yo puse toda atención en la reliquia. Lo dejé sobre el lavamanos, puse ambas manos en el lavabo de mármol y noté mi semblante agobiado en el espejo. En ese punto, ¿qué podía perder? En mi presente no tenía nada importante fuera de mi hijo y mis riquezas. Como bien dijo Frida, siempre sería exitoso en los negocios, pero nunca en el amor.

Desabotoné el cuello de la camisa, aflojé la corbata y respiré profundo una vez más con la sola intención de remediar los nervios, estaba a punto de lanzarme en un nuevo viaje del que no sabía si volvería, o que resultaría de él. La idea me producía pánico, aunque lo dicho por cupido era cierto. Hice una promesa y tenía la intención de cumplirla.

Así que, después de unos minutos de sosiego, agarré el reloj y giré la manecilla en el sentido contrario.

Igual que la última vez, nada sucedió, todo se sintió normal; no obstante, ¿dónde me encontraría cuando abriera la puerta del baño?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro