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Capítulo 18

Los tres ajustaron el plan que tenían para mejorarlo. En ese momento contaban con una persona extra y debían aprovechar la oportunidad. Si todo salía como lo esperaban, podrían recuperar a Nisha y escaparse sanos y salvos de los hurtacuerpos.

Sin embargo, esta vez no podían permitirse errar. Si eran descubiertos, en el mejor de los casos, o incluso si llegaban a capturarlos, estarían destinados a desaparecer. Y eso no entraba en los proyectos de ninguno de ellos.

—Tan solo espero no tener que arrepentirme de nada.

—Mateo, eso no va a pasar. Lo tenemos todo lo bastante calculado como para lograr nuestro objetivo. Yo no tengo duda alguna. Vamos a recuperar a Nisha y a darles a esos bandidos el merecido que necesitan.

—Yo voy con optimismo, ya me he escapado una vez de sus manos, no voy a tenerles miedo. Gracias a nosotros no volverá a haber más hurtacuerpos en este mundo.

El joven seguía con la cabeza baja y algo de tristeza en los ojos.

—No sé, no dejo de pensar que todo esto es culpa mía. Quizás este trabajo pertenece a la policía onírica y no deberíamos intervenir en ello.

—Sabes muy bien que a esa gentuza les conviene que existan hurtacuerpos para crear miedo entre los oníricos. Ellos no van a mover un solo dedo para hacerlos desaparecer —indicó Juana mientras movía los ojos para expresar desaprobación—. Además, yo estoy segura de que es gracias a la determinación que has tenido por encontrarme, que nos hemos vuelto a cruzar. ¿No es una coincidencia increíble que Lucía sea la novia de Nisha?

—Mmm... Nunca dije que somos novias —apuntó Lucía ganando algo de colores en las mejillas al ruborizarse.

Los dos hermanos miraron a Lucía y fijaron sus miradas en ella.

—No digas tonterías. Solo os falta casaros.

La chica sacó aún más sus colores.

—¡Ya basta! De todas formas, para que pueda tener algo con ella, debemos de llevar a cabo nuestro plan. Hay mucho que hacer, esto no va a ser nada sencillo y necesitamos estar concentrados.

—Un momento.

Mateo se llevó la mano al pecho, más tarde a la nunca, donde estuvo un rato manipulando con dificultad para quitarse el collar que llevaba puesto. Cuando por fin lo consiguió, lo sacó y lo enseñó a Lucía.

—Creo que esto te pertenece. Nisha me lo dio para poder encontrarte. Al parecer lo enlazó con el tuyo.

Lucía abrió los ojos al ver el amuleto que ella misma le regaló a Nisha y negó con la cabeza.

—Eres tú quien tienes que devolvérselo, ya ha cumplido con su misión gracias a ti. No te puedo quitar los méritos.

Mateo, con tanta torpeza como cuando se lo quitó, se lo volvió a colocar alrededor de su cuello.

—Bueno. ¿Manos a la masa? —preguntó Juana.

Los dos asintieron, ella, junto con su hermano, se dirigieron hacia el que fuera el cuartel general de los hurtacuerpos, mientras que Lucía volvió al mundo real para vigilar al cuerpo de Nisha en el hospital.

Lucía se despertó algo estresada en su habitación de infancia. No debía de perder el tiempo, así que ni siquiera tomó el tiempo para lavarse. Se vistió con lo primero que encontró y se fue hacia el salón para comer una pieza de fruta y recuperar algo de fuerzas, tendría un día muy duro y necesitaba estar concentrada. Su madre se encontraba allí.

—Buenos días. Parece que hoy lloverá bastante, está todo el cielo gris.

—Tengo algo urgente que hacer. Salgo ya. Lo siento mucho, pero no puedo contarte nada.

Su madre la miró algo extrañada, la joven pasó de no querer hacer nada y evitar todo contacto con cualquier persona a estresarse por hacer algo que parecía tener bastante importancia.

Tras pegar el último bocado a la manzana, Lucía se levantó y se dirigió a la puerta.

Sin embargo, una vez allí, quedó estática durante varios segundos. Su madre no sabía cómo reaccionar y se limitó a observarla.

Al cabo de unos segundos, Lucía se dio la vuelta, se acercó a Daniela y la besó en las mejillas.

—Mamá. Quiero que sepas que, a pesar de lo complicada que he podido ser en ocasiones, te tengo mucho aprecio y respeto. Eres todo un ejemplo a seguir para mí y siempre he pensado que he tenido mucha suerte de haber crecido en la familia.

—Gracias, cariño. Yo también te quiero mucho. —La mujer no pudo evitar sacar algunas lágrimas tras la frase que le había dedicado su hija.

—Ahora, tengo que ir a retomar mi vida, la vida que yo quiero y necesito.

Volvió a besar a su madre y esta vez sí salió por la puerta en dirección al hospital donde Nisha estaba ingresada.

Ni siquiera esperó al autobús, paró al primer taxi que se cruzó y sin escatimar en gastos le pidió que la llevara a su destino de la forma más rápida posible.

—Algún familiar enfermo, imagino. En estos momentos, los hospitales están bastante saturados. Es una pena que el gobierno no se encarga como es debido de la situación, en lugar de centrar sus políticas en dividirnos y crear diferencias entre nosotros. Les debería dar vergüenza, pero a ellos lo único que les interesa es ganar elecciones, el resto son solo obstáculos.

A Lucía no le gustaba mucho la política, y durante ese trayecto su cabeza tan solo pensaba en salvar a Nisha. Pero por respeto, escuchó la ideología del taxista que, de hecho, compartía por completo.

Cuando llegó al hospital, algo raro le llamó la atención. Los familiares de Nisha estaban fuera, esperando.

Lucía se aproximó a ellos para intentar comprender la situación. Ya le pareció extraño la última vez que fue al lugar y descubrió que el doctor había encerrado a la chica bajo llave. Aún más raro resultaba si la acción se repetía continuamente.

—Hola, Indira, ¿Cómo estáis?

—¡Hola, Lucía! ¡Qué alegría volver a verte! Pues como puedes observar, esperamos a que el doctor acabe de hacer sus pruebas diarias con Nisha.

—¿Diarias?

—Sí, el señor Marquez dice que es necesario para avanzar con los estudios sobre el caso de Nisha. Al parecer es bastante importante.

Lucía intentó esconder su preocupación. Aquel doctor no estaba tratando a una paciente. Tan solo quería recuperar el cuerpo de Nisha. Pero... ¿Con qué intención? Se supone que la chica tenía un cáncer muy difícil de curar. ¿Para qué necesitaba un cuerpo enfermo?

—Necesito ir al baño —mintió—. Ya os busco dentro de un rato.

Lucía se introdujo en el edificio, no sin antes tomar una pastilla y buscó el pasillo en el que se suponía que estaba instalada Nisha. Cruzó los dedos para que no la hubieran trasladado.

Por suerte, parecía que la chica seguía en el mismo lugar, sin embargo, la habitación estaba cerrada. Lucía supuso que en el interior se encontraban ella y el doctor Márquez y esperaba que no fuera demasiado tarde.

Ahora tan solo necesitaba encontrar un método para hacer salir al doctor y poder entrar ella, pero... ¿Cómo?

Observó su alrededor. Estaba segura de que podía inventar algo para hacerlo salir. Nadie paseaba por aquel pasillo, todos los demás pacientes en coma se encontraban en otra ala del edificio y, como tampoco había sala de espera, podía actuar sin preocupación alguna.

Se le ocurrió una manera, pero no era fácil de ejecutar y necesitaba ser muy rápida en sus acciones.

Llamó a la puerta de la habitación y a los pocos segundos salió el doctor Márquez.

Se le veía estresado, no se esperaba aquella intervención.

—¿La puedo ayudar? —El hombre cerró la puerta tras él mientras ocultaba su interior.

—Sí, bueno, recuerdo cómo me miró el otro día... He pensado que quizás le gustaría quedar algún día para tomar un café o, quién sabe, quizás podríamos aprovechar que no hay nadie en estos momentos para aprovechar de la habitación vacía que se encuentra justo detrás de usted.

La chica se aproximó y abrazó al doctor acercando el máximo su boca con la de él. El hombre, nervioso, quiso alejarse de ella ante el temor de ser descubierto.

—Pase esta tarde, sobre las ocho y media, en el despacho 32 de la tercera planta. Ahora... tengo que hacer unas cosas.

Lucía le soltó, y el doctor Márquez se fue de allí lo más rápido que pudo.

«¡Sí!», se dijo a sí misma, y realizó un movimiento de triunfo con sus manos.

Tras ese intercambio, la chica sacó la llave, que robó al doctor al abrazarle, y abrió la puerta.

La habitación de hospital estaba desordenada. El doctor Márquez había colocado una segunda cama de hospital al lado de la de Nisha y varios cables se entrelazaban en el suelo. Había una sala continua cuya puerta estaba abierta y en el interior, dos ordenadores controlaban algunas señales que, según se podía entender gracias a las imágenes que se mostraban, provenían de la mente de Nisha.

Resultaba casi escalofriante, pero aquello se trataba de un laboratorio clandestino organizado por aquel profesional de la sanidad.

Lucía intentó no perderse ante toda aquella información, tenía que mantener la habitación aislada hasta que los dos hermanos actuaran y recuperaran a Nisha en el mundo onírico. Pero... ¿Cómo haría para saber si hacían su trabajo? ¿Cuánto tiempo debía esperar? Había pasado por alto el hecho de que el tiempo, en la otra realidad, no se calculaba y de que los chicos podían atrasarse mucho más de lo que imaginaba.

Mateo volvió al puerto abandonado en el que se suponía estaba el cuartel general de los hurtacuerpos, en esta ocasión, acompañado de su hermana, Juana, quien ya escapó de allí.

—Este lugar me trae escalofríos —expresó Juana.

—Aunque no haya pasado por lo mismo que tú, créeme, a mí tampoco me gusta nada.

La niebla seguía presente y los contenedores de metal esparcidos por todo el puerto parecían formar parte de un laberinto.

—¿Cómo encontraremos esta vez el punto en el que Nisha está encerrada? —preguntó Mateo.

—Aunque no sea evidente, no tiene que resultarnos muy complicado. El contenedor de ceremonias es el más grande, el que tiene dos piezas adosadas. Aquel que guarda los cuerpos debe ser adyacente, puesto que al cacique no le gusta separarse mucho de sus reliquias. Yo estuve encerrada en uno de ellos y recuerdo que tenían una especie de acceso interior, así que incluso podríamos acceder desde el cuartel.

—Lo complicado ahora será entrar. ¿Yo no tendré problemas, pero tú?

—Como lo planeado.

—¿Estás segura?

—Sin lugar a dudas.

—Por favor, Juana, ten cuidado.

—Te lo prometo, hermano.

Sin esperar más, Mateo fue directo hacia el contenedor del cuartel general de los hurtacuerpos. Tan solo tenía que verificar que no había sido mudado a otro lugar, aunque esa no era una práctica que aquel grupo realizaba muy a menudo, puesto que nadie les acechaba.

Tras comprobar todo, dio la señal.

Juana comenzó a llamar la atención. Gritó y golpeó las paredes metálicas de los contenedores para que todos los hurtacuerpos se dieran cuenta de que ella estaba allí. Lo consiguió, muchos de ellos salieron curiosos y sin saber cómo reaccionar.

Estaban atónitos ante lo que veían, nunca antes nadie se había atrevido a molestarlos, pero esa muchacha regordeta y bajita no tuvo la menor duda en hacerlo.

—¡Soy yo, Juana! ¡He vuelto como lo prometí, para que desaparezcáis todos! Debisteis haberos deshecho de mí cuando tuvisteis la oportunidad.

Tras esas palabras, la chica comenzó a correr y a volar en todos los sentidos, al mismo tiempo que esquivaba los embistes de los hurtacuerpos, quienes intentaban capturarla al enviar sacudidas para aturdirla como hicieron con Nisha. Pero no lo conseguían, la chica era muy hábil y siempre lo esquivaba todo.

Mateo no podía perder la oportunidad, todos estaban centrados en Juana, así que tenía vía libre para dirigirse a la zona donde guardaban los cuerpos inconscientes de las personas que habían capturado, pero que aún no habían hecho desaparecer. Esperó con todo su corazón que fuera el caso de Nisha.

Pasó la sala de ceremonias sin problema alguno, ya nadie se encontraba en su interior. Subió las escaleras hacia el lugar donde el cacique dio la charla la última vez que entró en aquel sitio. Del lado opuesto había un pasillo y este, a pesar de estar protegido por dos vigilantes, ninguno de ellos se concentraba en su trabajo, sino que estaban entretenidos mientras charlaban entre sí.

No le vieron y, al cruzar el pasillo, una nueva sala se abrió ante Mateo. Era allí, el sitio que buscaba desde siempre. Decenas de camas, con varias personas acostadas sobre ellas, se colocaban en orden y ocupaban todo el espacio. En una de ellas, Nisha yacía apaciblemente. 

Lucía esperó sin saber qué hacer, estaba en aquella habitación de hospital de manera clandestina, había robado las llaves a un doctor y ahora se encontraba allí, casi mareada por todo el estrés y sin saber qué hacer. Si salía de aquella sin problemas, sería un milagro. La chica estaba muy nerviosa, no quería que la descubrieran, pero no tenía opción. Debía salvar a Nisha.

Fue hacia el cuarto adyacente donde se encontraban los dos ordenadores. Lucía intentó comprender lo que mostraban, pero le costaba mucho entender todo.

Varias curvas se describían con líneas que fluctuaban hacia arriba y hacia abajo. También aparecían números e iconos que, sin un manual adecuado, parecían imposible de leer. Rebuscó entre los papeles del despacho y encontró una carpeta con el nombre de Nisha.

—Seguro que aquí tengo lo que necesito.

Sus ojos comenzaban a adormecerse, la joven había tomado tranquilizantes para conseguir tranquilizarse y alcanzar el mundo onírico una vez hubieran salvado a Nisha, aunque en aquel momento no le venía bien. Debía aguantar todo el tiempo que pudiera, necesitaba evitar que cualquier persona que pudiera interferir entrara.

En la carpeta había clasificados varios papeles en grupos separados: Los primeros, bajo la pestaña de «Datos generales»; en otra se podía leer «Datos médicos»; y en una tercera pestaña, «Aceptabilidad».

—Aceptabilidad —repitió mientras leía—. ¿Qué querrá decir?

La chica sacó todas las hojas asociadas a esa última etiqueta y comenzó a leer:

«Yo, doctor Márquez, tras haber completado un dosier de aceptabilidad y haber realizado un estudio completo del mismo, confirmo que el sujeto, Nisha Mandal, cumple las condiciones para formar parte del proyecto HC.

»Tal y como queda estipulado en las instancias del proyecto. Este documento es altamente confidencial y no debe publicarse, ni transmitirse ninguna copia del mismo.

»Yo mismo, así como todo el equipo de trabajadores que lo acompañan, me comprometo a cumplir con las actividades necesarias para que todo funcione con respecto a lo acordado. Cada participante queda exento de cualquier causa moral hacia el sujeto y sus próximos. La responsabilidad del proyecto recae, no obstante, ante la persona física que lo impulsó.

»Atentamente. Doctor Márquez.

—Proyecto HC... —Lucía dudaba, no entendía lo que aquellas siglas significaban.

—Hurta Cuerpo —dijo una voz masculina, desde la habitación—. Imagino que si estás en esta habitación, es porque ya sabes quiénes somos.

La chica estaba tan concentrada al descubrir aquellos papeles que no se percató de que alguien había abierto la puerta y entrado en la habitación.

—Debo reconocer que has tenido mucho valor al venir hasta aquí, seducirme como una gran víbora y aprovecharte de mi debilidad para quitarme las llaves de la habitación.

Su corazón le dio un vuelco total, estaba perdida. ¿Cómo podía ahora proteger a Nisha?

—Yo... No... —Lucía no conseguía pronunciar una sola palabra.

—Sin embargo, ¿No imaginabas que tendría un doble de ellas? —El hombre enseñó las llaves mientras las hacía jugar con sus dedos.

No había pensado en ello, y cometió también el error de no dejar la llave puesta en la cerradura para evitar que otra entrara en ella desde el exterior. Había sido muy confiada y ahora no sabía cómo remediar todo ello.

Luchaba por no adormecerse, pero sus ojos se cerraban por sí solos.

—Veo, además, que te has preparado para el viaje hacia el mundo onírico... Creo que te puedo ayudar.

El doctor Márquez buscó entre los utensilios de la habitación y sacó una jeringa que no dudó en utilizar con Lucía. La chica no pudo reaccionar y se dejó llevar por los efectos de los tranquilizantes. El hombre la llevó hasta la camilla portable que se encontraba al lado de la de Nisha y acomodó a la joven allí.

—Ahora tranquilízate, espero que tengas dulces sueños, yo voy a estudiar tu caso para comprobar tu aceptabilidad.

Poco duró aquel momento, los ojos se le cerraron de inmediato y Lucía luchó por entrar en el mundo onírico antes de perder la conciencia.

Mateo llegó hasta la camilla en la que se encontraba Nisha y consiguió liberarla de su aturdimiento. La pelirroja despertó algo desconcertada, sin saber muy bien dónde se encontraba. Le costó varios minutos recobrar el sentido y cuando lo consiguió no tenía la idea muy claras. Aun así, al ver al chico, se alegró mucho y le abrazó.

—¡Todavía estás aquí! ¿Lo hemos conseguido? ¿Has salvado a tu hermana? —dijo con dificultad a vocalizar.

—No exactamente como lo planificamos, pero sí, lo conseguimos. Sin embargo, tenemos que darnos prisa, ella ahora mismo está luchando para darme tiempo a salvarte. No habríamos avanzado mucho si la vuelven a capturar.

—Genial, no perdamos mucho más tiempo. —Poco a poco parecía recuperarse.

—Eso no es todo.

Nisha adoptó una expresión de duda y esperó más detalles del chico.

—Lucía está en el mundo real, y se enfrenta en estos momentos al hurtacuerpos que te tiene capturada.

Tras escuchar el nombre de Lucía, la chica se recuperó por completo. No sabía si alegrarse o preocuparse. Le daba muchas esperanzas saber que ella había encontrado la manera de buscarla y que no estaba muy lejos, sin embargo, tenía miedo de que también fuera capturada y se encontraran en su misma situación durante mucho más tiempo.

—Lo primero es salir de aquí —dijo tras pensar en ella.

—Ustedes no van a ir a ninguna parte.

El cacique había interrumpido la conversación. Seguía con la capucha sobre su cabeza, pero se podía distinguir de los demás hurtacuerpos porque las insignias que llevaba eran completamente diferentes.

Nisha se puso de pie de repente y adoptó una postura amenazante. Estaba dispuesta a enfrentarse a aquel hombre, incluso después de haber estado durante mucho tiempo aturdida.

—No vamos a darte lo que buscas. No te vas a aprovechar de nosotros.

—¡Ya basta de tanto empoderamiento! Tu amiguita está ahora bajo mi poder, ya puedes tirar la toalla, Nisha. No vais a conseguir nada. Ella, como tú, vais a desaparecer para siempre.

—El que no va a conseguir nada aquí eres tú.

En ese momento, Juana llegó a la sala, acompañada de una decena de hurtacuerpos.

—¡Perfecto! —dijo el cacique al ver a sus seguidores allí— Acabemos con todo este juego.

—No, cacique. En esta ocasión eres tú el que va a abandonar todo.

El hombre la miró dubitativo, sin entender nada. Los otros hurtacuerpos se colocaron con rapidez alrededor del él, le impidieron que pudiera moverse y lo acorralaron para mantenerlo prisionero. Este, al no esperarse tal reacción, fue pillado por sorpresa y no pudo oponerse, tan solo tuvo que aceptarlo.

—Os equivocáis y os arrepentiréis —dijo mientras perdía conciencia. El efecto de aturdimiento era casi inmediato.

—Nunca estuvimos más acertados —respondió Juana.

En ese preciso momento, el cacique cerró los ojos, Nisha descubrió su rostro. Se trataba del doctor Márquez.

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