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XXIX: Bocetos de amor

♡⁀➷♡⁀➷Rui-Rob♡⁀➷♡⁀➷

Nuevo año, nuevas metas, nuevos aires, nuevos propósitos o en el caso de este par de pelotudos, nuevos quilombos. ¡Rui, dejá de cagarla!

No es mi culpa, yo no hice nada.

La piba bonita no te va a pelear por gusto.

Ella puede ser realmente exasperante cuando se lo propone y lo sabes.

—¡¿Y encima, no me prestas atención?! —reclama Kelly mientras esperamos por Johan en el aeropuerto. ¡Ni siquiera sé por qué está molesta!—. ¡Claro! Cuando yo te hablo empiezas a divagar con Robert.

¡Lo ves pelotudo! Ya terminé yo metido en el pleito.

¿Y qué quieres que haga? No sé por qué está molesta.

Ponele atención y dejá de hablar conmigo.

¡Tú me hablaste!

—¡Rui, has estado divagando con Robert toda la mañana! Te dije que me dieras las llaves del auto como precaución y no me hiciste caso.

—Perdón, Roja, tienes razón, lo siento. Pero en realidad no tengo problema por conducir con Robert, siempre hacemos todo juntos.

Dejate de chistes, Rui, nos va a matar la piba como sigás así.

—¡Rui, se llama precaución!

—¡Roja, creo que exageras!

—¡Awm! ¡Qué bonito par de tórtolos! —exclama Johan en tono burlón al llegar con nosotros, nos mira con una enorme sonrisa y entrelaza las manos junto a su mejilla.

El rulo es re burlón.

Lo sé, eso me hace reír.

—¿Quieren que los deje solos? —pregunta en el mismo tono, Kelly se levanta y lo empuja entre risas a lo que él responde con un fuerte abrazo para luego elevarla por la cintura.

—¡Yaaa, bájameeee! —ella le grita mientras la hace girar y no podemos dejar de reír. Un rato después, me levanto para acercarme a ellos y nos fundimos en un abrazo.

—¡Feliz año nuevo! —gritamos a unísono. Kelly se separa un segundo y nos deja a nosotros compartir un fuerte abrazo, me alegra haber resuelto las cosas con él.

—Gracias —susurra Johan al oído mientras palmea con fuerza mi espalda como tambor, yo comienzo a sobar la suya con vehemencia hasta que ambos nos quejamos del ardor en medio de risas.

Salimos del aeropuerto, tomados de la mano los tres hasta el parqueo mientras Johan habla emocionado y cuenta cosas sobre París, sin embargo, evita en todo momento mencionar a Ray; entiendo su actitud, no es sencillo renunciar a quien amas en pro de su felicidad.

—¡Oh, el mini Cooper! —exclama Johan en tono burlón, al ver el auto de su madre—. Y yo que anhelaba un viaje en tu moto.

Todos nos carcajeamos antes de abordar menos Robert que me contempla con una mirada cargada de odio. Lo siento Rob.

—Pues déjame decirte, Joha, que es Robert quien conduce como alma llevada por el diablo —contesta Kelly y solo puedo reír.

Solía temer contarles sobre esta extraña locura con la que he vivido siempre, pero me alegra haberlo hecho y ver que lo toman de la mejor manera.

Claro, porque a vos no es al que llaman maniaco u orangután drogado o alma llevada por el diablo…

¿Y es mi culpa que conduzcas mal?

Soy un buen conductor, algo inquieto, pero... ¿cuándo hemos tenido una multa?

¿En serio?, ¿quieres que enumere las de aquí o las de Buenos Aires?

Era una pregunta retórica, no tenés que contestar todo lo que digo.

Idiota.

—Amor, puedo conducir yo, ¿sabes? —Kelly me trae de regreso—. Anda, dame la llave, estás un poco perdido. —Afirmo en silencio porque creo que es lo mejor.

—¡Awm! —De nuevo Johan se burla desde el asiento trasero, apoyado en los espaldares, usa la mano derecha para pellizcarme una mejilla y con la izquierda repite la acción con Kelly—. ¡Qué románticos! Ya se llaman con apodos tiernos.

—¡Cállate, idiota! —replico entre risas, manoteando para liberarme de su agarre, Kelly también ríe al volante— Chicos, hay algo que quiero hablar con ustedes, pero supongo que será cuando lleguemos.

—Ah, ¿sí?, ¿qué cosa, amor? —pregunta Johan con un exagerado tono burlón.

—Patearé tu trasero en casa.

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Kelly parquea el auto en la entrada del garaje y llama mi atención ver estacionado al frente un jeep negro que no comprendo qué hace aquí, al bajar, Johan fija la vista en el vehículo desconocido.

—¿De quién es ese auto? —pregunta cargando su maleta en el hombro.

—Es de Ricky.

—¡¿Hablaste con tu hermano?! —pregunta sorprendido. Afirmo en silencio y nos dirigimos al interior de la casa.

Basta entrar para que Johan deje caer su equipaje por la emoción. El golpe de la maleta en el suelo nos hace saltar y lo vemos correr a encontrarse con Jennifer. Se abrazan efusivamente, yo desvío la vista de ellos hasta el hombre que está sentado a un costado. Ricky sonríe al verme, camino en su dirección junto a Kelly, mantenemos nuestras manos entrelazadas en todo momento y él se levanta a saludarnos con un fuerte abrazo.

Desde año nuevo nos hemos visto muy poco, quisiera que fuese más, pero bueno, cada uno tiene sus ocupaciones. Sin duda me emociona encontrarlo, pero a la vez me sorprende.

—¿Qué haces aquí, Ricky?

—¡Ah, cierto! Tú me presentaste a Laura y tu novia, pero como buen niño tonto no me preguntaste por mi vida. —Eso me hace reír.

—Tienes razón, lo siento; en mi defensa, estaba emocionado por la celebración de año nuevo.

—Bueno, Jennifer es mi novia y fui al puerto a buscarla. —Lo observo sorprendido por lo que acaba de decir, no lo puedo creer, están juntos de nuevo—. Nos encontramos durante el verano, estuvimos saliendo y bueno, ahí vamos.

Tía Gina y las mellizas bajan para unirse a esta escena familiar que ya parece una fiesta, Johan abraza y alza del suelo a su madre, luego repite el mismo gesto con Jill quien se aferra fuerte y le estampa un beso en cada mejilla. Jaen y él comparten una sonrisa como saludo hasta que al girarse, la niña se engancha a su cintura con fuerza, así que él se vuelve y la abraza también. Qué lindo.

Adoro la gran familia de Johan.

—¡Asumo que ya todos saben sobre el cumple de Cone! —exclama Jennifer en alto, está parada sobre la mesa de centro, llamando nuestra atención; a tía Gina no le gusta para nada y en su cara se nota, pero a ella le vale—. Hoy estamos a seis de enero —agrega mirando la fecha en su reloj—, entonces... ¡Será exactamente en un mes, pero todos debemos prepararnos desde ya para el fastuoso evento! —Ríe a carcajadas.

¡El cumpleaños de la re puta! ¿Qué le regalamos, Rui? 

Y yo que sé.

Se me ocurre un baile de strippers o un pastel con forma de…

¡Cállate, idiota!

¡Imaginátelo! Que sea gigante y en la punta una vela pirotécnica y a lo que se apague, sale un stripper desde adentro… 

¡Y yo para qué quiero esa imagen! Ya, cállate.

—Joha, sé que eres un caos cuando se trata de ropa, así que, aquí está tu hermana, lista para llevarte de compras —le dice Jen a Johan y los hombros de Johan decaen al escucharla, el gesto de fastidio en su rostro es épico—. Aunque luces estupendo, hermanito, te asentó superbién ese viaje, ¿qué estarías haciendo? —inquiere moviendo sus cejas. Pero cuánta indiscreción junta, Johan está casi tan rojo como el cabello de Kelly.

—Eso es re obvio, le programé un cambio de imagen al pibe en el avión.

¿Qué crees que haces?

Perdoná, se me salió.

Todas las miradas están en mí, maldición, ¿qué hiciste? Ricky nos ve raro.

—Sí, Rui tiene razón fue parte del plan de viaje —habla Johan y provoca que los ojos regresen hacia él—, incluso esta ropa para hacerme ver… ¿increíble? Gracias, Rui.

¡Qué salvada!

Ricky es el único que sigue mirándonos.

Cierto, maldición.

—Bueno, hermanito, ya que estás bonito solo iremos por un buen traje para la fiesta, andando. —Jennifer toma a Johan de la mano y se lo lleva a la salida casi arrastrado porque va de mala gana todo el trayecto—. ¿Vienes, Ricky?

—Nos vemos aquí, llévate el jeep —contesta mi hermano y le lanza las llaves, ella las atrapa entre risas—. Te quiero, muñeca.

Jennifer le sopla un beso desde la puerta y los vemos salir. Bueno, creo que se demorarán un rato, tomo asiento a un lado de Ricky, pero no bien he comenzado a hablar con él cuando Kelly nos interrumpe:

—Amor, ¿qué querías hablar con nosotros? —pregunta y se sienta en uno de los sillones, frente a mí. ¡Maldición!, quería hablar con ella y Johan, pero sin Ricky—. Sé que también quieres con Joha, pero mientras puedes hacerlo conmigo.

Soltalo y ya, si no lo hablás ahora con ella, nos va a matar.

Lo sé, pero Ricky está aquí.

—¿Y sí lo dejamos para luego? —pregunto algo dudoso a Kelly mientras me rasco la nuca, ella pone mala cara.

—Dijiste que al llegar aquí hablaríamos, ¿no puedes hacerlo conmigo?, ¿tiene que estar Johan?

«Maldición, no quiero que se moleste».

—Kelly es que…

—¿El problema soy yo? —inquiere Ricky con una ceja alzada. ¡Maldición!

Me quedo callado, ambos mantienen la vista fija en mí. Tía Gina se excusa para ir por té, las mellizas vuelven arriba y así quedamos nosotros solos en esta incómoda situación.

No sé qué hacer.

—¿Quieres hablar a solas con tu novia? Solo dímelo y me pierdo por la cocina con tía.

—No es eso —hablo bajo.

—¡¿Entonces qué?! —inquiere Kelly algo alterada.

Dale, Rui, soltalo.

Pero…

—Ricky, ¿qué edad tenía cuando pasó lo de los girasoles? —Ambos me miran confundidos—. Lo sé, es una extraña pregunta.

Mi hermano se muerde un pulgar, pensando durante un rato, parece hacer cuenta antes de contestar:

—Creo que cuatro o cinco, ¿por qué?

Sacudo la cabeza en negación como respuesta.

—Es que yo no recuerdo eso —replico.

—Amor, estabas pequeño creo que es algo normal —interviene Kelly y afirmo en silencio—. ¿Eso es lo que te preocupaba? —Sonrío nervioso—. ¿Hay algo más?

—Ricky, ¿en qué parte de la casa sembraba mamá girasoles y por qué dejó de hacerlo?

Mi hermano me mira extrañado como si fuese lo más obvio del mundo, pero yo sigo sin comprender.

—La respuesta es Víctor, sabes que para él un jardín apropiado era solo ese terreno con césped bajo…

—Entonces, ¿cómo es que sembraba cuando era un niño chiquito?

Mi hermano ladea la cabeza, confundido.

—No estábamos con él, fue en la casa de Mendoza.

«¿Qué?»

—¿Mendoza?, ¿ya había estado en Argentina?, ¿cuándo? —Ambos se miran mutuamente, confundidos y luego vuelven a posar los ojos en mí.

—Allá naciste —replican los dos a la vez, siento mi corazón acelerarse.

—Niño tonto, ¿no has visto tu acta de nacimiento o qué? —agrega Ricky.

¿Cómo olvidé algo así? Restriego mis palmas en el pantalón, nervioso. Quería preguntarle a Kelly y Johan sobre su infancia y la mía porque eso de los girasoles me dejó pensando sobre qué otras cosas se me han... ¿borrado? Pero esto es demasiado.

Bueno, ¿y qué? Rescate, pancho, no te vas a alterar por algo como eso.

¿Algo como eso? Rob, ¿cómo estás así de tranquilo?

Me levanto del sillón y camino alterado de un lado a otro, pero intento respirar para tranquilizarme, con poco éxito debo acotar. Entonces, Kelly se acerca a mí, toma mi mano.

—Amor, tranquilo. Es normal olvidar cosas de la infancia.

—¿Como dónde naciste? —pregunto y siento hiperventilarme.

—Rui, cálmate. —Ahora es Ricky a mi lado quien trata de lograr que me tranquilice, pero me cuesta demasiado.

Rescatate, pancho, no querés entrar en pánico.

Estoy muy nervioso, ¿por qué no puedo recordar?

Calmate, ¿y qué si no podés recordar pequeñeces pasadas?

¿Pequeñeces? Robert ni siquiera sé dónde nací.

¡Pequeñeces! Siempre podés ver el certificado de nacimiento. Rescatate que te estás hiperventilando. ¡Dejá de indagar en el pasado!

¿Eso qué significa?, ¿qué ocultas?

¿Yo? Yo solo quiero que te rescatés, vas a entrar en pánico y es peor.

—¿Por qué siento que tiene algo que ver con esas imágenes?

¿Qué? No sé de qué imágenes hablás, calmate.

¡Sabes de qué te hablo! Jamás has querido explicar algo de eso.

—¡Vos, solo dejá de indagar en el pasado! Nunca sale nada bueno de eso.

—Amor, ¿qué te pasa?

¿Ves lo que hacés? Ahora la piba está preocupada por nosotros. Rescatate, estás entrando en…

—Rui, hermano, respira te estás hiperventilando, entrarás en pánico si no te calmas ahora.

¿Qué?

¡Rescatate, Rui! Respirá.

Estoy muy nervioso, siento que me ahogo. Ricky me obliga a andar hasta el sofá para recostarme, Kelly busca a tía Gina y esta corre a ver qué me ocurre. Me muestra ejercicios de respiración mientras acaricia mi cabello. Estoy asustado, no entiendo, por qué de nuevo esto.

¡Rui, calmate! Tenés que relajate.

No-no pu-puedo…

—Cariño, mírame. —Tía Gina me habla fuerte y fijo los ojos en ella—. Concéntrate en mí, no pienses en los síntomas, solo mírame, hijo… —Asiento entre temblores y trato lo que me pide—. Vamos, inhala profundamente por la nariz y exhala despacio por la boca, así cariño.

Tía me muestra lo que debo hacer, mi vista por un momento se desvía hacia Kelly quien luce demasiado asustada —maldición, roja no quiero verte así—, tía me reprende para que vuelva a fijarme solo en ella.

Poco a poco empiezo a emularla y gradualmente mi cuerpo se relaja. Siento el corazón comenzar a latir a un ritmo normal, lo mismo que mi respiración empieza a regularse.

Cuando he conseguido calmarme, tía sonríe y me ofrece una infusión de lavanda, luego de besar mi frente regresa a la cocina por ella. Ricky se agacha junto a mí en el sofá y junta nuestras manos antes de hablar:

—Niño tonto, ¡que susto!

Sigo en silencio por un rato, concentrado únicamente en mi respiración hasta que al fin puedo hablar en tono bajo.

—Ricky, ¿me pasó esto alguna vez cuando era niño? —Duda de responder por un rato, solo me mira, entonces vuelvo a insistir—: Por fa, respóndeme —suplico y él afirma en silencio.

—Sí —contesta en tono bajo y lo observo sorprendido—. Ya habías dejado de hablar también y no sabíamos qué hacer, casi siempre era en las noches de pesadillas o por alguna razón cuando veías helado.

—No como helado. No me gusta, creo —susurro y algo se mueve dentro de mí, pero no entiendo.

¿Por qué te veo nervioso, Rob?

Dejame en paz, pelotudo. 

Eso lo confirma.

—¿Por qué me lo ocultaron? —pregunto confundido, pero él sacude la cabeza en negación; no es cierto, lo olvidé también—. ¿Cómo que dejé de hablar?

Ricky libera su mano izquierda y se cubre la boca por un momento sin dejar de mirarme, luego la desliza hacia abajo y suspira antes de responder:

—La psicóloga de la escuela, dijo que podía deberse a algún trauma. Recomendó llevarte con otros especialistas. Víctor se negó, decía que tú solo eras un malcriado que hacía berrinche.

Cierro los ojos con pesar, sé que fue una bestia, pero…

—Yo siempre pensé que fue su culpa, desde que llegamos aquí te golpeaba al escucharte hablar con el dejo argentino, odiaba eso.

Por más que trato de mantenerme sereno, no puedo.

No paro de llorar. Ricky dice que no lo tome personal, pero ¿cómo no hacerlo? Me golpeaba solo por hablar. No soy consciente del momento en que Kelly se arrodilla junto a mí, hasta sentir que abraza mi cabeza y me besa la frente.

—Tranquilo, amor —susurra—. Ya pasó… Ya no está contigo.

Tiene razón la piba bonita, Rui. 

Lo sé, pero no significa que no duela.

Por eso, lo mejor es no indagar en el pasado, Rui.

Estás llorando, ¿qué ocultas?

Vos no recordás pequeñeces y te preocupás. Yo no quiero recordar, Rui, no me obligués a recordar…

Robert…

No me jodás más, por favor. 

Rob, ¡hey, regresa!

—¿Cuándo volví a hablar? —pregunto a Ricky entre gimoteos, pero la respuesta viene desde el otro lado del salón:

—Esa te la contesto yo. —Abro los ojos y los pongo en Johan que me observa extrañado, pero con una sonrisa—. Fue poco antes de mi sexto cumpleaños, veíamos Saint Seiya y dieron el comercial de las nuevas figuras de acción con armaduras metálicas.

Lo veo acercarse hasta donde estamos mientras continúa contando la historia.

—Antes de que yo pudiese decir algo como: “¡Ese Hyoga está fantástico!”, tú gritaste: “¡Wao! Ese Hyoga está de lujo”. Yo quedé boquiabierto y te dije: “¡Wao, sí puedes hablar!” —Eso me hace reír—. Y desde entonces ya nunca te callaste, de hecho, ¡eras un escandaloso al que debía estar mandando a callar todo el tiempo!

Johan sonríe y yo no paro de reír por la tonta historia. Baby, no hay duda que aún calmas mis demonios.

—¿Qué pasó?, ¿te moriste? ¡Hey! No me tarde tanto, te dejé vivo cuando salí, regreso y encuentro que te velan en el sofá.

—¡Estúpido! —grito muerto de risa y le lanzo un cojín que atrapa para después devolverme con más fuerza entre risas. Se lo lanzo una vez más.

Entonces entramos en una guerra de tirar y devolver, brincamos por toda la sala como un par de niños idiotas. Todos contemplan la estúpida escena, muertos de risa, tía Gina nos regaña para que no rompamos nada, pero el desastre acaba cuando Kelly se levanta molesta y corre a la puerta.

—¡Roja, vuelve! —La llamo, pero no me presta atención. Golpeo mi cara repetidas veces con el cojín.

¡Maldición! No puedo creer que ya metí la pata. Observo a Johan y tensa la mandíbula para luego mascullar un “lo siento”, así que corro tras ella. Logro alcanzarla en la escalinata que da hacia el jardín. Agarro su brazo para impedirle seguir y la abrazo, intenta liberarse, está molesta.

—Suéltame, Rui. —Vuelve a forcejear y de nuevo la aprieto—. ¡Suéltame ya, por favor! Rui, yo no hago nada aquí.

—¿En serio? —Fijo mis ojos en los suyos—. Creí que eras mi novia. —Voltea el rostro para evadirme la mirada—. Habla conmigo, fue lo que dijiste en fin de año y es lo que yo te digo ahora. ¿Qué pasa? Habla conmigo. Soy tu comprensivo, aunque estúpido novio.

—¿Sigues queriendo a Johan? —pregunta sin mirarme en un tono bajo algo tembloroso, como si temiera la respuesta.

Guardo silencio mientras pienso; ¿quiero a Johan? Crecimos juntos, nos acompañamos en un momento de nuestras vidas en el que ambos la pasábamos mal, de algún modo nuestra relación fraternal se tornó más romántica hasta terminar en una especie de obsesión —de mi parte—, pero actualmente veo en él a mi hermano, ese con el que compartí toda la vida, aunque ahora mismo no recuerde mucho de eso.

—Sí —contesto bajo. Vuelve a forcejar, así que la aprieto aún más—. Siempre lo voy a querer, al igual que él a mí, pero no es ni de cerca lo que siento por ti.

Kelly fija los ojos en mí y yo en ella. Aún luce un poco molesta y yo sonrío. Estoy a punto de decir algo más cuando somos interrumpidos desde la puerta:

—Kel, ser tu amigo gay no significa que te bajaré al novio. —Es Johan quien habla sonriente, de brazos cruzados, apoyado en el marco.

—¡Lárgate de aquí, estúpido! —le grito y ríe.

—Kel, molestarte por la relación que hubo entre nosotros cuando éramos adolescentes, sería como que Rui tuviese celos por nuestro noviazgo.

—¡Qué te largues, idiota o patearé tu trasero ahora! Espera, tú eres gay ¿Cómo que fueron novios? —Johan ríe a carcajadas sin responder y vuelve a cerrar la puerta. Pongo la atención en Kelly quien está igual que él—. ¿De verdad fueron novios? —inquiero confundido, ella asiente con la cabeza, entre risas.

—¿No te acuerdas? —Sacudo la cabeza en negación—. Teníamos casi siete, rompimos por una lollipop. —Sigue riendo y ahora yo también por esa estupidez. Así que luego de una buena dosis de aire que infla mis pulmones al máximo y liberarlo en suspiro, consigo calmar la risa para poder continuar:

—Roja, te quiero demasiado, siento por ti cosas que no había sentido antes. Escucha, me negaba a aceptar mis sentimientos porque tenía miedo.

Kelly me observa atenta, luce confundida por mi confesión y empiezo a ponerme nervioso.

—¿Por qué?

—Porque soy un idiota. —Sonrío por los nervios—. Mi-miedo porque no es lo mismo salir con cualquier chica que hacerlo contigo, miedo porque me asusta arruinarlo.

—Rui…

—Miedo porque quise mucho a alguien y me negaba a aceptar que todo eso ya estaba en el pasado. —Cierro los ojos con pesar y un escalofrío me recorre—. Aún más miedo porque me asusta que la historia se repita contigo. —Dejo de apretarla y ella acaricia mi pecho con sus manos, siento descontrolarse el revoloteo dentro de mí—. Esa sola idea me aterra. Por eso me pongo nervioso cuando estamos juntos, porque creo que es la primera vez que estoy enamorado de verdad y temo hacer algo estúpido o lastimarte o no lo sé, quizás ya hasta lo arruiné con tanto parloteo.

Contrario a lo que esperé, Kelly sacude la cabeza en negación, despacio, un momento después desliza las manos hasta mi cuello para acabar mezclando nuestros labios en un beso, las mías reaccionan apretando su cintura. El beso poco a poco se profundiza y el descontrolado revoloteo dentro de mí me obliga a apretar con fuerza sus glúteos y elevarla sobre mis caderas, sus piernas se aferran a mí y me hace sonreír.

—No creo que a tía Gina le moleste que me lleve el cooper —susurro en sus labios mientras la llevo al auto, ella asiente en silencio.

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Entramos a mi departamento sin despegar nuestros labios, la llevo cargada con sus piernas apretando fuerte mi espalda, libera su chaqueta de cuero y la desliza por sus brazos hasta caer al suelo, luego vuelve a juntar sus brazos en mi cuello y así seguimos hasta llegar a la recamara donde finalmente la suelto sin cuidado alguno sobre la cama…

—¡Eres un estúpido! —exclama entre risas.

Bajo la cremallera de mi chaqueta y me la quito veloz antes de lanzarla a algún lugar del suelo, Kelly se sienta en el borde del colchón a la vez y con una pícara sonrisa se apropia de mi cinturón, liberándolo; hace lo mismo con mi pantalón y siento el revoloteo dentro de mí descontrolarse más.

—Roja… —Me quedo mudo al sentir sus manos tirar de mi bóxer mientras estoy atrapado en el interior del jersey, intentando quitármelo—. ¿Qué estás…? —¡Maldición! Las piernas me tiemblan.

Kelly besa y lame mi abdomen a la vez que su mano juguetea a su antojo con esa parte tan sensible de mí. Me siento un idiota al permanecer atrapado en este estúpido jersey.

Sé que no me querés aquí, pero lo tengo que decir: ¡Dejá de cagaaarla!

¡Cállate me pones más nervioso!

Rui… ¡Uuf! Sííí… ¡La puta madre, Rui! Es la piba perfecta y vos no terminás de quitar esa mierda… ¡Ay, esa boquita…!

¡Ya te dije que…! ¡Ayayay!

¿A posta acaba de ponernos el gorrito con esa boquita?

¡Lárgate, ya!

—Entonces, sí eres todo un niño inocente —dice al rozar mis labios, una vez que ha conseguido liberarme la cabeza de la prenda. Me arde la cara y ella sonríe muy insinuante.

De forma ruda y sin cuidado alguno, me empuja hacia la cama, acabo accionando el reproductor en mi mesa al caer y de inmediato escuchamos In the Closet de Michael Jackson. Una sonrisa pícara aparece en su rostro, empieza a batir la cintura y caderas al ritmo de la música; solo me quedo atónito, le veo desabrochar y quitarse el denim alto que se adapta de maravilla a su cuerpo de sirena, hasta quedar cubierta únicamente por un diminuto brasier de encaje negro y la tanga a juego.

—Roja, eres demasiado perfecta. —Se me escapa en un jadeo… Estoy perdido en sus ojos celestes, hechizado con su belleza y extasiado con las sensaciones que me produce al deslizar sus labios por cada parte de mi cuerpo.

—Entonces, esto es lo que se ocultaba debajo de esos jerséis largos en la escuela… —susurra mientras sigue recorriendo mi torso. Sonrío al escuchar eso y sacudo la cabeza en negación—. No hay duda de que tú y Johan se pusieron buenísimos al crecer.

Sus palabras me hacen reír, pero siento la piel de gallina ante cada roce de su boca y lengua. El revoloteo en mi interior está fuera de control; se pone peor cuando sube a horcajadas sobre mí y noto el calor de su sexo desnudo rozarme el abdomen. ¡Maldición! Sigue restregándose y baila encima de mí.

Logro reunir algo de... ¿valor? —supongo— para sentarme y entrar en su juego. Una bonita y provocativa sonrisa aparece cuando mis ojos y los suyos se encuentran, junto nuestros labios; en un movimiento rápido, giro para cambiarnos de posición, me recuesto sobre ella. Los besos siguen, mis manos viajan sin pudor por cada parte de su cuerpo, mis labios se apoderan de su cuello y deleito mis oídos al escuchar esos gemiditos y risitas que suelta.

Acaricio con mi nariz sus hermosos y firmes pechos sobre el encaje del brasier para empaparme de la fragancia deliciosa a manzanas que expide su piel, adoro ese aroma. En el momento que arquea su cuerpo, consigo acceso para liberar los broches de esa última prenda que cubre su desnudez.

—Bueno… ya me tienes desnuda, amor, ¿ahora qué? —habla en ese tono pícaro que me enloquece y una risita nerviosa se me escapa.

Beso sus preciosos pechos, sigo bajando por su abdomen y así hasta llegar a la fuente de los deseos. Mis oídos se deleitan con los sonidos que escapan entre sus labios, mientras mi lengua lo hace con las aguas del manantial que reposa entre sus perfectas y suaves piernas…

—Rui… —Gime mi nombre—. No eres tan inocente... —Jadea más fuerte.

Luego de un rato en el cual sus jadeos han competido con el volumen de la música, atrapa mi cabello y tira con fuerza hasta hacerme parar, levanto la vista hacia su rostro enrojecido por el placer y con su dedo indica que me acerque. Volvemos a juntar nuestros labios mientras la humedad, suavidad y el calor de su cuerpo lentamente me absorbe.

Roja, no hay duda que siento algo demasiado especial por ti. Quiero que pasemos la noche, trazando bocetos de amor hasta saciar esta locura, este deseo que solo tú provocas en mí.






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Confieso que con este chico se me hace difícil las escenas picosas😂 qué les pareció? Su opinión me vendría de maravilla 😂😂😂

Nos vemos en la siguiente entrega

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