Capítulo cuatro
Miro por la ventanilla del coche como las calles pasan a toda velocidad, veo como las personas van de aquí para allá perdidas en sus mundos con sus propios problemas en mente. Llevamos al menos dos minutos en un total silencio y la ansiedad acumulada me hace estar más inquieta de lo normal.
«Por favor, ayuda. »
-¿Por qué haces esto? -los nervios me gana la batalla, haciendo que mi voz suene muy extraña.
Dante tarda unos segundos en responder y puedo notar como aprieta tanto las manos en el volante que sus nudillos se vuelven blancos. Está totalmente fuera de sí y lo menos que deseo en este momento es que vuelva a perder el control. Necesito una manera de salir de aquí con urgencia.
« Piensa, Emma, piensa.»
Abrir la puerta y saltar, no es una opción ya que las puertas tienen el seguro activado. Lo escucho bufar antes de dirigirme una rápida mirada cargada de locura pero también de dolor. Definitivamente este ya no es el chico que llegue a conocer.
-Me dejaste. En mi peor momento, cuando más te necesitaba, me dejaste.
Instantáneamente a mi vienen todos y cada uno de los recuerdos que llegue a compartir con él. Nuestro primer beso en un pícnic familiar, mi navidad junto a él. Un sinfín de salidas, noches en las que no éramos más que una escena sacada de una película de romance juvenil, todos esos «te quiero» susurrados.
Pero equitativamente no solamente lo bueno vuelve sino que también cada grito, cada humillación, cada lagrima cargada de dolor que fue derramada por cada uno. Porque eso es algo en lo que soy totalmente consciente: yo también falle muchísimo en nuestra relación... yo también lo quebré a él.
-Me fui porque nos habíamos vuelto demasiado dañinos. Me dolió pero fue lo mejor porque no teníamos futuro, Dante. Nos hacíamos demasiado daño.
Me mira con desprecio antes de tomas una intersección poco transitada. Cada vez estamos más lejos, osea, menos posibilidades de ayuda. Me encuentro aterrada pero necesito encontrar la manera de salir o no sobreviviré.
-Siempre has sido una egoísta. Nunca te ha preocupado nadie más que tú.
La verdad nunca me he enorgullecido de quien soy porque no hay más verdad que la que acabad de decir Dante. Soy egoísta, caprichosa, arrogante, manipuladora e impulsiva y aunque no me sienta orgullosa, no pienso cambiar.
-Siempre pensé que yo podría derribar el muro que tienes para el mundo. Que en algún momento cambiarías porque te enamoraste de mí -suelta una risa nasal mientras que limpia una lagrima con fuerza -. ¿Y qué me gane por mi estupidez? Ser desechado como un perro. Pero si no eres mía, Emma, no serás de nadie.
La determinación en su voz, asusta. Soy consciente que solo un milagro me podría salvar de esta.
-No hagas esto, por favor.
Mi suplica solo lo hace reír amargamente y volver a agarrar el volante con fuerza-. Preciosa, aún no he hecho nada.
No nos percatamos hasta que sentimos el fuerte impacto en la puerta del piloto. Un coche negro a chocado contra nosotros con mucha fuerza, haciendo que nuestro coche sobrepase la acera y se estrelle contra un posta. Mi ventanilla ha impactado tan fuerte que se ha quebrado en millones de fragmentos y uno de ellos -gracias a mi mala suerte-, se ha incrustado en mi muslo derecho. El dolor no es agonizante, podría soportarlo fácilmente, pero lo que si me alarma es la cantidad de sangre que comienza a salir y de la cual aparto la mirada rápidamente.
Dante se ha desmayado así que sin pensarlo dos veces me tumbo en el asiento trasero y abro la puerta. Cuando piso la calle un mareo me asalta con fuerza haciéndome tambalear y tengo que apoyarme en el coche para no caer.
-¡¿Estas bien?!
Todo me da vueltas y tengo unas inmensas gana de vomitar, pero igual soy capaz de perderme en esos intensos ojos azules que me miran preocupados, antes de que mi cuerpo colapse por completo y pierda el conocimiento.
(...)
Escucho a lo lejos un molesto pitido que interrumpe mi sueño. Me remuevo incomoda por el fastidioso sonido, que por lo visto no planea desaparecer.
Me siento de golpe para comprobar que esta no es mi habitación, los mareos por el brusco movimiento no tardan en llegar pero igual reconozco donde me encuentro. He llegado a pasar tanto tiempo en este tipo de lugares desde que tengo diez, que no necesito de mucho para saber que me encuentro en un hospital. Noto sobre mi las típicas batas azules y no veo señales de mi ropa por ninguna parte.
Miro el intravenoso que llevo en el brazo y el contador que llevo en el dedo, y decido que lo mejor es sacarlos para poder largarme antes de que Will se entere de lo que ha pasado y quiera castrar a medio mundo.
-No te lo quites. Todo está bien pero no debes quitártelo, Emma.
Una mano rasposa se enrosca en mi muñeca con suavidad, deteniéndome. Alzo la vista nada más sentir su tacto sobre mi piel y me topo de frente con los mismo ojos que vi antes de desmayarme.
Cuando nota que ya no tengo intención de quitar el intravenoso me suelta mientras da un paso atrás. Inspecciono todo a mi alrededor con la mirada, alertándome que solo somos él y yo en la habitación.
-¿Quién eres? ¿Y dónde estamos?
Vuelvo mi vista al desconocido que ahora se encuentra con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros, dejándome a la vista unos bazos con unos cuantos tatuajes pequeños.
-¿Cómo sabes mi nombre? -siento la garganta rasposa cada que hablo, lo cual me lastima.
Al parecer mi rostro me delata porque él se acerca a una pequeña mesa en el rincón de la habitación y sirve un vaso con agua, así pues me lo tiende antes de tomar asiento en un pequeño banquillo de metal junto a mi cama.
-Mi nombre es Alec Briel, soy la persona que te ayudo en el accidente y te trajo al hospital de la Universidad. Y la razón por la cual se tu nombre es...
Luce un poco incómodo, incluso avergonzado cuando me retira el vaso y lo deja sobre la misma mesita. En un gesto que me parece nervioso pasa una mano por su -ya muy salvaje- melena provocando que esta pierda aún mas forma.
-...es porque compartimos materias.
Algo dentro de mí me dice que hay un poco más de historia que se está guardando para sí, pero no tengo ánimos de hostigarlo hasta que hable, además; no puedo con el insufrible dolor de cabeza.
-Un placer conocerte Alec Briel -estiro mi mano la cual no tarda en estrechar.
-Igualmente, Emma West... -parece un poco confundido, al tratar de pronunciar mi apellido.
Aclaro mi garganta porque aun esta poco rasposa -. Westworld, Emma Westworld.
Suelta mi mano mientras asiente con la cabeza. Me tomo mi tiempo en detallarlo. Tiene un cuerpo atlético pero no en exceso, su cabello es de un negro muy puro que haces un contraste increíble con su piel pálida, al igual que lo hacen los tatuajes que lleva en los brazos. Me lo podría quedar.
Creo que he sido hechizada ya que no me percato que el doctor Carrington -el especialista que me ha tratado desde que llegue a la universidad- entra y comienza darme indicaciones de cómo debo cuidarme y cuidar la herida.
-Su cuerpo sufrió un shock a causa del estrés y los altos niveles de alcohol en su sangre, y casi no lo llegamos a controlar, señorita Westworld.
Miro al techo mientras le ruego al creador que acabe con mi sufrimiento de una buena vez, siempre es el mismo sermón.
-Y su estado no nos ayudó de mucho.
Alec mira confuso al doctor con esto último, yo solo aparto la vista. Nadie más que mi familia y los médicos encargados de mi caso aquí sabe sobre eso.
-Bueno los análisis de sangre solo mostraron lo que ya sabemos, pude notar que has estado tomando las indicaciones correspondientes pero no ha controlado sus niveles de alcohol lo que es igual de dañino...
-...que tomar veneno en pequeñas dosis -me cruzo de brazos ceñuda -, eso ya lo sé.
El doctor Carrington me da una mirada cansada mientras masajea el puente de su nariz, estoy segura que le gustaría zarandearme. Mi doctor es un hombre que fácilmente, con su sonrisa cálida y aspecto atlético, puede llegar a aparentar los treinta y muchos o los cuarenta y pocos, pero es en pequeños momentos como estos que de verdad se notan sus cincuenta y dos años. Siempre es la misma charla sobre mis muy malos hábitos.
-Bueno -suspira mientras vuelve a acomodarse las gafas -, creo que aclarado eso, luego de unos exámenes para terminar de descartar que no tengas ninguna secuela del accidente podrás irte a casa.
Asiento complacida pero puedo notar la mala leche que le causa el no poder hacer que tome mi tratamiento en serio, con un suspiro cansino comienza a caminar hacia la puerta. Lo llamo cuando este ya está a punto de desaparecer.
-Doctor Carrington necesito total discreción con este accidente, no puede llegar a oídos de mi hermano.
El doctor me mira confuso unos cuantos segundos, antes de asentir lentamente y desaparecer, dejándome sola con Alec. Cuando dirijo mirada al chico de los tatuajes este tiene el ceño ligeramente fruncido con millones de dudas plasmadas en sus llamativos ojos azules, los cuales me resultan extremadamente familiares.
-Gracias por haberme ayudado, te debo mucho.
Veo en su mirada una calidez reconfortante. Este chico es extremadamente fácil de leer, tiene unos ojos demasiado sinceros.
-En cualquier momento que necesites un favor no dudes en pedirlo y entenderé si tienes que irte, igual ya he robado mucho de tu tiempo.
Me arrepiento de inmediato al terminar de decir esas palabras porque su ceño vuelve a fruncirse mientras toma asiento nuevamente en el banquillo junto a mí.
-No me iré, a menos claro que me lo pidas ¿deseas que me vaya? -niego rápidamente con mi cabeza, porque pese que lo acabo de conocer no deseo estar sola y él no parece tan mala compañía -. Entonces me quedare hasta que estés sana y salva en tu casa, Emma.
Nos vemos envueltos en un silencio que resulta un poco incómodo, mientras él busca algo que ver en la televisión. Mientras fisgoneo más sobre mi atractivo acompañante, logro detallar uno de los tatuajes que tiene.
«El poder fluye en mí.»
En una hermosa letra cursiva se apodera de la parte trasera se su bíceps derecho. Es algo pretencioso pero la letra es muy llamativa y está muy bien hecho, así que me quedo como una tonta viéndolo hasta que una idea cruza mi mente helando mi sangre de inmediato.
-Alec -le llamo.
Sin despegar la vista de la televisión, responde con un "¿mmm?" Al parecer «Ninja Warrior» es más interesante que yo.
-¿Dónde está el chico que iba conmigo en el auto?
Su cuerpo se tensa notablemente al dejar el mando en la mesita y clavar sus orbes azules en mí. Parpadea un par de veces antes de pasar nuevamente una mano por su cabello.
-Él fue dado de alta el mismo día, ya que solo había sufrido una contusión leve y un par de rasguños -su voz está un poco enronquecida cuando habla -. ¿Él es tu novio? Porque si lo es déjame decirte que es un completo imbécil. Se largó luego de gritarme que sabría de sus abogados por el daño a su auto, ni siguiera pregunto por...
Se detiene ala alzar la vista y parece un poco apenado al respecto, tanto así que logro distinguir un ligero rubor en sus mejillas- . Lo siento, yo ni se porque dije eso. No es asunto mío.
Niego rápidamente con la cabeza porque no quiero que se mortifique, suficiente tiene con cuidar a una extraña malcriada como yo.
-No te preocupes, sé que es un imbécil y no es mi novio, es mi ex. Y me encargare de que no tome acciones legales por el accidente.
-No me importa lo que llegue a hacer, no obtendrá nada de mí.
Por un breve segundo quedo cautivada por el sonido de su voz, ronca y firme, hasta que mi cerebro hace corto circuito y se percatan de algo muy importante en sus palabras.
-¿Cómo... que... el mismo día?
La confusión llena el semblante de Alec ante mis palabras, pero veo como la compresión lo alcanza casi inmediato.
-Llevas casi dos días inconsciente y siendo atendida aquí.
¡Me cago en la puta! Esto está mal... muy mal, me crucificaran por esto. Comienzo a buscar de manera frenética mi celular en la cama y en la mesita junto a esta, hasta que nuevamente la mano de Alec se encuentra sujetando firmemente la mía.
-¿Qué va mal? ¿Qué pasa? -su voz vuelve a ser suave, tranquilizadora como si le hablara a un cachorro herido.
Necesito mi teléfono pero no sé dónde está, es urgente que lo encuentre.
Suelta su agarre y se acerca a una silla al fondo de la habitación, la cual no había notado, y toma varias cosas de ella. Me tiende mi ropa y mi pequeño bolso. De verdad no podría estar más agradecida con este chico.
-No sé si algo se haya salvado, pero te pertenece.
Le dedico una pequeña sonrisa cuando reviso mi bolso. Casi todo lo que llevaba se a ido al traste, el poco maquillaje está totalmente destrozado, mis llaves no están y mis audífonos fueron machacados, pero por misericordia divina mi teléfono sigue intacto. Ruego al cielo que aún tenga batería, necesito saber que ha pasado estos dos días.
Lo enciendo y milagrosamente el aparato cobra vida, llenándose rápidamente con un montón de notificaciones.
Will <3: Emma, Reiv y yo volvimos y no te encontramos ¿Dónde estas?
Will <3: Enana, Chris tampoco aparece ¿Dónde te metiste?
Los mensajes varían entre mi hermano y mis amigos, y cada uno se lee más horrorizado que el anterior. Trato de levantarme pero las manos de Alec sombre mis hombros, me retienen en el mismo sitio. Su agarre sobre mi es firme y me lanza una mirada reprobatoria que me hace sentir como una niña descarriada a la cual se padre reprende.
-No sé qué leíste pero lo más importante en este momento es tu recuperación. Prometo que te ayudare en lo que necesites pero en este momento debes recuperarte, por favor.
Analizo la situación y llego a la conclusión de que con la ayuda de Alec mentirle a mi familia será mucho más sencillo así asiento lentamente volviendo a acomodarme en la cama.
-Está bien, está bien pero debes prometer que nadie se va a enterar de lo que ha pasado a aquí, para todos tuvimos una aventura y nos quedamos enredados estos dos días ¿Si?
La duda se instala en sus ojos pero creo que nota que no estoy dispuesta a dar explicaciones así que al final solo asiente lentamente.
-Lo que tú desees.
Suspiro cansada clavando mi mirada en el techo, de verdad espero que mi familia se trague esta mentira.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro