XXV: Felicidad
Creí soñar, temí abrir los ojos y darme cuenta que de nuevo mi mente me jugó una broma más que pesada, pero cuando me atreví a hacerlo, sentí la felicidad bailar en mi pecho y una sonrisa de inmediato surcó mi rostro. Mi pequeño pervertido en realidad está aquí, reposa junto a mí en el sofá, el calor de su piel junto a la mía espanta el frío del invierno y aleja a la soledad que se convirtió en única compañera durante meses.
Peino sus rizos con mi mano y beso su frente, él se restriega contra mí y una sonrisa surge desde sus sueños. Acodo mi brazo derecho en el sofá, reposo la cabeza sobre mi mano para contemplarlo mientras duerme.
«Sigo sin creer que en verdad estás aquí», no dejo de pensar.
—¿Cuánto más vas a mirarme? —pregunta bajo, apenas medio abre un ojo para verme. Beso sus labios y sube la mano derecha hasta mi mejilla para acariciarme.
—Es que no puedo creer que estás aquí —susurro en sus labios y sonríe—. Niño, muchas veces te soñé, te creí aquí y al despertar no estabas.
Vuelve a besarme. Empieza a bajar su mano hasta mi bóxer mientras sonríe.
—¿Quieres sentir lo real que soy? —inquiere en un susurro cuando está a punto de alcanzar mi pene, subo sobre él entre risas y le hinco mis dedos por el abdomen, cintura, costillas. No para re reír, adoro ese sonido.
—¡Ray, ya! —Se ahoga de la risa y sigo molestándolo—. Yaaaa… ya… ya.
Paro las cosquillas y lo abrazo fuerte, él también a mí. Volvemos a juntar nuestros labios en un dulce beso. Adoro a este niño infernal.
—Ray, ¿eso es muérdago? —pregunta mientras beso su hombro, giro el rostro para ver lo que señala y me carcajeo al recordar las locuras de Rex.
—Sí. —Afirmo entre risas, Johan salta la vista entre distintos puntos de la casa, mantiene un gesto cada vez más confuso en el rostro y yo no puedo dejar de reír.
—Ray, ¿por qué hay muérdago por todas partes?
—Cosas de Rex, me obligó a comprar un montón de luces, decoración navideña y claro, el muérdago que me hizo colgar en casi cada lugar de la casa —Ahora él ríe como demente luego de oírme—. Niño, cuéntame, ¿cómo es que estás aquí?
—Cosas de Rex —contesta con una sonrisa, lo observo perplejo y afirma en silencio—. Él lo planificó todo.
Increíble.
—Mi mamá, Clarissa, Rui, Cacius, Cory; a propósito, él te manda a decir gracias… Ray, todos colaboraron para hacerme llegar aquí, siguiendo el plan de Rex.
¡Dios! No puedo dejar de llorar, ahora comprendo su deseo con los santas, la promesa de hacerme feliz para navidad… No lo puedo creer, fijo mis ojos llorosos en Johan y lo noto que está igual, así que vuelvo a juntar nuestros labios en un beso mientras seguimos repartiendo caricias.
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Hemos pasado unos días increíbles, entre paseos y juegos durante el día con Rex, mientras que por las noches el fuego de Johan aplaca todo el frío del invierno.
Seguimos el mapa que mi hijo diseñó para estas vacaciones, ahora estamos en la pista de hielo instalada dentro de la torre Eiffel, a cincuenta y siete metros del suelo, aunque no fue sencillo subir a Johan hasta aquí, ahora luce pasmado; no suelta su cámara para nada, toma fotografías de muchos ángulos, cuando nota mi mirada fija en él sonríe y dispara en mi dirección.
—¡Oye, Cullen! —lo llama Rex mientras se acomoda los patines—. ¿Alguna vez haz hecho esto? —Johan niega con la cabeza.
—Asumo debe ser similar a patinar en la calle, aunque hace varios años no hago eso tampoco.
—No te preocupes, niño, yo te enseño —le digo y Johan me sonríe, luego vuelve a ajustar sus patines.
Ingresamos a la pista. Rex de inmediato se lanza con sus locas piruetas, Johan lo observa sorprendido antes de atreverse a andar. Parece un robot así que río ante eso y él me mira con ganas de matarme.
Tomo su mano para guiarlo en la pista, enseguida se ruboriza y empieza a saltar la vista por todos lados…
—Oye, tranquilo —le pido y fija los ojos en mí—. Johan, aquí no es raro ver parejas del mismo sexo. —Su expresión se relaja un poco, aunque sigue algo renuente—. Ven, es solo deslizarse, primero un pie y luego el otro… —No deja de reír, nervioso.
—¡Cullen, mírame! —Rex llama desde el centro de la pista y fijamos la vista en él—. ¿Qué tal me sale el eros?
Ni idea de qué carajos habla, pero Johan se carcajea al observarlo.
—¡Eres increíble, mocoso! —le grita entre risas—. ¡No tienes nada que envidiarle a Yuri!
—¿Quién carajos es Yuri? —pregunto a Johan, confundido, y se revienta de la risa contra mi pecho—. No me digas, hablan de anime —Suspiro sonoramente—. Ya, sigamos con tu introducción al patinaje sobre hielo.
Continuamos de la mano, reímos y hablamos; poco a poco Johan entra en confianza, empieza a dejar de lado el miedo no solo a la pista sino a que seamos vistos y así podemos disfrutar uno del otro con abrazos, caricias espontaneas y algunos besos robados. «¡Dios, niño! Adoro tenerte aquí».
—Bien, ahora voy a soltarte. —Niega con la cabeza sonriente, pero muy nervioso—. Anda, claro que puedes, ¡eres un atleta, Johan!
—¡Pero no un patinador, idiota! —me grita en el justo momento en que lo suelto y sus ojos se abren mucho—. ¡Raaaay!
—A ver, intenta alcanzarme, ahora… —Comienzo a deslizarme de espalda.
—¡Eres un fanfarrón!
Al fin se atreve. Empieza patinar por sí solo, poco a poco lo consigue y la emoción brilla en sus ojos. Hacemos carreras de un lado a otro entre los tres, pero luego de varias vueltas, atrapo sus manos a mitad de la pista y nos hago girar, no para de gritar, aterrado, conforme incremento la velocidad; puedo escuchar las carcajadas de Rex por encima del bullicio y la música.
—¡Ray, ya, para! —suplica, pero acelero más—. ¡Yaaa! Ray, en serio, estoy mareado.
Con eso es suficiente. Lo jalo hacia mí para abrazarlo y así poco a poco nos detenemos, mi frente permanece junto a la suya y nuestras miradas no se apartan.
—Niño, me encanta tenerte así —susurro y él sonríe.
—También me encanta esto, Ray. —Juntamos nuestros labios en un dulce beso que consigue alejar todo el frío.
Seguimos patinando un rato más antes de ponernos en marcha a continuar las compras navideñas.
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La siguiente parada en el mapa consiste en encontrar un árbol que cumpla con las exigencias de Rex ya que celebrará la navidad con nosotros; estoy muy emocionado por eso, hace años que él y yo no compartimos estas fechas.
Johan luce encantado con cada lugar que visitamos y la sonrisa en el rostro de Rex me acelera el corazón, siento demasiada felicidad en este momento.
—¡Papi! —grita Rex emocionado frente a un regordete y gran árbol navideño azul, lo observo confundido, incluso elevo una ceja y él sonríe—. ¡Este es el propio, papá!
—Rex, parece un pitufo.
Mis palabras le provocan una fuerte carcajada.
—Cullen, ¿a ti qué te parece? —le grita a Johan y este ríe, con la cabeza ladeada.
—Creo que concuerdo con tu papá, pero es original.
—¡Exacto, Cullen! No es el típico pino verde y aburrido, de hecho, podemos colgarle figuras de Digimon o Pokemon…
Los observo boquiabierto, la peor parte es que Johan afirma entre risas a cada una de sus locuras y hasta le da ideas:
—¡Hey! Unas Poke-bolas o quizás esferas del dragón.
No creo lo que oigo, ambos se miran emocionados y hablan al unísono:
—¡Las armaduras doradas de Saint Seiya!
—¡Sí, Cullen! Tú me entiendes. —Se estrechan la mano entre risas—. ¡Papá, está decidido! Quiero este. —Me ordena Rex y jala a Johan del brazo para llevárselo a buscar las locas decoraciones—. Cullen, tú y yo consigamos todo eso mientras papá se encarga del árbol. ¡Gracias, papi! —grita entusiasmado y se lleva a Johan a toda velocidad, muerto de risa.
No lo puedo creer, insólito este par.
—Bueno, amigo pitufo te has ganado un nuevo hogar.
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Mientras Ray compra y manda a enviar a casa el árbol avatar, el chico de mirada huidiza y el pequeño otaku buscan la animesca decoración navideña. Lo más increíble es que ese tipo de adornos sí existen; locura tras locura depositan en el carrito y así siguen, corriendo entre los pasillos hasta llegar a una refresquería. Él siempre consintiendo a ese niño…
¡Dramaturgo, no jodas!
Tú deberías ponerle un límite.
Dramaturgo, solo nos divertimos, a Ray no le gusta el anime así que lo estamos molestando.
Ray quiere darle una navidad muy feliz al pequeño Rex, entonces... ¿Qué mejor forma de hacerlo que con anime? Lo admito, es toda una locura, pero la verdad me divierto con este desastre, además, adoro la sonrisa de Rex con todo esto; realmente está emocionado por la celebración navideña en casa de su padre.
No creí poder disfrutar estas fechas de nuevo, digo, hace mucho que dejé de creer en santa o la magia navideña…
Ni que lo digas, te volviste un ermitaño. Mientras tu familia celebraba, tú encerrado en la alcoba, lejos de todos como el propio Grinch.
Sí, lo sé y ahora no quiero recordar la razón. Así que deja de joder.
En serio, me siento feliz en este loco momento. Es fantástico que todos colaboraran para enviarme aquí, es el viaje más espectacular de toda mi vida y sin duda, la compañía es la mejor parte.
—Cullen, son unos interesantes grilletes esos que tienes allí —habla Rex y me saca de mis pensamientos, lo veo señalarme los brazaletes de cuero en mis brazos, río por su manera de llamarles—. Esas cosas te permiten salir de día, ¿cierto?
«Este mocoso».
—Sí, Rex, por eso no me alimento de ti que, en serio, fastidias. —Sonríe ante mis palabras, yo igual antes de continuar—: En realidad, son trozos de cuero que convertí en brazaletes… —Suspiro y me mira atento en silencio, no sé cómo explicarle el motivo o si debería, pero él sigue expectante, así que ni modo—. Para ocultar las cicatrices de una terrible decisión que tomé hace mucho.
—Creo que entiendo. Perdón por burlarme —me dice bajo, yo sonrío y me encojo de hombros para restarle importancia, entonces insite—: ¿Tienen algún significado? Digo, veo muchos dijes distintos, remaches, púas y cosas raras. —Eso me hace reír.
—Sí —contesto sonriente y me observa atento—. Opté por cubrir mi mala decisión con estas cosas que representaran momentos significativos y personas importantes, supongo que para recordarme que no estoy solo. —Sonrío nervioso—. Por ejemplo, este. —Sostengo una pequeña medalla de plata esmaltada en colores, con forma de arcoíris.
—Ese es fácil, significa que eres gay.
Eso me hace reír fuerte, pero palmeo su nuca igual.
—No —replico, aún entre risas—. Representa a mi mejor amigo. Hace mucho yo la pasaba muy mal, él me brindaba alegría, así que era como el arcoíris luego de la lluvia. —Lo veo sonreír así que sigo adelante—: Este, inició la colección de medallas, se lo coloqué al brazalete en su honor, cuando me dijeron que murió. —Su gesto se vuelve triste, así que sonrío y me apresuro a agregar—: Tranquilo, él está bien, de hecho, es Rob.
Rex luce sorprendido, así que vuelvo a reír. Sostiene ahora otro dije, esta vez es una flauta dorada.
—¿Por qué una flauta?
—Jennifer, al igual que este de la cámara… —Señalo el pequeño dije de acero—. Es una de las personas que más admiro; fue quien me enseñó a usar ese hermoso instrumento y también sobre fotografía, amo el arte por ella. —Sonríe y sigue girando el brazalete para decidir.
—¿Kitty? —pregunta extrañado y me suelto a reír ante su gesto.
—Kelly. Cuando teníamos seis ella me gustaba mucho. —Me mira achinando los ojos, eso me hace reír—. Tranquilo, soy gay, no te preocupes. —Reímos juntos—. El día que nos hicimos inseparables, ella llevaba unas coletas de Kitty.
—Esta es fácil, es porque eres campeón nadador —dice luego de tomar un pequeño trofeo dorado.
—Sí, algo así, mi primer campeonato.
Gira mi muñeca y sostiene unos anteojos de plata con esmalte negro.
—Es mi amiga Alondra, ese es uno de los más nuevos, ella entró a mi vida en un momento en que me sentía muy perdido. —Sonríe al oírme y sigue en la búsqueda de otra medalla.
—¿Fuiste a Italia, Cullen? —pregunta extrañado, señala una bandera.
—No —contesto muerto de risa—, es una de las personas más importantes de mi vida, es como un padre, mi entrenador, Alessio. —Vuelve a sonreír y buscar. Ahora toma una con forma de tocadiscos antiguo, así que me apresuro a explicarle—: Campbell, mi terapeuta, también es nueva.
—¿En serio?, ¿tu loquero? —Asiento con una sonrisa—. ¿y cuál representa a mi papá?
Esperaba esa pregunta, pero igual me hace reír. Giro el brazo izquierdo y le muestro tres dijes, él sonríe al verlos.
—El micrófono asumo que es por la noche del bailecito. —Afirmo entre risas—. Esto es una guitarra o ukulele quizás.
—Nuestra primera cita.
—¿Por qué un barco, Cullen?
Sonrío un poco apenado antes de contestar:
—Porque, aunque no me atreví a decírselo en el velero de Moe, ese día me di cuenta de que amo de verdad a tu papá.
Siento la madre de las tomatadas apoderarse de mi cara por hablar con él sobre esto. El mocoso sonríe y me suelta antes de hablar.
—Eres genial, Cullen, tú realmente haces feliz a mi papá.
Sonrío en respuesta, luego jalo su gorro para cubrirle el rostro, lo que de inmediato activa la cancioncita de Digimon mientras él se queja entre risas por la broma.
Mi vista se desvía por un momento hacia otro pasillo donde me parece notar la figura de alguien familiar, sin embargo, Ray vuelve con nosotros y enseña un papel mientras anuncia que el pitufo ya fue embalado y está listo para ser enviado a casa, así que descuido la atención de ese lugar.
La expresión de asombro, confusión y “no me jodas” en el rostro de Ray al ver los adornos, es épica, así que, Rex y yo chocamos puños entre risas. Adoro disfrutar estos momentos con ellos.
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Es la mañana de navidad, la casa huele a chocolate, los villancicos no dejan de sonar; el avatar fue engalanado durante la noche buena con luces blancas y las locuras de anime que compraron, la punta del árbol en lugar de estrella tiene una media luna, por alguna razón, este es el único adorno que le resulta raro al chico de mirada huidiza.
La escena familiar en el salón luce encantadora; Ray, el pequeño clon perverso y el chico de los ojos verdes llevan el mismo abrigo de lana a juego, con tres personajes de caricatura que los representa… Lo que sea con tal de complacer a ese niño…
¡Cierra la boca, Dramaturgo!
Hace años huyes de la navidad y ahora mírate.
¡Qué te calles!
La navidad dejó de importarme hace mucho, pero este par de personas que entraron a mi vida durante el verano, aman esta fecha y soy feliz solo con verlos felices, así tenga que usar este horrible suéter navideño para complacer a Rex y sus ansías de una navidad fantástica.
Estamos en el salón junto al árbol, abriendo los obsequios; me pierdo en la brillante y emotiva sonrisa de Rex cada vez que rompe un envoltorio, ni hablar de la expresión de Ray, sus ojos dicen mucho.
—¡Cullen, tengo algo para ti! —me dice Rex con una enorme sonrisa, así que fijo la atención en él.
Me da la espalda y parece acomodarse algo, al girar noto en su brazo derecho un brazalete de cuero similar a los míos, eso me hace reír. Se acerca a mí y me entrega una pequeña caja que de inmediato me ordena abrir, así que lo hago. Dentro hay tres dijes que son exactos a los que lleva su brazalete.
—Mira, Cullen; el sol dorado representa el verano que pasamos juntos. —Sonrío ante eso—. La torre Eiffel, pues es bastante obvio.
—¿Qué me dices de la catana? —pregunto con una sonrisa y él ríe.
—¡¿Por qué crees, Cullen?! —pregunta exaltado y lo observo expectante—. ¿Olvidaste nuestra pelea con sables en la Pequeña Grecia? —Río a carcajadas al recordar ese loco momento—. Porque déjame decirte que yo no he olvidado cómo te vencí con mi Amakakeru Ryu no Hirameki.
—¿Me venciste? —Asiente con la cabeza, sonriendo—. ¡Te rendiste al saber que me gusta el anime!
—¡Eso no es verdad! Solo me emocioné… —Lo jalo del brazo para envolverlo en un abrazo, en serio adoro a este niño.
—Gracias, Rex —susurro a su oído, emocionado—. La verdad no esperaba esto, los agregaré junto a este celular. —Me separo de él y giro el brazo izquierdo para mostrarle la medalla dorada con forma de IPhone—. No preguntaste por este, pero es uno de los más importantes y significativos para mí. —Sonríe con los ojos cristalizados—. Representa a un niño youtuber que se la pasa obligándome a hacer stream con su celular... —Brinca sobre mí sin dejarme terminar de hablar y nos abrazamos con fuerza una vez más.
Adoro a este mocoso.
Mis ojos van a hacia Ray por un momento y lo veo muy alegre, feliz en realidad. La hermosa expresión en su rostro me produce un cálido sentimiento en el pecho que nunca quiero dejar de sentir.
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Luego de complacer al pequeño gánster con una feliz navidad y verlo partir durante la noche junto a su madre y padrastro. La pareja de enamorados se dispone a celebrar como adultos o en su caso como conejos…
Dramaturgo, ¿qué mierda pasa contigo?
¿Negarás que ese era el plan?
So-solo cállate.
A ellos les gusta la gasolina, dale más gasolina…
¡Dramaturgo, deja de joder!
Él ya quiere que lo ponga en 4K, 4K…
¡Dramaturgo!
4K, 4K, 4K, K, K…
Dramaturgo, ¡ni por navidad dejas de joder!
En fin. Adoro sentir el fuerte abrazo de Ray, lo mismo que su calor y dulces besos. Cuánto eche en falta el contacto con su cuerpo, amo estar con él.
—Niño, ha sido la mejor navidad en muuuuchos años. —Sus palabras me hacen sonreír y vuelvo a besarlo.
—Digo lo mismo, Ray, hace muchísimo tiempo que dejó de gustarme esta fecha, pero me encantó compartir esto con ustedes.
Amo esa brillante sonrisa que aparece en su rostro al escucharme.
—Johan, deberías quedarte aquí, conmigo.
«¿Qué?»
Fijo mi mirada en la suya, él sigue sonriente, emocionado, pero yo estoy confundido por esa repentina propuesta. Así que nos quedamos en silencio, nos observamos uno al otro, yo espero escuchar algo más y él, supongo, anhela una afirmación; como no digo nada, entonces continúa:
—Niño, sería genial, estaríamos los tres juntos todo el tiempo…
Me separo de él para continuar observándolo, extrañado. Siento mi pecho inflarse y desinflarse de manera errática ante esta revelación.
—Johan…
—Ray, espera, ¿tú no piensas regresar? —lo interrumpo, nervioso, hago ademanes con mis manos.
Silencio y solo silencio. No lo puedo creer.
—Ray, ¿vas a quedarte?
—Niño…
—¡Respóndeme! —lo interrumpo exaltado y asiente en silencio. Siento un doloroso latido—. ¿Cuándo pensabas decírmelo? —pregunto, temblando. Camina hacia mí y retrocedo.
—Justo ahora, Johan, piénsalo —suplica y no paro de temblar, él se acerca a mí y toma mis manos—. Niño, vas a terminar la prepa, puedes estudiar artes aquí, podríamos estar juntos los…
—¡No! —Me escucho decir, exaltado, Ray luce perplejo y fija sus ojos en mí—. Ray, el arte no es mi sueño.
—Johan, dijiste que querías…
—¡No! —De nuevo lo interrumpo y libero mis manos—. Ray, sé lo que dije, pero ¿acaso se te olvida cuándo lo dije?
Camino nervioso de un lado a otro, no puedo creer que esto de nuevo esté pasando.
—Ray, amo el arte, pero solo huía cuando dije eso…
—Johan, piénsalo. Niño, he estado ausente casi toda la vida de Rex y el tiempo que hemos pasado juntos me ha demostrado que quiero seguir disfrutando de él, ¿qué mejor manera de hacerlo que teniéndote a mi lado? Ustedes se llevan súper bien…
—No voy a quedarme, Ray.
—Niño…
—¿Qué clase de cruel destino es este? —Siento un doloroso golpe en mi interior, uno que arde y quema al mismo tiempo—. ¡Nuestra relación está condenada a durar una sola estación!
El rostro de Ray refleja sufrimiento, supongo que estoy igual.
—Johan…
No quiero seguir escuchándolo. Lágrimas comienzan a brotar. Salgo de la casa a toda prisa, Ray no hace más que llamarme.
La nieve cae despacio, es hermosa, pero ahora solo quiero desaparecer porque siento mi corazón fracturarse en millones de pedazos.
¿Cómo la felicidad se hace añicos en apenas segundos?
**********
Solo espero que no me asesinen.
Hasta una nueva entrega, los amo.❤️

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