Capítulo 14
Había muchas cosas que descubrir en el mundo onírico. Nisha, según Mateo, no conocía nada aún. La ciudad en la que habían estado hasta ahora era tan solo una entre los cientos de miles de millones que posiblemente formaban parte de aquella realidad. Era imposible conocer la extensión de lo que aquel universo suponía.
El sistema utilizado allí se diferenciaba mucho del real. Las leyes que lo regían no eran las mismas tampoco.
En el planeta tierra todo se calcula con las llamadas unidades de medida, como la longitud, la masa, el tiempo, la temperatura, la intensidad o la cantidad. Cada cosa, lugar o materia se pueden establecer gracias a unas normas básicas que hemos acogido.
Sin embargo, el mundo onírico se podía considerar una jungla salvaje, donde todo avanzaba a su ritmo y nada permanecía para siempre. Todas aquellas explicaciones no resultaban fáciles de asimilar para Nisha, se perdía entre tanta información y tenía miedo de no conseguir nunca entender lo que la rodeaba.
—No te preocupes, Nisha. Este mundo es tan caótico que ni siquiera los más ancianos tienen el conocimiento de todo lo que aquí ocurre —le aseguraba Mateo.
Por suerte, los cambios que se daban no afectaban a los soñadores u oníricos que allí se encontraban. Un paisaje se podía transformar en otro de inmediato, la única dificultad resultaba la adaptación que los que se encontraban en el momento del cambio tenían que realizar para situarse en el nuevo emplazamiento. Por esa razón, como regla general, aquellos que tenían consciencia de lo que iba a ocurrir, se quitaban de en medio.
—Un momento, Nisha. Silencio.
Mateo adoptó una posición de alerta e hizo una señal a la chica para que esta no llamara la atención.
Nisha no estaba segura de lo que ocurría, pero al no conocer los peligros de aquel mundo, prefirió seguir las indicaciones que le daba Mateo. El joven se escondió tras unos arbustos y la chica le siguió desconcertada.
—¿Qué ocurre? —susurró.
Sin decir ni una palabra, Mateo efectuó de nuevo una seña de silencio con el dedo, y guio con los ojos hacia un grupo de oníricos que cargaban con el cuerpo inerte de una joven chica. Se encontraban en un parque alejado del centro de la ciudad. Prefirieron ir a él para evitar los cambios continuos que se daban cuando la población soñadora era muy densa.
Eran cinco, dos mujeres y tres hombres, todos vestidos con el mismo traje de color violeta. Dejaron a la chica inconsciente en el suelo y se colocaron alrededor de ella. Daba la impresión de tratarse de un ritual, pues todos tomaron la misma posición, sentados de rodillas y con los brazos cruzados. No tenían ningún utensilio, aunque tampoco era posible realizar daño físico en aquel mundo.
Nisha observaba con los ojos bien abiertos. No podía dejar que le hicieran nada a aquella chica, pero tampoco quería arriesgarse, no conocía el daño que podían hacerle. Además, se encontraban en inferioridad numérica.
Permanecieron durante bastante tiempo allí, sin hacer nada. Parecían esperar, nada más. Tan solo quedaban allí, en círculo alrededor de la joven indefensa.
La espera se hizo eterna para los dos amigos, que aguardaban escondidos entre los matorrales sin saber muy bien hasta cuándo deberían permanecer allí. En el momento en que el aburrimiento comenzó a apoderarse de ellos, unas bolas de luz diminutas comenzaron a salir de cada parte del cuerpo de la chica inconsciente. Eran como pequeñas luciérnagas que salían desde el interior de la joven.
Nisha hizo amago de moverse para acabar con aquel ritual tan extraño, no sabía lo que le estaban haciendo a aquella chica, pero estaba segura de que no era nada bueno. Mateo la paró en seco, la agarró del hombro y con cuidado de no realizar ningún ruido, movió los labios de tal manera que se podía comprender claramente la palabra «No».
Más y más luces diminutas salieron de manera continua del cuerpo, al mismo tiempo que este perdía nitidez. Aquello parecía magia, era como si las luces fueran ella, y se estaban desintegrando en el aire, de forma volátil y sin pausa.
Todo lo que veía le parecía algo escalofriante a la chica pelirroja, no pensaba que lo que ocurría justo delante de sus ojos podía ser posible en aquel mundo que, a pesar de los avisos que le dieron, resultaba tan maravilloso. Sin conocer aquello, el mundo onírico podía parecer, paradójicamente, un sueño hecho realidad, donde todo lo que se imaginaba y se deseaba podía llegar a ser posible; pero una vez en él, no todo era tan mágico como se podía esperar en un principio. Lo que presenciaba resultaba tan extraño, que incluso dudó estar soñando dentro de su propio sueño.
Poco a poco, la joven figura inerte desaparecía. Nadie podía ayudarla, ni siquiera Nisha y Mateo. Tan solo podían permanecer allí, observar lo que ocurría y rezar por no ser descubiertos. El grupo misterioso seguía con su ritual, sentados alrededor del, cada vez menos visible, cuerpo. No se movieron en absoluto, parecían crear un sello protector que permitía que todo se llevara a cabo.
Ya apenas quedaba rastro del cuerpo de la joven, todo se había volatilizado gracias a las diminutas bolas de luz que salieron de su cuerpo. Cuando la última de entre ellas se desintegró en la atmósfera, el grupo se soltó de los brazos y comenzaron a moverse en fila.
Mateo y Nisha esperaron a que estuvieran lo suficientemente lejos como para no ser descubiertos y, solo en ese momento, salieron de su escondite.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Nisha con curiosidad, que miraba sorprendida el lugar en el que debía de haber el cuerpo de una chica, pero que se encontraba vacío.
—Creo que no es el momento ni el sitio adecuado para contártelo. Si confías en mí... ¿Te puedo llevar conmigo?
Nisha asintió, necesitaba explicaciones e información acerca de todo lo que había presenciado entre los matorrales. Agarró de las manos a Mateo y este la hizo aparecer en un punto completamente diferente.
Lucía llegó al jardín de los mil colores sin ningún problema, apenas cerró los ojos que las flores y árboles comenzaron a brotar por todos lados en su imaginación. Ese primer paso comenzaba a dominarlo. Ahora tan solo le quedaba llegar a la ciudad para poder buscar a Nisha allí.
«Tengo que pensar en la ciudad de los sueños» se dijo para sí misma, a la vez que intentaba recordar las palabras de Daadee.
Lucía utilizó toda su energía en regenerar con sus pensamientos aquel lugar. Cerró los ojos, pues así podría visualizar todo con mayor facilidad y se concentró. Imaginó aquellos edificios altos, el caos que recordaba entre los coches, las personas y los animales o monstruos imaginarios que la allí existían. Vislumbró todo aquello en su mente e intentó que el jardín en el que se encontrara fuera remplazado por la ciudad onírica.
No sabía con exactitud cómo ocurría, pero comenzaba a escuchar todo lo que imaginaba: El claxon de los coches, el rugir de dragones, la gente que hablaba; incluso los olores. Los dulces aromas del jardín de los mil colores fueron sustituidos poco a poco por el olor a asfalto y a polución.
Decidió abrir los ojos, a pesar de que sentía algo de miedo por lo que se iba a encontrar. Lucía no era muy exploradora, pero en aquel momento se veía capaz de descubrir cada rincón del mundo onírico si fuera necesario para encontrar a Nisha y poder pedirle perdón.
Había funcionado, se encontraba en la ciudad de los sueños. Todo el ajetreo que imaginó se convirtió en real e incluso los olores, a pesar de no ser mejores que los del jardín de los mil colores, estaban allí, en el ambiente de la urbe.
Sin embargo, algo le extrañaba, y es que aquella ciudad no era tal y como la recordaba. Las calles parecían más anchas, los edificios parecían tener otro tipo arquitectónico e incluso el asfalto se diferenciaba al de la última vez.
De todas formas, aquello no era lo que más le incomodaba. Tenía la impresión de situarse en una jungla en la que todo el mundo sabía qué hacer y como actuar, menos ella. Intentó avanzar y acercarse a alguien, pero todo el mundo parecía ignorarla. Los ciudadanos de aquel lugar parecían tener objetivos claros y encontrarse incluso más ocupados que los del mundo real.
No podía quedarse así por mucho tiempo, encontrar a Nisha en aquella situación no sería fácil, así que decidió enfrentarse a ello y hablar con la primera persona con la que se encontrara para que le diera pistas sobre cómo funcionaba aquella realidad.
No lo tuvo fácil, a pesar de querer llamar la atención para frenar a alguien, todos la ignoraban sin inmutarse lo más mínimo. A Lucía le sorprendió cómo la gente, a pesar de que ella hacía todo lo posible por situarse en su camino, no le hacían el más mínimo caso y la evitaban. Parecía que fuera invisible a sus ojos, insignificante y sin importancia.
Todo aquello le frustró mucho, tanto, que decidió acercarse a un anciano y zarandearlo hasta que le respondiera.
—¡Señor! Escúcheme, por favor. Necesito su ayuda.
El hombre, perturbado, miró a Lucía algo asustado al principio. La cara comenzó a descomponérsele y sus ojos empezaron a mirar a todos lados.
Lucía se asustó, retiró sus manos del anciano y le pidió perdón, pero aquella acción no mejoró la situación.
Alguien agarró por la mano a Lucía. A principio, la chica no conseguía despegar su mirada del señor al que molestó, pero alguien le tiraba con fuerza hacia atrás.
—¿Te has vuelto loca?
Se trataba de una chica regordeta, de pelo rizado. Tenía grandes mofletes de color rosado y contaba con muchas, muchas pecas.
—Vámonos de aquí, antes de que nos encuentre la policía. No te preocupes por el anciano, desaparecerá de inmediato.
No entendía nada. ¿Qué ocurría? ¿Quién era aquella chica? ¿Cuál era el error que había cometido?
Lucía siguió a aquella chica sin ni siquiera saber por qué lo estaba haciendo. Pero suponía que era la mejor opción, puesto que, con probabilidad, ella conociera mejor ese mundo y podría darle la información que necesitaba para encontrar a su querida Nisha.
Mateo y Nisha se encontraban en una pequeña embarcación que navegaba en alta mar, muy lejos de todo lo que conocían. Estaban completamente aislados, y eran los únicos que se encontraban en aquel medio de transporte.
—Bienvenida a mi puerta —dijo el chico al mismo tiempo que abría las manos en señal de acogida, dando a entender que se trataba de su propiedad.
Nisha observó la embarcación, que lucía reluciente. Era de color blanco, se encontraba en muy buen estado y parecía muy confortable. Unos remates dorados daban un aspecto lujoso y a pesar de encontrarse en mitad del mar, ni la humedad ni los rayos de sol dañaron su aspecto. En el exterior, había asientos acolchonados en cuero blanco y un toldo semirrígido protegía la zona de la luz solar. También había una mesa central y varios muebles con repisas en forma de bufé.
—No me esperaba esto de ti —aprobó la chica observando el lugar al mismo tiempo que afirmaba con la cabeza—. Me parece precioso.
—Gracias. Por favor, toma asiento. ¿Champán?
La chica no había bebido ni comido nada en el mundo onírico hasta el momento y sentía la curiosidad por saber si los sabores y las sensaciones eran semejantes a la realidad.
—Sí, por favor.
El joven preparó un aperitivo con aceitunas, algunas cuñas de queso y anchoas que Nisha observó con bastante apetito.
Tras un pequeño brindis, la joven tomó el primer sorbo que acompañó con una anchoa.
—¡Guau! —expresó Nisha—. Los sabores en este mundo son incluso más intensos que los del verdadero.
—Es tu mente quien genera esa sensación. Tú esperas un sabor intenso, cítrico como el que suelen tener las anchoas bañadas en limón y tu imaginación es capaz de recrear ese sabor y expresarlo al máximo en tu paladar. Sin embargo, si probaras algo cuyo sabor no conoces, no te sabría a nada. Tampoco tenemos la necesidad de alimentarnos aquí, solo lo hacemos por costumbre.
Nisha se empezaba a extrañar de todo lo que conocía aquel chico sobre ese lugar. No sabía cuánto tiempo exactamente llevaba allí, dado que de todas formas no se podía contabilizar, pero su conocimiento era tal, que parecía haber realizado un máster sobre el tema.
—Sigo pensando en la chica de antes. ¿Qué le ocurrió? ¿Cómo llegó a ser capturada? ¿Por qué ha desaparecido?
Mateo tomó asiento al lado de Nisha y le comentó lo que sabía sobre aquel ritual que presenciaron.
—Al parecer, nos encontrábamos en una zona protegida por ellos, a la que solo los oníricos tienen acceso. En realidad, es muy complicado escapar de los hurtacuerpos una vez que te han localizado y tomado como víctima. Ellos trabajan en las dos realidades, el mundo onírico y el exterior. Para explicarlo de modo sencillo, suelen capturar a sus víctimas en la realidad, mientras están metidas en el mundo onírico. En general, disponen de una especie de virus que ayuda a separar la mente de aquel que han capturado, de su cuerpo. Por otro lado, aquí, tienen que tenerlo localizado, dado que el efecto no es eterno y solo dura un cierto tiempo. Si te encuentras entre sus manos en ese momento, tan solo desapareces. Es, como si nunca hubieras existido y ellos utilizan tu cuerpo real. En teoría podrían hacerse pasar por ti. —A Mateo se le saltaron las lágrimas mientras comentaba todo aquello.
—¿Estás bien?
—Has visto la sensación que provoca presenciar un acto como el de hace un rato.
—No es nada agradable, desde luego.
—Imagina que eso mismo lo hacen con un familiar tuyo, o que amenazan con hacérselo.
Nisha entendió que aquel chico tenía una historia que contar y que de alguna manera necesitaba desahogarse.
Dejó la copa de champán sobre la mesa y se acercó a Mateo, acurrucándolo entre sus brazos. Por suerte la mar estaba calma y apenas se sentía el balanceo generado por las olas.
—Si necesitas hablar, soy todo oídos. Dicen que se me da bien hacer terapia, al menos en la realidad.
El joven se secó las lágrimas con las manos y bebió un gran sorbo de la copa.
—Hace ya mucho tiempo, no recuerdo con exactitud cuándo, mi hermana llegó a este mundo por casualidad. Al parecer había aprendido la técnica de control de sueños por ella misma, al centrarse en lo que imaginaba mientras dormía. A mí me lo contaba todo, estaba muy emocionada con este nuevo universo y lo que había descubierto en él, así que me convenció para que yo también formara parte de la aventura.
»Todo fue genial, nos divertíamos mucho mientras descubríamos este mundo, para nosotros era como un videojuego de construcción, en el que puedes realizar todo lo que te imaginas, pero con la ventaja de no tener que pagar o ver publicidad para ganar dinero y avanzar en él. Aquí las posibilidades son infinitas, y nos creíamos invencibles.
Mientras Mateo contaba la historia, Nisha observaba con fijación su rostro. El chico miraba al infinito, recordando aquellos momentos vividos con su hermana con algo de añoranza. Las palabras apenas le salían claras y los labios comenzaron a temblarle.
»Me hubiera gustado que así fuera y que aún estuviera aquí a mi lado. Ella calló enferma y la llevaron al hospital en urgencias. Los doctores iban y venían y ninguno de ellos sabía lo que le ocurría. Yo la cuidaba y, durante las noches, me reunía con ella en secreto aquí mismo para conocer su estado anímico.
»Por desgracia, nunca mejoraba, Nisha. Era imposible que una chica de su edad tuviera una enfermedad tan potente y dañina. Me negaba a aceptarlo, así que comencé a hacer mis investigaciones y a sospechar de todos los que la cuidaban. Al principio me daba la impresión de estar loco, de querer rescatar a mi hermana de cualquier forma sin importarme pensar mal en los demás; pero poco a poco fui corroborando mi teoría: La mantenían enferma, para capturarla aquí y poder quedarse con su cuerpo.
A Nisha se le pusieron los bellos a flor de piel. La hermana de Mateo debió pasar por momentos muy delicados y lo peor de todo es que se encontraba sola. En ese momento sintió una gran pena por el joven, no era una mala persona, en absoluto. Debía darle su apoyo y encontrar a su hermana.
—Toma esto. —La chica se llevó la mano al cuello, se quitó el colgante con forma de elefante y se lo puso a Mateo—. No es un regalo, te lo dejo prestado, al menos, hasta que volvamos a encontrar a tu hermana. Tómalo como si fuera un amuleto de la suerte. A mí me ayudó en los momentos más tristes, cuando me encontraba sola y desesperaba. Sé que te permitirá a recuperar a tu hermana, aunque a mí no me sirvió para recuperar a Lucía. Cree en ello.
—Lo acepto y te lo devolveré. Cuenta con ello.
A la chica le preocupó todo aquello. Ella no se encontraba exactamente en la misma posición que la hermana de Mateo, pero su cuerpo seguía en la realidad y podría estar en peligro.
—Hay algo que no entiendo. ¿Qué interés tienen los hurtacuerpos en conseguir el físico de alguien atrapado aquí en el mundo onírico?
—Justamente acabas de responder tú misma. Este lugar puede llegar a transformarse en una cárcel. Mucha gente que llega aquí por voluntad propia, no encuentra su sitio y necesita volver a la realidad de cualquier forma y a cualquier precio.
—Y los hurtacuerpos proporcionan el medio de transporte perfecto para salir de aquí.
Mateo asintió. El chico acabó el champán que quedaba en la copa y se sirvió otro poco.
—Lo intenté Nisha, pero no pude protegerla. La capturaron. Y desde aquel momento la tienen prisionera. Mi hermana sigue viva, confío en que aún no haya desaparecido, pero no sé por cuánto tiempo ni en qué estado. Es por eso que decidí quedarme aquí para siempre, sin embargo, yo no di la oportunidad a ese grupo de descerebrados de quedarse con mi cuerpo, sino que renuncié a mi vida en la realidad para salvar a mi hermana.
—¿Tu hermana sigue capturada en estos momentos?
—Me temo que sí, Nisha. —Ambos miraron hacia el infinito, algo serios y desganados—. ¿Y tú? Sé que ese colgante que sujetas tanto con la mano te recuerda a alguien.
Nisha le contó su historia con Lucía, en como, a pesar de las diferencias que tenían, acabaron por enamorarse la una de la otra y de qué manera, por su idiotez, acabó por alejarse de la persona a la que más amaba en los dos mundos.
La chica se levantó decidida, se echó una copa de champán que rellenó hasta el borde y la bebió en dos o tres tragos. Tras hacer una mueca algo rara por el amargo sabor del alcohol, tiró del brazo a Mateo para que la copiara. El chico hizo lo mismo, aunque él casi tuvo que volver a sentarse por el fuerte sabor del champán.
—En ese caso, no hay motivos para lloriquear aquí en este barco. ¿Acaso has tirado ya la toalla? —El joven negó con la cabeza, aun intentando reponerse del sabor—. Quiero que ahora mismo te armes de valor y vayamos al punto más cercano que conozcas del paradero de tu hermana.
—¡A sus órdenes, mi capitana!
—Como vuelvas a decir esa frase te tiro por la borda y te dejo en el agua hasta que se te olvide.
—Me llamo Juana. Perdona si fui un poco bruta antes.
Lucía aceptó las disculpas, al fin y al cabo, aquella chica no parecía tener malas intenciones. Después de rescatarla del encuentro que tuvo con el soñador anciano y que podía meterla en graves problemas con la policía onírica, la joven la había guiado hacia un edificio abandonado, sin construir, y que tan solo tenía algunas columnas y soportes y dejaba el resto a la intemperie.
Juana había explicado a Lucía todo lo que conocía sobre aquel mundo, los beneficios y los peligros que existían por todos lados. Fue entonces cuando la chica se dio cuenta del error que había cometido al interceptar a aquel anciano y bloquearlo.
—Aquí suele venir poca gente, casi nadie sueña con un edificio vacío, puedes estar tranquila —explicó.
—Hay algo que no me ha quedado claro. ¿Los oníricos estamos obligados a permanecer aislados?
—Por supuesto que no. Al menos en teoría. El sistema onírico está formado por binomios. Una persona sola se puede encontrar en un peligro constante; tres o más, llaman demasiado la atención; el equilibrio perfecto se consigue cuando se trata de dos. Por supuesto, existen fiestas, que suelen ser clandestinas, grupos o incluso sectas secretas, pero todo ello no resulta posible en dominio común. Se suelen hacer en las llamadas puertas, a las que los soñadores no acceden nunca.
Lucía había aprendido mucho sobre aquel lugar gracias a Juana. Aún quedaban muchas cosas por conocer, pero por el momento, lo que asimiló le dio fuerzas suficientes para proseguir la búsqueda de su amada Nisha con algo más de cautela.
—Entonces, puesto que este mundo funciona con binomios, ¿te gustaría acompañarme en la búsqueda de Nisha?
—Yo solo esperaba que me lo propusieras.
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