Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

La abuela de la joven pelirroja fue la primera en llegar a casa, sus padres solían quedarse más tiempo en el restaurante por si debían ajustar las cuentas del día.

La chica no pudo evitarlo, adoptaba una expresión de necesidad que su abuela no tardó en reconocer. Comprendió que Nisha no estaba en el mejor momento de su vida y que necesitaba su ayuda.

—Ven, vamos a La sala.

La sala era el nombre que recibía el lugar donde su abuela y familia acomodaban a aquellas personas que estaban dispuestas a realizar sesiones de dominio de sueños lúcidos para mejorar su vida personal y onírica; o incluso otras técnicas que requerían un mayor control de la mente como podían ser los viajes astrales. Se encontraba en el sótano de la casa, que era, según la anciana, la parte más cercana al inframundo y el sitio de donde provenían la mayoría de los sueños y pesadillas que tenían los humanos.

Mientras se bajaba por las escaleras ya se notaba un ambiente algo cargado. Un juego de luces tenues y sombras rojizas presentaban un sitio íntimo y completamente aislado del exterior. La habitación estaba vacía en su totalidad, a la excepción de una manta de terciopelo gris en el suelo en forma circular que predominaba el punto central. Nada más. Las paredes reflejaban el color bermejo de la lámpara de techo, no muy intenso pero bastante agresivo para los ojos.

Nisha entró allí solo en un par de ocasiones, no la motivaba mucho aquel ambiente y dejaba a su familia encargarse de este tipo de sesiones con las personas que se lo pedían. No se trataba de un oficio en sí mismo; los vecinos conocían la práctica de la familia y, gracias al boca a boca y al buen trabajo que solieron hacer sus predecesores, muchos eran los curiosos que querían intentarlo por primera vez para mejorar sus vidas a través de los sueños, y muchos otros los que repetían.

En general, la abuela siempre pedía silencio cuando accedían a La sala. No quería alterar la paz que existía en aquel lugar y para ello necesitaba que los que bajaban se mantuvieran serenos.

—Siéntate en el suelo, donde está la manta.

La chica cumplió las directivas de su abuela, quien la siguió de cerca y se sentó frente a ella. La mujer mayor cruzó las piernas e inspiró. Nisha, que nunca había asistido a una sesión de aquellas, copió los movimientos de la anciana.

—Tengo...

—Shhh.

La mujer cerró los ojos e inspiró profundo. Al cabo de unos segundos, explicó:

—Para que todo salga bien, se requiere conseguir una templanza interna absoluta. No es tu caso en estos momentos, por lo que tienes que trabajar esa parte.

Nisha se encontraba algo perdida, no sabía qué tenía que hacer para encontrar esa paz que le pedía su abuela, pero tampoco se atrevía a preguntárselo para no interferir en algún posible trance misterioso que estuviera practicando.

Daadee agarró las manos de Nisha.

—Tienes el pulso acelerado. Practica primero con la respiración, inspira y expira con profundidad. Toma tu tiempo, no quieras ir rápido.

La joven cerró los ojos y acató lo que se le ordenaba.

El ambiente de La sala le ayudó en su cometido, la semi oscuridad y el silencio absoluto eran perfectos para conseguir la tranquilidad necesaria. Nisha llenó y vació sus pulmones todo lo que pudo en repetidas ocasiones y notaba cómo conseguía esa templanza que necesitaba.

—Según lo que he entendido, existe un sueño que te martiriza cada noche. —La abuela mantenía sus manos enlazadas a las de su nieta. Nisha asintió y produjo un sonido gutural de validez, aun sin abrir los ojos—. En un principio vamos a intentar bloquearlo para que no vuelva a perturbarte. Sería la primera parte de tu trabajo.

La anciana pronunció unas nuevas palabras en un idioma nada conocido para la chica y liberó sus manos. Más tarde, se incorporó y sostuvo los hombros de su nieta y se situó tras ella.

—Piensa en ese sueño, déjate llevar por él. —Nisha intentó adentrarse en aquella oscuridad que cada noche la mantenía prisionera. No resultaba fácil, la angustia que vivía en cada ocasión que se encontraba en aquella situación le estresaba mucho—. Respira, no lo olvides, intenta mantener la calma —le susurraba.

La chica volvió a tomar aire y se forzó por encontrar en su mente aquella sala negra.


Tras mucho esfuerzo y varios minutos lo consiguió, la oscuridad la invadía de nuevo y apenas podía ver su propio cuerpo. Sentía miedo, pero debía mantener la tranquilidad para conseguir superar aquel ejercicio iniciado por su abuela y no desconcentrarse.

Un nuevo haz de luz volvió aparecer en la lejanía. Sabía que se trataba de Lucía y que iría a acercarse a ella.

«No la dejes aparecer, crea tu propia luz, Nisha». Escuchó las palabras de daadee como si fueran un eco en su mente. ¿Estaría la anciana observando lo mismo que ella? ¿Había conseguido entrar en su sueño?

La joven se esforzaba por concentrarse, quería olvidar aquella Lucía del sueño, necesitaba quedarse solo con la de la realidad, la que le proporcionaba tanta seguridad en sí misma.

«Sigue. Ilumina esa sala» susurraba la abuela en el interior de su cabeza.

Tenía miedo, no podía enfrentarse a todo ello. No quería decepcionar a Lucía, aunque no fuera la de carne y hueso.

La oscuridad, en lugar de iluminarse, se volvía más oscura; ya incluso el haz de luz que manaba en la lejanía tenía dificultades para luchar contra ella. Nisha perdía el control completo de la situación, nada parecía detener aquella pesadilla. Ni siquiera la ayuda de su abuela.

El contorno plateado de la figura que representaba a Lucía comenzó a volverse dorado, paulatinamente más intenso, hasta llegar a un punto en el que adoptó una tonalidad anaranjada algo más opaca, como la del fuego. Su amiga prendía en llamas.

«Recupera el control, Nisha».

Aquella situación se le fue de las manos por completo. La imagen del sueño, envuelta esta vez en una llamarada intensa, se acercó en microsegundos hacia su rostro. Nisha se asustó, quería gritar; además, en esta ocasión adoptaba una expresión amenazadora, mostraba los dientes y fruncía las cejas. Nada que ver con la tierna presencia con la que hasta el momento había contado.

A Nisha le entró el pánico, sabía que su abuela la observaba, pero ya nada podía hacer. Quería salir de allí y olvidar todo aquello.


Un remolino absorbió todo y la chica volvió al sótano de su casa.

Le habían entrado náuseas, estaba desconcertada y necesitaba tumbarse por completo para estabilizarse. La anciana le sostenía el cuerpo mientras se apoyaba contra ella.

—Toma —dijo mientras sacaba un frasco pequeño de su bolsillo—, son gotas de vitamina. Te irá bien tomar dos o tres. Hemos acabado por hoy.

A la chica le costó recuperarse, pero no olvidó lo que había ocurrido.

—Lo siento, nunca fue así. Me entró pánico.

—Suele ocurrir la primera vez. Los sueños comprenden cuando existe una fuerza que se alza contra ellos e intentan expulsarla. Lo volveremos a intentar mañana. Pero necesito, y esto tienes que prometérmelo, que descanses. Si no, volverá a ocurrir lo mismo una y otra vez.

Nisha asintió y fue a su cuarto a dormir. 


Pasó una semana sin que soñara nada, sin embargo, tampoco consiguió avanzar con la técnica de su abuela. A cada vez que lo intentaba, y en ocasiones probó suerte hasta tres veces en el mismo día, el resultado era similar: Lucía adoptaba una expresión amenazadora, Nisha entraba en pánico, perdía el control y se despertaba en la realidad mareada y con náuseas.

Estuvo a punto de darse por vencida, de negarse a seguir, pero no podía aceptar aquella derrota, la chica tenía que sobrepasar la prueba y así poder entender lo que aquel sueño quería decirle.

Su abuela siempre le daba la misma recomendación cada vez que hablaban: Intentar no estresar durante el día para estar preparada en la noche y mantener la mente centrada en su cometido mientras practicaba el confrontamiento con ese sueño que le perturbaba. Necesitaba dominar aquella fase para pasar a la siguiente etapa de la técnica de los sueños lúcidos; se trataba de la primera y la más importante, pero al mismo tiempo también resultaba la más complicada de todas.

Los sueños, según describía su abuela, eran como seres fantásticos que se encontraban en nuestro cerebro; las pesadillas adoptaban la imagen de monstruos, mientras que los deseos se asemejaban a criaturas encantadoras. En cualquier caso, ninguno de ellos debía divagar a sus anchas en nuestra mente, era muy crucial amaestrarlos y dominarlos para permitirnos controlar el mundo interno que nos concreta.

Al principio Nisha no comprendía aquella relación que describía la anciana, pero a medida que se enfrentaba a aquella terrible pesadilla, la joven la trataba más a menudo de criatura.

Se dispuso a bajar hacia La sala otra vez más, donde su abuela la esperaba ya para una nueva sesión, cuando el móvil sonó. Nisha, que lo había dejado en la mesa del salón para no bajar con él, se apresuró a responder ante la posibilidad de que Lucía fuera el origen de la llamada.

—¿Cómo está mi escarlata?

—¡Qué alegría escuchar tu voz, Lucía!

—¿Acaso tu móvil no tiene teclas? No debería ser yo la única que te llama o te escribe.

—Lo sé, es mi culpa, he estado bastante ocupada durante esta semana y sé que tú tienes bastantes tareas con tu hijo. Por cierto, ¿cómo han ido las pruebas?

—Al parecer todo bien. Bueno... le han detectado Rubéola, es por eso que estaba un poco delicado la semana pasada, pero por lo visto no le ha llegado a afectar mucho y se ha recuperado con rapidez. ¿Y tú, cómo estás? ¿Va todo bien?

—Podemos dar un merecido «Necesita mejorar» con ligera tendencia a un «Progresa adecuadamente» a mi vida.

—Deberías sacar tu cabeza un poco de los libros, eres demasiado catedrática. En fin, te llamo para proponerte, ¿te apetece ir al bar de gatos mañana? Tú sabes, ese que han abierto en el centro al estilo japonés.

—¡Por supuesto! Será todo un placer.

—Bueno, voy a dormirme porque estoy muerta, Pablo aún no ha llegado del trabajo, aunque me da igual, yo no lo espero hoy.

—Buenas noches, mi dulcinea.

Nisha dejó el móvil de nuevo sobre la mesa con una sonrisa dibujada en el rostro. Resultaba casi perturbador para la joven darse cuenta del efecto de regocijo que le provocaba escuchar la voz de Lucía.

Con aquella actitud tan enérgica retomó el camino hacia el sótano de la casa. Su abuela la esperaba ya sentada, con las piernas cruzadas sobre la manta de terciopelo gris, apoyaba los brazos en sus muslos y mantenía la cabeza alzada con los ojos cerrados. Meditaba concentrada, como solía hacer antes de comenzar una sesión con un paciente.

Sin abrir los ojos, la anciana dio unas suaves palmadas en el suelo con la mano izquierda, invitando a su nieta a colocarse a su lado.

Así lo hizo. Sin decir ni una palabra, se colocó en el lugar indicado y esperó a que su familiar acabara.

—Hoy te siento diferente —susurró—. Cierra los ojos.

Daadee se levantó y se situó tras la joven, como en las ocasiones anteriores, para controlar la situación en el caso en que se vuelva complicada.

Nisha ya conocía el protocolo, necesitaba cerrar los ojos, mantener la mente vacía durante unos segundos y su subconsciente haría el resto del trabajo hasta llegar a la temible y conocida pesadilla.


No duró mucho en aparecerse en la mente de la chica: La oscuridad absoluta, el pequeño punto blanco que se aproximaba centímetro a centímetro y que adoptaba un tono más intenso a cada segundo que pasaba, el collar en forma de elefante que parecía estallar.

Todo aquello formaba parte de un bucle del que le resultaba imposible escapar y al que, por mucho que lo intentaba, no conseguía hacerle frente.

Sin embargo, cuando iba a darlo de nuevo todo por perdido, una voz hueca sonó en aquel cuarto oscuro que la encerraba. No era la voz de su abuela, quien en ocasiones interfería en el proceso para darle coraje y valor; se trataba de una voz algo más melódica, también conocida y acogedora.

«¿Cómo estás, mi escarlata?», repetía, una y otra vez, generando un eco lejano.

Aquella voz desató una voluntad diferente en Nisha. Sus pensamientos se aferraron a un cambio de aptitud que incluso sorprendió a ella misma: La joven india se levantó, ya no estaba inmóvil ni tenía las manos o los pies atados, todo aquello había desaparecido; La luz que emanaba de Lucía englobaba a cada rato un área más importante y se mantuvo en un color blanco que triunfó ante los anaranjados de la pesadilla desatada con la que se había enfrentado hasta el momento; el colgante en forma de elefante de madera volvió a su naturaleza inerte y Lucía, ya era reconocible. Volvía a tratarse de su amiga, aquella a la que tanto admiraba y amaba.

La sala blanca comenzó a cambiar su aspecto; plantas y árboles crecieron alrededor de las dos chicas como si alguien los hubiera plantado y había alterado el tiempo para hacerlos brotar de inmediato, la tierra y hierba cubrieron el suelo mientras que el cielo adoptaba un color azul claro típico de un día despejado; algunos pájaros comenzaron a revolotear por el nuevo paisaje y una suave brisa de primavera empezó a jugar con el pelo de ambas. El colgante de su amiga, sin embargo, había desaparecido.

Nisha admiraba todo aquello, quedó absorta ante el aspecto que había adquirido todo lo que las rodeaba y la escena que durante tanto tiempo le había angustiado. En cierto modo era como si hubiera ganado una gran batalla y aquella era su recompensa.

Ante dicho cambio, sin embargo, Lucía no parecía adoptar el mismo sentimiento que su amiga. Ella también se encontraba asombrada, pero quizás no de la misma manera. La joven madre miraba de un lado para otro, perdida y sin saber qué hacer, moviéndose hacia atrás y hacia delante, parecía no haber entendido de dónde provenía lo que veía e incluso daba la impresión de no formar parte de aquella nueva realidad onírica.

Nisha intentó calmarla, le agarró de las manos y le susurró.

«Estoy aquí, mi dulcinea, siempre lo estaré».

Lucía abrió los ojos con expresión de sorpresa, clavó su mirada en Nisha y se relajó.

Ambas se abrazaron y permanecieron durante unos segundo en aquella posición mientras observaban aquel paisaje que las rodeaba y que tanto discordaba con el del principio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro