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Capítulo 17

Mateo era considerado un hurtacuerpos más y por esa razón no tuvo el mismo destino que Nisha. Él era libre de hacer lo que quisiera y de divagar por donde necesitara, contaba con una especie de protección gracias a la cual nadie, que no fuera el cacique, lo amenazaría

Sin embargo, el intento de cuestionar su palabra hizo que ninguno de sus compañeros quisiera tener intercambios con él para no dañar sus reputaciones. Lo dejaron solo, casi abandonado en el centro de aquel contenedor, cuando todos se fueron y se llevaron a Nisha.

El joven se quedó de esa manera sin amigos, de nuevo, en un mundo que incluso él consideraba demasiado peligroso, sin familia, ni nadie que le protegiera.

Supo que no tomó la mejor decisión de su vida. Nisha le había aportado todo el coraje que a él le faltaba para afrontar a esa asociación de personas en la que él se encontraba y de la que no podía escaparse. También se sintió cómodo con ella, pudo expresar todos sus sentimientos y comportarse de manera natural, sin tener que esconder su personalidad. Se equivocó al hablarle de aquel lugar, no debió planificar el rescate de su hermana. Y es que sí, la echaba muchísimo de menos, pero quedó como un completo egoísta frente a Nisha, quien no dudó en ayudarle en cuanto supo su situación.

Pero en ese momento Mateo se encontraba entre la espada y la pared. Los hurtacuerpos aprisionaron a su hermana y le obligaron a él a encontrar otras víctimas a cambio de liberar a su familiar. La misión que el cacique le otorgó era sencilla, él debía encontrar a algún onírico en situación de necesidad y entregárselo para robarle el cuerpo, a cambio, el cacique le devolvería a su hermana sana y salva.

Lo que en ningún momento había imaginado, era que conseguiría establecer una relación tan profunda con la chica. Tampoco pensó que el cacique iba a mentirle e ignorar su parte del contrato y, por su puesto, para nada se esperaba que su hermana ya no se encontrara en manos de los hurtacuerpos. Con toda seguridad, ya estaría desaparecida, sin oportunidad de volver ni al mundo onírico ni al real.

«Como siempre, lo has vuelto a fastidiar todo, Mateo», se dijo a sí mismo «Tu vida vuelve a ser un infierno y todo ha sido por tu propia culpa»

Se vio derrotado, sin ánimo de seguir adelante y con mucho pesimismo. El ambiente húmedo del lugar le entristecía aún más. Tenía que arreglarlo todo, pero no parecía nada sencillo. Sin su hermana y sin la ayuda de la mejor amiga que nunca había tenido, todo parecía muy negro.

No obstante, sí que había una oportunidad. Nisha confiaba en ella más que en nadie en todo el universo y dejó bien claro a Mateo que en el caso en que todo saliera mal, podría confiar en aquella persona.

El joven se llevó la mano al pecho y descubrió el colgante del elefante de madera que colgaba de su cuello. Recordó lo que Nisha le pidió en aquel momento, debía de creer en él. Al fin y al cabo, era lo único que le quedaba para seguir adelante.

El chico se armó de valor, se incorporó y agarró el colgante con sus dos manos.

—Nisha, te prometo no rendirme. Tú me has brindado la fuerza suficiente como para darme cuenta de que merece la pena luchar. ¡Allí voy!

Lucía, tras quedarse sola durante unos instantes en la cama después del intercambio que tuvo con su madre, reflexionó sobre lo que debía hacer. Daniela tenía razón, no le quedaba otra que aceptar la muerte de su hijo, Raúl. Ya no había vuelta atrás, pero la vida debía continuar, así como ella. La luz de la lámpara aún seguía encendida e iluminaba la habitación en la que la joven dormía cuando era una niña, lo que le daba muchos recuerdos.

En la pared colgaban varias estanterías con algunas muñecas de porcelana, peluches y otras figuras de series o programas de televisión que estaban de moda hacía unos años. La madera y el estilo eran algo anticuados, pero ella no cambiaría nada de eso para poder preservar sus recuerdos de infancia. Un gran armario de dos puertas con espejos fijos presidía la pared opuesta a la de la cama, robusto y de madera oscura, y una pequeña ventana cubierta por una persiana de láminas verdes se situaba en la pared izquierda. La lámpara de techo tenía cuatro brazos finalizados con unas pantallas de tela de color marrón claro y que iban a juego con la lámpara de mesa.

Los recuerdos de su infancia le llegaban como escenas de una película antigua. Ella siempre había imaginado historias con sus figuras, su habitación se transformaba en un castillo enorme en el que cada rincón resultaba ser una habitación del mismo. Los personajes iban y venían de su cabeza: Los soldaditos de plomo defendían y vigilaban la fortaleza; algunos peluches eran buenos, y otros, malos, por lo que en ocasiones se establecían peleas entre ellos; la princesa del castillo era la gran muñeca de porcelana, quien dormía siempre en la cama y todos los demás podrían ser sus pretendientes, ya fueran masculinos o femeninos. Aquellos recuerdos le trajeron añoranza, le habría gustado volver a ser aquella pequeña inocente que jugaba sin ninguna otra preocupación en la cabeza. ¿En qué momento creció? ¿Dónde se encontraba aquella dulce niña?

Por mucho que le costara, debía bajar y hacer frente a aquello que vivía en esos momentos. Como le dijo su madre, con mucha razón, no debía de importarle lo más mínimo la compasión que puedan tener los demás tras la muerte de su hijo. No podía depender de ello. Sabía que nunca más lo podría abrazar y estar al lado de Raúl, pero no podía dejar de lado a aquellos que realmente la necesitaban.

Decidida, aunque muy desorientada por todo el tiempo que llevaba encerrada en el cuarto a oscuras, Lucía se cambió, se dio una ducha y bajó al salón, donde se encontraban tomando un café su madre y una de sus hermanas, Marina.

Ambas se quedaron paralizadas y sin saber cómo reaccionar. Lucía llevaba casi una semana encerrada sin querer hablar a nadie, comió lo mínimo y necesario y ni siquiera encendió su teléfono móvil. Notó una cierta incomodidad y quiso romper con ella de inmediato. Ella no era así, no podía dar la imagen de una persona triste y sin ánimos. Sin lugar a dudas todos la entenderían y la aceptarían, pero esa no era su personalidad y debía cambiarla.

—Mamá, espero que tengas la nevera llena porque ahora mismo tengo mucha hambre.

Pasó la tarde con las dos. Hablaron sin parar e intercambiaron sobre muchos temas, la mayoría no relacionados con el accidente para evitar las emociones. Aun así, fue irremediable conversar sobre ello por ratos, a Lucía todavía le quedaban lágrimas por derramar y lo mejor era no retenerlas.

En realidad le vino muy bien poder desahogarse, expresar todo lo que sentía e incluso hablar sobre otras cosas para que su mente se alejara, aunque fuera por escasos minutos, de la muerte de su hijo.

Su padre llegó más tarde, ya para la cena, y después de haber salido a pasear con sus amigos. La sorpresa de verla allí discutiendo fue tal que no pudo evitar soltar alguna lágrima. Había necesitado abrazar a su hija desde que ocurrió todo, pero no lo hizo por respeto.

No cenaron algo muy copioso, tan solo se alimentaron con unas frutas, pan y aceite. Marina se fue tras la cena y Lucía subió de nuevo para dormir.

Necesitaba volver al mundo onírico, poder encontrar a Nisha y explicarle todo lo que había ocurrido. Quería volver a sentir su aroma, abrazarla y llorar en su hombro. La amaba, ya no tenía fuerzas ni ganas para esconder nada más. Cerró los ojos e imaginó.

Aterrizó en la puerta de Juana y deseó que la chica estuviera allí a pesar de todo el rato que estuvo en el mundo real. Conocía que los tiempos entre ambos universos no eran los mismos, así que ignoraba por completo si se trataba de mucho o de poco.

Se trataba de un ático, enorme, con terraza y muchas habitaciones. De haberse situado en el centro de una conocida ciudad, costaría millones. Parecía pertenecer a un gran edificio, pero la realidad es que se encontraba flotando en el aire. Contaba con una decoración vanguardista, casi futurista, y tanto el zócalo de las paredes como las losas del suelo brillaban con intensidad. No resultaba muy acogedor, según la opinión de Nisha, pero las instalaciones eran bastante modernas y lujosas, por lo que no venía mal para darse un capricho de vez en cuando.

Al llegar allí se encontró una nota proveniente de Juana.

*****

«Querida Lucía,

»Imagino que la vida real te está dando muchos problemas para pasarte y visitar el mundo onírico. No te culpo, lo comprendo a la perfección, pero yo necesito hacer mi vida aquí.

»Siempre serás la bienvenida a mi puerta e imagino que algún día nuestros caminos volverán a cruzarse. Yo, por mi parte, te deseo lo mejor. Me ha encantado conocerte.

»Atentamente, Juana.

*****

Pensó en esperar en aquel lugar durante un tiempo, pero ni sabía cuánto tardaría Juana en volver, ni podía permitirse estar, durante más tiempo, separada de Nisha. Tenía que encontrarla, ni siquiera sabía si iba bien o no.

Lucía tuvo que reflexionar durante un buen rato por dónde podría empezar, no resultaba nada sencillo, apenas conocía aquel mundo aparte de lo que Juana le había explicado y se encontraba sola.

Al cabo de un rato, se propuso a sí misma comenzar por lo conocido, volvería al jardín de los mil colores e intentaría encontrar alguna pista por allí.

No lo dudó, imaginó aquel sitio y llegó de inmediato.

Nisha no estaba allí, sin embargo, sí que había una figura masculina desconocida para la chica.

—¡Lucía!

—¿Quién diablos eres y qué haces aquí?

La chica, a la defensiva, no se atrevió a acercarse a aquel joven que, aunque no tenía pinta de ser alguien que la pudiera amenazar, prefería no arriesgarse y evitar cualquier conflicto.

El chico alzó las manos en señal de paz. No quería que Lucía huyera con miedo, sería horrible y disminuiría mucho sus posibilidades de salvar a Nisha. Debía de utilizar bien sus palabras y no alarmarla.

—Me llamo Mateo, soy amigo de Nisha, fue ella quien me envió aquí a buscarte.

Lucía se tranquilizó un poco, pero aun así le costó aceptar la versión de aquel chico. Según tenía entendido, si no se era invitado, nadie podía acceder a la puerta de otra persona.

—¿Cómo puedo estar segura de que no me estás engañando?

Mateo ya había vivido lo mismo cuando se encontró con Nisha por primera vez. Resopló, pero aceptó responder.

—Porque conozco mucho sobre la relación que existe entre tú y ella; porque en estos instantes está en peligro, a punto de desaparecer por completo; y porque si no eres tú, nadie más podrá salvarla. Por favor, por lo que más quieras, por tu hijo, Raúl.

Sus ojos se abrieron por completo. Lucía quedó bloqueada durante un largo tiempo. Aquel chico conocía a Raúl, nadie en ese mundo había oído hablar de Raúl gracias a ella. Mateo se había cruzado con Lucía por allí, no cabía duda alguna, pero... ¿Podía hacerle confianza?

El joven se puso de rodillas, implorando la ayuda de la chica. Esta no quería correr riesgos, pero... ¿Y si fuera real? ¿Y si Nisha se encontrara en peligro en estos momentos mientras ella dudaba sobre una persona que tan solo quería proporcionarle ayuda?

Ante la duda, Lucía decidió aceptar la petición de Mateo y acompañarlo para salvar a su amiga.

—Te seguiré, pero como descubra algo raro, eres hombre muerto.

El joven sonrió, se incorporó y saltó de alegría entre las flores del jardín de los mil colores.

—Calma, calma, que no estoy para juegos. Ya puedes ir contándome lo que le ha pasado a Nisha.

A Mateo le costó mucho esconder su alegría, pero tenía que ponerse manos en el asunto lo más pronto posible para ayudar a Nisha y liberarla. No sería nada fácil, incluso más difícil que con su hermana, pero debía intentarlo, no podía perderla a ella también.

Quedaron allí sentados durante un buen rato, Mateo contó todo sobre los hurtacuerpos, sus técnicas y sus prácticas. Le informó sobre los movimientos que, según su información, realizaban y la especie de ejército que querían crear. Debían impedirlo a toda costa porque, de lo contrario, ellos también se encontrarían en peligro.

—Entonces, si bien entiendo. Prácticamente, has enviado a Nisha a la boca del lobo. Sabías que con toda probabilidad sería capturada y, todo ello, porque querías volver a ver a tu hermana, que no estabas seguro de que siguiera viva. Ahora, en estos momentos, me pides ayuda a mí porque soy la única persona que puede ayudarte a corregir tus errores.

—Me he equivocado, lo siento. Pensaba que las cosas podían volverse más sencillas si el cacique me veía allí como fiel suyo, pero aquello nada más que le sirvió para burlarse de mi inocencia y conseguir una nueva víctima.

—Yo no sé por qué a menudo acabo metida en líos cuando ni siquiera los empiezo —comentó Lucía para sí misma, pero lo suficientemente alto como para que Mateo la entendiera—. Según lo que me cuentas, tengo identificada a una persona en el mundo real. No estoy segura de que sea uno de ellos, pero cabe la posibilidad y debo quedarme tranquila. Vamos a actuar desde las dos realidades. Puesto que tú estás anclado en el mundo onírico, tú te quedarás aquí, mientras que yo me moveré según se necesite.

De repente, una tercera persona se presentó en el jardín de los mil colores. Se trataba de Juana. Quien se acercó a Lucía, en un principio sin percibir a Mateo.

—¡Lucía! ¡Qué bueno que estés de vuelta! Tenía miedo de no encontrarte de nuevo, pasé por mi puerta y vi que...

La chica dejó de hablar al descubrir al joven, que se encontraba tras Lucía. Mateo, casi sin dar crédito a sus ojos, se acercó poco a poco.

—¿Juana?

—¿Mateo?

El chico corrió hacia ella y la abrazó, luego la alzó en el aire y comenzó a dar vueltas con ella gritando de alegría.

—¡Estás viva! ¡Estás viva!

—¿Os conocéis?

Lucía lanzó la pregunta al aire y nadie le respondió.

—¡Qué alegría verte de nuevo, Mateo! ¡Pensaba que te habías olvidado de mí!

—¿Me podéis explicar qué ocurre?

—¡No sabes todo lo que he tenido que hacer para buscarte! Lo que tuve que aceptar y los peligros que he tenido que correr. ¡Pero... aquí estás! ¡Ya casi había tirado la toalla!

—No me voy a quedar aquí cruzada de brazos mientras vosotros os besuqueáis, ¡Nisha está en peligro!

—Perdona, Lucía. Este es Mateo, mi hermano. Como te expliqué, creía que lo tenían capturado.

Lucía abrió la boca sorprendida, ahora lo entendía todo. 

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