Problemas... (Cap. 26)
Habían pasado más de días y el rubio aun "molestaba" a su pareja, Zoro resistía gracias a su gran autocontrol, pero le era difícil. Sanji, se frotaba contra el, recogía cosas de manera sugestiva, le susurraba cosas y el espadachín resistía lo mejor que podía.
Ese día, el peliverde iría a hablar con el padre del pelirrubio, su suegro, tenía una petición para él y esperaba que todo resultara bien, pero cuando llego al restaurante vio algo que lo molesto, y mucho.
-¡Nami-swuan!- gritaba el rubio mientras hablaba con una chica peli naranja- aquí está mi comida con todo mi amor para ti.
Zoro se quedó petrificado al ver como su pareja le coqueteaba a la chica, aunque para ser sinceros, la mujer poco y nada de caso le hacía, Zoro estaba molesta, más que molesto, furioso.
Iba a devolverse por donde había llegado pero tuvo la suerte, o quizás mala suerte, de encontrarse con la persona que había venido a buscar, se había topado con Zeff.
-hey, mocoso, ¿a que has venido?- pregunto el hombre, serio como siempre se le ha visto.
-yo... solo quería hablar algo con usted... pero creo que no es el momento.
Zeff noto la escena que estaba haciendo su hijo, junto a la contadora del lugar, claro estaba que esto no lo sabía el espadachín, al igual que no estaba enterado de que esta escena se veía siempre que Sanji estaba junto a una mujer.
-¡Oi! ¡Sanji! ¡Ven de inmediato!- Zeff tomo al espadachín y lo llevo a su oficina, sabía que el rubio tardaría en venir- rápido dime a que has venido...
-yo... bueno, quería pedir unos días libres de Sanji, para que me acompañe al torneo, pero no creo que sea necesario...- susurro esto último el peliverde, sin embargo fue escuchado por el mayor.
Zeff soltó un gran suspiro y como si el destino conspirara en contra de Zoro, Sanji entró sonriendo.
-¿Para que me querías, viejo?- al parecer no había notado la presencia de su amado- quiero volver junto a mi Nami-swan...- cuando el rubio noto que el peliverde estaba en la habitación, abrió los ojos como platos- Zoro... que estas...
-ha venido a pedir vacaciones para ti, para que le acompañes en el torneo...- Zeff se puso de pie y se acercó a la salida- supongo que tienen algunas cosas de las que hablar...
El mayor salió de la habitación y el silencio se hizo presente, por un lado, Zoro no sabía cómo preguntar, o mejor dicho, como reaccionar con lo que había visto y por otro lado, estaba Sanji que no sabía a ciencia cierta qué era lo que había visto Zoro.
-hm... ¿C-cuando debes partir al torneo?- pregunto el rubio, pasando su mano por su nuca.
-en dos días...- Zoro no era capaz de mirarlo, estaba tan molesto que temía gritarle a Sanji cuando le dijera algo- ¿me puedes explicar que era eso que pasaba abajo?
Sanji dio un salto ante la pregunta y no era para menos, la voz de Zoro se escuchaba molesta.
-n-nada... solo... atendía a Nami-swan...- una vena en la frente de Zoro se inflamo, si así atendía a esa chica, quien le dice que no lo haría con el resto, y quizás que más hacia mientras él no lo veía.
-ya veo...- Zoro se levantó de donde estaba- me voy a casa...- Sanji se quedó de pie sin decir nada, viendo como su amor y quizás aún pareja, se iba de la habitación.
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-por donde sea que lo mires, es culpa de Kuroashi-ya...- el pelinegro estaba de pie con los brazos cruzados mirando a su amigo, Marco asintió y agrego...
-si mi pareja hiciera hace eso... creo que no lo perdonaría nunca...- Sanji miraba a los presente y volvía a suspirar.
-gracias "amigos" me suben el ánimo...- dijo irónicamente el rubio- es mejor que vaya a casa y hable con el...
-animo...- Law y Marco levantaron sus pulgares en señal de apoyo.
-claro, idiotas- Sanji entro nuevamente a la cocina con la intención de retomar sus labores.
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Zoro llego a casa exhausto, el día siguiente será día libre para descansar entes del torneo, como era el último de entrenamiento, Mihawk lo había hecho sufrir como nunca.
Al entrar comenzó quitándose la camiseta para darse una ducha, era verdaderamente tarde y esperaba que el rubio estuviese dormido, pero la suerte no estaba para nada de su lado.
-Zoro...- escucho esa melodiosa voz resonar en la sala, vio uno de los sofás y ahí estaba- bienvenido...
-estoy en casa...- el silencio reino nuevamente en la habitación.
-Zoro yo... lo que paso hoy no es...- Sanji hizo una pausa.
-¡no es que! - Zoro le grito –¿acaso me vas a negar que estabas coqueteando con ella?
-¡eso no es cierto!- Sanji se puso de pie.
-¡Claro que lo es! Te vi ¡maldición! – Zoro fastidiado soltó un suspiro-yo... necesito pensar.
-Zoro...- Sanji estaba de pie y lo miraba fijamente.
-necesito estar solo... el torneo comienza en dos días y necesito prepararme para ello...- Sanji iba a decir algo más, pero se arrepintió y decidió tomar sus cosas para irse.
Luego de sentir el portazo que dio Sanji, Zoro fue en dirección a la ducha, se metió a la bañera y se quedó mirando el vacío, estaba furioso, muy molesto, pero también muy herido, le había contado a Sanji lo de Tashigi, lo mal que había estado cuando se enteró que lo traicionaba y ahora lo veía coqueteando con una chica, quizás el exagero todo, quizás debió dejarle que se explicara, pero se encontraba tan herido que no podía pensar claramente.
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Se sentía vacío, cuando salió, dio un portazo, sin embargo no fue capaz de dar más de diez pasos y rompió en llanto, Sanji estaba herido, entendía que Zoro se sentía mal por lo que había visto, pero no era excusa para que le hablara así, el rubio no comprendía porque desconfiaba tanto de él.
Sanji caminó sin rumbo en un comienzo, dejo que las lágrimas nublaran su vista y de paso sus sentidos, cuando pudo reaccionar a lo que estaba haciendo, o más bien, a donde se dirigía, noto que estaba a tan solo una calle de la casa de su padre.
Sanji limpio sus lágrimas, intento calmar su respiración y fue en dirección a su hogar, con la esperanza de que el viejo no se encontrara en casa.
-¡Hey! ¡Tanto tiempo!- hablo el viejo cuando lo vio pasar, sin embargo Sanji no quería que lo viera, evito su mirada con la cabeza gacha.
-hola... emm... me quedare aquí unos días... no hay problema... ¿verdad?- Zeff miraba a su hijo y pensó que no era recomendable preguntarle qué pasaba.
-claro que no, puedes quedarte el tiempo que quieras...- y con esas palabras el rubio subió sin decir nada más.
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