XVII: Erase una vez un secreto
Cierta noche de... ¿verano? No, in-vier-no…
Otoño, o-to-ño, aún estamos en otoño —hip—. Dramaturgo, ¿estás borracho?
Eso… cierta noche de o-to-ño, casi in-vier-no. El borrachito de mirada huidiza ríe como bobo…
Dramaturgo, es que otoño suena como ñoño.
Sííí… o moño, boloño…
Dramaturgo, ¿por qué se llama otoño, el otoño?
La palabra otoño se refiere a la segunda hierba del…
¿Qué?
Zzz…
Dramaturgo…
Googlea y ya.
Cómo sea.
Quiénes somos?, ¿qué hacemos? Y ¿Por qué estamos aquí? Las tres más grandes incógnitas de la humanidad, nadie sabe con certeza las respuestas a esto… —hip— Pero yo, yo puedo responderlas ahooora —hip—. Estoy aquí porque quiero quedar en blanco, lo que hago es vaciar cada gota de licor y ¿quién soy? Pues un idiota. ¡Bingo! ¿Lo ven, científicos? No era difícil.
—Mi pequeño, si que puedes beber.
¿Y este en qué momento se sentó aquí? Creo que estoy alucinando, digo —hip—, no sé cuándo llegué y menos qué o cuánto he bebido ya, pero debe ser mucho para imaginar justo a este tipo aquí. Cerebro, ¿no podías enviarme una ilusión más bonita?
—Pequeño, estás que te caes —habla bajo y coloca una mano en mi rodilla. Admito que se siente muy real—, ¿qué dices si te llevo?
¡Ah! Parece que sí está aquí. Muevo la pierna para quitarlo.
—Ronie, ¿no te caaaansas de jodeeerme?
—Bebé, solo te hago compañía, nunca te ha gustado estar solo, ¿recuerdas?
—Tú también eres un idiiiota.
Vuelvo a tomar.
Parece que en la vida jamás voy a librarme de los indeseables —hip—. Miro a Ronie y me contempla con lo que parece una sonrisa amable. Idiota, como si no te conociera.
—Déjame de una vez…
Pienso en Jen, Ray, Kelly, los chicos… Rui… en fin, todos los que me han dejado alguna vez y no puedo evitar llorar. Intento disimular el dolor, bebiendo un nuevo trago de lo que sea.
Ronie coloca una mano en mi mejilla para acariciarme y me tenso ante su tacto, siento un doloroso latido al recordar cuánto daño él me hizo.
—Bebé, yo no voy a dejarte. Jamás lo haría. —Sonríe y sigue acariciándome—. Fisher, tu familia, amigos… Todos te hacen a un lado, pero yo siempre estoy para ti, mi pequeño. —Siento mi boca temblar, de hecho, mis dientes castañean por su palabras y cercanía—. ¿Quién ha estado contigo en tus tristezas?, ¿con quién te refugiaste?
No aparto mis ojos de los suyos y él sigue sobándome la cara.
Bueno, debo darle la razón en algo. Cuando toooodos me dejaron, él fue el único que se quedó a mi lado. Me aconsejó, me hizo ver que no había nada malo con ser gay, es que… ¿a quién le importa si me gustan los hombres? ¡Son más lindos que las chicas! ¿Y eso qué? Cómo sea, me reconfortó cada vez que estuve triste.
—Pero también me heriiiste. —Una nueva lagrima se libera y él la limpia con su pulgar.
—Y créeme que estoy arrepentido, mi pequeño.
«Bueno… Las personas cambian. Creo»
—Además, tú también ya has crecido y madurado. —Humedece sus labios y se acerca a mí—. Ya no eres un niñito llorón, ¿verdad? Ahora tienes experiencia. —Eso me hace reír—. Fisher se largó, mi bebé. Yo sigo aquí…
—Yo… no sé… —susurro nervioso.
Estoy mareado y no sé qué pensar. Creo que luce arrepentido…
—Johan, no seguiré sirviéndote —Moe interrumpe lo que sea que estaba pasando. No lo creo, ahora el cantinero se niega a atenderme. ¡Todos me traicionan!
Ronie se separa de mí y fija la vista en Moe, quien lo ignora y vuelve a hablarme:
—Estás muy ebrio, Johan. Deberías ir a casa, ya estás asistiendo a clases.
—¡Que se jodan las clases! —grito mientras levanto un puño y vuelvo a reír.
—Déjalo divertirse. —Refuta Ronie a Moe y yo asiento, dándole la razón.
—Mira, tipo; a ti no te conozco. Johan, en cambio, es mi amigo y no dejaré que se haga daño.
—¡¿Amigo?! —pregunto a Moe sorprendido. Él asiente y yo me levanto casi de un salto a abrazarlo—. ¡Moe es mi amigo! ¿Viste, Ronie? No estoy solo, tengo un Moe; digo, un amigo. —Moe intenta disimular la risa y palmea mi cabeza, acabo ignorando a Ronie y me concentro en mi amigo—. Moe, ¿por qué él te dice Moe? No tienes cara de Moe.
Mi amigo niega con la cabeza y yo río porque su parche pasa de un ojo a otro. Izquierda, derecha, izquierda, derecha.
—Johan, esto me lo confirma, dices tonterías. Te llevaré a casa.
—He saludo más peor de aquí. —Vuelvo a reír a lo bobo—. Saludo, dije que he saludo… —Sigo riendo. Moe hace que me suelte de él un momento y lo veo quitarse el delantal, luego se gira hacia el otro cantinero.
—¡Adrien! —lo llama. ¡Oh! Ahora conozco su identidad secreta—. Quedas a cargo un rato, debo devolver un borrachito a su casa.
Viene desde atrás de la barra y me sujeta para salir. Luego de atravesar la puerta del bar, vuelvo a asomarme y llamo al otro cantinero en un grito:
—¡Adrien! —El chico hace a un lado por un segundo sus cosas y me mira—. ¡Gataclismo! —Le grito y lanzo un kame-hame-ha entre risas antes de ser arrastrado de nuevo por Moe.
Una vez en la calle, Moe abre la puerta trasera del auto e intenta hacerme entrar, pero mis piernas no se mueven, estoy inmóvil y él no lo entiende.
—Johan, anda. —Me pide sonriente—. Muévete, te llevaré a tu casa. —Niego con la cabeza con desesperación. Allá no quiero volver—. En todos estos años, jamás te he visto así, estás demasiado borracho.
—¡No me puedo mover! Mira. —Me quejo entre gimoteos—. Mis pies están pegados. —Intento levantar una pierna para demostrarle y casi me caigo. Él me sostiene en medio de risas, hasta mis piernas me traicionan. ¡No es justo!
Moe se sigue riendo. No, se está burlando. Se burla de su amigo y mejor cliente.
—¡Déjame! Yo…
No puedo terminar lo que trataba de decir, siento náuseas y algo sube por mi garganta, me inunda la boca con no sé cuántos repugnantes sabores, hasta llenarse por completo y la arcada sale como proyectil. ¡Puagh!
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«¡Somewhere over the rainbow!»
«¡¿Qué demonios?!», despierto alterado y preguntándome: «¿Por qué estoy escuchando Over the rainbow?». Doy un giro en la cama y acabo de golpe en el suelo «¡Auch!», eso duele, en serio. Sigo enrollado con las sabanas hasta que mi mano izquierda logra liberarse y me tenso al sentir la fría dureza del piso «¿qué mierda?». Tanto mi alcoba como el departamento de Jen están alfombrados, así que no tengo idea de dónde estoy. No me atrevo a asomarme y empiezo a meditar sobre qué demonios recuerdo de la pasada noche.
—A ver, idiota, piensa. Fuiste al bar, bebiste, bebiste y seguiste bebiendo. ¿Hablaste con alguien? —En blanco, ni una imagen me llega y esta jaqueca me la pone más difícil—. ¡Maldita sea! ¿Dónde estoy?
Siento todo mi cuerpo trepidar y sigo sin atreverme a asomar fuera de estas sábanas blancas. «¿Y si me fui con algún tipo?», ese pensamiento me aterra. Demonios, no recuerdo nada, me golpeo la frente repetidas veces con un puño, tratando de hacer aparecer alguna memoria, una imagen, un fragmento… ¡Lo que sea! Entonces una voz suena en mi cabeza, provoca que los nervios y temblores sean mucho peores:
«Pequeño, estás que te caes, ¿qué dices si te llevo?».
—¡Nooo! —Lo que sea menos eso, debí ser más específico.
Inhalo y exhalo incontables veces antes de atreverme a salir de debajo de las sábanas. «Cálmate, cálmate, cálmate», pienso y solo consigo tensarme aún más. ¡Maldita sea!
—A ver, Johan, eres un adulto; así que, lo que sea que hiciste debes afrontarlo. ¡Quítate esa sábana ahora! —Me digo a mí mismo en alto. Estrujo la tela con una mano, listo para tirar de ella—. Uno, dos, tres… —Arranco la sábana de mi cabeza, pero permanezco con los ojos cerrados.
Tengo miedo, me asusta el posible lugar en el que he despertado. Así que luego de aplicar bastantes ejercicios de respiración —de los aprendidos con Campbell— para recobrar la compostura, al fin me atrevo a abrir los ojos.
Lágrimas brotan sin cesar y los nervios, producto de la incertidumbre, me hacen temblar aún más. Nunca creí volver a este sitio; la desnudez de las paredes blancas se cubre con fotografías de distintos tamaños y no hay duda que el gran collage junto a la puerta, sigue siendo mi obra favorita. Cientos de momentos compartidos durante el verano convergen en ese mural, incluido el selfie que uso como fondo de pantalla.
«¿Cómo vine a parar aquí?»
—¡Pequeña Grecia! —No puedo dejar de llorar.
Luego de un rato de solo mirar en todas las direcciones, al fin salgo del enrollado y corro como demente fuera de la habitación en busca de Ray.
—¡Ray! —grito por el corredor— ¡Ray! —sigo gritando por las escaleras— ¡Ray! —Vuelvo a llamarlo al entrar al salón y la respuesta llega desde la cocina:
—Aún está en Francia, Johan —dice Moe con una sonrisa condescendiente y vuelvo a sentir todo dentro de mí quebrarse. Me duele el pecho, así que mi mano no deja de estrujar esa zona. Cierro los ojos, tratando de impedir que el llanto se haga presente—. Ven aquí, Johan, siéntate. —Asiento en silencio.
Voy hasta la barra de la cocina y Moe coloca ante mí un enorme vaso de lo que quiera que sea eso, en serio parece mierda licuada con espinaca. Contemplo a Moe perplejo y confundido, luego vuelvo a mirar al contenido del tarro que, ¡oh, mierda! Está borboteando y una enorme burbuja de esa cosa acaba de explotar, haciéndolo lucir todavía más repugnante.
—Johan, tómatelo de un trago y no preguntes qué es o qué tiene. —Vuelvo a mirar a Moe espantado—. Te quitará la cruda en un santiamén.
Agarro el vaso con asco y procedo a tomarme toda esta porquería lo más rápido posible. ¡Es horrible!
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Luego de beber cada gota de esa basura, tomo un baño para regresar con Moe como nuevo. Es genial tener ropa y cosas mías también «quizás debería llevarlas conmigo», descarto ese pensamiento por ahora. Bajo a la cocina y termino de ayudarlo a preparar la comida.
Nos sentamos al comedor en silencio y aunque tengo hambre, lo único que hago es jugar con el contenido del plato mientras pienso en Ray, hasta que Moe se aclara la garganta para llamar mi atención. Fijo los ojos en él, entonces procede a hablarme:
—Johan, ¿pasó algo en tu casa? —Ladeo la cabeza—. Anoche lloraste, suplicaste, de hecho, hiciste una pataleta como niño chiquito en mi coche para evitar que te llevara a tu casa.
—¿En serio? —Siento una tomatada y él asiente—. Me fui de la casa a mediados de otoño.
—¿Puedo preguntar el motivo? —Niego con la cabeza, no tengo ánimos para contarle—. Está bien, no hablaremos de esto, pero Johan, lo de anoche no se puede repetir. —Lo observo confundido—. Sé que estás mal, pero ayer te expusiste demasiado, primera vez en estos años que te he visto devorar licor sin parar, que llegas a ese estado…
—Lo siento, en serio. —Me apresuro a interrumpirlo—. No quise causarte líos. —Bajo la cabeza y vuelvo a posar la vista en el plato.
—A mí no me causaste ningún problema, de hecho, borracho eres graciosísimo. —Siento una tomatada, pero igual lo miro molesto—. Johan, también eres muy manipulable. —Ladeo la cabeza, cambiando el gesto a sorpresa y él asiente en silencio—. Un tipo grandote que lucía peligroso, te estaba convenciendo de irte con él, afortunadamente logré intervenir a tiempo. —Me cubro el rostro con las manos.
«Entonces, sí estuvo allí ese imbécil»
—¿Moreno, pelón y con mirada asesina? —Vuelve a asentir—. Es mi ex. —Ahora él abre su ojo en sorpresa y me encojo de hombros—. Ese imbécil se la pasa siguiéndome, tal parece. Más aún, desde que Ray se fue. —Basta decir eso último para volver a quebrarme.
Me levanto de la mesa y voy hasta el balconcillo a mirar el océano. Me siento terrible. Moe viene conmigo y me palmea con fuerza el hombro.
Adoro este lugar, obvio me gustaría más con él aquí. Sin embargo, no deja de parecerme inapropiado que yo esté invadiendo este sitio.
—Moe, ¿crees que él se moleste porque yo estoy aquí? —Fijo los ojos en él y niega con una sonrisa antes de responder:
—En sus propias palabras: “Ese es nuestro lugar sobre el arcoíris. Siempre que lo necesite, puede ir allí”. —Debo lucir muy sorprendido porque ríe y se apresura agregar—: Lo llamé para preguntarle si podía traerte aquí y eso dijo el cabrón.
—Lo extraño… —Y allí están las lágrimas. Así que fijo la vista en el océano que se revuelve.
—Ray no se fue porque estuviese molesto contigo, sino consigo mismo. —Me giro para verlo—. Tiene miedo de hacerte daño.
—Moe, sé que él no me dañaría…
—Pero casi lo hace…
—¡Pero no lo hizo! —contesto alterado y paso de Moe. Bajo la escalinata hasta llegar a la orilla.
Todo lo que pasó fue mi culpa, obvio se enojó. ¿Quién no lo haría? Confió en mí y yo hice esa estupidez.
Moe llega conmigo y empieza a lanzar piedras al mar, estas, no sé cómo; pero saltan sobre las olas. Permanecemos en silencio y me quedo perdido, viendo su juego hasta que las rocas se acaban.
«Nada es excusa para ese comportamiento, nada es motivo para ser violento y menos con quien amas»
Las palabras de Ray regresan a mí, haciéndome pensar.
—¿Hay algo que yo no sé de él? —pregunto con la vista en Moe y afirma en silencio.
—Así parece —confiesa bajo y luego guarda silencio, yo lo observo y le pido con la mirada que continúe—. Ray no quiere volver a cometer un error como ese, Johan. —Ladeo la cabeza, confundido, es que no comprendo a qué se refiere.
—¿Un error cómo cuál?, ¿lo que ocurrió en el camerino? —Niega ligeramente con la cabeza—. Moe, te juro que no entiendo. Ray no es violento, es el tipo más tierno, dulce, dócil, comprensivo y encantador que haya conocido. —Aprieta sus labios hasta que parece no tener boca—. ¿Insinúas que él es o ha sido violento? —Sigue en el mismo gesto y asiente despacio.
Lo observo sorprendido, es que eso no puede ser real, Ray es un buen hombre.
—Moe, ¿cómo es eso posible?
—Te doy la razón, Ray es todo eso que mencionas, ahora, en ese modo zen hakuna matata como él dice, pero pregúntale a Renzo qué tan zen fue la paliza que le metió a él…
—¡Moe, hasta yo lo hacía! —Me apresuro a interrumpirlo—. Si Johana me hubiese contado, yo mismo lo mataba por imbécil. —Moe ríe y niega con la cabeza.
—Está bien, mal ejemplo; entonces puedes preguntarle a Clarissa. —Siento algo revolverse en mi interior al escuchar eso.
Lo observo incrédulo, no puede ser posible. Clarissa y él llevan una buena relación, son amigos.
—¿Dices que él la lastimó? —Afirma en silencio—. Moe, ¿tú estás seguro de eso? Ellos se llevan súper bien…
—Pero el divorcio fue hace cinco años, Johan y “eso”. —Hace comillas en el aire—. Fue la gota que derramó el vaso. Esta amistad entre ellos no viene desde el divorcio, Johan, ellos se separaron en muy malos términos.
—Estoy sorprendido.
—Incluso, Ray tuvo prohibido acercarse a Rex. —Lo observo boquiabierto—. La historia es larga, Johan y es tiempo de que la conozcas.
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Y hasta aquí esta parte del especial😂
Ahora pónganse cómodos y hagan caso a Moe porque son tres capítulos divididos en varias partes😅
La historia de Fisher la conoceremos a lo largo de la semana y espero que les guste tanto como a mí❤
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